Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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jueves, 25 de junio de 2020

"Qualityland” de Marc-Uwe Kling

Portada de "Qualityland” de Marc-Uwe Kling            Quiero hacerles partícipes de un hecho extraordinario, de un descubrimiento increíble, de algo que muy pocos aficionados conocen y que las editoriales olvidan y que podría abrir una puerta a un universo de autores desconocidos. Sí, no se lo van creer, pero les juro que es verdad, más allá de nuestras fronteras, aquí en este continente europeo también existen escritores de ciencia-ficción. En concreto en Alemania, donde además de fabricarse coches y de beberse cantidades ingentes de cerveza, se publica desde hace años ciencia-ficción. Tanto es así que tienen sus propios premios como el Deutscher Science Fiction Preis, un premio que entre otros muchos fue otorgado a Andreas Eschbach, uno de los pocos autores alemanes de ciencia-ficción conocidos en España, y que en 2018 fue concedido a Marc-Uwe Kling por  Qualityland.

            Lo curioso es que esta novela no la ha publicado una de las editoriales especializadas en el género sino una generalista como Tusquets. Ha sido necesario que HBO se interesara por el libro para que llegara a nuestro país. Sí, una vez más ha vuelto a suceder, me parece justo que la industria editorial se quiera aprovechar de ello, pero lo que me apena y me irrita es que sólo se venda (digo vender porque no estoy seguro de que luego se lea) lo que tiene éxito en los cines o en televisión. En cualquier caso, bienvenido sea el libro en este mundo copado por escritores anglosajones. Bueno, reconozco que últimamente han surgido también autores chinos aunque estos llegaron de EE.UU de rebote gracias a que Ken Liu decidió traducirlos. Resulta sorprendente que sepamos tan poco de nuestros países vecinos, desde Julio Verne nada sabemos de Francia, y de Italia, ¿hemos sabido algo a alguna vez? Sin embargo, blogs, revistas y editoriales miran siempre hacia los países anglosajones.

            Pero dejémonos de lloriqueos y pataletas y hablemos de Qualityland. Habría que empezar por decir que se trata de una distopía, un término tan desgastado en los últimos años que sólo con oírlo hará que muchos se arranquen matas enteras de pelos de la cabeza. A su favor cuenta con que no se trata de la enésima distopía feminista del año, ¿qué más atrocidades queda por hacerles a las mujeres? En su lugar podríamos considerarla una sátira del sistema interconectado en el que vivimos y de la sociedad de consumo, lo que quizás no sea la mejor manera de salvar cabelleras teniendo en cuenta que son temas recurrentes de la ciencia-ficción reciente. Kling al menos lo hace con sentido del humor y desde un punto de vista europeo, al que paradójicamente estamos menos acostumbrados.

            Al principio la novela parece una sucesión de viñetas más o menos divertidas de la vida en Qualityland, un mundo muy parecido al nuestro pero en el que el consumismo y la dependencia de internet se han exagerado hasta extremos paródicos. El mundo que Kling imagina posiblemente no sea un prodigio de imaginación, mucho de lo que nos presenta ya lo anticipó Black Mirror, a decir verdad la ciencia-ficción de los últimos diez, qué digo diez, veinte, cien años se lo debe todo a esta serie. (¿Cómo pudo Wells concebir los viajes en el tiempo antes de que lo hiciera esta serie?) Por ejemplo, el que a cada persona se le asigne un nivel según ciertos condicionantes (edad, salud, ingresos, éxito, etc.) no puede decirse que sea lo más original del mundo, es algo que se lleva aplicando en China, esa máquina devoradora de ficciones distópicas, desde hace algún tiempo.

