Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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miércoles, 25 de mayo de 2022

“Noches en el circo”, de Angela Carter

      

Portada de "Noches en el circo” de Angela Carter

Desde hace unos años numerosas editoriales se han propuesto la loable misión de recuperar clásicos de la novela fantástica escritos por mujeres. Muchas autoras que habían sido publicadas por Minotauro en los años ochenta pasaron inexplicablemente al olvido. Así sucedió con una de las más grandes, Ursula K. Le Guin, algo a lo que la propia Minotauro y ante la demanda de muchos lectores está poniendo remedio con la publicación de su obra. Faltaba por hacer lo mismo con Angela Carter cuyos libros resultaban ya inencontrables. La labor de enmendar este fallo en este caso está corriendo a cargo de la editorial Sexto Piso que, con unas ediciones muy cuidadas, casi de lujo, ha publicado varias novelas de la escritora británica. Menos conocida que Le Guin aunque igual de comprometida con el feminismo ha sido por alguna razón menos reivindicada también. Carter es una escritora única, más atrevida, experimental y desmadrada que la norteamericana. Su libro Héroes y villanos fue comparado con la obra de Ballard. Aquí, en España, tenemos a otra gran escritora, Pilar Pedraza, con la que comparte muchas cosas.

De todos los libros publicados por Carter parece ser que  Noches en el circo es el menos polémico y menos impúdico de todos aunque sí es uno de los más literarios. Consta de tres partes, la primera, en la que su oronda protagonista, Sophie Fevvers, cuenta sus comienzos hasta llegar al circo, es la mejor desde mi punto de vista, un vigoroso relato que desborda imaginación y que huye de los lugares comunes. Los detalles de su periplo los vamos conociendo a lo largo de la entrevista que le hace en su caótico camerino el periodista americano, Jack Walser. Allí entre corsés y medias con olor a pie («una corsetería después de un bombardeo») Fevvers cuenta a un escéptico y cohibido Walser cómo después de nacer de un huevo fue acogida por Mamá Nelson en su burdel, la primera vez que desplegó sus alas y cómo tras varios ensayos emprendería su breve primer vuelo. La vida de Fevvers acompañada siempre, eso sí, de Lizzie, que ejerce como madre dará varios vuelcos. Por el camino conocerá a otras muchachas como ella, que fueron también abandonadas y por tanto con nulas posibilidades de salir adelante, chicas que me han recordado a las protagonistas de muchos cuentos populares o de numerosos relatos de Dickens con la gran diferencia de que Carter no soslaya los abusos sexuales y las vejaciones de las que son víctimas.

Con el apoyo del periódico para el que escribe Walser tiene la intención de desenmascarar a Fevvers, considerada la más famosa trapecista del mundo. Está convencido de que sus alas son falsas y pretende demostrarlo, pero hay algo más, algo que él mismo no quiere reconocer y que lo impulsa incluso a ingresar en el circo. No es lo que se esperaría de él si tenemos en cuenta que la primera impresión que se llevó de ella tiene poco que ver con lo que llamaríamos un flechazo: «Vista de cerca, hay que decir que se parecía más a una mula de carga que a un ángel», llega a decir de ella. Así que de incógnito, convertido en payaso de circo la sigue con toda su troupe hasta San Petersburgo. En esta segunda parte del libro Carter se decanta más por las situaciones cómicas y deja a un lado su faceta más perturbadora y provocadora. Lamentablemente los miembros del circo y el propio Walser le roban gran parte del protagonismo a Fevvers. Cabe destacar entre todos ellos a unos melancólicos payasos y a su aún más abatido jefe (Buffo), a los monos con pretensiones de emanciparse y al jefe del circo cuyas decisiones más importantes son tomadas por una cerdita que le acompaña a todos los lugares. Si en la primera parte puede apreciarse la influencia del marqués de Sade y muchas de las historias de los personajes secundarios podrían considerarse una reinterpretación de los cuentos populares, la segunda parece inspirarse en la comedia burlesca o en el cine cómico.

En la tercera parte la atracción que siente Fevvers por Walser se hace más evidente, algo que a Lizzie, que no tiene muy buen concepto del matrimonio, no le hace gracia.

 – ¿Casarse? ¡Bah! – resopló Lizzie de mala uva –. ¡Eso es escapar del fuego para caer en las brasas! ¿Qué es el matrimonio sino prostituirse con un hombre en lugar de con muchos?

No queda muy claro qué ve Fevvers en Walser además de un físico agradable:

«Sin embargo, había en él algo como a medio terminar. Era como una casa preciosa abandonada después de amueblar».

Carter trastoca una vez más los papeles tradicionales y en lugar de la heroína clásica que no suele destacar precisamente por su personalidad aunque si por su belleza física tenemos un héroe, que es un tipo insulso como Walser, al que Fevvers parece decidida a transformar en su hombre ideal. Ella sería su Pigmalión y él su Galatea.

Es curioso cómo el narrador adopta en ocasiones la forma de narrador omnisciente, alternando con el punto de vista de la protagonista. En cualquier caso no se trata de un narrador que permanezca impertérrito ante los hechos, sino todo lo contrario no tiene rubor alguno en dar  su opinión:

«Hay muchos motivos, la mayoría buenos, por los que una mujer puede querer matar a su marido: el homicidio puede ser la única manera de conservar un jirón de dignidad en una época, en un lugar, donde a las mujeres se las considera enseres, o como según la famosa analogía de Tolstoi, como botellas de vino, susceptibles de ser reventadas una vez consumidas».

