Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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martes, 27 de febrero de 2018

"La glándula de Ícaro" de Anna Starobinets

"La glándula de Ícaro" de Anna Starobinets
            Los incondicionales de este blog (si es que existen) sabrán de mi poca fortuna a la hora de escoger las últimas lecturas. A consecuencia de ello he querido recurrir a un valor seguro como es Anna Starobinets para esta nueva reseña. La glándula de Ícaro llevaba esperando en la pila su oportunidad desde hacía tiempo, reservaba el libro como si fuera un buen vino, así que ahora, en este momento en el que no quería añadir otra decepción, y en el que las novedades no me inspiraban excesiva confianza, he creído que estaría bien descorcharlo. Como suele ocurrir con los mejores vinos, la producción de Starobinets es limitada por no decir exigua, una razón más para que quisiera postergar su lectura.
 
            La glándula de Ícaro se compone de siete relatos en la línea de Una edad difícil.  La edición se completa además con un interesante y aclarador prólogo de Ismael Martínez Biurrun. Al releer ahora mi reseña de Una edad difícil me doy cuenta de que es menos entusiasta de lo que pensaba aunque en mi recuerdo la tengo como una de las obras que más huella me han dejado en los últimos años. La memoria nos juega a veces malas pasadas, pero ahora pienso que el libro no había reposado el tiempo suficiente en mi mente ni madurado lo necesario para poder apreciarlo como se merece. Aprovecho para enmendar mi error y recomendarlo sin reservas.
 
            En un mercado copado por la ciencia-ficción feminista y en el que una reivindicación necesaria se ha convertido en moda y en “trending topic”, mientras otras escritoras sueñan en mundos sin hombres, en mundos sin sexos o en seres andróginos, Starobinets tiene pesadillas. Por ejemplo, en el relato que da título al libro a los hombres se les extrae la “glándula de Ícaro” para evitar que sean infieles y de paso amansarlos un poco. Un relato brillante salpicado de un humor negro que acaba convirtiéndose en un cuento de horror.
 
            En Siti Starobinets nos habla del mito de la gran ciudad en la que se supone haremos realidad nuestros sueños. Una visión paródica de EE.UU., en concreto de Nueva York, Siti es una ciudad lúgubre y repulsiva que choca con las maravillas que todo el mundo ha visto en las películas.
 
            El Lazarillo es el relato más extraño y más indescifrable del libro, una historia digna de David Cronenberg.
 
            El parásito es un compendio de lo mejor de la autora rusa. Volvemos a encontrarnos con insectos, extrañas metamorfosis, desamparo, religión y horror. El horror siempre está presente en los relatos de Starobinets. El horror por ser cómo somos, el horror por no poder llegar a ser aquello a lo que aspiramos, el horror a ser transformados en algo que no queremos ser. El horror en definitiva a un cambio que Starobinets presupone siempre a peor.
 
            En el cuento titulado La frontera las familias pueden viajar en el tiempo y revivir así  épocas mejores, para ello se desplazan en un modesto tren como quien va a Albacete a ver a su familia. El acierto de la autora es convertir algo fantástico como los viajes en el tiempo en algo cotidiano y en cierta manera incluso fastidioso.
 
            La impostura, la falsedad, la quiebra de la realidad... son temas a los que Starobinets vuelve una y otra vez, algo que la emparenta con Philip K. Dick, y Delicados pastos es un buen ejemplo de ello. Pero también en Spoki, uno de los relatos que más me ha gustado junto con El parásito, introduce Starobinets uno de esos personajes típicos suyos, un escalofriante remedo de marido que vuelve tras haber permanecido desaparecido durante años. Los cambios que se producen en los hijos al crecer, favorecidos ya sean por una consola de juegos o por la intervención de unas repugnantes hormigas como ocurría en Una edad difícil nunca son fáciles de asimilar para una madre.
            Tiene Starobinets un talento especial que muy pocos autores actuales poseen para inquietarnos y hacer que nos revolvamos incómodos en nuestros asientos. Mediante sus originales y atinadas metáforas consigue que nos zambullamos en sus mundos de pesadilla (incluso en sus relatos menos redondos) y que luego no sepamos salir a la superficie. Starobinets nos deja abandonados a nuestra suerte en medio del mayor terror sin que entendamos muchas veces cómo hemos llegado hasta allí ni por qué. Quizás sea esa combinación que hace entre fantasía y cotidianidad lo que hace que nos sintamos tan próximos a sus creaciones. Mi consejo es que prueben con cualquiera de los libros de Anna Starobinets que Nevsky ha publicado; una vez que empiecen es como el picotazo de un insecto que nunca se cura y ya no podrán dejar de leerla.

