Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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miércoles, 20 de diciembre de 2017

"Detrás de sus ojos" de Sarah Pinborough

Detrás de sus ojos de Sarah Pinborough            Comentar este tipo de libros que dependen tanto de la intriga, de la sugerencia sutil y de un goteo preciso de la información es una tarea delicada si no se quiere arruinar el disfrute a los potenciales lectores. Espero que perdonen la ambigüedad e imprecisión con la que resumo la historia, en cualquier caso y salvo honrosas excepciones siempre me han aburrido las reseñas que se extienden en la sinopsis.

            Louise, joven divorciada y madre de un niño, acomplejada después de que su ex la dejara  por otra, no vive precisamente sus mejores momentos. Se desvela por su hijo pequeño, no obstante eso no colma su vida por lo que en ocasiones bebe alguna copa de vino de más y ha ganado unos kilos. Deseosa de establecer nuevas relaciones, una noche en un bar conoce al hombre de sus sueños pero la suerte no la acompaña y el hombre resulta ser su nuevo jefe.  Para colmo de males está casado con una mujer que encarna el ideal de perfección a ojos de todos los que la conocen. Louise queda impresionada por la belleza y magnetismo de ambos, sin embargo hay algo que no acaba de entender. ¿Si David y Adele forman la pareja perfecta, qué hacía David tonteando con ella aquella noche? La atracción que siente Louise hacia la pareja acaba siendo  más fuerte que su sentido de la responsabilidad. Me doy cuenta de que reducida la trama a este burdo esqueleto parece más una novela de Danielle Steel que el relato de misterio y suspense que cabría esperar de la autora de La casa de la muerte. No hay que dejarse engañar, Pinborough sabe muy bien lo que se hace y lentamente, como una droga de la que es imposible desengancharse, va inoculando la duda en el lector y consigue que nos resulte imposible soltar el libro. Llega un momento en que descubrir la verdad se convierte en lo primordial y vamos relegando nuestros quehaceres diarios para devorar página tras página.

            Como suele ser habitual en los relatos de misterio, nada es lo que parece y la trama se complica a medida que vamos averiguando detalles del pasado de la pareja. Si la primera parte  del libro no destaca precisamente por su originalidad, transita por lugares comunes del género y se vale de instrumentos habituales cuya eficacia está demostrada como psiquiatras, tragedias  sin esclarecer del pasado, sanatorios psiquiátricos, sueños recurrentes y cuantiosas herencias, la última parte sorprende por su impecable evolución hacia el terreno de lo fantástico. Aún y todo hay que reconocer también el mérito de Pinborough en la primera mitad del libro al saber utilizar con eficacia estos archiconocidos componentes. Aunque la narración comienza siendo de corte realista, la autora va deslizando los elementos fantásticos de una manera muy natural, casi sin que nos demos cuenta y sin que chirríen en nuestra mente.

            Como decía, Detrás de sus ojos es uno de esos libros que una vez empezados cuesta dejar, ideal para leer en vacaciones y que no tiene más pretensión que la de entretener y de paso inquietarnos con un gran final. Se trata de un final que puede que no guste a todos y que en estos días de “lo políticamente correcto” me ha sorprendido gratamente. Escribe Pinborough sin largas descripciones y apoyándose principalmente en los diálogos, lo que facilita aún más su lectura. Una novela que seguramente a Hitchcock le hubiera encantado trasladar a la gran pantalla.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

"El alfabeto de fuego" de Ben Marcus

El alfabeto de fuego de Ben Marcus            Lo que en primera instancia me atrajo de El alfabeto de fuego (2012) fue su premisa inicial, la de que el lenguaje pudiera convertirse en una enfermedad mortal. Una idea que puede parecernos contradictoria viniendo de alguien que se gana el jornal mediante la palabra, pero quién mejor que un escritor para entender lo nocivas que pueden llegar a ser las palabras. Ya en su primera novela Notable American Women, que por cierto no ha sido traducida al castellano, Ben Marcus especulaba sobre el lenguaje.

            La novela arranca cuando el mal ya se ha extendido por Norteamérica, y Sam junto a su mujer, Claire, es obligado a abandonar su hogar. En un principio se desconoce el origen de la enfermedad y los desconcertados médicos renuncian a investigar algo que no logran comprender. El mal ataca sólo a los adultos y se manifiesta con unos síntomas muy variados y chocantes: vómitos, erupciones en la piel, entumecimiento de la boca, reducción facial y muerte. Marcus esboza al comienzo un escenario muy confuso: aunque los primeros casos se produjeron entre los judíos, finalmente la enfermedad acaba por afectar a todo el mundo. Lebov, un científico al que nadie da crédito, lleva alertando desde hace tiempo de que la causa del mal reside en el habla de los niños. Los hechos acaban por darle la razón y el malestar de los padres afectados queda agravado por la tortura que supone no poder acercarse a sus hijos. Así, en su huida, Sam y Claire deben abandonar a Esther, su hija adolescente y origen de sus males. Esther no es una hija complaciente y en lugar de compadecerse de sus padres y de callar para no empeorar su estado les hiere sin piedad alguna con su lengua punzante. Los mejores momentos de la novela se producen en estas disputas llenas de ironía y malaleche entre padre e hija.

            Un relato así carece de sentido si no tiene una intención metafórica, algo que la hermética prosa de Marcus parece confirmar  (uno tiene la sensación de que cada una de sus frases tiene un sentido oculto). El origen de la enfermedad y sobre todo los exabruptos de Esther, con los que literalmente lacera a sus padres, nos podrían hacer pensar que la novela es una reflexión sobre la dificultad para comunicarse con los hijos adolescentes, o una metáfora sobre la tiranía que estos ejercen sobre unos padres que buscan ante todo complacer a sus hijos. Sin embargo, la historia acaba complicándose con oscuros preceptos hebreos enviados por improbables cables subterráneos. Estos cables suponen uno de los elementos más controvertidos y decepcionantes de la novela. Sam y Claire disponen de una rudimentaria cabaña en el bosque que les fue adjudicada en el momento de casarse y a la que llega uno de estos cables. Para poder escuchar los sermones que transmiten los cables es necesario un perturbador dispositivo orgánico (todo en la novela resulta desagradable) que deben esconder cada vez que abandonan la cabaña. Este protagonismo de la religión judía además de inesperado me resulta decepcionante. No me interpreten mal, no tengo nada contra los judíos ni tampoco contra su religión en particular (un ateo como yo reparte su antipatía a todas las religiones por igual), pero se trata de un factor que no hace otra cosa que reducir el alcance del mensaje, que pasa de universal a estar dirigido exclusivamente a los que profesan esta religión, entre los que yo no me encuentro.

            Apenas se nos dice nada de los protagonistas en El alfabeto de fuego; por no saber, no sabemos ni cómo se ganaban la vida antes de la epidemia. Cuando la enfermedad es un hecho incuestionable Sam se dedica de una manera compulsiva y sin ningún criterio a buscar antídotos o remedios que luego ensaya con su mujer. Pero a pesar de sus intentos por encontrar una cura nada nos hace pensar que en su vida anterior haya sido médico o científico. Su método es el ensayo y error. Más adelante cuando busca un lenguaje que no resulte tóxico vuelve a utilizar el mismo sistema. Quizás se trate de una metáfora más, quién sabe, puede que de la misma vida. Por cierto, Marcus dedica demasiadas páginas a pormenorizar estas aburridas y arbitrarias tentativas.
 
