Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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viernes, 29 de enero de 2021

“La coartada del diablo” de Manuel Moyano


Portada de “La coartada del diablo” de Manuel Moyano

            Esta novela de sugerente título, La coartada del diablo, le proporcionó a Manuel Moyano el premio Tristana de novela fantástica en 2006. Con ella el escritor nacido en Córdoba quiso crear un relato clásico de terror que, teniendo como modelo el terror anglosajón, se localizara en un paraje de la España profunda con todas las singularidades en cuanto a personajes y a situaciones que eso trae consigo. En ese sentido Moyano sale airoso de la empresa gracias a una historia que sabe recoger muchos de los tópicos de la España rural sin caer en lo trillado.

            Al igual que Lovecraft se inventaba pueblos en decadencia en Nueva Inglaterra para situar muchas de sus historias de horror cósmico, Moyano concibe su propio escenario, un pintoresco  Manfraque en el que el mal está al acecho. Se trata de un villorrio de mala muerte al borde del abandono como muchos otros pueblos de España, que tal vez podría encontrarse en Castilla o Extremadura (el autor no proporciona demasiados datos para su localización). Lovecraft puebla su Insmouth imaginario de unos seres de aspecto repulsivo, de ojos saltones y cabeza estrecha, Moyano hace que unos seres, los «bubos», que en su día fueron humanos, habiten unas cuevas en los montes que rodean Manfraque. Uno de los personajes de la novela que no simpatiza mucho con estas criaturas las describe así:

            «Al parecer, la endogamia y el aislamiento se han conjurado con el agua envenenada para engendrar a lo largo de los siglos una raza de cretinos deformes y babeantes proclives a la vagancia y la
promiscuidad
».

            Es una lástima que estos pobres «bubos» dignos de lástima no tengan el protagonismo que las primeras páginas parecen prometer. La novela sigue por otros derroteros y estos seres imaginarios sirven al autor poco más que para dar un poco más de color y un toque insólito al pueblo. Mayor relevancia tienen los representantes de los poderes fácticos que, como suele ocurrir en los entornos rurales, no son otros que el cura, el médico y el maestro, que en este caso hace también de mandamás del pueblo. Moyano sabe dotarlos de unas particularidades que los hacen más interesantes. Por ejemplo, Paniagua es además de médico un antropólogo aficionado que sueña con obtener el Nobel gracias a sus minuciosos estudios sobre los «bubos». O Jambrina, el sacerdote, que en sus sermones trata temas tan acuciantes para sus parroquianos como la interpretación herética del Apocalipsis realizada por una incierta secta.

            El protagonista es un hombre que después de treinta años de matrimonio se ha quedado solo debido a la muerte de su mujer. La casa de la ciudad que compartían guarda demasiados recuerdos por lo que abrumado decide retirarse a este pueblo remoto, que ni siquiera conoce, llamado Manfraque. A su llegada al pueblo alquila una casa a Tránsito, una mujer voluminosa e incansable cuyo marido se encuentra en estado vegetal debido a una esclerosis múltiple. Entonces comienzan a ocurrir una serie de desgracias de las que muchos culpan a los «bubos». A través de unas cartas escritas en un lenguaje culto y a veces en desuso que el protagonista envía con periodicidad a su primo, vamos conociendo los hechos. Hasta ahora he hablado de los protagonistas humanos pero en realidad el gran protagonista de la novela es el lenguaje. Se trata de un lenguaje como decía de gran riqueza, con abundancia de palabras arcaicas que me hicieron pensar que la historia transcurría en el pasado. En un principio esto me confundió y después, cuando me di cuenta de mi error, me vi obligado a recomponer la imagen mental que me había estado haciendo hasta entonces. Todo acontece en el presente o en un pasado reciente, lo que sucede es que la manera en que se expresa su protagonista y el modo en el que actúan los vecinos nos invitan a creer que estamos leyendo las cartas envueltas en polvo y telarañas del olvidado baúl perteneciente a un antepasado. Las historias de terror resultan más verosímiles y funcionan mucho mejor cuando suceden en el pasado, algo que el autor de El imperio de Yegorov no desconoce.

            Arropada la historia por un vocabulario rebuscado pero sin llegar a los términos inventados por Santiago Lorenzo en Los asquerosos (otra novela rural muy diferente) la historia discurre entre momentos de cierta ternura, de misterio, de terror e incluso de voluptuosidad desaforada y también de humor, de un humor sutil casi invisible que se aprecia sobre todo en el retrato que se hace de los personajes. La única pega que se le puede poner a la novela es que su desenlace resulta un tanto previsible, casi desde el principio dejó de ser un secreto para mí lo que sucedía. Pero esto no debe ser un impedimento para disfrutar de este libro, que, como la mayoría de los que escribe Moyano, sabe a poco.

lunes, 18 de enero de 2021

"El rebaño ciego" de John Brunner

Portada de "El rebaño ciego" de John Brunner
         La primera palabra que me viene a la cabeza con esta novela es caleidoscopio, que como alarde de imaginación (demasiado manido) no es gran cosa. También podría hablar de mosaico o incluso de puzle de vidas o como hoy me he levantado ocurrente podría apuntar a la visión facetada de un futuro próximo, aunque lo encuentro un tanto rebuscado. En cualquier caso, todo eso y más es El rebaño ciego (1972).

