Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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lunes, 17 de diciembre de 2018

"Ciudad nómada y otros relatos”, selección de Mariano Villarreal

"Ciudad nómada y otros relatos”, selección de Mariano Villarreal            Con el cuento Siete cumpleaños, de Ken Liu, se abre la segunda entrega de cuentos seleccionados por Mariano Villarreal titulada Ciudad nómada y otro relatos, que se publicó al mismo tiempo que El viento soñador y otros relatos. Se trata del clásico relato de Liu, mezcla de especulación científica y drama sentimental, en el que el escritor de origen chino parece seguir un patrón preestablecido. Lo cierto es que la formula le resulta rentable a tenor del entusiasmo que genera entre muchos de sus lectores. La primera mitad consigue interesarme, pero la descripción del lejano futuro que realiza en la última parte me resulta fatigosa.
            Blue, de Víctor Selles, es un bienintencionado relato en el que se aborda un tema tan actual como es el de los refugiados. La imagen final es muy potente, pero por desgracia la realidad supera a la ficción.
            Colapso, de Kameron Hurley, es un rutinario relato de aventuras protagonizado por un personaje de brazos musculosos, duro y tenaz, que intenta sobrevivir en un mundo inhóspito. Supongo que su mérito estriba en que dicho personaje en lugar de un héroe es una heroína. Como además la protagonista carece de piernas la autora ha de recurrir a una gran elipsis para que el final sea medianamente verosímil.
            One Hit, de Josué Ramos, es por la originalidad del tema y también por la forma en que es narrado uno de los relatos que más he disfrutado. Una historia que se sale de lo normal y que se aleja de la ciencia-ficción más manida.
            Movimiento, de Nancy Fulda, me produce sentimientos encontrados. Por un lado el tema que propone, el de hasta qué punto podemos inmiscuirnos en la mente de una persona para “sanarla” me resulta muy interesante; por otro lado no comparto del todo su discurso en favor de la no intervención y de lo que es normal. En cualquier caso, un relato con contenido lo cual ya es mucho.
            Tableaux Vivants, de Elain Vilar Madruga, tiene un comienzo inquietante y prometedor, pero luego la historia pierde garra, algo de lo que la autora parece ser consciente porque hasta su escritura se resiente y se vuelve insegura. El final un tanto folletinesco tampoco ayuda.
            Nave nodriza, de Caroline M. Yoachim, es un magnífico y brevísimo cuento sobre una nave inteligente. Imaginativo, conciso y bien escrito. Muy diferente al otro relato escogido por Villarreal de esta misma autora para  El viento soñador y otros relatos titulado La verdad del muro de piedra.
            Felicidad, de Bandinelli, es lo más flojo de la antología. Un relato con una trama deslavazada que no parece conducir a ningún sitio y, entre otros muchos defectos, repleto de símiles a destiempo.
            Con Tras el apocalipsis, de Maureen F. McHugh, volvemos a encontrarnos con una historia postapocalíptica. A pesar de lo trillado del tema la autora logra en ese ambiente de decadencia y barbarie construir una inusual historia entre madre e hija. McHugh consigue darle la vuelta a La carretera de Cormack McCarthy.
            Protocolos de desconexión, de Andrea Prieto, es un interesante relato, sobrio, muy teatral en las formas, cuyo final puede resultar algo abrupto pero que plantea cuestiones morales de relevancia.
            Ciudad nómada, rebaño miseria, de Pablo Loperena, pertenece a ese tipo de relatos de ambientación abigarrada, poblada de multitud de grupúsculos con nombres altisonantes y personajes de mal vivir que se dedican a embaucar o hurtar para salir adelante. Normalmente la trama es lo de menos y lo que se trata es de encandilar al lector con un escenario lleno de colorido pero también rebosante de mugre. Lo cierto es que Loperena no pone las cosas fáciles y nos obliga a sumergirnos en su mundo desde las primeras páginas. Su intrincada creación tiene su merito, pero me deja sensación de "deja vu".

            Mariano Villarreal realiza una gran labor acercándonos a la ciencia-ficción y a la fantasía que se escribe en la actualidad tanto en España como fuera de ella. La mayoría de los relatos escogidos han obtenido un premio o han quedado finalistas, por lo tanto he de pensar que nos hallamos ante algunas de las mejores narraciones publicadas en los últimos años. Es verdad que los relatos tienen un buen nivel con relevantes aportaciones de la escena de la ciencia-ficción actual como Ken Liu, Kameron Hurley, Tim Pratt o Mike Resnick, sin embargo muy pocos de los relatos pueden considerarse rompedores o innovadores. Y no estoy pensando en la forma, los experimentos los carga el diablo, sino en los temas que se abordan. Evidentemente, los zombis y los vampiros deberían ser ya relegados al olvido y buscarse argumentos que enlacen con los temores de la sociedad actual. Cierto es también que el mundo acelerado y cambiante en el que vivimos incorpora cada vez más elementos que hasta ahora hemos considerado pertenecientes a la ciencia-ficción. Supongo que descubrir ideas que no se queden obsoletas a los dos segundos no es fácil y mirar hacia el lejano futuro lo es aún menos.

             En cualquier caso, con sus defectos y su virtudes tanto El viento soñador y otros relatos como Ciudad Nómada y otros relatos suponen una magnífica oportunidad de conocer literatura fantástica breve reciente por lo que recomiendo su lectura.

jueves, 29 de noviembre de 2018

"El viento soñador y otros relatos”, selección de Mariano Villarreal

"El viento soñador y otros relatos"            El incansable Mariano Villarreal vuelve a la carga con una de sus siempre interesantes antologías. Con una periodicidad saludable, aunque seguramente insuficiente para los aficionados al género fantástico, nos trae relatos inaccesibles para los que no leemos en inglés y de paso nos da a conocer a autores españoles a los que no es fácil abordar. 