Carter se muestra cada vez más incisiva y reparte sus críticas a unos y otros:

«... como en el Fidelio de Beethoven: combinar nobleza de espíritu con falta de análisis, ahí es donde siempre la caga la clase trabajadora».

Y a través de Lizzie lanza sus pullas más vitriólicas. Esto es lo que dice ante la idea de crear en mitad de la taiga siberiana una utopía formada sólo por mujeres que se perpetuaría gracias al vaso de esperma cedido gentilmente por un hombre:

«¿Qué harán con los bebés varones? Dárselos a los osos polares?»

        Noches en el circo es una novela de fantasía atípica, desconcertante a veces, lírica en ocasiones, provocadora muchas veces, cómica, excesiva, a ratos incluso plúmbea, que rezuma  una sincera ternura y que se parapeta tras una inmensa y disparatada broma. No se la pierdan.

martes, 10 de mayo de 2022

“El hombre que cayó en la Tierra”, de Walter Tevis

Portada de “El hombre que cayó en la Tierra” de Walter Tevis

Sé que no debería de darle a la portada de un libro tanta importancia pero cuando vi la edición de Contra de El hombre que cayó en la Tierra (1963) con David Bowie mirándome de manera enigmática se me quitaron las ganas de comprarlo. Una de las cosas que más me fastidian es que los libros recurran a la adaptación cinematográfica para su portada y es que no quiero que las imágenes de una película por muy buena que sea interfieran con lo que leo. Prefiero recrear a los personajes a mi manera según los detalles proporcionados por el autor y me resisto a ver al protagonista como se me induce a hacerlo, en este caso con el rostro y el cuerpo de Bowie. Además Bowie está por todo, en la sobrecubierta, en la cubierta, en la contraportada hasta incluso en el marcapáginas que viene de regalo. Cualquiera pensaría al ver el libro que se trata de una biografía del cantante británico. Es tal su presencia que se podría llegar a la conclusión de que Bowie colaboró mano a mano con Tevis en su escritura. Pero dejemos de hablar de la portada y de David Bowie, que no tiene culpa de haber sido utilizado como reclamo, y centrémonos en la novela y en su autor.

Walter Tevis era un escritor bastante olvidado hasta hace muy poco, recordado más por las películas basadas en sus libros como la versión que dirigió Robert Rossen de El buscavidas (1959) y más tarde Martin Scorsese de su continuación El color del dinero (1984), protagonizadas por estrellas como Paul Newman o Tom Cruise, que por su propia obra literaria. Sin embargo, el éxito obtenido por la serie de siete episodios producida por Netflix de otra de sus novelas, Gambito de dama (1983), ha traído a este autor norteamericano de nuevo a la actualidad literaria. En España se ha editado por primera vez dicha novela (cómo no con la portada de la serie) y se ha reeditado Sinsonte (1980) que antes había sido publicada como El Pájaro burlón por la editorial Plaza y Janés.

El hombre que cayó en la Tierra narra la llegada a la Tierra de un extraterrestre procedente de un mundo más avanzado que el nuestro. Supongo que esto la convierte en un relato de ciencia ficción pero se trata de un relato de ciencia ficción que no pretende serlo en ningún momento, un relato sobre una criatura extraterrestre, frágil y sensible que tiene muy poco de alienígena hasta el punto de que cae en un vicio tan humano como el alcoholismo. El propio protagonista de la novela bromea en un momento dado sobre lo disparatada de esta circunstancia.

El extraterrestre, que se hace llamar Thomas Jerome Newton, ha sido enviado desde el planeta Anthea con el objetivo de rescatar más adelante a los supervivientes que quedaron en su mundo y que debido a las guerras y a la sobreexplotación de recursos se ha hecho inhabitable. Para ello necesitará de un capital inmenso, que espera poder obtener gracias a diferentes negocios para los que recurrirá a los avanzados conocimientos científicos de su especie. En este dilatado proceso tiene la oportunidad de conocer a diferentes personajes como Betty Jo, que le ayuda cuando tiene un pequeño percance debido a la fragilidad de sus huesos o Nathan Bryce, un químico que acude a él estupefacto por los impresionantes avances técnicos que demuestran las empresas de Newton. Son personajes a los que les pesa la soledad, desarraigados como el propio Newton y que alivian sus penas principalmente con la bebida. Es precisamente Betty Jo la que inicia al extraterrestre en la ginebra, una dependencia a la que el extraterrestre se entregará cada vez con más fruición.

El mundo que nos describe Tevis se inspira en la clase media norteamericana de los años cincuenta que el autor extrapola a un futuro cercano. La historia arranca en 1985, a más de veinte años de cuando fue escrita la novela, y según el propio Tevis se trata de una especie de autobiografía novelada en la que Newton sería algo así como su alter ego. Al parecer Tevis debió de sentirse en su juventud tan extraterrestre, tan extraño y alejado de la humanidad como el protagonista de El hombre que cayó en la Tierra. A pesar de todo este extrañamiento Newton va pareciéndose cada vez más a los humanos, cae en sus mismos defectos, en el derrotismo, en la culpa y permite que la desazón le suma en una creciente nostalgia y le aleje cada vez más del propósito que lo trajo a la Tierra. La poesía, el arte, con la excepción de la música para la que sus sentidos extraterrestres no están dotados, y sobre todo el alcohol como ya he mencionado le ayudan a sobrellevar su pesar, su angustia vital. Al final, de ser la admiración de sus colaboradores más cercanos, Betty Jo y Bryce, Newton acaba convirtiéndose en objeto de su compasión. El hombre que cayó en la Tierra es una demostración palpable del poder que tiene la ciencia ficción, incluso para narrar aquello para lo que no parecía concebida en un principio.