            Hay algo en esta novela que me recuerda a Chronic City de Jonathan Lethem. La temática es muy diferente, pero en ambas tuve la misma sensación de estupor, de no saber por dónde agarrarla. En ambas se fuerza la credulidad del lector hasta cotas extremas y en ambas se producen momentos literarios brillantes que muy pocos autores logran suscitar. Puede que el problema de ambas estribe en forzar una metáfora precisa, de exprimirla en exceso queriendo sacar más oro del razonable.
 
            El alfabeto de fuego es una novela apocalíptica completamente atípica. Al contrario de lo que suele suceder en este tipo de relatos, la supervivencia pasa a un segundo lugar; lo que se evidencia desde el comienzo es la dificultad de sus protagonistas para comunicarse entre sí. Un libro que te hace sentir incómodo cuando lo lees, cuyas propuestas desconciertan la mayoría de las veces, con una idea central fascinante pero que no acaba de cuajar. Quiere abarcar demasiados temas (religión, lenguaje, relaciones familiares, culpa, etc..) y se queda tan sólo en un original experimento. 
            Con todos sus fallos, ojalá se escribieran más libros que demostraran el mismo atrevimiento que éste.

lunes, 27 de noviembre de 2017

"El bosque oscuro" de Cixin Liu

El bosque oscuro de Cixin Liu            A decir verdad la primera parte de El Bosque oscuro de Cixin Liu no ha podido ser más decepcionante, aunque el último tercio del libro que inicia la trilogía, El problema de los tres cuerpos, ya parecía augurar este declive. Leí esta novela hace un año y hubo dos elementos que me atrajeron y sorprendieron. Me refiero por un lado al momento histórico tan crucial en el que se desarrolla gran parte del libro (La revolución cultural china), de la que el autor habla sin omitir ninguno de los horrores que sucedieron entonces (sorprende que pudiera ser publicada en su integridad en China), y por otro lado el imaginativo mundo de los tres soles que en ella se describe, un mundo que por sí sólo hace que el libro merezca la pena ser leído. Sin estos dos elementos de la trama, que quedan relegados al final de la novela, El problema de los tres cuerpos pierde toda su fascinación. El bosque oscuro es continuación directa de esta última parte de la novela, con lo que arrastra consigo todos sus defectos y muy pocos de sus atractivos.

            Desde el inicio del libro cuesta concentrarse en los numerosos personajes que Cixin Liu nos presenta sin que sepamos muy bien a dónde quiere llevarnos. Carecen de interés y cuesta recordar quién es quién, sobre todo para un occidental como yo al que todos los nombres le suenan igual. Se nos cuenta sobre un plan para combatir a los Trisolarianos. Como recordarán los que leyeron El problema de los tres cuerpos, a consecuencia de los “sofones” enviados por los Trisolarianos, nada de lo que ocurre en la Tierra a excepción de los pensamientos humanos escapa a su observación. Para empeorar aún más las cosas, estas escurridizas partículas impiden que la ciencia humana pueda avanzar. No me pidan que explique lo que son los “sofones”, porque no hay nadie que lo entienda. Piensen en protones desestructurados como las tortillas de patatas de la cocina de autor, yo así me los imagino aunque de poco me sirve. Bueno, el caso es que para combatir a los Trisolarianos, a Naciones Unidas no se le ocurre nada mejor para evitar que los“sofones” intercepten sus planes que elegir a una serie de personas con el fin de que cada una de ellas idee una estrategia de defensa, la guarde en su mente y no la comparta con nadie. A estos elegidos se les denomina “vallados” y la responsabilidad de salvar la Tierra queda por completo en sus manos. La historia avanza dando bandazos y demorándose en exceso. Tras varios hermosísimos amaneceres y atardeceres y algún que otro cielo azul pero que muy azul, la cosa por fin se pone interesante. Han hecho falta doscientas páginas.

            La novela es muy irregular y hay momentos fantásticos en los que comprendes por qué sigues leyendo ciencia-ficción que se alternan con otros realmente fastidiosos y aburridos. También es cierto que para poder disfrutar de estos momentos cumbre hay que hacer bastantes concesiones a la credulidad, porque en el fondo todo esto de los “vallados” y lo de los “sofones” es de lo más descabellado. En El Bosque oscuro se hacen más acusados los defectos de Cixin Liu a la hora de narrar. Las explicaciones que pone en boca de sus personajes se hacen más prolijas y la trama se vuelve más dispersa hasta el punto de que existen partes y personajes que podrían eliminarse fácilmente sin que el relato se resintiera. Los giros narrativos se multiplican y repiten hasta el punto de que uno acaba sospechando que el plan de tal personaje y de aquel otro no es lo que parece. Aún y todo, gracias a esas perlas que se guarda el bueno de Liu, uno acaba enganchándose a la lectura.

            La novela está escrita de una manera clásica, apoyándose mucho en los diálogos y en la lógica, lo que recuerda mucho a Asimov. Puede que su forma de abordar la literatura resulte hoy en día algo anticuada, pero lo bueno de que no se embarque en experimentos literarios es que se entiende lo que dice. Liu es un escritor que rebosa ideas, así en El Bosque oscuro llega incluso a concebir una explicación muy peculiar a la famosa paradoja de Fermi. En definitiva un libro que sólo recomendaría a los lectores muy asiduos de Ciencia-ficción.

lunes, 13 de noviembre de 2017

"La casa del callejón" de David Mitchell

La casa del callejón de David Mitchell            Siempre es un placer encontrarse con un nuevo libro de David Mitchell y más aún cuando apenas sobrepasa las 200 páginas. Acostumbrados como estamos a leer tochos suyos de 600 ó incluso de 700 páginas, como tenía su último libro, Relojes de hueso, esta disminución de tamaño supone una grata sorpresa. Llama también la atención que Mitchell haya optado por el  terror de corte fantástico y aún más que se haya ceñido al subgénero de casas encantadas. La literatura está llena de valiosos ejemplos de relatos de este tipo, clásicos como La caída de la casa Usher de Allan Poe, Otra vuelta de tuerca de Henry James o La casa en el confín del mundo de William Hope Hodgson y los que más repercusión han tenido en la literatura más reciente de casas encantadas: La maldición de Hill House de Shirley Jackson, La casa infernal de Richard Matheson y El resplandor de Stephen King. Con todos estos títulos (estos son sólo unos pocos), cabría pensar que queda muy poco margen para innovar en el género. A mí, que siempre me ha gustado la literatura de terror, he de confesar que las historias sobre casas encantadas nunca me han atraído en exceso. Mi impresión personal es que se trata de un subgénero muy gastado en el que queda poco o nada por inventar.

            Lo que sucede es que hablamos de un autor como David Mitchell cuya versatilidad ya quedó suficientemente acreditada en sus libros de historias conectadas (Escritos fantasma o El atlas de la nubes). Nos encontramos ante un escritor que destaca por su facilidad para crear personajes, no hablo sólo de los principales, hasta la figura más secundaria de sus libros suele mostrar una personalidad diferenciada. Sus tramas polifacéticas, engarzadas entre sí para componer una historia más compleja han acabado por constituir el distintivo de su obra. En este caso, sin embargo, Mitchell ha optado por escribir una historia mucho más sencilla, con menos personajes y más fácil de seguir. Podría decirse que en La casa del callejón se ha esmerado especialmente en que todo encaje a la perfección, como si quisiera dejar bien claro que aunque los sucesos que se relatan se desarrollan en el terreno de lo fantástico se rigen por una lógica inexorable. Al final del libro, como en las novelas de Agatha Christie, todo es perfectamente explicado de manera que no queda ningún misterio sin esclarecer, algo que puede sorprender en un relato de terror. El género de terror suele aprovecharse del miedo que todos tenemos a  lo desconocido, a lo imprevisible, a lo que no podemos controlar. Mitchell, sin embargo, en su penúltimo capítulo descubre sus cartas y apenas deja nada a nuestra imaginación. Todos los capítulos previos hasta ahora habían comenzado con alguien adentrándose en la misteriosa casa llamada “Slade House” y ocasionando que toda la parafernalia de apariciones y de sucesos extraños  habitual en este tipo de relatos se ponga  en marcha, pero en el penúltimo capítulo Mitchell rompe parcialmente con esta estructura, al tiempo que pone al descubierto la trama. Como consecuencia de ello el capítulo final pierde gran parte de su capacidad para sorprendernos.