            El primer relato del libro es Romance  diferido, de Mike Resnick, y aunque el título pueda sugerirlo, no tiene nada que ver con cierta conocida expolítica entre cuyas aptitudes estaba la de despedir en diferido y la de explicarse con admirable rigor. Se trata de un relato romántico, realmente emotivo contado con una gran sencillez y cuyo gran acierto está precisamente en esa aparente simplicidad. Una historia de amor que no es de juventud como suele ser habitual, sino de un hombre al final de su vida.
            La concubina y el Bárbaro, de Rodolfo Martínez, está bien escrito, bien ambientado y seguramente encantará a los entusiastas de Conan. A mi parecer sería un buen comienzo para una novela, por sí sólo se me queda incompleto.
            Siegaespectros o La vida después de la venganza, de Tim Pratt, es uno de esos relatos ingeniosos y divertidos como los que se escribían antes. Un cuento en el que todo sucede muy rápido y que muy bien podrían haber firmado Fredric Brown, John Collier o Roald Dahl.
            Las cadenas de la casa Hadén, de Ferrán Varela, está escrito con enorme corrección; se trata de un relato sobrio sobre el sacrificio que hace un padre, pero que a mí personalmente me dice muy poco. La historia no parece desarrollarse en ningún lugar o tiempo determinado, pero aparte de eso no contiene más elementos fantásticos.
            En La verdad del muro de piedra, de Caroline M. Yoachim, se pone en cuestión las tradiciones ancestrales, aquellas que, muchas veces a pesar de su crueldad y de su arbitrariedad, pasan de padres a hijos sin generar rechazo alguno, sólo por la discutible razón de llevar practicándose desde hace siglos. Un relato duro y sin concesiones no apto para todos los paladares.
            Rosa de Navidad, de Abel Amutxategi, es una sucesión de tópicos y lugares comunes sobre vampiros y mundos apocalípticos que sólo un vuelco al final del relato habría podido salvar. A Amutxategi le da además por situar la acción en un lugar llamado Blackhill y singularizar como  protagonista a un tipo llamado Farrel Dixon (que  no ha debido ver una película de vampiros en su vida) en lugar de ubicarla en Albacete y hacer que el personaje principal se llame Juan Pérez.
            El viento soñador, de Jeffrey Ford, es un precioso cuento como los de toda la vida lleno de imaginación, tierno, con descabelladas fantasías y personajes encantadores cuyo tono recuerda a Bradbury. Por cierto, no entiendo por qué dejó de publicarse en España a este maravilloso autor.
            En cambio, en  En la isla José Jesús García Rueda se inspira claramente en Borges y en Bioy Casares. Un juego de espejos perfectamente ensamblado y con un final que no se queda atrás.
            En El naturalista, de Maureen F. McHugh, volvemos a un escenario trillado en exceso, en este caso de zombis. Un relato cruel que intenta buscar la originalidad donde es imposible mediante una historia en la que los más despiadados no son los zombis.
            Rojo, de Cristina Jurado, arranca tan fuerte que la narración sólo puede concluir en un festival de sangre y perversión para que la tensión vaya “in crescendo. Sin embargo, las atrocidades que se cuentan en este relato aderezado digamos de una nada sutil poética de la crueldad, no llegan a provocarme ni a horrorizarme y es que ante determinado nivel de horror mis sentidos se saturan y mi mente se protege insensibilizándose.
            El  horror de Valserenosa, de Rubene Guirauta, es un pastiche con monstruo primigenio, cuya originalidad estriba en situar la historia en los Monegros alrededor de 1850. El clima de terror está muy bien logrado así como la imitación que hace de la escritura de la época, pero no deja de ser el típico relato con un monstruo horrible.

            Una selección muy digna que comentaré con más detalle en las conclusiones finales de la reseña del segundo volumen, Ciudad Nómada y otros relatos, que Villarreal lanzó simultáneamente con esta colección.

domingo, 18 de noviembre de 2018

"Kentukis” de Samanta Schweblin

"Kentukis” de Samanta Schweblin
            Los kentukis que dan título a la última novela de Samanta Schweblin son unos pequeños y simpáticos peluches mecánicos que adoptan la forma de diferentes animales: topos, conejos, cuervos, pandas, dragones y lechuzas. Estos aparentemente inocentes muñecos, de nombre tan curioso, llegan a convertirse, sin embargo, en peligrosos y molestos artefactos capaces de arruinar la vida a cualquiera. Parece claro desde el primer momento que la intención de la autora porteña es reflexionar acerca de cómo las nuevas tecnologías pueden alterar nuestra vida cotidiana.

            En un principio podría pensarse que escribir toda una novela con unos ridículos peluches como protagonistas es un suicidio y que el envoltorio escogido para presentar el mensaje que  se desea transmitir es demasiado evidente, pero lo cierto es que la autora no sólo sale airosa del reto, sino que además logra ir más allá de su propuesta inicial de criticar la utilización que se hace del móvil y de las redes sociales y consigue hacernos cavilar sobre la inherente curiosidad del ser humano hacia sus semejantes, sobre la importancia de la intimidad y sobre la contradictoria necesidad de mostrarnos o exponernos ante los demás.

            Su novela anterior, Distancia de rescate, además de ser nominada al Man Booker Prize International y ganar el premio Shirley Jackson a la mejor novela corta, fue muy bien recibida por la crítica por lo que había una gran expectación ante su segunda novela. La originalidad de Distancia de rescate residía sobre todo en el modo elegido por su autora para contar la historia. A través de una intrigante conversación entre una mujer y un niño de la que la autora nos hace partícipes, poco a poco y de una manera admirable nos va revelando la relación que une a sus dos protagonistas y el problema que los enfrenta. Con Kentukis esperaba que la autora siguiera en la misma línea y volviera a sorprendernos con una novedosa e intrincada narrativa, sin embargo en esta ocasión Schweblin opta por una escritura algo más convencional aunque igual de eficaz.

            Pero quizás lo mejor sea empezar por explicar de qué va el libro. He omitido antes que esos inocentes peluches llamados kentukis hacen posible que un completo desconocido se introduzca en el hogar de quien lo ha adquirido. Sólo con tener un ordenador, una conexión telefónica y un programa determinado es posible establecer un vínculo permanente con el kentuki, de forma que alguien, que quizás se encuentre a miles de kilómetros de distancia, puede curiosear a su antojo por la casa y ver todo lo que hacen sus ocupantes. La movilidad de estos  peluches es escasa, sólo poseen unas pequeñas ruedas para desplazarse, y la comunicación se limita a unos meros gruñidos lo que propicia que la gente los trate como si fueran verdaderas mascotas y confíe en ellos.

            Más que una novela, Kentukis es un libro de relatos, de historias humanas que  la autora turna a la manera que suele hacerlo David Mitchell, es decir, alternándolas de forma que un personaje o un elemento, en este caso los kentukis, se conviertan en el nexo de unión. Los personajes podrían clasificarse en dos categorías: “exhibicionistas”, los propietarios de los kentukis, y “voyeurs”, que serían los que se conectan al peluche. El conflicto se produce en gran parte porque la relación no es de igual a igual. Mientras que el que maneja el kentuki es testigo de todo lo que hace su dueño, éste último no tiene ni idea de quién está detrás. Entre los personajes que podemos encontramos en el libro tenemos una anciana peruana que suple la ausencia de su hijo, que vive en Hong Kong, observando la vida de una joven en Alemania. A un niño que prefiere conectarse a un kentuki antes que estudiar. A un hombre que se aprovecha de una laguna legal para sacar rendimiento económico a los kentukis. A un padre separado que quiere comunicarse a toda costa con el kentuki de su hijo. Y también a una chica que, celosa del éxito de su novio como artista, compra por despecho un kentuki. Se trata de historias cotidianas que Schweblin convierte a veces en terroríficas; algunas con finales sorprendentes, incómodas la mayoría de ellas y siempre empapadas de tensión.