            Admito que no soy un entendido en la obra de John Brunner (1934-1995). Leí hace ya unos cuantos años una de sus novelas más célebres (que tal vez debería releer) El jinete en la onda del shock (1975) que no me impresionó lo suficiente como para animarme con el resto de sus mastodónticas novelas. Porque de entre las muchas cosas que puede decirse de Brunner estoy seguro de que nos pondremos de acuerdo al menos en una, la de que no es precisamente un autor parco en palabras. Sus libros más aclamados, entre los que se encuentra El rebaño ciego y sobre todo el más conocido de ellos, Todos sobre Zanzíbar (1968), que ganó el Hugo en 1969, son los que cuentan con un mayor número de páginas. Además de un tamaño amedrentador tienen en común estar situados en un futuro cercano y haber sido escritos con el mismo estilo fragmentario que indicaba al principio de esta reseña. Esta manera de narrar que Brunner tomó prestada de John Dos Passos y que en El jinete en la onda del shock no acabó de convencerme (aunque como digo quiero darle una nueva oportunidad) convierte a El rebaño ciego en la gran obra que es. Fondo y forma están tan imbricados que cuesta imaginar que la novela pudiera haberse escrito de otra manera. A través de pequeños fragmentos de la vida de diversas personas, flashes significativos del día a día, entrevistas, anuncios de todo tipo, locuciones de radio…, Brunner logra construir un retrato formidable y complejo del futuro próximo, un futuro tan creíble que es fácil confundirlo con nuestro presente. Es cierto que esta estructura fragmentada con constantes elipsis demanda una atención añadida al lector, a lo que debemos sumar que muchos de los personajes aparezcan casi de manera subrepticia sin que sepamos el papel que irán a jugar más adelante, lo que obliga en ocasiones a volver atrás para saber quiénes son. Sin embargo, el esfuerzo merece la pena. Brunner teje con calma y precisión, hilo a hilo, y sólo al final cuando da las puntadas finales nos damos cuenta del intrincado tapiz que ha urdido. Ante nuestros ojos se aparece entonces ese mundo terrible a punto del colapso ecológico a causa de la ineptitud humana tan verosímil que hará que miremos a nuestro alrededor para cerciorarnos de que seguimos en el salón de nuestra casa. Es muy posible que nuestra mirada se tope con lo que hay más allá de la ventana y reparemos en las mascarillas que cubren los rostros de todos los transeúntes y pensemos en las enfermedades que nos amenazan, algunas dadas por erradicadas hace años. A partir de aquí nuestra mente puede decidir sumergirse en otras cavilaciones no demasiado esperanzadoras, como la locura climatológica que nos azota o la incredulidad que nos producen los líderes que nos gobiernan surgidos de una mala película de serie B de los sesenta. La pesadilla de Brunner no está lejos de hacerse realidad, sólo nos cabe esperar que su trepidante y apocalíptico final no sea también el nuestro.

Siempre se ha destacado la capacidad profética de Brunner. No es mi intención subestimarla y lo que voy a decir a continuación no le resta un ápice de valor a la novela, no obstante tengo la impresión de que mucho de lo que anticipaba Brunner en 1972 ya estaba  aflorando por aquel entonces. La contaminación de los mares, la resistencia de los gérmenes a los antibióticos, la ceguera de los gobernantes, el «cortoplacismo» no eran desconocidos hace cincuenta años y creo que precisamente esto hace que el libro siga siendo tan actual y que resulte tan terrorífico como entonces, porque pone de manifiesto lo poco que se ha hecho en todos estos años. Los «trainitas», los imprudentes ecologistas radicales de la novela, por suerte no se han hecho realidad pero no hubiera estado mal tener a mano a un hombre con la conciencia ecológica y el carisma de Austin Train. Aunque mucho me temo que su presencia sería tan inútil como en el libro, se le acusaría de traición como se ha hecho con Snowden o puede que de terrorismo.

En cualquier caso debemos repartir las culpas, nuestros gobernantes no son los únicos responsables del desastre ambiental. La mayoría de nosotros somos magníficos ecologistas hasta que nos tocan el bolsillo o nuestro empleo se ve en peligro. Compramos en los supermercados más baratos (muchos no tienen otro remedio si quieren llegar a fin de mes) sin importarnos la procedencia de los productos, queremos comer tomates y naranjas durante todo el año aunque vengan de las antípodas, nos lamentamos de las armas que hay diseminadas por el mundo entero pero por otro lado, nos negamos a que las empresas que las fabrican se cierren para poder seguir manteniendo nuestro trabajo. Yo mismo he acudido a ese monstruo del consumismo que es Amazon para obtener este libro. Intenté conseguirlo por otros medios pero por alguna razón todos los ejemplares disponibles de la edición de AJEC (que por cierto requeriría de una buena revisión) se encontraban fuera de España. Ahora mientras escribo esto y compruebo los datos leo en la página del final del libro lo siguiente: Printed by Amazon Italia Logística S.r.l. ¿Qué pensaría John Brunner si lo viera?