            Las dos tramas que vertebran el libro tardan en tomar forma, a partir de entonces la novela deja de ser algo más que un encadenamiento de chistes más o menos ingeniosos. Todo empieza con un paquete de la multinacional TheShop que le llega a Peter y que contiene un consolador con forma de delfín que no ha pedido. El libro, además de contar la odisea que vive Peter para devolver este objeto que considera que no tiene nada que ver con su personalidad, relata las andanzas de John of Us, el robot elegido por la oposición para ser candidato a las elecciones generales. En Qualityland todo es muy fácil siempre que tu nivel no descienda demasiado y no te conviertas en un indeseable. Peter no tiene que pensar en nada, los algoritmos lo hacen por él: qué comprar, dónde comer o qué pareja le conviene es algo que decide su QualityPad o las correspondientes aplicaciones de las empresas en las que está registrado. La llegada del paquete le hace poner todo en duda: ¿Realmente el perfil que manejan los algoritmos le representa?

            Qualityland fue en su origen una nación europea (se deduce que podría ser Alemania) que se cambió el nombre para evitar un pasado poco glorioso y que mediante este golpe de efecto quiso ganarse la confianza de los mercados tras una profunda crisis económica mundial. En Qualityland todo es «lo más» por lo que sólo están permitidos los adjetivos superlativos. La novela, sin destacar por sus valores literarios, se lee sin dificultad y tiene algunas ideas divertidas y sugerentes, entre las que destacaría el beso con el que se certifican los pagos. Este curioso modo de identificación se debe a que un hacker robó las huellas digitales de toda la población y como no hay mal que por bien no venga establece una mayor conexión emocional con el cliente. Los capítulos del libro vienen intercalados con anuncios, comentarios en foros y noticias disparatadas de carácter jocoso. En ocasiones Kling cae en la caricatura y parece que en lugar de leer un libro estemos viendo una película de Pixar, sin embargo en otras ocasiones mete el dedo de lleno en la llaga.

            No sé si es algo premeditado pero los ataques más duros del libro no se los llevan los políticos o el sistema capitalista sino la sociedad que los tolera, superficial y manipulable. En este contexto, el robot que se presenta a las elecciones parece el más cabal  de todos. En fin, una curiosa mezcla de ideas más o menos subversivas, de humor a veces pueril y otras ingenioso ideal para estos días de calor que vienen y una oportunidad de conocer ciencia-ficción escrita en alemán. La crítica de Kling no debe suponer una amenaza muy sería al status quo cuando empresas como HBO o grandes editoriales se lanzan a su promoción. El libro acabará fagocitado por el propio sistema al que critica.


domingo, 14 de junio de 2020

"La disonancia de las esferas” de Sergio Mars

Portada de "La disonancia de las esferas”  de Sergio Mars            No recuerdo los años que llevo frecuentando el blog de Sergio Mars, Rescepto indablog. Es uno de los blogs de ciencia-ficción más importantes de nuestro país, imprescindible para cualquier aficionado a éste género y al fantástico, y con un fondo envidiable de reseñas y artículos de una profundidad muy poco frecuente. Mi curiosidad por conocer también su ficción era por tanto máxima y aún más al saber que había sido merecedora de varios premios como el Ignotus o el Domingo Santos. La ocasión me ha venido que ni pintada con la publicación de La disonancia de las esferas, un libro de relatos que toma el título de uno de los cuentos que lo integran.

            Se trata éste de un libro en el que Sergio Mars deja patente su amor y respeto por la ciencia, nada que sorprenda a quien haya leído las críticas literarias y los artículos que publica en su blog. El mismo rigor y verosimilitud que Mars exige a los demás se lo aplica a sí mismo a la hora de escribir ciencia-ficción. Los escenarios y los avances por muy imaginativos y sorprendentes que puedan parecer se apoyan en sólidos conocimientos científicos. Mars, como hombre de ciencias (licenciado en biología), no teme abordar temas complejos de la ciencia moderna como las burbujas de vacío o el principio holográfico, a veces incluso aún cuando no sea del todo necesario para lo que quiere contar como ocurre en el relato titulado Horror Vacui. En este primer cuento del libro lo de menos es el motivo por el que se va a producir el final del mundo, la originalidad estriba en lo que ocurre después, sin embargo el autor en lugar de recurrir al típico meteorito opta por un suceso más enrevesado. Lo cierto es que la trama principal de la mayoría de los relatos, tal y como comenta Juan Miguel Aguilera en el prólogo que acompaña al libro, no está supeditada a una idea científica, se apoya en ella o se sirve de ella para hacerla creíble, pero no es esencial.