            Por otro lado, vemos que los personajes de Schweblin se mueven  por diferentes partes del mundo: Perú, Oaxaca, Alemania, Italia...y ello parece indicar que la autora entiende que nadie está a salvo de los peligros de la mala utilización de la tecnología. Precisamente con esta excusa, la de hablarnos de las nuevas y muchas veces precarias formas de relación social que se establecen gracias a las nuevas tecnologías, Samanta Schweblin aborda temas como la soledad, la necesidad del ser humano de comunicarse, el afán de darnos a conocer a los demás y sobre todo de la atracción irresistible que supone para nosotros la puerta abierta a una vida. Y es que todos hemos sentido aluna vez la tentación de curiosear en el hogar de otro, tal vez para contrastar su mundo con el nuestro. No seré yo quien lo censure, cuestionable o no, es algo que, en cierta manera, todos aquellos a los que nos gusta leer hacemos cada vez que nos sumergimos en un libro. Merece la pena zambullirse en la vida de estos personajes que nos trae Samanta Schweblin, pero evite estos malditos kentukis de peluche y cómprese el libro. No se arrepentirá.

lunes, 29 de octubre de 2018

"Puente de pájaros” de Barry Hughart

"Puente de pájaros” de Barry Hughart
            Puente de pájaros fue publicado en EE.UU. por primera vez en 1984, aunque hubo que esperar hasta 2007 para que, gracias a Bibliópolis, pudiera leerse en castellano. Es una novela que desde hace tiempo deseaba comenzar debido a la buena impresión que había causado a todos los que la habían leído. El exceso de expectativas suele ser por lo general contraproducente y, a decir verdad, el libro no logró engancharme al principio. Tenía la impresión de que todo sucedía de una manera muy apresurada y los pretendidos momentos de humor no lograban su efecto en mí. No es que el libro me resultara aburrido, pero tampoco me provocaba entusiasmo. Hube de leer varios capítulos más para encontrarle la gracia a la historia y a los personajes. Debo decir que el pequeño esfuerzo valió la pena.

            La narración comienza en el año 639 d.C. cuando los niños de determinada edad de la aldea china de Ku Fu se ven afectados por una extraña enfermedad. El mal los sume en un profundo sueño del que nadie logra arrancarlos. Lu Yi, conocido por todos como Buey Número Diez por su corpulencia, acude a la ciudad en busca de un sabio con los conocimientos necesarios para resolver el misterio. La falta de presupuesto no le deja más opción que la de contratar los servicios de Li Kao, un viejo tramposo con una gran querencia al vino, que en un principio no parece ofrecer demasiada confianza y que a todo el mundo se presenta afirmando que hay un defecto en su carácter. Al final el fuerte e ingenuo Buey Número Diez y el astuto y chanchullero Li Kao acaban formando una divertida y compenetrada pareja que poco a poco va desmarañando una trama que se enreda cada vez más.

            La China que pinta el escritor es una China fantástica llena de personajes singulares, de leyendas sorprendentes y con mucha picaresca que se aleja de la típica imagen que conocemos  a través de las películas de artes marciales. Hughart fue destinado durante cuatro años a Corea, donde sirvió en las Fuerzas Aéreas Americanas. Posiblemente el amor  a la cultura china lo adquiriera durante esos años. Antes de ingresar en el ejército Hughart había permanecido ingresado en un hospital psiquiátrico debido a una fuerte depresión, un dato que llama la atención ya que Hughart demuestra durante todo el libro poseer un estupendo y fino sentido del humor. En Puente de pájaros nos podemos encontrar con hermosas historias de fantasmas enamorados, con princesas injustamente condenadas, con monstruos horribles, con malvados dominados por la avaricia, ciudades anegadas, mazmorras horribles y todo tipo de ingeniosos misterios. El escenario que el autor desarrolla alrededor nuestro es fascinante pero no lo son menos los increíbles personajes que lo pueblan. Hughart los trata con humor y mucho cariño, a pesar de que muchos sucumban a las tentaciones con las que el destino los pone a prueba.

            Su pasión por la cultura oriental no le impide, sin embargo, burlarse de sus complejos y a veces absurdos rituales o de los nombres con los que se designan a las personas. Lo hace con mucha ironía, elegancia y gracia; aún así, sería interesante conocer la opinión que merece la obra a un chino genuino.

            En resumen, una novela muy entretenida, llena de aventura, magia, excelentes personajes, humor y que en ocasiones destila un conmovedor lirismo alejado de la cursilería o de la  ñoñería que muchas ocasiones acompaña al género. Las piezas del rompecabezas encajan a la perfección en un final al que no se le puede poner ninguna pega. Puente entre pájaros no debe pasar desapercibida entre los amantes de la fantasía.

miércoles, 17 de octubre de 2018

"El fin de la muerte" de Cixin Liu


"El fin de la muerte" de Cixin Liu            Con El fin de la muerte el escritor chino Cixin Liu pone fin a su voluminosa trilogía del El problema de los tres cuerpos, que tanta popularidad le ha proporcionado. El primer tomo con sus muy razonables 408  páginas era entretenido y sorprendente. El segundo sube hasta las 574 páginas y además de hacerse en algunos momentos francamente largo impresiona mucho menos. El tercer y último tomo alcanza la imponente cifra de 734 páginas, capaces de amedrentar a cualquiera y en particular a los que sabemos apreciar la concisión. He de reconocer que tras experimentar en carne propia el extra de páginas del volumen previo, comencé la lectura de El fin de la muerte con bastante recelo. Teniendo en cuenta que Liu cuenta en este libro nada menos que la historia de la humanidad hasta el fin del universo, más allá de los 16 millones de años, puede decirse que ha estado bastante ajustado. No sé si existe una ley universal que rija la manera en que se incrementan el número de palabras por libro de una trilogía, de la misma manera que la ley de la gravedad fija la fuerza de atracción entre dos masas en función de la distancia que las separa. No se preocupen, si existe, pueden estar seguros de que Cixin Liu dará con ella.

            ¿Recuerdan esa vieja máxima de enseñar deleitando? Creo que se debe a Horacio. Bien, pues a Cixin Liu le debe ser muy querida ya que todo el libro desprende un didactismo, un deseo de explicarnos la ciencia, que en muchas ocasiones va en detrimento del ritmo de la novela. Es algo sorprendente y que no debe desdeñarse en estos tiempos en que lo realmente moderno es ser oscuro y cuanto más mejor. Estoy pensando en escritores “Hard” como Greg Egan o Peter Watts. Sin embargo, Liu es un autor que parece surgir del pasado lejano, más próximo a Asimov y a Clarke, para el que ni la “New Wave” o el “Cyberpunk” existieron nunca; un autor más interesado en la especulación científica que en abrir nuevos caminos en la literatura, algo que lo diferencia claramente de sus colegas “Hard”. Los personajes en esta novela, más que en ninguna otra de la trilogía, se convierten en meros instrumentos de los que se sirve el autor para exponer sus ideas. Clarke y Asimov solían ser menos prolijos. Liu por el contrario, cuando se propone explicar alguna de sus ideas (algunas realmente notables), se excede y en muchas ocasiones se vuelve repetitivo hasta la indigestión. En este sentido recuerdo la batalla que tiene lugar en El bosque oscuro entre la flota terrestre y los trisolarianos. Mientras leía cómo la “gota” mortífera enviada por los trisolarianos atravesaba la séptima nave en formación (descrito con pelos y señales) y sabiendo que quedaban varios cientos más por ser destruidas, mi cabeza estuvo a punto de emular al fatídico proyectil e intentar traspasar el libro. Por consideración a los potenciales lectores de El fin de la muerte no daré ejemplos de la novela que nos ocupa, aunque hay más de uno igual de desesperante.

