Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

Universo de pocos

miércoles, 26 de junio de 2013

Osama, demasiados callejones sin salida

            Osama de Lavie Tidhar arranca con un detective que fuma demasiado, una mujer hermosa que le contrata para que busque a alguien y un tiroteo en la calle. No parece mal comienzo para una historia policiaca, pero el abuso de las frases cortas, el deambular sin sentido del protagonista página tras página, los callejones sin salida en los que desemboca continuamente la acción, me cansan, me aburren y terminan por desesperarme. El protagonista se pasa medio libro fumando, tomando café y enjuagándose luego la boca con alcohol. Me aburro y mucho. Finalmente, acabo por desinteresarme de la intriga. Tal vez el autor admire la novela negra pero un relato debe contener algo más que continuas visitas a pubs, atmósferas envueltas en humo, opio y puertas que se cierran delante del protagonista. La manera de contar de Lavie Tidhar sustituyendo las descripciones por tediosas enumeraciones de objetos y de personas tampoco me ayuda a interesarme por la historia.

            Últimamente, parece obligado comparar cualquier novela fantástica actual que se precie con la obra de Philip K. Dick. Al menos en esta ocasión es posible encontrar nexos de unión: una realidad alterada o la permanente sensación de no saber qué es real y qué no lo es. Lo que Tidhar no logra es imbuir su relato de la arrebatada locura que parece aflorar en gran parte de la obra de Dick.

            Osama con su reflexión sobre el terrorismo hubiera dado para un buen cuento pero prolongarlo hasta una novela ha sido un error.

miércoles, 8 de mayo de 2013

El placer de leer

Siempre suele ser un placer leer a Ian McEwan pero tras el Accelerando de Stross lo es mucho más. Leo las pocas páginas que componen El placer del viajero y entiendo lo que dicen. No tengo necesidad de repasar las frases una y otra vez para descifrar lo que se quiere decir. Si lo hago es por disfrute y con el fin de que no se me escape nada. Sin digitalizaciones de langostas, sin tanta parafernalia pseudotecnológica, nos emociona, logra crear un clima de desasosiego, incluso de terror y finalmente logra conmovernos. La novela sobre todo funciona por el clima de amenaza que se cierne sobre la aparente calma en que se desenvuelve la historia. No quiero desvelar la trama, pero al final la sensación que le queda al lector es la de que los protagonistas podían haber hecho mucho más para escapar. Léanla, no les dejará indiferentes.

viernes, 26 de abril de 2013

DeStrossando la literatura

Portada de "Accelerando" de Charles StrossPor más que lo he intentado no he logrado acabar Accelerando de Charles Stross. El libro comienza con la digitalización de unas langostas (sí, has leído bien), lo que ya de por sí no es muy prometedor, pero capítulo a capítulo los despropósitos a la par que mi irritación van en aumento. Mi mujer me decía que lo dejara. Debí hacerle caso en aquel momento, sin embargo decidí continuar y llegué a leerme un par de capítulos más hasta completar dos terceras partes del libro. Los insoportables protagonistas habían conseguido entrar en el Router y aquello no mejoraba en absoluto.
 
Charles Stross ha tomado lo peor de Heinlein: unos irritantes personajes que parecen estar siempre en posesión de la verdad y los ha introducido en una trama escrita con la confusión mental de un Philip K. Dick en su peor momento. No es que Charles Stross tenga nada que ver con Heinlein o Philip K. Dick, ya quisiera él. No sabe crear tensión ni dosificar la información para crear un clímax, los personajes no resultan interesantes y menos cuando son digitalizados. Su escritura es confusa hasta el punto de que en algunos momentos no se sabe quién habla o quién realiza una acción. Ahora comprendo que Christopher Priest diga que escribe como un cachorrillo de internet (internet puppy). Pero como el problema puede estar en mí, prometo que mi versión digitalizada futura lo intentará de nuevo si las langostas lo permiten.

domingo, 24 de febrero de 2013

La imaginación y la imaginación


Portada de "La ciudad y la ciudad" de China MiévilleLa anterior novela que leí de China Miéville, La estación de la calle Perdido, no me convenció. En gran parte por su ridículo final. Pero en cualquier caso había elementos muy interesantes y me dije que le daría una nueva oportunidad. Esa oportunidad ha llegado con La Ciudad y la Cuidad la última nóvela de Miéville publicada por La Factoría de Ideas y que compartió premio Hugo con La Chica mecánica en el 2010. Se trata de una novela muy distinta a La estación..., tanto en temática como en estilo, y con una premisa (la de dos ciudades compartiendo el mismo espacio físico) muy arriesgada por parte del autor. Pero China consigue meternos en esa cuidad dual y crear una imaginativa historia dentro del género negro. Lo logra sin avasallarnos con peliagudos términos tecnológicos y sin la continua ostentación de enormes conocimientos científicos. Lo logra sólo con imaginación, como lo hacían antes Fredric Brown, Robert Silverberg o Bester. Mi formación es científica pero cuando leo novela busco literatura y si quiero saber sobre las últimas teorías prefiero leer a Leonard Suskind antes que a Greg Egan o a Vernor Vinge antes que a Charles Stross. La novela tiene sus fallos, muchos probablemente se deban a la traducción, pero yo la recomiendo.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Extrañeza

Creí que Entre extraños, la multipremiada novela de Jo Walton me gustaría pero no fue así. Bien escrita, en forma de diario, uno se encariña rápidamente con la protagonista a pesar de tratarse de una sabionda. La autora va suministrando a cuentagotas detalles sobre su pasado con lo que logra crear la tensión necesaria que nos empuja a no dejar el libro. Entonces, ¿dónde está el fallo? El problema es que el lector, al menos yo, está esperando continuamente que se produzca una revelación que nunca acaba de ocurrir. Llega un momento en que lo único que anima el relato son las numerosas críticas de las novelas de ciencia ficción y fantasía que la precoz niña vierte en su diario. Novelas que devora con fruición. Cuando sabemos que a la niña protagonista, trasunto de la autora, no le gusta Philip K. Dick y que "El mundo invertido" de Christopher Priest le parece rarísimo (en cambio le encanta Samuel R. Delany, raro entre los raros) nos tememos lo peor: que no haya nada más, que la historia consista únicamente en lo que cuenta, una simple historia de hadas. Y así es. Puede que ése sea mi problema, no simpatizo mucho con las hadas, ni con elfos y anillos. En parte también me chirría que en un libro de fantasía se hable tanto de ciencia ficción, es como si Ratzinger recurriera en sus profundos y trascendentes escritos a las leyes de la Física para demostrar que el Espíritu Santo existe.

martes, 29 de enero de 2013

Un mecanismo de relojería

Portada de "La chica mecánica" de Paolo Bacigalupi Sin menospreciar la trama ni a los personajes creo que el gran mérito de La chica mecánica de Paolo Bacigalupi reside en su perfecta ambientación. La acción transcurre en un futuro de escasez energética, acosado por terribles plagas y dominado por grandes compañías que controlan el negocio de las semillas. Para hacerlo creíble el autor se vale de pequeños detalles que va colocando minuciosamente tal y como un relojero va ensamblando los engranajes de un reloj hasta hacerlo funcionar con la máxima precisión. Bacigalupi consigue que respiremos el aire de ese mundo, que sintamos la angustia y el miedo de sus personajes o que nos acaloremos como la chica mecánica. Un buen libro, bien escrito, a la manera clásica. Pero no hagan caso a lo que dice en las solapas del libro. Por suerte nada tiene que ver con Ballard. Y por mucho que me esfuerzo no le encuentro parecido con nada que yo haya leído de Dick.