            En La casa del callejón, como que suele ser habitual en los libros de Mitchell, nos  reencontramos con algunos de los personajes de sus libros anteriores. Concretamente en éste volvemos a toparnos con los enigmáticos Uróforos y Anacoretas que hicieron su presentación en Relojes de hueso. No desvelaré quienes son y pienso que cuanto menos se sepa de ellos mayor será el disfrute del libro, por lo que quizás sea mejor no haber leído su anterior novela.

            La casa en el callejón es una obra de una sencillez sorprendente, ingeniosa y amena en la que Mitchell vuelve a demostrarnos su gran talento. Se trata de una novela menos ambiciosa que las anteriores, pero impecable en su ejecución y con un final digno. Sin embargo para tratarse de una novela de terror echo en falta ese misterio del que hablaba antes. Además el autor ha prescindido casi por completo del enorme poder de la sugerencia a la hora de atemorizarnos, puede que en aras de una mayor verosimilitud. En cualquier caso una buena manera de introducirse en la obra de este autor inglés.

domingo, 29 de octubre de 2017

"El archivo de atrocidades" de Charles Stross

El archivo de atrocidades de Charles Stross            Aquí estamos otra vez a vueltas con Charles Stross. Después de la mala experiencia que supuso para mí su Accelerando he decidido darle otra oportunidad. También he de reconocer  que probablemente sea la única persona en el mundo al que no le ha gustado el libro así que no deben hacerme mucho caso. En fin, tras haber leído El archivo de atrocidades podría decirse que me he reconciliado a medias con el autor.

            En sí la idea del libro no es mala y me gusta el tono fresco y descarado con el que se trata  la ciencia. No es fácil hoy en día encontrar libros de ciencia-ficción que no se tomen a sí mismos demasiado en serio, obras como las que escribían Fredric Brown, Bob Shaw o Robert Sheckley, divertidas y muy imaginativas. Así que la idea de Stross de que la formulación de ciertos teoremas matemáticos complicados nos pueda abrir la puerta a otros mundos, o invocar a criaturas dignas de Lovecraft resulta original y posee un gran potencial cómico. Lo cierto es que las nuevas teorías matemáticas y físicas resultan francamente esotéricas y darían lugar para un artículo en el que se comentara su inverosimilitud, artículo que quizás yo me atreva a escribir algún día si no se me adelanta nadie antes. Pongamos como ejemplo la teoría de las supercuerdas, que requiere de la existencia de 11 dimensiones para poder ser consistente o la teoría cuántica, que para explicar ciertos fenómenos físicos considera las partículas como si fueran ondas y en cambio para interpretar otros necesita dotarlas de una naturaleza corpuscular. Teorías muchas de ellas ininteligibles y locas, dignas de Abdul Alhazred, autor del “Necronomicón”. Tal vez aprovechándose de este lío monumental que padece la ciencia Stross ha imaginado una agencia estatal secreta en el Reino Unido llamada “La lavandería” que se ocupa de velar por que nadie traspase ciertos límites e invoque por accidente a criaturas que pondrían en peligro a la humanidad o al mismo universo.

            Por otro lado la trama que se cuenta es en sí bastante tópica y peca de elevadas dosis  de ingenuidad, a saber, chico que conoce al amor de su vida al tiempo que se convierte en el héroe que salva al mundo. Argumento típico de las antiguas revistas “pulp”. El tono jocoso e irónico en que está escrito (el protagonista es una especie de "geek") podría resultar francamente  divertido si no fuera por la manía que tiene de explicarlo todo y por un exceso de charlatanería sin sentido con intenciones humorísticas. Stross resulta en ocasiones un poco agotador como consecuencia de la acumulación de chistes de estudiantes de ciencias y de algunas anécdotas superfluas que impiden que la trama acabe de arrancar. Tanto es así que llega un momento, como ya me ocurrió con su novela Accelerando, que me dieron ganas de dejarlo. Stross necesita concentrarse más en el ritmo de la narración y contenerse a la hora de hacerse el gracioso. Por suerte, luego la historia remonta y sin ser nada del otro jueves consigue que sonrías y que al final pases un buen rato.

            El libro se completa con otro relato de “La lavandería” titulado La Jungla de cemento, que por lo visto ganó el premio Hugo a la mejor novela corta en 2005. En este relato, que tiene al mismo protagonista, el autor se burla aún más de las luchas de poder que se producen en la agencia de servicios secretos británica y de los excesos burocráticos que entorpecen el funcionamiento de dicha oficina. De este relato lo que más me llama la atención es una de las teorías conspiratorias más locas y maquiavélicas que he leído nunca. Sólo diré, para no desvelar el misterio, que está relacionado con la protección del copyright. En definitiva, una lectura intrascendente, refrescante, divertida y tediosa a ratos que puede gustar a un determinado público.

Así que ya saben, cerebritos en ciernes, mejor dejen quietas “La conjetura de Poincaré” o “La hipótesis de Riemann” y pónganse a ver Master Chef, no vayan a conjurar al mismísimo...
            Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn.

lunes, 16 de octubre de 2017

"La carrera" de Nina Allan

"La carrera" de Nina Allan            Cuando me enfrento a este libro apenas conozco nada de Nina Allan. Sé que la nacionalidad de la autora es inglesa y por alguna misteriosa razón también recuerdo que su pareja es Christopher Priest, al que por cierto parece dedicarle la obra. No es mucho, sin embargo el simple hecho de que sea publicado por Ediciones Nevsky constituye suficiente garantía para que le dé una oportunidad.

            Debido a su estructura fragmentaria, La carrera no es una novela fácil de reseñar. En seis capítulos más un apéndice se nos relata la vida de cuatro personajes diferentes lo que ocasiona que la trama quede bastante desdibujada y no resulte sencillo resumirla y aún menos darle una interpretación clara. A pesar de ello he de decir que los dos primeros capítulos me parecieron realmente magníficos, Allan logró conquistarme desde las primeras líneas con su prosa envolvente e intimista. El primer capítulo se desarrolla en una Inglaterra empobrecida y devastada por el fracking, un mundo condicionado por un medio ambiente envenenado debido a la intervención humana, que ha dejado a su alrededor industrias ruinosas y minas abandonadas. En este desalentador entorno se nos cuenta la complicada relación que mantiene la joven Jenna con su imprevisible e impulsivo hermano. Cuando empecé la lectura del libro me chocó en un primer momento el apresuramiento con que se contaba todo lo que iba sucediendo, luego comprendí que quedaba perfectamente justificado por la edad de su protagonista, Jenna, que es también quien narra los hechos. El segundo capítulo es aún mejor, a pesar de la trampa que se descubre nada más comenzar (precisamente ahí, en la trampa, radica la conexión con el capítulo anterior). Su protagonista, Christy, nos vuelve a narrar una difícil situación familiar que parece tener sospechosos vínculos con la historia previa de Jenna: la amenaza una vez más de un hermano que se presiente violento y el vacío dejado por una madre que ha huido dejando a sus dos hijos y a su marido. Allan escribe con sencillez y sensibilidad y parece tener todavía las cosas claras. El siguiente capítulo está dedicado a Alex, y a partir de aquí el libro comienza a decaer. La historia de Alex sirve únicamente para explicar unos hechos que no quedan aclarados en el capítulo anterior. Allan se equivoca al incrustar en la mitad del libro este aburrido relato. La autora podría haberse valido de una forma menos discordante e incluso podía haberlo dejado pasar. Lo cierto es que el dato que se nos proporciona apenas aporta nada y despoja al relato de un misterio que queda bien.
 