            La parte que más disfruté del primer libro fue la que tiene que ver con el videojuego. En él mediante divertidos e imaginativos símiles se nos describe la lucha de los trisolarianos por encontrar una solución a la inestabilidad de su complejo sistema solar. En El fin de la muerte Liu vuelve a hacer algo parecido. En este caso, en lugar de un videojuego, se trata de unos cuentos fantásticos, los cuales una vez descifrados pueden ayudar a resolver ciertas cuestiones científicas decisivas para la supervivencia de la humanidad. El escritor chino introduce en los relatos unas analogías muy sugerentes e imaginativas con las que a pesar de todos los defectos que he mencionado antes sobre su escritura logra conquistarme.

            Todavía no he hablado del argumento, pero poco se puede decir sin arruinar los continuos giros de la trama. La historia comienza con un amor platónico. Yun Tianming está enamorado de una antigua compañera de carrera que luego participará en el proyecto de Naciones Unidas de diseñar una nave espacial. Los amores que describe Liu son siempre imposibles, arrebatados y folletinescos, algo que resultará familiar a los que han leído el volumen anterior de la trilogía.  Éste amor jugará un papel importante en el futuro de la humanidad.

Liu se revela en esta novela como un escritor ambicioso que no teme elucubrar acerca del origen del universo y viajar millones de años al futuro. Ha escrito una obra monumental en la que tiene cabida un poco de todo, desde la idea más descabellada hasta la más fascinante. Liu explota sus ideas hasta sus últimas consecuencias y no las suelta hasta extraer todo su jugo. En El fin de la muerte aún consigue sacarle sustancia a la teoría del Bosque Oscuro. Ya saben, esa hipótesis que explicaría por qué con tantas estrellas en el universo y con tantos posibles planetas similares a la Tierra no recibimos señales de vida inteligente. Se trata de una teoría extremadamente pesimista, formulada por alguien con delirio persecutorio a la que tampoco hay que concederle demasiado crédito, pero que da mucho juego narrativo. Liu lo aprovecha al máximo y logra poner un final bastante digno a la serie.

            En definitiva una trilogía que con bastantes menos páginas, menos personajes, menos cielos teñidos de fuego, menos giros y sobre todo menos explicaciones redundantes habría sido una obra mucho más redonda.

viernes, 28 de septiembre de 2018

"Rascacielos" de J .G. Ballard

"Rascacielos" de J .G. Ballard            Siempre me produce cierto estupor ver cómo gracias a la televisión obras de ciencia-ficción escritas hace muchísimos años son leídas más ahora que en el momento de su publicación. Pienso en El cuento de la criada escrita por Margaret Atwood hace más de 30 años o en  Carbono Alterado de Richard Morgan hace 15. Un hecho que siempre me ha llamado la atención. No sé si la gente ve primero la serie o la película y luego ya sin sorpresas y sabiendo cómo termina se decide a leer el libro o al menos a comprarlo. De Rascacielos de J.G. Ballard (publicada por primera vez en 1975) no se ha hecho una serie (y menos mal porque no da para tanto) pero sí una película que, al contrario que las series que he mencionado antes, pasó bastante desapercibida. Tal vez su estreno sirviera para que Alianza Editorial la reeditara en su colección Runas con una nueva traducción.
 
            De los libros de ciencia-ficción de Ballard que he leído éste puede que sea uno de los más asequibles. Desde luego me parece menos surrealista y alucinatorio que sus novelas apocalípticas. Aún así es un libro muy representativo del mundo “ballardiano”, con sus obsesiones habituales: los escenarios delirantes, personajes cínicos, antipáticos, que dejan bien claro la poca confianza que al autor le merece el ser humano. En la breve pero esclarecedora entrevista que completa el volumen, Ballard cuenta que el hecho de haber vivido tres años de su infancia en un campo de concentración en China “le otorgó un conocimiento extraordinario de los elementos que conforman la conducta humana”. 
 
            Se narra en la novela la alteración del comportamiento que sufren unas personas tras mudarse a un moderno rascacielos de 40 pisos en Londres. Los residentes pertenecen a la clase acomodada, gozan de buenos empleos y no proceden de barrios marginales, lo que hace que su conducta violenta subsiguiente resulte aún más chocante. Los problemas comienzan por pequeñas cosas, pero poco a poco todos parecen retornar a un estado de salvajismo primitivo y dejar a un lado las convenciones sociales que antes dominaban su conducta. Lo sorprendente (y completamente “ballardiano”) es que todos parecen entregarse con gusto a su nueva vida sin ataduras. Como decía, ninguno de los residentes tiene problemas financieros, sin embargo los más acaudalados viven en los pisos superiores y poseen viviendas más lujosas y ascensores exclusivos. En las primeras plantas se sitúan los que gozan de menos recursos y en la mitad, la clase media. Ballard escoge como protagonistas de Rascacielos a tres hombres pertenecientes a cada uno de esos grupos sociales. Las primeras desavenencias surgen precisamente entre vecinos de diferente clase social. Independientemente del piso en el que viven, todos parecen haber vuelto a la barbarie y haberse dejado llevar por los instintos más básicos. Aunque alguna pequeña diferencia existe. Wilder, que vive en el segundo piso, está determinado a llegar a la cima del rascacielos. Royal, que reside en lo más alto y además es el arquitecto que proyectó el edificio, lucha por mantener sus privilegios. Laing, el representante de la clase media, se limita a dar rienda suelta a sus vicios más inconfesables.
 
            Algunos comparan la novela de Ballard con El Señor de las moscas de Golding, pero ya en la elección de los protagonistas se intuye que los dos autores van por derroteros distintos.  Golding escoge niños como símbolo de la inocencia para mostrar que el mal es inherente al ser humano. Ballard en cambio pone el ojo en las clases acomodadas con una intención mucho menos clara. Por un lado podríamos pensar que es una crítica a las ciudades modernas con sus muros de hormigón como germen de la inhumanidad. Por otra parte, si hacemos caso a uno de los personajes de la novela, la caída en la barbarie se debe a la sobreprotección en la infancia en la sociedad reciente; según su opinión habría que dar salida a la perversión que todos reprimimos. Lo cierto, es que la novela admite múltiples interpretaciones.
 
