Joyce Carol Oates forma parte de
esos escritores como Philip Roth, Margaret Atwood, o Haruki Murakami que
siempre están en las listas que confeccionan los medios (cuya procedencia nunca
se conoce) de los candidatos con más probabilidades de ganar el Nobel de
literatura. Con gran parte de su obra sin leer no puedo juzgar si Oates es
merecedora de este premio, pero lo que no me cabe duda es de que se trata de
una escritora portentosa, de esas que poseen una facilidad especial para
construir tramas y personajes. Con admirable sencillez Oates es capaz de
introducirse en la mente de cualquiera de sus protagonistas desde el más odioso
hasta el más inocente y narrarnos lo que piensan y sienten con una veracidad
pasmosa. Y da lo mismo que lo haga en primera o tercera persona, Oates consigue
siempre que los comprendamos y vivamos la historia que nos cuenta como si
estuviéramos dentro de sus cabezas. Esta facilidad para describir la
personalidad de sus protagonistas y de hilvanar historias con ellos a veces
juega también en su contra. Por ejemplo su novela La hija del sepulturero
(Alfaguara) sería una obra maestra de la novela gótica si no fuera por ese último
tercio excesivamente largo. Mientras leía dicha obra comprendí las facultades
de su autora para escribir terror. Por eso en cuanto vi que “Alba Contemporánea”
editaba El señor de las muñecas y otros cuentos de terror no dudé en comprarlo,
más aún sabiendo que había recibido el premio Bram Stoker del 2016 a la mejor
colección de relatos(un breve vistazo a internet me permite averiguar que ya
había ganado en 1995 este premio, aunque en esa ocasión por su novela Zombi (Lumen)).
También en 2016 ganó el premio al mejor
relato por The Crawl Space.
Es muy probable que los lectores
habituales de terror se lleven una decepción con El señor de las muñecas y
otros cuentos de terror. Con esto no estoy diciendo que los relatos sean
malos sino que hay que hilar muy fino para considerarlos del género de terror.
En los cuentos de este libro más que terror sentimos angustia ya sea por lo que
les sucede o por lo que pueda ocurrirles a sus protagonistas (los finales
abiertos hacen sospechar lo peor). En los relatos de Oates no hay fantasmas ni
criaturas aberrantes acechándonos desde el más allá, el miedo lo provocan los
mismos seres humanos, ya se trate de una mente perturbada o venga dado por la
presión que ejerce la familia o una sociedad enferma.
El relato que da título al libro, El
señor de las muñecas, y Mamaíta son los que más se aproximan al género
de terror. En el primero Oates se mete en la mente de un hombre trastornado y
nos narra su obsesión por las muñecas. Aunque desde el principio se intuye lo
que ocurre, Oates con una sencillez sorprendente realiza la vivisección de un
cerebro enfermo. Mamaíta es un cuento clásico sobre lo que le ocurre a
los niños que confían en extraños, pero renovado por la pluma de Oates resulta
una delicia.
El tema que se trata en Soldado
está mucho más alejado de lo que suele considerarse literatura de terror. El
horror está en esa fracción fanática de la sociedad americana que es retratada
por la autora con cierta distancia.
En Accidente por arma de fuego
Oates hace exhibición de sus grandes dotes como narradora haciéndonos vivir
tanto el terror de su protagonista como la paradójica atracción que siente hacia su atacante.
La inseguridad de la protagonista de
Ecuatorial hace que viva atemorizada por un marido que parece
menospreciarla, pero al que sin embargo ama. ¿La acabará matando? Un suspense
bien llevado, que a mi parecer se alarga en exceso.
Con Misterios S.A. Oates pone
fin a la antología con un relato en el que deja patente su amor por la
literatura de misterio.
Una excelente antología que se ve
perjudicada por algún fallo de edición, pero recomendable para establecer un
primer contacto con esta veterana y prolífica autora.