            En el resto de capítulos Allan parece perder parte de la inspiración que gozaba  en los precedentes e incluso sus metáforas resultan ser mucho menos acertadas. La historia avanza sin un rumbo claro y la autora no acaba de decidirse entre centrarse en sus personajes o en apuntalar la trama. No todo es desastroso, hay momentos en que la autora recupera su buen hacer, pero la sensación que queda al final del libro es la de que podía haber sido mejor.
 
            Allan parece querer quedar bien con los movimientos más combativos en la actualidad, con el colectivo LGTB, con los grupos feministas, con los que son discriminados debido a su raza y si esto no fuera suficiente nos deja claro su firme defensa del ecologismo. Todo este “buenrollismo” resulta algo forzado y no armoniza con el tono sombrío de la mayor parte de la obra. La idea principal que parece subyacer en todos los capítulos de la novela, la dificultad de comunicarnos con otras especies, queda perdido entre toda esa maraña de personajes y tramas secundarias. Quedémonos con lo que La carrera podía haber sido si Allan hubiera sabido mantener el buen nivel de los primeros capítulos. En cualquier caso una autora a tener presente.

lunes, 25 de septiembre de 2017

"El señor de las muñecas y otros cuentos de terror" de Joyce Carol Oates

El señor de las muñecas y otros cuentos de terror de Joyce Carol Oates            Joyce Carol Oates forma parte de esos escritores como Philip Roth, Margaret Atwood, o Haruki Murakami que siempre están en las listas que confeccionan los medios (cuya procedencia nunca se conoce) de los candidatos con más probabilidades de ganar el Nobel de literatura. Con gran parte de su obra sin leer no puedo juzgar si Oates es merecedora de este premio, pero lo que no me cabe duda es de que se trata de una escritora portentosa, de esas que poseen una facilidad especial para construir tramas y personajes. Con admirable sencillez Oates es capaz de introducirse en la mente de cualquiera de sus protagonistas desde el más odioso hasta el más inocente y narrarnos lo que piensan y sienten con una veracidad pasmosa. Y da lo mismo que lo haga en primera o tercera persona, Oates consigue siempre que los comprendamos y vivamos la historia que nos cuenta como si estuviéramos dentro de sus cabezas. Esta facilidad para describir la personalidad de sus protagonistas y de hilvanar historias con ellos a veces juega también en su contra. Por ejemplo su novela La hija del sepulturero (Alfaguara) sería una obra maestra de la novela gótica si no fuera por ese último tercio excesivamente largo. Mientras leía dicha obra comprendí las facultades de su autora para escribir terror. Por eso en cuanto vi que “Alba Contemporánea” editaba El señor de las muñecas y otros cuentos de terror no dudé en comprarlo, más aún sabiendo que había recibido el premio Bram Stoker del 2016 a la mejor colección de relatos(un breve vistazo a internet me permite averiguar que ya había ganado en 1995 este premio, aunque en esa ocasión por su novela Zombi (Lumen)). También en 2016 ganó  el premio al mejor relato por The Crawl Space.
 
            Es muy probable que los lectores habituales de terror se lleven una decepción con El señor de las muñecas y otros cuentos de terror. Con esto no estoy diciendo que los relatos sean malos sino que hay que hilar muy fino para considerarlos del género de terror. En los cuentos de este libro más que terror sentimos angustia ya sea por lo que les sucede o por lo que pueda ocurrirles a sus protagonistas (los finales abiertos hacen sospechar lo peor). En los relatos de Oates no hay fantasmas ni criaturas aberrantes acechándonos desde el más allá, el miedo lo provocan los mismos seres humanos, ya se trate de una mente perturbada o venga dado por la presión que ejerce la familia o una sociedad enferma.
 
            El relato que da título al libro, El señor de las muñecas, y Mamaíta son los que más se aproximan al género de terror. En el primero Oates se mete en la mente de un hombre trastornado y nos narra su obsesión por las muñecas. Aunque desde el principio se intuye lo que ocurre, Oates con una sencillez sorprendente realiza la vivisección de un cerebro enfermo. Mamaíta es un cuento clásico sobre lo que le ocurre a los niños que confían en extraños, pero renovado por la pluma de Oates resulta una delicia.
            El tema que se trata en Soldado está mucho más alejado de lo que suele considerarse literatura de terror. El horror está en esa fracción fanática de la sociedad americana que es retratada por la autora con cierta distancia.
            En Accidente por arma de fuego Oates hace exhibición de sus grandes dotes como narradora haciéndonos vivir tanto el terror de su protagonista como la paradójica atracción que  siente hacia su atacante.
            La inseguridad de la protagonista de Ecuatorial hace que viva atemorizada por un marido que parece menospreciarla, pero al que sin embargo ama. ¿La acabará matando? Un suspense bien llevado, que a mi parecer se alarga en exceso.
            Con Misterios S.A. Oates pone fin a la antología con un relato en el que deja patente su amor por la literatura de misterio.
 
            Una excelente antología que se ve perjudicada por algún fallo de edición, pero recomendable para establecer un primer contacto con esta veterana y prolífica autora.

lunes, 11 de septiembre de 2017

"El zoo de papel y otros relatos" de Ken Liu

El zoo de papel y otros relatos de Ken Liu            Oriente está de moda.  Desde hace unos años todo lo que venga de China o de Japón atrae cada vez a más público. Al decir esto no descubro nada nuevo. Nada tengo que objetar a este hecho, incluso me parece estupendo dado que llevamos demasiado tiempo dominados por la cultura anglosajona, sin embargo lo más probable es que se trate de una moda más que el ávido mercado intenta aprovechar. Existe incluso una editorial, Satori Ediciones, muy interesante por cierto, dedicada exclusivamente a la literatura Japonesa. Esta moda, al igual que la creciente fascinación por los sushis, proviene como en la mayoría de las ocasiones de EEUU.
 