            Ballard narra el descenso gradual a los infiernos de la comunidad con la minuciosidad y frialdad de un informe forense. El autor escoge un rascacielos como escenario para dotar a la novela de una fuerte carga alegórica, efectividad que por desgracia la realidad y los años (recuerden que la novela es de 1975) han acabado por devaluar en cierta medida. Porque, ¿qué son hoy en día cuarenta pisos? Asimismo basta leer unos pocos capítulos para saber adónde quiere llevarnos Ballard, lo que resta interés a la novela. Y es que una vez que le hemos visto las cartas al autor, el único consuelo que nos queda como lectores es descubrir qué nueva depravación o perversión se le ha ocurrido al escritor británico. En eso, sí, Ballard demuestra poseer una gran imaginación.
 

lunes, 17 de septiembre de 2018

"Cero" de Kathe Koja

"Cero" de Kathe Koja            Escribir en la actualidad terror, cuando ya apenas nos inmutamos ante los horrores de la guerra y el terrorismo que vemos a diario en los informativos, no debe ser nada fácil. Muchos de los temas habituales en el terror están gastados de tanto usarse y muchas veces lo más que consigue el género es arrancarnos una sonrisa benevolente. Cero de Kathe Koja no es precisamente una novela reciente, data de 1991, sin embargo, ya entonces se buscaban nuevas formulas con las que estremecer a lector. Desde luego hay que reconocer la originalidad de su argumento y la astucia con que es narrado. Es de esas novelas que no deja a nadie indiferente.

            Desde el principio la autora logra crear una atmósfera malsana, sucia y pegajosa que nos atrae y repugna al mismo tiempo. Lo mismo le ocurre a Nicholas con Nakota, por un lado está loco por ella pero por otro le saca de quicio. Algo por otro lado comprensible, porque Nakota no es precisamente un dechado de virtudes, lo cierto es que resulta difícil encontrar algo agradable en ella. Además de descuidar su aspecto físico y no ser un modelo de higiene y salud posee un carácter complicado más dado al reproche que al elogio y una inclinación patológica por todo lo macabro y maloliente. Sin embargo, Nicholas, por alguna razón inexplicable para mí, está loco por ella. Él tampoco es que sea nada del otro mundo, un tipo que se caracteriza principalmente por su pasividad, lo cual contrasta con la tenacidad y el empuje de Nakota. Dentro del edificio donde se encuentra el humilde apartamento de Nicholas, hallan en una especie de almacén abandonado el agujero negro que inicia el relato. No se trata de un agujero negro como los que estudiaba Stephen Hawking, sino algo más esotérico y siniestro. Es descrito como un ojo oscuro o un enorme esfínter que transforma todo lo que se introduce en él.

            En la primera parte del libro y para mí la más conseguida se cuentan los tanteos de Nicholas y Nakota por comprender el agujero, empezando por introducir objetos inertes y bichos en él y ver lo que hace con ellos. Nakota es más dada que Nicholas a la experimentación, lo que los lleva a continuas peleas pero también a sorprendentes y perturbadoras cópulas y felaciones. Todo está contado desde el punto de vista de Nicholas, y Koja hace un buen trabajo en ese sentido, metiéndonos en la cabeza del protagonista. Al hilo de esto quiero destacar la labor realizada por Pilar Ramírez Tello al traducir el libro, algo que no debe haber sido sencillo. Sólo puedo decir que a pesar del enorme barullo de ideas incrustadas en muchas frases se lee con relativa facilidad, lo cual en parte es mérito del traductor.

            El libro, que en un principio parece prometer mucho, se estanca hacia la mitad, sobre todo a causa de unos personajes anodinos que surgen y acaban robando gran parte del protagonismo a Nicholas, Nakota y al diabólico agujero. En la segunda parte el relato es más de lo mismo: discusiones, peleas, el ininterrumpido segregar de fluidos con diferentes grados de viscosidad de la herida de Nicholas, el abundante consumo de cervezas y cigarrillos y el continuo visionado de un vídeo paranormal tomado del interior del agujero. Apenas sucede nada nuevo en el último tercio y el final aunque intenso se prolonga en exceso perdiendo toda su fuerza. El mayor problema que veo de todos modos es que no encuentro relación entre la parafernalia tipo “el exorcista” con objetos que vuelan, voces, olores, etc. que provoca el agujero con la psique atormentada y enamorada de Nicholas, cuando la novela parece dejar bien claro que está relacionado con él. De esta manera, y éste es su mayor error, los efectos especiales con los que Koja nos sacude el corazón quedan vacíos de contenido.

            Una historia de amor atípica y malsana, cuyo hedor parece rezumar a través de cada una de las páginas del libro y quedar fijado para siempre en nuestros dedos. La vida es dolor y deseo y leer Cero es una prueba palpable de ello.
 

sábado, 14 de julio de 2018

“La casa de las arenas movedizas” de Carlton Mellick III

“La casa de las arenas movedizas” de Carlton Mellick III
            Es la primera vez que me enfrento a la lectura de esto que vienen a llamar "Bizarro" o al menos algo publicado con esa etiqueta. Conozco novelas escritas antes de que la etiqueta bizarro" existiera  que, supongo, podrían ser clasificadas dentro de dicho género. Por ejemplo, algunas novelas de Farmer como La imagen de la bestia, (novela que, por cierto, creo haber mencionado en otra reseña) o incluso mucho de lo que escribe Palahniuk.  Lo cierto es que no tengo muy claro todavía lo que es esto del bizarro. Supongo que lo que buscan es sorprender sin ponerse ningún tipo de  limitación, describiendo sin tapujos tanto escenas cruentas como con contenido sexual además de atracción por lo grotesco y por las tramas descabelladas. A decir verdad, un poco lo que buscamos todos los amantes de los fantástico pero con un par de vueltas de tuerca más.

            Parece ser que uno de los mayores representantes de esto de lo bizarro es Carlton Mellick III. La foto de la solapa del libro nos presenta un tipo de patillas generosas y cabeza rapada que bien podría ser el batería de una banda de rock. No sé si existe un Carlton Mellick I, II o si son versiones de sí mismo… rastreando por internet no he logrado descubrirlo. Pero centrémonos en La casa de las arenas movedizas. El argumento en principio resulta irresistible. Dos hermanos, chico y chica, viven confinados en una casa donde son cuidados exclusivamente por una niñera. No conocen a sus padres aunque sueñan con ellos y se les asegura que en cualquier momento van a venir. Sólo abandonan su hogar para "teletransportarse" al colegio donde conocen a otros niños como ellos. La casa les proporciona todo lo que necesitan para vivir, pero sólo pueden visitar una parte mínima de ella y es que según la niñera, el resto de las habitaciones no son recomendables. En un momento dado de la novela, no creo que destripe nada, es algo que se intuye desde el principio, no les queda más remedio que salir y explorar la casa e ir en búsqueda de sus padres. Mellick cuenta todo esto en pocas páginas, y le bastan poco más hasta llegar a 249 páginas para ponerle fin. Otros necesitarían un tocho de quinientas, y dos o tres tomos más.

