A decir verdad la primera parte de El
Bosque oscuro de Cixin Liu no ha podido ser más decepcionante, aunque el último
tercio del libro que inicia la trilogía, El problema de los tres cuerpos,
ya parecía augurar este declive. Leí esta novela hace un año y hubo dos
elementos que me atrajeron y sorprendieron. Me refiero por un lado al momento
histórico tan crucial en el que se desarrolla gran parte del libro (La revolución
cultural china), de la que el autor habla sin omitir ninguno de los horrores
que sucedieron entonces (sorprende que pudiera ser publicada en su integridad
en China), y por otro lado el imaginativo mundo de los tres soles que en ella
se describe, un mundo que por sí sólo hace que el libro merezca la pena ser leído.
Sin estos dos elementos de la trama, que quedan relegados al final de la
novela, El problema de los tres cuerpos pierde toda su fascinación. El
bosque oscuro es continuación directa de esta última parte de la novela, con
lo que arrastra consigo todos sus defectos y muy pocos de sus atractivos.
Desde el inicio del libro cuesta
concentrarse en los numerosos personajes que Cixin Liu nos presenta sin que
sepamos muy bien a dónde quiere llevarnos. Carecen de interés y cuesta recordar
quién es quién, sobre todo para un occidental como yo al que todos los nombres
le suenan igual. Se nos cuenta sobre un plan para combatir a los Trisolarianos.
Como recordarán los que leyeron El problema de los tres cuerpos, a consecuencia de los “sofones” enviados por los Trisolarianos, nada de lo que
ocurre en la Tierra a excepción de los pensamientos humanos escapa a su
observación. Para empeorar aún más las cosas, estas escurridizas partículas
impiden que la ciencia humana pueda avanzar. No me pidan que explique lo que
son los “sofones”, porque no hay nadie que lo entienda. Piensen en protones
desestructurados como las tortillas de patatas de la cocina de autor, yo así me
los imagino aunque de poco me sirve. Bueno, el caso es que para combatir a los
Trisolarianos, a Naciones Unidas no se le ocurre nada mejor para evitar que los“sofones” intercepten sus planes que elegir a
una serie de personas con el fin de que cada una de ellas idee una estrategia de defensa, la guarde en su mente y no la comparta con nadie. A estos elegidos se les denomina “vallados” y
la responsabilidad de salvar la Tierra queda por completo en sus manos. La
historia avanza dando bandazos y demorándose en exceso. Tras varios hermosísimos
amaneceres y atardeceres y algún que otro cielo azul pero que muy azul, la cosa
por fin se pone interesante. Han hecho falta doscientas páginas.
La novela es muy irregular y hay
momentos fantásticos en los que comprendes por qué sigues leyendo ciencia-ficción
que se alternan con otros realmente fastidiosos y aburridos. También es cierto
que para poder disfrutar de estos momentos cumbre hay que hacer bastantes
concesiones a la credulidad, porque en el fondo todo esto de los “vallados” y
lo de los “sofones” es de lo más descabellado. En El Bosque oscuro se
hacen más acusados los defectos de Cixin Liu a la hora de narrar. Las
explicaciones que pone en boca de sus personajes se hacen más prolijas y la
trama se vuelve más dispersa hasta el punto de que existen partes y personajes
que podrían eliminarse fácilmente sin que el relato se resintiera. Los giros
narrativos se multiplican y repiten hasta el punto de que uno acaba sospechando
que el plan de tal personaje y de aquel otro no es lo que parece. Aún y todo,
gracias a esas perlas que se guarda el bueno de Liu, uno acaba enganchándose a
la lectura.
La novela está escrita de una manera
clásica, apoyándose mucho en los diálogos y en la lógica, lo que recuerda mucho
a Asimov. Puede que su forma de abordar la literatura resulte hoy en día algo
anticuada, pero lo bueno de que no se embarque en experimentos literarios es
que se entiende lo que dice. Liu es un escritor que rebosa ideas, así en El
Bosque oscuro llega incluso a concebir una explicación
muy peculiar a la famosa paradoja de Fermi. En definitiva un libro que sólo
recomendaría a los lectores muy asiduos de Ciencia-ficción.