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Universo de pocos

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lunes, 3 de octubre de 2022

“La juguetería mágica”, de Angela Carter

          
Portada de "La juguetería mágica" de Angela Carter
       «El verano en que cumplió quince años, Melanie descubrió que era de carne y de hueso. Oh mi América, mi tierra recién descubierta. Se embarcó en un viaje embelesado., exploró todo su ser, trepó a sus propias cadenas montañosas, penetró en la húmeda abundancia de sus valles secretos como un Cortés, un da Gama o un Mungo Park de la fisiología»

Así con este tono entre lírico y sensual comienza La juguetería mágica (1967), de Angela Carter. La novela, que ha sido reeditada por la editorial Sexto Piso, aprovecha la traducción que hiciera Carlos Peralta para la legendaria Minotauro de Paco Porrúa.

La protagonista es Melanie, una niña que hasta ahora ha vivido entre algodones en la preciosa casa de campo inglesa de sus padres pero que tras un luctuoso suceso deberá trasladarse con sus dos hermanos (más pequeños que ella) a Londres y residir con su tío Philip, del que apenas sabe nada. Lo único que recuerda de él es un extravagante regalo que le hizo en la infancia: una caja de la que saltó un desagradable muñeco cuando la abrió, «una caricatura de ella misma» que le dio un susto de muerte. Melanie, además de amoldarse a las normas arbitrarias de su tío, un hombre autoritario que atemoriza a todos, deberá sufrir su constante desdén más preocupado como está por las marionetas y por los juguetes que construye para su juguetería que por el bienestar de la familia. Sin agua caliente, muertos de frío por la tacañería de quien les ha acogido padecen miserias que nos evocan de inmediato a Dickens. Carter describe todo además con la misma minuciosidad y viveza que el autor de Oliver Twist, no sólo el escenario donde sitúa la acción queda perfectamente dibujado sino que los personajes cobran vida en nuestra mente. Podría pensarse que estamos ante la clásica narración con huérfanos desdichados, maltratados en ocasiones y obligados a trabajar como esclavos pero como veremos más adelante no es del todo así, Carter la dota de su visión personal.

Si no fuera por referencias a objetos actuales, la atmósfera y las situaciones que se producen nos empujarían a pensar que la acción de la novela transcurre en la época victoriana.

«Se sintió congelada y desolada mientras recorría el largo pasillo marrón con sus secretas puertas herméticamente cerradas. El castillo de Barba Azul. Melanie se estremecía de horror ante cada puerta temiendo que se abriese para dar paso a algún espantoso artilugio rodante, una broma espeluznante o repulsiva novedad que pusiera su valor a prueba.»

El taxi con un moderno taxímetro que cogen a su llegada a Londres, el calentador eléctrico que utilizan para hacerse un té o el hecho de que Melanie compare el aspecto de su tío con el de Orson Welles nos hacen comprender que no es así y ver que la historia transcurre alrededor de los años sesenta. Pero así y todo hay que hacer un esfuerzo para ubicar lo que sucede en un pasado reciente. Tal vez porque el mundo que nos describe Carter se parece al de los cuentos que nos contaban nuestros padres en la infancia y que en nuestra mente solían desarrollarse siempre en un tiempo impreciso y remoto en el que los personajes vestían de manera muy diferente a la nuestra y en el que los hogares se iluminaban con candelabros y se calentaban con el fuego de las chimeneas. Eran mundos de extremos, de impresiones muy fuertes, de malos malísimos y de gente que sufría muchísimo antes de que todo se resolviera en un final feliz. Este mundo legendario es el que de alguna manera Carter evoca en su libro.

Sin embargo, en una época como la victoriana sería del todo impensable abordar los cambios anímicos y físicos que se producen en una niña de quince años. A Dickens no se le pasaría por la cabeza como a Carter hablar del deseo carnal de una adolescente o de su temor a morir virgen. Hay otros aspectos que no puedo desvelar como la sorpresa final que depara el libro, que tampoco serían bien vistos en dicha época. En este sentido podríamos considerar la trama de La juguetería mágica como la de un cuento o una historia de Dickens actualizada a tiempos más modernos. De todos modos no es por el argumento por lo que más destaca la novela de Carter, sino por la maravillosa manera en que está escrita y por el personal lirismo que destilan algunos pasajes. También por la capacidad que tiene de mostrarnos el mundo a través de los imaginativos ojos de una adolescente en su despertar sexual, que descubre por primera vez el mundo masculino y lo hace con sentimientos ambivalentes. Los chicos le atraen y le desagradan por partes iguales. Desde su idílica casa en la campiña, antes de que ocurriera la desgracia que la llevara a Londres, Melanie soñaba con casarse. En su imaginación se había creado al hombre de sus sueños y lo que encuentra en casa de su tío es muy distinto. Sin embargo la realidad por más que a veces le perturbe tampoco le desagrada del todo. Para ella todo son dudas. Desea casarse, seguramente por la educación que la han dado, pero a veces tiene miedo de que su futuro sea como el de otras mujeres casadas que ha visto, que llevan una vida vulgar al cuidado de los hijos.

El título de la novela puede hacer pensar a muchos lectores que se trata de una novela fantástica pero en ella no hallará hechizos ni príncipes encantados sólo una atmósfera de cuento gótico que a su manera contiene mucha más magia que la mayoría de las novelas del género por lo general muchos más extensas. Es una lástima que haya descubierto tan tarde a esta gran escritora británica. No cometáis el mismo error que yo y leed a Angela Carter.