            Se trata de uno de esos libros en que uno no puede parar de leer, en que la trama nos absorbe de tal manera que es imposible desprenderse del libro. Hay momentos mientras exploran la casa que me recuerdan a la estupenda novela de Brian W. Aldiss La nave estelar publicada también bajo el titulo Viaje al infinito. En ambos libros sus protagonistas viven confinados en un recinto cerrado y el viaje de exploración es también el viaje de la búsqueda de sus orígenes. Es verdad que Mellick no puede evitar como buen "bizarro" regodearse en lo morboso y de cierta  exaltación del arte de la chacinería, pero lo describe de una manera que resulta soportable y uno tiene la impresión muchas veces de estar contemplando una escena sacada de una película de dibujos animados. El libro está lleno de contrastes. Aunque parte de una idea grotesca se trata de una historia de enorme ternura. Es soez a la vez que ingenuo y alterna entre lo disparatado y el acierto.

            Escrita sin complejos, con frescura, sencillez y desinhibición supone una original aportación al panorama fantástico actual. Si bien es cierto que todos los misterios se aclaran al final siguiendo una lógica demasiado pueril, el poso que deja, sobre todo gracias a una de las escenas finales, trasciende lo que es una novela de mero entretenimiento.

martes, 19 de junio de 2018

“La extraordinaria familia Telemacus” de Daryl Gregory

“La extraordinaria familia Telemacus” de Daryl Gregory            A decir verdad nunca he sido muy amigo de los superhéroes, me refiero a héroes con super poderes como Superman, Spiderman, o como los que proliferan ahora en los cines. Incluso siendo niño prefería otro tipo de héroes como Tarzán o el Capitán Trueno, porque jugaban sin ventaja con respecto a los demás y porque me parecía que tener un superpoder hacía todo demasiado fácil. Daryl Gregory con La extraordinaria familia Telemacus nos demuestra que la vida de alguien con “superpoderes” puede ser todo menos fácil.
 
            Matt Telemacus a sus catorce años mientras observa a su prima a través de un agujero en el armario logra un grado tal de excitación sexual que llega incluso a salirse de su propio cuerpo. Gracias precisamente a poderes como el que Matt acaba de descubrir la familia Telemacus vivió tiempos mejores. Irene, su madre, los dos hermanos de ésta y sobre todo Maureen, la abuela, eran cada uno de ellos poseedores de un talento paranormal que los hacía únicos. Una ocasión que un timador profesional como Teddy, el patriarca de la familia, no podía desaprovechar para intentar triunfar en la tele de los años sesenta. Sin embargo, todo se va al traste cuando son ridiculizados en un conocido show ante millones de telespectadores por G. Randall Archibald, una especie de cazador de farsantes de lo paranormal. A partir de aquí todo va de mal en peor en la familia Telemacus hasta llegar a los años 90, momento en los que se desarrolla la historia que se narra en el libro.

            Lo que hace de La extraordinaria familia Telemacus una novela inolvidable son sus  personajes. Se trata de unos personajes que, aunque poseedores de poderes paranormales, resultan enormemente creíbles, seres humanos de carne y hueso cuya manera de ser es coherente con su peripecia personal y con sus dones extraordinarios. A través de los cinco protagonistas, que se van alternando en cada capítulo, vamos conociendo el pasado y el presente de la familia hasta llegar al desenlace final. Otra gran baza del libro son sus diálogos, la mayoría de las veces son brillantes, sobre todo los que mantiene Teddy con los gangsters o con el servicio secreto. El humor está muy presente en la novela y se hace más evidente en el tramo final del libro cuando el enredo en el que la familia se ve envuelto llega al borde del delirio. Pero aunque la novela acaba decantándose por la comedia podemos encontrar también momentos de vibrante tensión y de honda ternura. Se trata de una de esas novelas en que todos los acontecimientos que se narran parecen encaminados a dirigirnos a un final apoteósico. Eso siempre conlleva el riesgo de no cubrir las expectativas y acabar por decepcionar al lector. No es el caso. El final es completamente consecuente y además el camino hasta llegar a él resulta de lo más entretenido.

            Un libro muy recomendable (sobre todo ahora que llega el verano) protagonizado por una familia que, aunque en el día a día se lleva mal, a la hora de la verdad y como suele ocurrir forma una piña. Léanlo y pasen un buen rato antes de que hagan una mala película de él.

jueves, 24 de mayo de 2018

"Ondina o la ira del fuego" de Irene Gracia

“Ondina o la ira del fuego” de Irene Gracia
            Según la tradición germana Ondina es una ninfa del agua que perdió su inmortalidad tras  enamorarse de un caballero. A partir de esta leyenda Friedrich de la Motte Fouqué escribió un cuento en 1811 que utilizaría Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, más conocido por sus iniciales, E.T.A Hoffmann, para componer la ópera Undine. Sí, porque Hoffmann antes de dedicarse a la literatura compuso música y su obra  llegó incluso a ser elogiada por el mismísimo Beethoven. No es una faceta muy conocida del autor prusiano; yo, por ejemplo, lo ignoraba. Afortunadamente Irene Gracia la descubre para nosotros y aprovecha la que sería la primera ópera romántica y los diversos personajes que intervinieron en ella para articular esta curiosa novela.
            Al comienzo del libro, además de los prolegómenos al estreno de la ópera de Hoffman, se nos cuentan las disparatadas disputas que tienen lugar en las diversas representaciones, ya sea por celos o por egocentrismo entre sopranos, barítonos o tenores, el director de orquesta, escenógrafos..., en fin de todos los que toman parte en la obra. Los peleas no sólo se producen antes  de las actuaciones, sino incluso en medio de ellas hasta llegar al fatídico incendio que pone punto final a las representaciones. Es a partir de este suceso que el libro arranca en realidad. Hoffman cree que el incendio ha sido provocado y sospecha de todos los que participaron en la ópera, excepto de la protagonista, Johanna Eunicke. Sus dudas le llevan a organizar un banquete en el cual pretende desenmascarar al culpable. Durante la cena los invitados cuentan historias fantásticas de autómatas, de estatuas que cobran vida, de pianos embrujados, de amores satánicos, maldiciones... muy en la línea de los relatos que escribió el propio Hoffmann, pero también de los relatos que los hermanos Grimm publicaron precisamente en esa misma época. Resulta divertido ver cómo Gracia se vale de los relatos que cuentan los personajes del libro para dar a conocer al lector su forma de pensar y de ser. Unos personajes, que todo hay que decirlo, son excesivos, volubles, enamoradizos y contradictorios como los que suelen protagonizar muchas óperas. De todos los relatos en particular me ha divertido el cuento titulado Clarisa, reina de Sirgén, no tanto por su enrevesada historia (hay otros relatos que me han gustado más como El piano negro), sino por el hecho original de ser contado sucesivamente por diferentes personajes del libro. El relato lo comienza a narrar el propio Hoffmann y es terminado bruscamente por una hastiada Johanna Eunicke después de pasar por más de diez narradores. 
            Ondina o la ira del fuego ha supuesto para mí una agradable sorpresa, más aún por tratarse de una escritora cuya existencia desconocía por completo. Un libro fresco, divertido, terrorífico, a veces hasta erótico pero por encima de todo romántico y con los que de vez en cuando da gusto toparse. Antes de terminar quiero agradecer a la librería “Colette Letras y Tragos” su amable recomendación. Es bueno que todavía queden librerías que den cabida a un  tipo de literatura más minoritaria.