            La concesión a Cixin Liu en 2015 del premio Hugo (si es que eso significa algo) por su novela El problema de los tres cuerpos ha extendido este auge de la cultura oriental a la literatura fantástica. Gran parte de la culpa de este fervor lo tiene el escritor de origen chino Ken Liu, autor del libro que nos ocupa. Con sólo once años se trasladó a EEUU, pero la cultura china ya había calado hondo en él. Precisamente Ken Liu tradujo al inglés la popular novela de Cixin Liu y recientemente ha reunido en una antología titulada Invisible planets lo mejor de la ciencia-ficción china contemporánea, que será publicada en la colección Runas de Alianza Editorial. De Ken Liu se habían publicado en España varios relatos así como su novela de fantasía La gracia de los reyes. Yo sólo conocía dos de sus relatos, Quedarse atrás y Algoritmos para el amor; el primero publicado en la web de Marcheto “Cuentos para Algernon” y el segundo en la recopilación de Mariano Villarreal titulada A la deriva en el mar de las lluvias. Dos relatos que están bien (me gustó más el primero), pero que por sí solos no pueden explicar la enorme expectación que ha originado El zoo de papel y otros relatos. Es verdad que no he leído La gracia de los reyes, (la fantasía épica no me seduce) y a lo mejor es tan rematadamente buena que por eso ha logrado captar el interés de tantos aficionados a la literatura  fantástica. Lo cierto es que mis expectativas al empezar este libro eran también muy altas, algo que la magnífica edición en pasta dura y la bonita portada no hacían sino alimentar. Expectativas que por desgracia se han cumplido a medias.
 
            Ken Liu es un escritor correcto pero que a pesar de la sensibilidad que intenta mostrar  no ha logrado cautivarme. Sus relatos en general son de lectura fácil y se leen con agrado aunque poco más se puede decir de ellos, y eso que el exotismo chino que los envuelve juega en la mayoría de los casos a su favor para un lector occidental.
 
            Su primer relato Acerca de las costumbres de la elaboración de libros en determinadas especies, es uno de los más originales. Recuerda un poco a Borges y a Calvino, aunque el hecho de estar escrito a modo de tratado científico lo hace un tanto pesado. Le gustan estos títulos largos y pseudo-académicos a Ken Liu.
              Cambio de estado, es un relato bastante original lastrado por un final moralizante en exceso.
            A Como anillo al dedo le sucede lo que a muchos de los relatos de la antología, le falta garra y capacidad de inquietar y puede que su planteamiento naif no juegue a su favor.
            Buena caza es un bello relato de fantasía en el que me molesta ese tono nostálgico de un pasado lleno de supersticiones frente al mundo moderno.
            El literomante es desde mi punto de vista uno de los mejores relatos de la antología. En él se nos narra unos hechos poco conocidos sobre la colaboración de EEUU durante la guerra fría con el gobierno de Taiwán y de la psicosis comunista existente en el momento.
            Simulacro parte de una idea interesante, pero su final se intuye con demasiada facilidad.
            Regulada es un relato policial apañado, aunque malogrado a causa de un típico final de telefilme en el que a su protagonista se le brinda una nueva oportunidad para superar un viejo trauma.
            El zoo de papel es un relato cruel, perjudicado por un exceso de melodrama.
            Manual comparativo ilustrado de sistemas cognitivos para lectores avanzados (como decía, le gustan estos títulos a Ken Liu) y Las olas son representativos de lo que menos me gusta del libro. Un tono en exceso sensiblero que Ken Liu parece confundir con lo que es auténtica  poesía. A estos dos relatos podríamos añadir el titulado Mono no aware historia típica de héroe que se sacrifica para salvar a todos y en la que el autor se emplea a fondo para crear un final lacrimógeno.
            Todos los sabores es un relato agradable sobre los chinos que emigraron a EEUU creyendo que harían fortuna trabajando en la construcción del ferrocarril. Tiene la virtud de contar con unos protagonistas muy simpáticos aunque poco más puede decirse de esta narración que bien podría ser un episodio de La Casa de pradera.
            Más divertido resulta ser El maestro de litigios y el rey mono, que cuenta además con la novedad de que se desarrolla en el siglo XVIII.
            El hombre que puso fin a la historia: documental se basa en las atrocidades cometidas por el escuadrón 731 durante la segunda guerra mundial. El problema que plantea recuerda mucho al que se debate en España en los últimos años sobre el derecho de los descendientes de las víctimas de la guerra civil a recuperar los cuerpos de sus familiares. El relato es interesante  sin embargo la tediosa machaconería con que está narrado y un final forzado al melodrama lo echa a perder. 
 
            Los relatos de El zoo de papel y otros relatos resultan en general amenos, asimismo nos hacen reflexionar en muchas ocasiones sobre cuestiones interesantes y cuentan con el añadido del exotismo de oriente además de un toque fantástico o de ciencia-ficción, pero a pesar de los muchos premios recibidos no puedo decir de ninguno de ellos que sea una obra maestra.

martes, 25 de julio de 2017

"Carbono modificado" de Richard Morgan

Carbono modificado de Richard Morgan            La editorial Gigamesh, que lleva un año imparable, ha reeditado esta novela de Richard Morgan publicada antes por Minotauro con el título de Carbono alterado (en inglés, Altered carbon, 2002). Esta nueva traducción, según se dice en la presentación del libro, está avalada por el propio Morgan, que habla con fluidez el castellano, así que no voy a entrar a comentar las distinciones semánticas entre los vocablos “alterado” y “modificado”. En cualquier caso, me alegro de que se haya reeditado esta notable fusión entre novela negra y ciencia-ficción.

            El planteamiento inicial de Carbono modificado es el clásico en una novela negra, es decir, la investigación de un incomprensible crimen. Lo sorprendente, y aquí ya entran elementos de ciencia-ficción, es que la víctima y el adinerado hombre que contrata los servicios del protagonista para averiguar lo sucedido son la misma persona. Esto es posible gracias a lo que llaman el “reenfundado”, que consiste en la introducción de la personalidad de alguien en otro cuerpo que puede ser un clon del original, un cuerpo ajeno o incluso uno creado artificialmente. En el futuro en el que se desarrolla la novela todas la personas llevan insertado en la nuca un diminuto dispositivo denominado pila cortical que almacena tanto su conciencia como sus recuerdos. La pila cortical permite que la muerte no sea definitiva y que baste con introducir este dispositivo en otro cuerpo, lo que denominan enfundado, para que cualquiera vuelva a la vida. Sin embargo, debido al coste que supone, sólo los más poderosos pueden permitirse almacenar clones de sí mismos. Morgan sabe aprovechar los recursos narrativos que le proporciona esta tecnología y además de una atractiva intriga detectivesca logra escribir una trepidante novela de acción. Como suele ser habitual en este tipo de tramas nadie es quien parece ser, el relato da bastantes vueltas y sólo tras muchos trompicones, disparos, desengaños, mucho sexo y violencia llega a su fin. Morgan lo hace bien, aunque puede que se le vaya un poco la mano con los continuos giros que da la historia. Hay quien dice que es poco original, que la idea de recuperar la personalidad tras la muerte ya se le había ocurrido antes a Greg Egan, pero, aparte de la dificultad que supone  inventar algo nuevo, es bastante habitual en el mundo literario utilizar ideas de otros escritores si éstas cuentan con potencial de sobra. Que se lo digan a Wells, ¿cuántos  relatos se han escrito y se escribirán sobre viajes en el tiempo? O a Karel Capek, al que se debe el término robot. La idea de la pila cortical es demasiada buena y estoy convencido de que en el futuro proliferarán las narraciones que se  aprovecharán de ella. Sin ir más lejos la novela Tocando fondo (Down and Out in the Magic Kingdom, 2003) de Cory Doctorow también se basa en este concepto.