martes, 13 de febrero de 2018

"Borne" de Jeff Vandermeer


Borne de Jeff Vandermeer            Algo debe tener Jeff Vandermeer para que, a pesar de que ninguna de sus novelas me haya satisfecho, siempre acabe cayendo en sus redes. Supongo que se debe a que escribe bien y a que es un autor con ambición literaria, algo que no es tan frecuente dentro del género de la ciencia-ficción. Lo primero que leí de este autor norteamericano fue Veniss soterrada, una novela de la que apenas recuerdo nada a excepción de unos ridículos suricatos inteligentes y de que no me gustó. Cuando se publicó Southern Research habían pasado los suficientes años para que me olvidara del mal sabor de boca que me había dejado Veniss soterrada, además las grandes alabanzas recibidas por su entonces nueva obra me animaron a abordarla a pesar de mi alergia hacia las trilogías. El mayor problema de Southern Research es que creaba una expectación tan grande, como ocurría en la serie de televisión Perdidos, que era imposible encontrar un final acorde. Borne ni siquiera logra concitar esa expectación.

            En un mundo desolado, devastado por la Compañía y en el que las criaturas artificiales llamadas biotecs campan a sus anchas viven Rachel y Wick. Se consideran afortunados porque cuentan con un refugio mucho mejor que los demás. Wick se dedica a fabricar nuevos biotecs o mutaciones con los que poder traficar y defender la casa. Rachel es una recolectora y su labor consiste en proporcionar a su pareja el material que necesita para su trabajo. Deambula por lo que queda de la ruinosa ciudad sorteando numerosos peligros con el objetivo de recuperar restos que piensa que pueden serles útiles. En una de esas exploraciones encuentra a Borne. En un primer momento es una criatura del tamaño de un puño que recuerda a una anémona. A partir de entonces Rachel se dedica a criar y educar a Borne a espaldas de Wick.

            Así resumida la trama puede tener cierto interés y tras leer las primeras páginas uno puede llegar a pensar que la historia va a depararnos excitantes sorpresas, pero el problema es que no hay mucho más, y lo que hay resulta disparatado si no completamente grotesco; empezando por Mord, un oso gigante que puede volar y su ejército de ositos asesinos. Tengo la impresión de que Vandermeer ha querido convertir un cuento infantil con osos y una criatura que parece surgida  de una película de dibujos animados y de la que hablaré después, en una historia “weird” para adultos. Como ya ocurriera en la trilogía  Southern Research, Vandermeer está más interesado en la ambientación, en la creación de un paisaje insólito o incluso de una ecología que en el propio argumento. Mientras que el mundo que nos mostraba en su obra anterior poseía cierta fascinación, en Borne carece del menor interés.

            Como protagonista de una obra de Pixar, Borne tendría su gracia, pero en una obra de ciencia-ficción con cierta ambición resulta infantil y poco verosímil. Hay escenas que parecen sacadas de los dibujos animados. La facilidad con la que Borne cambia de forma según su estado de ánimo, la forma en que sus ojos revolotean por la superficie de la criatura..., todo eso estoy convencido de haberlo visto antes. En concreto hay una escena en que Borne despliega el auricular de un teléfono que estoy seguro de haber visto (o algo parecido) en una producción de la Warner Bross.

            Al igual que sucedía en Southern Research Vandermeer acaba sin resolver los interrogantes que plantea y termina la historia sin explicar prácticamente nada. Lo peor de todo es que una vez que Borne crece, sus diálogos con Rachel, lo único que me atraía del libro, dejan de tener lugar y la novela se hace cada vez más aburrida. También se vuelve aburrida porque los personajes dejan de interesarme, la trama es cada vez más disparatada y no se atisba solución. La conclusión llega de golpe y con una facilidad que nos hace preguntarnos si era necesario esperar tanto. Dicen que nunca hay que decir nunca jamás, pues, creo que yo voy a hacerlo con Vandermeer.