lunes, 30 de abril de 2018

“Estación Central” de Lavie Tidhar


"Estación Central” de Lavie Tidhar            Después de setenta reseñas uno ya no sabe qué hacer para no repetirse y atraer a los lectores. Así que después de tres años haciendo reseñas voy a darme el gustazo de comentar este libro a través de una auto-entrevista. Algunos se hacen selfis, pues yo me entrevisto a mí mismo. ¿Quién va a entrevistarme sino?

            Antes de empezar con el libro me gustaría hacerte una pregunta. ¿Tienes tendencias masoquistas?
            No me parece una pregunta muy oportuna en este momento. ¿Qué te hace creer eso?
            Lo pregunto porque las dos reseñas que has escrito de Lavie Tidhar no fueron muy favorables y sin embargo aquí estás, reseñando Estación Central.
            Comprendo lo que quieres decir, pero no se trata de masoquismo. Tanto en “Osama” como en “Un hombre sueña despierto” Tidhar eligió a dos personajes deleznables de la historia para contarnos dos relatos que además de disparatados no llegaban a ningún lado. En parte me parecieron un engaño, novelas de a duro disfrazadas de alta literatura. La primera es una extravagante reflexión sobre el terrorismo que no logra cuajar y la segunda un absurdo y poco elegante ajuste de cuentas. Estación Central parecía algo completamente distinto, no se trata de una ucronía, el libro está constituido a base de historias que se desarrollan en la Estación Central, en Tel Aviv, algo muy diferente a lo que había leído hasta ahora de este autor. Reconozco que mis reseñas anteriores fueron duras; cuando el resto de opiniones que podían leerse eran más bien entusiastas, yo me arriesgué a dar una opinión desfavorable. Si se discrepa de tal manera con los demás se empieza a dudar de uno mismo y supongo que por eso y porque la sinopsis me parecía interesante he querido darle una nueva oportunidad a este premiado autor. Volviendo a la pregunta que me hacías al principio, creo que algo de eso hay que tener para leer a Tidhar.
            Intuyo que no te ha gustado mucho.
            Digamos que ha habido momentos en que hubiera preferido emplear mi tiempo haciendo otra cosa, como poner la lavadora, por ejemplo.
            ¡No me digas! ¿Puedes resumirnos de qué va el libro?
            No es fácil hacerlo porque como te decía antes se compone de varios relatos, en concreto de trece, que están interconectados entre sí. Todos se desarrollan en la Estación central, que es una especie de aeropuerto gigante que permite conectar a los viajaros con el espacio. Alrededor de la estación se ha formado una especie de ciudad multicultural dentro de la misma Tel Aviv, llena de comercios, de cafeterías, lugares de ocio o para la oración. El autor más que contarnos una historia intenta transmitirnos el ambiente extraño y complejo en el que moran sus habitantes. Para crear esa atmósfera de extrañeza Tidhar apenas esboza los muchos prodigios que colman el libro y deja cosas sin explicar.
            Sin embargo, en muchas ocasiones te has quejado de libros en los que su autor no deja nada a la imaginación del lector.
            Supón que te dan las piezas para construir un coche, cualquier coche. No te dan ningún plano ni manual ni instrucciones para que lo montes. Con esas piezas, vamos a suponer que son muy maleables, que son como piezas de lego, puedes construir desde un maravilloso deportivo a un armatoste que no anda, el resultado final depende por completo de ti. Si con ese material logras construir un fabuloso deportivo, ¿de quién es el mérito? ¿De ti o de quién ha concebido las piezas?
            Es de suponer que quien ha concebido las piezas lo haya hecho con una función precisa...
            O puede que no. Puede ser el primer sorprendido al ver los diferentes coches que se pueden montar con sus piezas.
            Sin embargo, un libro no es lo mismo que  un coche. Y además la grandeza de una obra literaria está precisamente en que puede dar lugar a diferentes interpretaciones.
            Ya, pero así como un coche tiene que servir de transporte para que pueda considerarse un coche, una obra literaria debe transmitir algo al que lo lee.
            Y "Estación Central" no lo consigue...
            Algunos relatos tienen más interés que otros, pero muchos me han aburrido y las peripecias que viven sus personajes me han provocado la mayoría de las veces indiferencia. También debo reconocer que hay un pequeño deseo de provocar con mis respuestas... Lo cierto es que el autor deja las cosas más claras de lo que parece en un principio. Para mí el mayor problema de la novela es que las historias costumbristas de ese futuro más o menos lejano apenas logran seducirme.
            El libro ha recibido muy buenas críticas y ha ganado el premio  “John W. Campbell Memorial ” a la mejor novela de ciencia-ficción, ¿qué puedes decir?
            Bueno, a muchos lectores parece haberles gustado esos sueños de un futuro afable, esas fantasías optimistas sobre un mundo “hiperconectado” en las que el autor ha dejado volar libremente su imaginación sin importarle demasiado que el resultado sea plausible o no. Lo curioso es que muchos de los relatos se publicaron por separado en revistas de ciencia-ficción; y si como novela el libro adolece de no tener una trama central, en general los cuentos tampoco se caracterizan por contar una estructura argumental definida.
            Muchas gracias por dedicarnos unos minutos para comentar esta novela.
            Gracias a ti por entrevistarme.

            Concluyo así esta reseña esquizofrénica con la que inauguro una nueva forma de comentar libros. Ahora sólo queda ponerle un nombre a este engendro. ¿Entrevieña? ¿Reseñivista? ¿Reseñavíu? A ustedes les dejo la elección.

jueves, 19 de abril de 2018

"La súbita aparición de Hope" de Claire North

"La súbita aparición de Hope" de Claire Northon            Que la sociedad es cada vez más superficial es un hecho comprobado. Sólo hay que fijarse en los periódicos digitales y comprobar cómo cada vez predominan más las noticias insustanciales, lo que está de moda, el “trending topic”... A la estulticia tampoco escapan el resto de medios de comunicación. Twitter es un buen ejemplo de ello y supongo que también Instagram, aunque por el momento no he sentido la llamada de las más que indiscutibles ventajas de este último. Lo cierto es que la gente publica toda clase de estupideces, fotos de lo que come, de lo que compra, de su gato haciendo monerías o de lo que un buen día descubre en su ombligo; las situaciones más peregrinas son sacadas del ámbito privado y exhibidas sin recato alguno... y lo peor de todo es que hay personas que se interesan por ello. A veces uno tiene la sensación de que si no está en las redes sociales no existe. Algo así le ocurre a Hope, la protagonista de la novela de Claire North.
 