            Existen muy buenos ejemplos de novela negra dentro de la ciencia-ficción y yo tenía la creencia de que además abundaban, sin embargo al ponerme a pensar en títulos no he logrado encontrar tantos. Si tuviera que confeccionar una lista, sin lugar a dudas la encabezaría con el extraordinario El hombre demolido de Alfred Bester; muchos pondrían a continuación el sobrevalorado Neuromante de William Gibson, aunque yo prefiero mil veces antes Cuando falla la gravedad de George Alec Effinger. Podríamos considerar también pertenecientes al subgénero la ingeniosa aunque dilatada en exceso Gente de barro de David Brin, la imaginativa La ciudad y la ciudad de China Miéville, quizás Cuarentena de Greg Egan... ah, y las novelas de Lavie Tidhar (que por cierto no salen muy bien paradas en este blog), pero no existen tantas obras como cabría esperar en principio[1]. Es una verdadera lástima, sobre todo para los que disfrutamos de este mestizaje de géneros. Por suerte, con Carbono alterado Morgan inicia una serie con el mismo protagonista que se desarrolla dentro del género de la novela negra y que tiene como elemento común el mismo protagonista. Sólo nos cabe esperar que el resto de novelas de la serie tenga la misma calidad.

[1] No incluyo las obras de Asimov con el robot detective Daneel Olivaw, que considero novelas policiacas pero no novela negra.

miércoles, 12 de julio de 2017

"Cáscara de nuez" de Ian McEwan

Cáscara de nuez de Ian McEwan            Evidentemente esta novela tiene poco que ver con la ciencia-ficción, sin embargo no me he podido resistir a reseñarla aquí por estar narrada nada más y nada menos que por un feto, una idea que me parece digna de un autor de ciencia ficción. A decir verdad, McEwan no ha sido el primero, existe un viejo relato de Brian W. Aldiss, que pueden encontrar En la estrella imposible, titulado Psíclopes en la que un embrión humano se comunica telepáticamente con su padre. El relato está contado en primera persona desde el punto de vista del feto y cuando su padre establece contacto por primera vez con él se lleva una buena sorpresa, pues no acaba de comprender que exista algo que no sea él, puro solipsismo. En cambio el protagonista y narrador de Cáscara de nuez es en todo momento consciente de ser tan sólo un feto y sabe que flota en el líquido amniótico dentro del cuerpo de una mujer a la espera de nacer. El gran mérito de McEwan es haber logrado escribir íntegramente una novela con la considerable limitación que supone un narrador encerrado durante todo el tiempo en el útero materno. McEwan demuestra aquí su experiencia y solventa el difícil reto con mucho humor y talento.

            Lo primero que choca de  Cáscara de nuez  es la personalidad arrolladora que el escritor inglés confiere a su hombrecito en ciernes. No llegamos a conocer su nombre, pero sí sus gustos, que no son precisamente los de un bebé ni tampoco los de una persona común. Las preferencias de la criatura están perfectamente asentadas y sería fácil imaginar que el Nesquik o los helados estarían entre ellas, pero no, lo que le gusta es el vino francés y no el de cualquier añada. Además de tener ideas bien claras sobre gastronomía, el nonato se permite opinar sobre cualquier tema ya sea de política internacional, del calentamiento global, de teorías agoreras sobre el futuro y de poesía inglesa. Nada se le escapa y así acaba por resultar el personaje más cabal de la novela. La arriesgada decisión de convertir al embrión en una especie de adulto (yo me imagino al propio McEwan encogido en posición fetal dentro del útero materno), aunque pueda parecer en principio algo descabellado, es uno de los grandes aciertos de novela, con el que el autor además de un punto de vista diferente imprime gran comicidad al relato. A pesar de la erudición que demuestra el protagonista, lo cierto es que sólo puede tener una precepción sesgada de la realidad y desde su encierro natural debe construir su mundo a partir de lo que escucha a su alrededor, esto es, de los zarandeos que le ocasiona su madre y de los alimentos que esta ingiere. Así, por las conversaciones que mantiene su progenitora con su amante deduce que su padre corre peligro y por lo tanto también su propio futuro como niño. En realidad la  anécdota que se narra es escasa y McEwan, que conoce las limitaciones que conlleva tener a su narrador enclaustrado, no alarga la novela innecesariamente por lo que logra que sus 217 páginas parezcan pocas.

            El McEwan que hace ya bastantes años nos incomodaba con los relatos incluidos en Entre las sábanas y con su novela El Jardín de cemento, o nos horrorizaba con El inocente, ha dado paso a un escritor más sosegado, irónico y de gran sentido del humor como demostró en Solar, una de sus últimas novelas. Se trata de una evolución natural y si McEwan ha demostrado algo es su capacidad de no repetirse. En cualquier caso he de decir que echo de menos un poco al McEwan más lóbrego y terrible.

            En definitiva una novela breve, muy divertida, con diálogos chispeantes y situaciones inconcebibles, que sólo la inusual perspectiva de un feto pueden proporcionar. Un libro además que cuenta con un protagonista único y entrañable, cuyo mayor deseo es poder tener su oportunidad y venir al mundo. No sabe lo que le espera.

lunes, 26 de junio de 2017

"Un hombre sueña despierto" de Lavie Tidhar

Un hombre sueña despierto de Lavie Tidhar            A veces debemos seguir nuestro instinto. Al muy espabilado le bastó leer la contraportada del libro para saber con qué nos íbamos a encontrar. Debí de hacerle caso, a pesar de las magnificas críticas que Un hombre sueña despierto había recibido y de los muchos premios que sigue cosechando su autor, Lavie Tidhar. Sí, debí hacer caso a mi instinto, sobre todo teniendo en cuenta lo poco que me gustó Osama, lo anterior que había leído de él y cuya reseña podéis encontrar en este blog. 
            Tidhar parece haberse especializado en fusionar las ucronías más descabelladas con la novela negra. En su obra anterior publicada en España, Osama, el famoso terrorista Bin Laden es un escritor de novelas pulp. En ésta que nos ocupa, Un hombre sueña despierto, un famoso nazi que se hace llamar Wolf trabaja como detective privado en Londres. ¿Qué será lo siguiente que invente Tidhar? ¿Un Franco convertido en cura pederasta? ¿Un Stalin danzando en el Bolshoi? ¿Mussolini repartidor de pizzas? Seguro que de estas ocurrencias saldrían historias divertidas y disparatadas, ¿pero sería buena literatura? Tal vez un amor desmedido por la literatura "pulp" es lo que impele al autor a escribir este tipo de cosas. Empiezo a creer que a Tidhar lo que realmente le pide el cuerpo es escribir "pulp" o "shund", como es llamado en la novela, y escribirlo además sin cortapisas. Luego, con la coartada de que se trata de un homenaje etc. y etc., nos lo intenta pasar como literatura de altos vuelos. La obra es una antología de todos los tópicos existentes sobre los nazis: ropa de cuero, látigos, sadomasoquismo, sexo sórdido, al que Tidhar le añade lo propio de la novela negra: mujeres fatales, policías sin escrúpulos, un detective que es continuamente vapuleado y una desaparición a investigar. Bien, pues si a toda esa ya suficientemente condimentada mezcla le añadimos además lo más representativo de la literatura basura: féminas lujuriosas, violencia descarnada y unos cuantos detalles escatológicos, lo revuelven, o si prefieren como James Bond lo agitan, obtendrán algunos capítulos de esta novela. Si de verdad están interesados en algo de este estilo, aunque mucho más entretenido y “heavy” además de con menos ínfulas, les recomiendo La imagen de la bestia de Philip José Farmer.
            La trama detectivesca tampoco es gran cosa; llega un momento en que para mí la intriga se limita únicamente a ir anticipando quién será el próximo que le dé una paliza a Wolf.  Nuestro desdichado detective no sólo recibe golpes, Wolf es sometido a todo tipo de vejaciones, incluso le orinan en varias ocasiones encima, lo que parece proporcionarle cierto gustirrinín. Wolf es un depravado y un vicioso al que la cabeza parece servirle sólo para recibir golpes. Entre paliza y paliza, y duchas de lluvia dorada, Wolf evoca momentos de su pasado que permiten adivinar quién es realmente. Evito el spoiler, pero es algo que se sabe prácticamente desde las primeras líneas y que incluso se revela en la contraportada del libro. La ausencia de una verdadera intriga y una trama errática (Tidhar comete el mismo error que en Osama) hacen que me desentienda de lo que cuenta. Por desgracia tampoco sintonizo con el humor de su autor, de manera que el tono cada vez más paródico y caricaturesco que va adquiriendo la novela tampoco logra recuperar mi atención. Lástima, porque Tidhar no escribe mal y aunque las revelaciones finales no pillan a nadie por sorpresa (la identidad de Wolf y el sueño de Shomer), he de reconocer que el último capítulo es brillante; para mí lo mejor del libro.
            Esta frase que dice uno de los prisioneros de un campo de concentración parece resumir a la perfección el propósito de Tidhar al escribir esta novela:
            “..., para escribir sobre el Holocausto hay que gritar y chillar y llorar y escupir, dejar que las palabras caigan sobre la página como lluvia mezclada con sangre; no se puede utilizar un distanciamiento frío, sino el fuego y el dolor, el lenguaje del “shund”, el lenguaje de la mierda, la orina y el vómito, del “pulp”, un lenguaje de cubiertas tórridas y emociones morbosas, de fantasía.”

