Da la casualidad de que los últimos
libros que he reseñado han sido más bien tirando a intensos y como no me gusta
abusar de mis maltrechas neuronas he buscado una lectura más ligera para darles
tiempo a recuperarse. La rata de acero inoxidable, del escritor
norteamericano Harry Harrison reeditada hace poco por Minotauro, con su promesa
de aventura y de humor me brindaban la
oportunidad de hacerlo. Desde luego no puede decirse que la novela no sea
ligera, lo cierto es que es tan ligera, que apenas sé qué decir de ella. De
manera que recurriré a los calificativos que todo reseñador novel o
experimentado ha utilizado alguna vez y que no por conocidos o tópicos resultan
menos eficaces. Ya sabéis, todo eso de que tiene un ritmo endiablado (ritmo y
endiablado siempre van juntos), que se lee en un suspiro o que constituye un
brillante tour de force, bueno esto ya sería pasarse tres pueblos. En fin, se
trata de una novela entretenida y simpática pero que está lejos de poder ser
considerada un clásico ineludible de la ciencia ficción.
Harrison es un
escritor de ciencia ficción conocido sobre todo por su novela ¡Hagan sitio!,
¡hagan sitio!, recuperada recientemente también por Minotauro, en la que
nos presenta un mundo superpoblado y con escasez de alimentos. Sin embargo la
mayor parte de su producción está consagrada al más puro entretenimiento. Así
sucede en varias de sus novelas que luego ha convertido en series como Bill,
héroe galáctico o el Mundo de la muerte, en ocasiones alargadas en
exceso por razones fundamentalmente crematísticas. La rata de acero
inoxidable también acabó convirtiéndose en una serie de la que en nuestro
país, que yo sepa, sólo se ha publicado el segundo libro, La venganza de la
rata de acero inoxidable.
La rata de
acero inoxidable es una «space opera» de tono humorístico. Su
protagonista, James Bolívar, alias Jim di Griz, pertenece a ese uno por ciento
de delincuentes que hacen que en una sociedad en la que apenas hay descontentos
la policía sea necesaria; es lo que llaman una
rata de acero inoxidable. Roba por gusto, por amor a la aventura y para
sentirse libre de las ataduras de la sociedad. Sin embargo, aunque es un ladrón
tiene sus principios y por eso nunca ha matado a nadie.
Quizás lo más
destacable de la novela sea el ritmo vertiginoso que le imprime Harrison. Sin embargo, no todo es acción también ofrece
algunos momentos de humor, por ejemplo el
encuentro del protagonista con el rey Villelm es para partirse. Así y
todo me esperaba un tono más de comedia que el que me he encontrado. Con eso no
quiero dar a entender que las aventuras de di Griz deban tomarse demasiado
serio. Los acontecimientos que se narran apenas se sostienen, no obstante
Harrison sabe encubrir los fallos con gran habilidad. Aunque a nada que uno se preocupe por analizar lo que sucede,
se da cuenta de que las estrategias de di Griz carecen por completo de sentido,
ya se trate de efectuar un robo o de trazar los planes para encontrar a la desalmada
Angelina cuando es reclutado por los Cuerpos Especiales. Harrison hace que
traguemos con todo repitiendo constantemente lo bueno que es di Griz haciendo
esto y lo otro, o sea aludiendo a su innata habilidad y a su vasta experiencia.
Un recurso que utilizaba muy a menudo también el bueno de Heinlein en muchas de
sus novelas. A base de repetir que un personaje es una autoridad en su campo,
aunque sus actos no lo corroboren, se nos induce a pensar que todo lo que hace
es de una lógica aplastante. Es evidente que hay una intencionalidad paródica
en ello pero desde mi punto de vista le falta un poco más de mala leche al
relato. Por otra parte he de reconocer que después de más sesenta años (el
libro se publicó por primera vez en 1961) la novela ha perdido parte de su
frescura y de su capacidad para sorprender al lector.
En cualquier caso me alegro, aunque no deje de sorprenderme, de que Minotauro esté recuperando gran parte de la obra de Harry Harrison. Además me ha permitido volver a escribir una reseña a la manera distendida y desenfadada en que solía hacerlo. Cosa distinta es que ésta sea de utilidad a alguien, pero a mí he de decir que me ha sentado francamente bien.