Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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viernes, 12 de abril de 2019

"Los desposeídos” de Ursula K. Le Guin

"Los desposeídos” de Ursula K. Le Guin
            Esta reseña ha estado a punto de convertirse en una catástrofe monumental. Una hecatombe que estaría marcada por dos circunstancias. En primer lugar estaría el hecho de que se trata de un clásico aclamado por todos, incluso fuera del ámbito de la ciencia-ficción, que mereció además los premios más importantes del género: en 1975 el Hugo y en 1975 el Nebula y el Locus (Rosa Montero en el prólogo del libro equipara la novela nada menos que con Guerra y paz y La montaña mágica). En segundo lugar hemos de tener en cuenta que vivimos una nueva  revolución feminista y que desdeñar esta obra, y con ella  a uno de los máximos valores de la ciencia-ficción como es Ursula K. Le Guin, podría parecer a muchos un delirio machista. Por suerte la catástrofe se ha evitado aunque hayan hecho falta casi doscientas páginas para lograrlo.

            La primera mitad del libro es rocosa y árida como Anarres, la luna en que se desarrolla gran parte de la acción de la novela. Incluso la manera de narrar de Le Guin, (quizás sea a propósito) es algo apagada, está llena de descripciones abstractas muy poco gráficas, carentes de viveza. Para colmo de males su personaje principal, Shevek, es un hombre triste donde los haya en una sociedad que tampoco es el mejor ejemplo del júbilo. Imagínense un hombre para el que la hermandad y el amor entre seres humanos sólo son posibles gracias al sufrimiento. Si esto ya no fuera suficiente, algunos de los diálogos que mantienen sus personajes sobre filosofía, moral y ciencia suenan artificiales y en exceso premeditados. Dicho así, de corrido, podría parecer que la novela a estas alturas ya no tiene remedio, sin embargo Le Guin, logra darle la vuelta.

            Para explicar cómo se obra este milagro debemos echar un vistazo a su argumento. En el planeta Urras las ideas anarquistas de Odo, una influyente pensadora, desembocaron en la creación de una nueva nación en su luna Anarres. Mientras que Urras es un mundo próspero y fértil, Anarres es poco más que un desierto y su única riqueza son los minerales. Mediante esta solución salomónica Urras se desembaraza de los incómodos disidentes y los revolucionarios logran su sueño de poner en práctica las ideas de Odo. Fundan una sociedad sin gobierno en la que todos son iguales y en la que no existe la propiedad privada e incluso crean una nueva lengua, el právico, que permite soslayar el uso de los posesivos: una sociedad sin posesiones no los necesita. La acción de la novela se sitúa casi trescientos años después de la creación de Anarres, cuando un físico llamado Shevek, autor de una innovadora teoría sobre el tiempo, se convierte en el primer Anarresti en volver a Urras. La novela intercala capítulos en los que se narra esta visita con otros de su infancia y juventud hasta llegar a las circunstancias que hacen posible su salida de Anarres; gracias a esta alternancia la autora logra un efecto de contraste entre los dos estados. Le Guin se fija en lo que tiene más cerca, los EE.UU, para construir el mundo capitalista de Urras. Se trata de un mundo aquejado de importantes desigualdades sociales, con un consumismo feroz pero sin un Donald Trump. Llama especialmente la atención el papel nulo que se da a la mujer en esa sociedad, que no se corresponde del todo con la realidad de los 70, época en que fue escrita la novela. En la utopía anarquista de Anarres sucede todo lo contrario, y las mujeres gozan de las mismas oportunidades que los hombres.

            No es hasta que Le Guin introduce dos personajes femeninos en cada uno de los hilos narrativos cuando se desencadena el conflicto y la novela remonta. A partir de entonces la historia parece centrarse más en lo particular que en lo general y los sentimientos de los protagonistas cobran mayor relevancia. Shevek, el protagonista, al fin reacciona y despierta del letargo místico en que estaba sumido, la trama se oxigena con nuevos personajes y echa a volar.