viernes, 26 de mayo de 2017

"Las cosas que perdimos en el fuego" de Mariana Enríquez

Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez            Con este libro me reconcilio en parte con la literatura sudamericana, que se me había atragantado después de leer los relatos de Edmundo Paz Soldán. Los cuentos que componen Las cosas que perdimos con el fuego podrían inscribirse en el género de terror, pero un terror muy apegado a la realidad social y a la vida cotidiana. En muchas ocasiones el elemento fantástico sólo es sospechado y podría ser explicado de una manera racional. En sus relatos Enríquez suele encaminarnos en la mayoría de los casos hacía un final que se nos oculta, pero que nos hace temer lo peor. Puede decirse que el terror de los relatos de Las cosas que perdimos con el fuego no es mostrado de una forma explícita, más bien la autora nos invita a imaginarlo con sus finales abiertos. Y es que no hay mayor terror que el imaginado o sospechado por uno mismo, algo de lo que Enríquez debe ser muy consciente. Como contrapartida esto hace que muchos de sus relatos queden indefinidos o den la sensación de no estar del todo acabados. El abuso que hace  de este recurso es quizá uno de los pocos defectos que le encuentro a sus narraciones.
 
            El ámbito en el que se desarrollan las historias del libro es terrorífico de una manera muy diferente a la que nos tiene acostumbrado el género. Es verdad que alguno de los relatos incluye, como no podía ser de otro modo, alguna casa misteriosa pero el verdadero horror lo provocan la miseria de los suburbios y los barrios abandonados a su suerte de una Argentina venida a menos. Los borrachos, las putas, los adictos a todo tipo de sustancias y los delincuentes son los que moran estos territorios poco recomendables y que Enríquez, gracias a una prosa eficaz y directa, convierte en espeluznantes; en esta linea transcurre el primer relato del libro titulado El chico sucio. La hostería resulta más convencional, aunque la frase con la que la hermana amenaza a su protagonista al final del relato lo redime en gran medida. En Los años intoxicados el horror está en la inconsciencia de la juventud. La casa de Adela parece un relato con casa encantada, pero su protagonista le da una dimensión diferente. Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo es un relato malvado en la que la amenaza no se cuenta, porque el relato finaliza antes de que pueda producirse. En Tela de araña lo que horroriza es la normalidad con la que su protagonista acepta los hechos. En Fin de curso se nos habla de la fascinación que en la adolescencia tiene todo lo que es diferente. Nada de carne sobre nosotras describe con poca convicción una obsesión algo tétrica. El patio del vecino junto a Bajo el agua negra son según mi opinión los más terroríficos. En el primero la desconfianza de los demás y el afán de demostrar su cordura conduce a su protagonista femenina a enfrentarse a sus inseguridades en solitario. El mérito del segundo es haber sabido fundir con brillantez un relato de corrupción policial y denuncia social con el más genuino horror lovecraftiano. Verde rojo anaranjado es a mi parecer el más flojo de la recopilación y trata del retiro y aislamiento voluntario de un chico de la sociedad. Finalmente, Las cosas que perdimos en el fuego es un alegato feminista en el que sus protagonistas deciden algo terrible para acabar con la amenaza machista. No es el único relato de los doce que componen el libro en el que Enríquez muestra su feminismo; tal vez sea impresión mía, pero la mayor parte de los hombres que desfilan por sus páginas son burdos, insensibles o enojadizos.
 
            En conclusión, relatos interesantes, bien escritos y un par de ellos, excelentes. Si les apetece pueden continuar después con el recién salido Los peligros de fumar en la cama, una recopilación de cuentos escritos con anterioridad. Yo por el momento me doy satisfecho con estos doce relatos.

domingo, 14 de mayo de 2017

"Tainaron" de Leena Krohn

Tainaron de Leena Krohn            Tainaron es una obra atípica. Escrita en 1985 por una autora finlandesa poco conocida, ha sido rescatada a principios de este año por Nórdica para el mercado español. Este libro nos devuelve cierta esperanza en el mundo editorial, y constituye un  buen ejemplo, del que debemos alegrarnos, de que los intereses que prevalecen, sobre todo en sellos pequeños, no sean siempre mercantilistas. Está claro que Leena Krohn no es una autora muy popular, y que su libro pasará desapercibido (si no lo ha hecho ya) puesto que apenas ha suscitado comentarios en los medios desde su publicación, algo que no creo que sorprenda a nadie. Con esta reseña aporto mi grano de arena infinitesimal para dar a conocer esta curiosa obra que fue nominada al World Fantasy Award en 2005.
 
            El título del libro hace referencia al cabo más austral en el Peloponeso, en cuyas proximidades, según la mitología, existe una cueva que permitió a Hércules entrar en el inframundo y capturar a Cerbero. En el libro de Krohn, Tainaron no es el hades sino un mundo de insectos que llevan una vida muy similar a nosotros los humanos. El hecho de que los protagonistas de la novela sean insectos no debe llevarnos a pensar que se trata de un libro infantil. Y, aunque lo diga Jeff Vandermeer, encuentro que tiene muy poco que ver con la obra de Kafka. ¿Es posible que Vandermeer hiciera esta afirmación pensando en el protagonista de La metamorfosis despertándose una mañana convertido en un horrible insecto? Los moradores de Tainaron, aunque son insectos, viven en una ciudad, tienen sus comercios, se visten, trabajan para sobrevivir.., sin embargo su naturaleza no humana confiere a sus vidas una serie de peculiaridades que permiten a Leena Krohn reflexionar sobre la vida y la muerte de una forma original, poética y adulta, que desde mi punto de vista tiene poca relación con la angustia y el aislamiento que siente el protagonista del conocido relato de Kafka.
 
