Siempre suele ser un placer leer a Ian McEwan pero tras el Accelerando de Stross lo es mucho más. Leo las pocas páginas que componen El placer del viajero y entiendo lo que dicen. No tengo necesidad de repasar las frases una y otra vez para descifrar lo que se quiere decir. Si lo hago es por disfrute y con el fin de que no se me escape nada. Sin digitalizaciones de langostas, sin tanta parafernalia pseudotecnológica, nos emociona, logra crear un clima de desasosiego, incluso de terror y finalmente logra conmovernos. La novela sobre todo funciona por el clima de amenaza que se cierne sobre la aparente calma en que se desenvuelve la historia. No quiero desvelar la trama, pero al final la sensación que le queda al lector es la de que los protagonistas podían haber hecho mucho más para escapar. Léanla, no les dejará indiferentes.