            El gran mérito de la autora es haber sabido construir con minuciosidad una sociedad anarquista creíble, con sus aciertos y sus desaciertos, una sociedad que ha trascendido en la memoria de muchos de sus lectores hasta nuestros días. La sociedad de Anarres había nacido con la idea de derribar los muros que había erigido el capitalismo, sin embargo, acaba por levantar de una manera más sutil los suyos propios. Por otro lado las miserias humanas son a prueba de sistemas políticos y las envidias y las zancadillas persisten en Urras. Una novela muy ambiciosa, arriesgada y difícil en cuanto que pretende crear una utopía positiva frente a las distopías clásicas como Un mundo feliz o 1984, y por reflexionar sobre temas muy poco habituales en la ciencia-ficción moderna. Aunque no es una novela redonda, todo el que se dice amante de la ciencia-ficción debería de leerla.

martes, 2 de abril de 2019

"Invasiones” de Ismael Martínez Biurrun

"Invasiones” de Ismael Martínez Biurrun
            Bajo este equívoco título, Invasiones, Ismael Martínez Biurrun nos presenta tres novelas cortas de terror. Se trata de un formato poco convencional que yo encuentro muy atractivo porque soy de los que piensa que el terror, en general, se ajusta mejor a los relatos no demasiado extensos. Las tres historias que lo integran tienen en común la irrupción de un hecho extraordinario, una “invasión”, que convierte la vida de sus protagonistas en una pesadilla inolvidable.

            La primera, Coronación, pertenece a ese tipo de relatos en los que una serie de personas se ven obligadas por las circunstancias a permanecer encerradas en un mismo lugar. En este caso la causa de la reclusión es una extraña plaga de langostas que asola Madrid. Los miedos que provocan los insectos, la impotencia y el aislamiento hacen que los recelos y los resentimientos que habían permanecido hasta entonces bajo tierra emerjan a la superficie igual que hormigas antes de una tormenta. El conflicto entre las dos parejas que se reúnen para cenar surge por los motivos de siempre: adulterio, decepción, ambición, etc. No destaca aquí Biurrun por su originalidad, pero es que las debilidades del ser humano no han cambiado demasiado desde el inicio de los tiempos.
            A través de fugaces imágenes premonitorias, vislumbres del horror venidero, como esa langosta que encuentra uno de los protagonistas en el ramo de flores que piensan ofrecer a sus anfitriones, Biurrun conduce con determinación la trama hasta un escenario de puro terror.

            La acción de El color de la tierra se sitúa en una urbanización turística venida a menos  durante la temporada baja. Para ser concretos en una isla que yo casualmente conozco desde la infancia y cerca de una playa que tuve la suerte de disfrutar antes de que fuera explotada para el turismo. Quizás por eso me cueste ver el paisaje con la perspectiva lúgubre e inhóspita del narrador, que por otro lado es la mirada desencantada de Dimas, su protagonista. Se trata del encargado del mantenimiento de la urbanización con un pasado a cuestas que parece mortificarle tanto o más que su maltrecha espalda. Los acontecimientos se desencadenan debido a unos persistentes movimientos sísmicos que desgarran la tierra en profundas grietas de las que emana una sustancia ominosa. Al mismo tiempo que se abren las heridas en la tierra lo hacen también las de Dimas. De todos los relatos que componen el libro es en el que la trama emocional cobra mayor protagonismo, hasta el punto de que lo fantástico es sólo la chispa que pone en marcha la maquinaria narrativa. En esta ocasión Biurrun opta por un ritmo más pausado, el ambiente se va tornando cada vez más opresivo y alucinatorio hasta llegar a un inquietante y emotivo final.

            Con Nebulosa se cierra el libro, un relato que, según mi opinión, es el menos satisfactorio de los tres. Comienza con el estallido de un meteorito sobre un grupo de personas que se han reunido en el campo para verlo. Por desgracia el impacto se produce demasiado cerca y provoca varios muertos. Los supervivientes quedan profundamente afectados por el suceso, en particular, Asís, que desde entonces cree estar poseído por una especie de hongo extraterrestre. La narración, sin el apoyo de unos personajes de más peso y sin un conflicto emocional claro no alcanza, aunque se recurra al terror más gore, a provocar la desazón que transmitían las dos anteriores. La sorpresa final, una broma perversa, no es suficiente.

            Sólo me queda añadir mi impresión final sobre el conjunto del libro. En Invasiones el contenido fantástico actúa como caja de resonancia del estado anímico de sus personajes. Esto es así al menos en los dos primeros relatos. Por ejemplo, en Coronación ese rebullir enloquecido de langostas debe aproximarse mucho a la agitación mental que viven las dos parejas en su obligado encierro. En El color de la tierra cada una de las grietas que se abren en la tierra parecen sugerirnos las heridas que afligen a su torturado protagonista. La prosa de Biurrun con los años se ha liberado de la necesidad de sorprender en cada frase y resulta ahora más desenvuelta y diáfana. En fin, un autor con una obra muy personal, una voz singular en el panorama literario nacional que conviene tener en cuenta.