            La obra, no sé si llamarla novela, (algunos la denominarán artefacto literario, pero en Universo de pocos somos un poco maniáticos y nunca nos ha gustado esa expresión, que siempre nos ha parecido excesivamente tosca para una creación artística) se compone de cartas escritas por alguien que está de visita en Tainaron y del que no llegamos a saber ni siquiera su nombre. Krohn tampoco se muestra interesada en revelarnos nada sobre el destinatario de estas misteriosas cartas. Mi duda sobre si llamarla novela estriba en que carece de acción, ni siquiera se distinguen las partes que suelen caracterizar toda obra de ficción como son el planteamiento, el nudo y el desenlace. Estas cartas, que nunca son contestadas, alumbran breves y valiosos retazos del mundo de Tainaron y de sus peculiares gentes. Escritas con gran lirismo, en ellas Krohn vierte  imágenes poderosas, algunas de ellas de una belleza turbadora, otras sin embargo pueden resultarnos inicialmente desagradables, pero la prosa de la autora se encarga de que siempre sean fascinantes. A través de estas misivas conoceremos a la reina condenada a procrear, nos internaremos en el hades de Tainaron donde llevan a sus muertos, conoceremos al medidor que utiliza su propio cuerpo como patrón, sabremos de su príncipe, al que todos parecen ignorar, y descubriremos otros insólitos personajes y otras extrañas costumbres.
 
            Como ejemplo de lo que podemos encontrarnos en el libro, una reflexión que se hace la protagonista a cuento de las metamorfosis que sufren algunos de los habitantes de Tainaron:
            "También nosotros cambiamos, pero lo hacemos gradualmente. Estamos acostumbrados a cierta persistencia y la mayor parte tenemos una identidad que en mayor o menor medida permanece estable. Aquí eso es diferente. Continúa siendo un misterio para mí cuál es en realidad la conexión entre dos vidas consecutivas. ¿Cómo puede un individuo que cambia tan completamente decir que es de alguna manera el mismo que antes? ¿Cómo puede proseguir? ¿Cómo puede recordar?"
 
            Dicen que los buenos licores deben ser bebidos lentamente y a pequeños sorbos para saborearlos en su plenitud, de la misma forma este libro para ser apreciado debe ser leído carta a carta, deteniéndose y releyendo en muchas ocasiones los fragmentos para apreciarlo como merece. No gustará a todos, pero si se animan a leerlo procuren hacerlo sin prejuicios.

viernes, 28 de abril de 2017

"Visión ciega" de Peter Watts

Visión ciega de Peter Watts            Son muchos los que consideran Visión ciega una de las novelas más importantes de la ciencia-ficción de los últimos años. No hay más que echar un vistazo en la blogosfera para ver la cantidad de comentarios que suscitó. Tras su publicación en España hace ya ocho años leí varias críticas y en general resultaron ser positivas, pero incluso en las más favorables se lamentaban de la confusa escritura de Watts. Esta lapidaria reseña de César Mallorquí logró disipar las dudas que me quedaban. Las pegas que le encuentra Mallorquí son completamente razonables y muy convincentes hasta el punto de que sólo después de todos estos años me he animado a comprobar por mí mismo si son justas. Ahora que he leído el libro he de decir que estoy bastante de acuerdo con todo lo que dice Mallorquí en su blog. La novela parece estar escrita para que se entienda lo menos posible, la trama es confusa, un disparatado vampiro desempeña un papel importante en la trama y los protagonistas parecen sacados de la feria de los horrores. Y si bien todo esto es cierto, y bastaría para desechar cualquier novela hay que reconocer también que posee importantes valores que intentaré destacar.
 
            Los relatos sobre el primer contacto con extraterrestres por clásicos que sean nunca han dejado de interesarme y Watts consigue darles una nueva vuelta de tuerca. Creo que puedo decir sin equivocarme que se trata de uno de los temas más queridos para los aficionados al género. Novelas que incluyen alienígenas las hay a cientos, pero en las que se cree una criatura científicamente plausible y que no resulte ajena en exceso no hay tantas. Desde los marcianos de  Una odisea marciana de Stanley G. Weinbaum hasta los “Anfitriones” de Embassytown de China Miéville podemos encontrar alienígenas para todos los gustos; a este variado repertorio ahora podemos añadir los trepadores de Visión ciega. Los seres concebidos por Peter Watts además de ser enormemente verosímiles plantean interesantes cuestiones sobre la inteligencia, lo que para mí supone el mayor aliciente del libro.
 
            Visión ciega nos hace reflexionar sobre la consciencia. ¿Para qué sirve? ¿Cómo surgió a lo largo de la evolución? ¿Qué ventaja supone para la supervivencia? ¿Podría existir inteligencia sin consciencia? Cuestiones estas que muy pocas obras de ciencia-ficción suelen abordar siendo éste un género, creo yo, especialmente adecuado para ello. En el futuro de 2082 que describe Watts mucha gente prefiere huir de la realidad y con el fin de “soñar” una vida mejor se conecta a “Paraíso”. La culpable de esta escapada generalizada a una realidad virtual para Watts es la consciencia. Seres menos conscientes o a punto de prescindir de la consciencia, como los vampiros que se saca Watts de la manga, no correrían ese peligro según el autor canadiense.
 
            Existen momentos en la novela de verdadero terror que nos hacen recordar la película Alien. Especialmente escalofriante es todo lo que les ocurre a los personajes al entrar en el artefacto alienígena (Rorschach), y lo consigue a pesar del poco interés del autor por ser comprensible. También cabe destacar el primer contacto con los extraterrestres. No puedo decir, sin embargo, que el mérito estribe en la prosa de Watts, que poco ayuda a transportarnos a ese mundo hostil y enajenante. Sólo el enorme interés y atractivo que suponen para el aficionado a la ciencia-ficción este tipo de relatos y la propia imaginación del lector pueden suplir estos escollos estilísticos.
 
            Entre los defectos de la novela que se suelen mencionar está la poca empatía que inspiran  los personajes. Es verdad que no resultan demasiado simpáticos y que son todos muy raros, pero el problema que yo veo es que a pesar de sus extremadas anomalías y singularidades, (al protagonista le han eliminado un hemisferio cerebral, la lingüista tiene personalidad múltiple, el biólogo tiene toda clase de añadidos en su cuerpo, el que está al mando es un vampiro), no están suficientemente perfilados ni resultan memorables. El mayor despropósito es el caso del vampiro. Hay que ver la película que se monta Watts sobre una raza de vampiros que se extinguió en el pasado debido a un detalle completamente estúpido, que no voy a desvelar, para hacerlos creíbles. Para justificar su brillante idea proporciona diversos detalles científicos sobre su morfología y su manera de pensar. ¿Qué quieren que les diga? A mí un señor adulto que se pasa toda la novela chasqueando la lengua sólo me produce risa. Dicen que sí, que tiene su justificación al final de la novela, pero podría haber logrado el mismo efecto con una inteligencia artificial o un robot.
 
            Peter Watts tenía un material realmente fantástico para crear una gran novela, pero el estilo confuso, una ambición literaria que lo convierte la mayoría de las veces en ininteligible y unos personajes excesivos echan a perder la obra. Habría que estar en la cabeza de Watts para poder seguir sus diálogos o muchos de sus razonamientos. Sólo una enorme amor a la ciencia-ficción y una tenaz paciencia para leer cada frase dos o tres veces permiten llegar hasta el final del libro. Tampoco me convence el tono lúgubre y descreído, estilo novela negra, en que está narrada la historia, sobre todo siendo quién es el narrador. ¿No habíamos quedado en que funcionaba como una habitación china? En resumen, muy buenas ideas, interesantes especulaciones, buenos propósitos, pero escasa literatura. Ustedes verán si compensa.