            En un mundo en el que una aplicación de móvil llamada “Perfección” decide lo que es ser perfecto y concede puntos a los que más se aproximan a ese dudoso modelo establecido por la empresa, Hope es olvidada por todos a los pocos minutos. Nadie la recuerda, para la gente es como si no existiera y en esas condiciones a Hope le resulta imposible mantener la más mínima relación con nadie. Llega un momento en que ni siquiera sus padres la echan de menos. Como sucedía en Las primeras quince vidas de Harry August nos volvemos a encontrar con una protagonista que posee un don especial que no siempre le beneficia.
 
            A raíz del suicidio de una chica con la que simpatizaba y que utilizaba “Perfección”, Hope decide investigar a los propietarios de la empresa creadores de la aplicación. Dicha aplicación, que goza de gran popularidad, determina los ideales de belleza, lo que es saludable o no, lo que es interesante y finalmente la manera en que uno debe comportarse para pertenecer al Club 1x106, un club al que sólo los que más puntos acumulan pueden pertenecer, una élite a la que el resto del mundo admira y quiere parecerse. Para acumular puntos los usuarios deben comprar productos que benefician a la empresa y someterse a un caro tratamiento. Se trata de una clara metáfora del mundo en el que vivimos en el que todos quieren parecerse a las estrellas de Hollywood, a las modelos de Victoria’s Secret o a los futbolistas del Barcelona o del Real Madrid. Un mundo dominado por esa superficialidad a la que hacía referencia al comienzo. Hay un momento muy revelador en el libro en el que culpan a Hope de ser muy profunda, algo que a ojos de los demás la hace diferente y por tanto indigna de ser recordada.
 
            Durante todo el libro su protagonista derrocha conocimientos de todo tipo, en este párrafo que extraigo se retrata perfectamente a la sociedad actual:
            En el transcurso del siglo XX, las oportunidades que concedió el avance tecnológico redefinieron las aspiraciones sociales. La humanidad siempre aspira a más, es algo inherente a ella. La historia está repleta de «celebridades», aquellas personas que son aclamadas por una hazaña. Pero, durante el último siglo, nos hemos dedicado a celebrar el consumo.”
            Pero no piensen que la novela es un análisis profundo y desolador del mundo en que vivimos. La súbita aparición de Hope es ante todo una novela de intriga, de misterio, con una dinámica protagonista que no para de viajar de un lado a otro (Londres, Estambul, Tokio, Corea, Edimburgo...) y de emprender misiones imposibles aprovechando su facultad para ser olvidada.
 
            La prosa chispeante de North te hace avanzar páginas sin darte cuenta, sin embargo, a pesar de su gran esfuerzo, de su apreciable inspiración y de su originalidad sus algo más de seiscientas páginas acaban por hacerse repetitivas. Algo que no sólo se refleja en sus hallazgos literarios (algunos discutibles como su afición a separar palabras de una frase en líneas diferentes) sino también en las situaciones que vive una y otra vez su protagonista.
 
            Un libro entretenido, bien escrito, tal vez excesivamente largo, cuya premisa inicial y su posterior desarrollo nos hace esperar que a su término nos encontraremos con una importante revelación que remate adecuadamente la novela, algo que por desgracia no ocurre. Para que el libro no decepcione debe leerse como lo que es, un sofisticado y original “thriller”.

viernes, 23 de marzo de 2018

"Parentesco" de Octavia E. Butler

"Parentesco" de Octavia E. Butler            “La última vez, al volver a casa perdí un brazo. El brazo izquierdo. Perdí también un año de mi vida, aproximadamente, y buena parte de la comodidad y la seguridad que había tenido – y no había valorado – hasta entonces. Kevin fue al hospital en cuanto le soltó la policía y se quedó conmigo para que supiera que a él no le había perdido.”
             Así comienza esta magnífica novela, con este sencillo párrafo, emotivo a la vez que repleto de misterio, ejemplo de pericia a la hora de atrapar a un lector con unas pocas palabras bien colocadas. Si ya resulta difícil resistirse a este comienzo aún más lo es hacerlo a su prólogo de tres páginas, que me parece fascinante.
 
            Parentesco es una novela intensa, a veces dura, emotiva, que no da tregua, contada con sencillez y convicción y que aún perteneciendo al género de ciencia-ficción no pretende ser un prodigio de imaginación. No es lo que busca la autora, si se vale del viaje en el tiempo es para enfrentar a una persona del presente con lo que es la esclavitud, y en ningún momento se aparta de su propósito. Los que esperen un relato lleno de inventiva y de complejas e ingeniosas paradojas temporales se llevaran una gran decepción, porque lo que se van a encontrar es una historia sobre todo humana. 
 
             Dana, la protagonista de la novela, mientras habla con su marido en su casa de 1976 es transportada de manera inexplicable al año 1815, en plena época de la esclavitud. Butler no se complica en ningún momento la vida buscando explicaciones científicas y se centra en los personajes y en mostrarnos con gran realismo la vida que llevaban los esclavos en esa terrible época. En ese sentido es interesante la relación contradictoria que mantenían los esclavos con sus amos, algo que Butler sabe plasmar muy bien en la novela y en el que el complejo vínculo que se establece entre Dana y Rufus, su antepasado, le sirve de espejo en el que poder reflejar magnificados esos sentimientos contrapuestos.
 
            Octavia E. Butler es una escritora que por desgracia no ha tenido mucha fortuna en el mercado español. El hecho de ser mujer y encima negra (¿o debería de decir afroamericana?) seguramente no la ha favorecido. Que yo sepa en España sólo se ha publicado su trilogía Xenogénesis, que fue publicada en los lejanos ochenta por “Ultramar”. Yo no la he leído, pero las opiniones que pueden leerse en la web Tercera Fundación son en su mayoría elogiosas. Su libro  más valorado Wild Seed (1980), que aparece incluso en Ciencia Ficción las 100 mejores novelas de David Pringle sigue sin traducirse al castellano. Después de leer Parentesco, pienso que es una lástima que no puedan encontrarse más libros de esta interesante autora de la que me han quedado ganas de leer más.
 
            Un clásico de 1979 hasta ahora olvidado, que no debe pasar desapercibido entre otras rutilantes, la mayoría de ellas fugaces, novedades.