            En La disonancia de las esferas podemos encontrarnos con dos tipos de relatos, por un lado los pensados a propósito para un concurso o selección, y que por lo tanto han tenido que ceñirse a un tema y a una extensión determinada, y los escritos con plena libertad. Sin menospreciar los primeros debo decir que me han gustado más los segundos. Entre los primeros podemos encontrar el ya mencionado Horror Vacui, escrito para la antología temática que suele publicar Calabazas en el trastero con cierta periodicidad y que en este caso versaba sobre «Horror cósmico». Otro de estos relatos es  Museion, que fue finalista del premio L’Iber 2019 y cuya tema es la Historia Militar, el miniaturismo histórico o el propio Museo de los soldaditos de plomo L’Iber. Mars se lo tomó al pie de la letra y consiguió un relato muy meritorio con todos estos condicionantes, una sutil alegoría sobre cómo es tergiversada la historia.

            A medio camino entre estos dos tipos de relatos que he mencionado tenemos otros cuentos por los que Mars ha obtenido un premio pero cuya participación no obligaba a ajustarse a un tema concreto. Entre ellos tenemos el cuento titulado 161,62 en el que Mars vuelve a hacer uso de las últimas teorías de la física para crear una trepidante aventura en un mundo extraterrestre que deja con ganas de más y que le sirvió para ganar el premio Pascual Enguídanos en 2019. El segundo cuento de este tipo es el titulado Ruedas dentadas de un reloj imaginario con el que ganó el Domingo Santos en 2017. Se trata de un relato en el que Mars hace algo parecido a lo que Ted Chiang en  Setenta y dos letras (incluido en La historia de tu vida), aplicar el método científico a algo que tiene que ver más con la superstición o la religión. En concreto, parte de la astrología para crear una historia bastante delirante con la que no he sintonizado del todo.

            Mucho más me ha gustado La teoría de la metaconspiración, que a pesar de su disuasivo comienzo es una excitante reflexión sobre la ciencia actual y lo descabelladas que parecen algunas de sus hipótesis más recientes, todo ello sazonado con extravagantes teorías de la conspiración. En resumen, un gran relato que podría haber firmado perfectamente Ted Chiang, con lo que obviamente me vuelvo repetir.

            Mytolítico es un relato simpático que con mucho humor habla de la rivalidad entre aficionados a la fantasía y a la ciencia-ficción. Con Gancho en el cielo, que se desarrolla en el conocido mundo de Akasa-Puspa creado por Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, Mars vuelve a demostrarnos su sentido del humor. Se trata de una historia que va mejorando según avanza y con un agradable tono “pulp” que ha hecho que lo disfrute por encima de los debates religiosos sobre el hinduismo entre sus protagonistas que me resultan algo ajenos.

            Con La bestia humana de Birkenau Mars obtuvo una vez más el premio Ignotus, sin embargo da la impresión de haber sido escrito antes de que Mars depurara su estilo. La narración de uno de los hombres que trabajó con Mengele tiene mucho interés, el problema es que Mars entorpece el desarrollo del relato con constantes interrupciones sobre los cambios de postura o los gestos del interlocutor que aportan muy poco.

            Con el relato que da título a la antología, La disonancia de las esferas, Mars demuestra todo su potencial; es el más largo de todos y el que más me ha gustado, una aventura en el espacio bien contada, equilibrada en el contenido científico, con unos personajes bien perfilados y con una interesante reflexión sobre la decadencia de las democracias actuales. Un relato de ciencia-ficción clásica excelente.

            Mars sin ser un estilista demuestra ser un narrador eficaz que se muestra más preocupado (al igual que otros escritores clásicos de ciencia-ficción) por el fondo que por la forma. En cualquier caso, La disonancia de las esferas ofrece una magnífica oportunidad para conocer a un escritor que creo que dará que hablar en el futuro.