Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

Universo de pocos

martes, 25 de julio de 2017

"Carbono modificado" de Richard Morgan

Carbono modificado de Richard Morgan            La editorial Gigamesh, que lleva un año imparable, ha reeditado esta novela de Richard Morgan publicada antes por Minotauro con el título de Carbono alterado (en inglés, Altered carbon, 2002). Esta nueva traducción, según se dice en la presentación del libro, está avalada por el propio Morgan, que habla con fluidez el castellano, así que no voy a entrar a comentar las distinciones semánticas entre los vocablos “alterado” y “modificado”. En cualquier caso, me alegro de que se haya reeditado esta notable fusión entre novela negra y ciencia-ficción.

            El planteamiento inicial de Carbono modificado es el clásico en una novela negra, es decir, la investigación de un incomprensible crimen. Lo sorprendente, y aquí ya entran elementos de ciencia-ficción, es que la víctima y el adinerado hombre que contrata los servicios del protagonista para averiguar lo sucedido son la misma persona. Esto es posible gracias a lo que llaman el “reenfundado”, que consiste en la introducción de la personalidad de alguien en otro cuerpo que puede ser un clon del original, un cuerpo ajeno o incluso uno creado artificialmente. En el futuro en el que se desarrolla la novela todas la personas llevan insertado en la nuca un diminuto dispositivo denominado pila cortical que almacena tanto su conciencia como sus recuerdos. La pila cortical permite que la muerte no sea definitiva y que baste con introducir este dispositivo en otro cuerpo, lo que denominan enfundado, para que cualquiera vuelva a la vida. Sin embargo, debido al coste que supone, sólo los más poderosos pueden permitirse almacenar clones de sí mismos. Morgan sabe aprovechar los recursos narrativos que le proporciona esta tecnología y además de una atractiva intriga detectivesca logra escribir una trepidante novela de acción. Como suele ser habitual en este tipo de tramas nadie es quien parece ser, el relato da bastantes vueltas y sólo tras muchos trompicones, disparos, desengaños, mucho sexo y violencia llega a su fin. Morgan lo hace bien, aunque puede que se le vaya un poco la mano con los continuos giros que da la historia. Hay quien dice que es poco original, que la idea de recuperar la personalidad tras la muerte ya se le había ocurrido antes a Greg Egan, pero, aparte de la dificultad que supone  inventar algo nuevo, es bastante habitual en el mundo literario utilizar ideas de otros escritores si éstas cuentan con potencial de sobra. Que se lo digan a Wells, ¿cuántos  relatos se han escrito y se escribirán sobre viajes en el tiempo? O a Karel Capek, al que se debe el término robot. La idea de la pila cortical es demasiada buena y estoy convencido de que en el futuro proliferarán las narraciones que se  aprovecharán de ella. Sin ir más lejos la novela Tocando fondo (Down and Out in the Magic Kingdom, 2003) de Cory Doctorow también se basa en este concepto.

            Existen muy buenos ejemplos de novela negra dentro de la ciencia-ficción y yo tenía la creencia de que además abundaban, sin embargo al ponerme a pensar en títulos no he logrado encontrar tantos. Si tuviera que confeccionar una lista, sin lugar a dudas la encabezaría con el extraordinario El hombre demolido de Alfred Bester; muchos pondrían a continuación el sobrevalorado Neuromante de William Gibson, aunque yo prefiero mil veces antes Cuando falla la gravedad de George Alec Effinger. Podríamos considerar también pertenecientes al subgénero la ingeniosa aunque dilatada en exceso Gente de barro de David Brin, la imaginativa La ciudad y la ciudad de China Miéville, quizás Cuarentena de Greg Egan... ah, y las novelas de Lavie Tidhar (que por cierto no salen muy bien paradas en este blog), pero no existen tantas obras como cabría esperar en principio[1]. Es una verdadera lástima, sobre todo para los que disfrutamos de este mestizaje de géneros. Por suerte, con Carbono alterado Morgan inicia una serie con el mismo protagonista que se desarrolla dentro del género de la novela negra y que tiene como elemento común el mismo protagonista. Sólo nos cabe esperar que el resto de novelas de la serie tenga la misma calidad.

[1] No incluyo las obras de Asimov con el robot detective Daneel Olivaw, que considero novelas policiacas pero no novela negra.

miércoles, 12 de julio de 2017

"Cáscara de nuez" de Ian McEwan

Cáscara de nuez de Ian McEwan            Evidentemente esta novela tiene poco que ver con la ciencia-ficción, sin embargo no me he podido resistir a reseñarla aquí por estar narrada nada más y nada menos que por un feto, una idea que me parece digna de un autor de ciencia ficción. A decir verdad, McEwan no ha sido el primero, existe un viejo relato de Brian W. Aldiss, que pueden encontrar En la estrella imposible, titulado Psíclopes en la que un embrión humano se comunica telepáticamente con su padre. El relato está contado en primera persona desde el punto de vista del feto y cuando su padre establece contacto por primera vez con él se lleva una buena sorpresa, pues no acaba de comprender que exista algo que no sea él, puro solipsismo. En cambio el protagonista y narrador de Cáscara de nuez es en todo momento consciente de ser tan sólo un feto y sabe que flota en el líquido amniótico dentro del cuerpo de una mujer a la espera de nacer. El gran mérito de McEwan es haber logrado escribir íntegramente una novela con la considerable limitación que supone un narrador encerrado durante todo el tiempo en el útero materno. McEwan demuestra aquí su experiencia y solventa el difícil reto con mucho humor y talento.

            Lo primero que choca de  Cáscara de nuez  es la personalidad arrolladora que el escritor inglés confiere a su hombrecito en ciernes. No llegamos a conocer su nombre, pero sí sus gustos, que no son precisamente los de un bebé ni tampoco los de una persona común. Las preferencias de la criatura están perfectamente asentadas y sería fácil imaginar que el Nesquik o los helados estarían entre ellas, pero no, lo que le gusta es el vino francés y no el de cualquier añada. Además de tener ideas bien claras sobre gastronomía, el nonato se permite opinar sobre cualquier tema ya sea de política internacional, del calentamiento global, de teorías agoreras sobre el futuro y de poesía inglesa. Nada se le escapa y así acaba por resultar el personaje más cabal de la novela. La arriesgada decisión de convertir al embrión en una especie de adulto (yo me imagino al propio McEwan encogido en posición fetal dentro del útero materno), aunque pueda parecer en principio algo descabellado, es uno de los grandes aciertos de novela, con el que el autor además de un punto de vista diferente imprime gran comicidad al relato. A pesar de la erudición que demuestra el protagonista, lo cierto es que sólo puede tener una precepción sesgada de la realidad y desde su encierro natural debe construir su mundo a partir de lo que escucha a su alrededor, esto es, de los zarandeos que le ocasiona su madre y de los alimentos que esta ingiere. Así, por las conversaciones que mantiene su progenitora con su amante deduce que su padre corre peligro y por lo tanto también su propio futuro como niño. En realidad la  anécdota que se narra es escasa y McEwan, que conoce las limitaciones que conlleva tener a su narrador enclaustrado, no alarga la novela innecesariamente por lo que logra que sus 217 páginas parezcan pocas.

            El McEwan que hace ya bastantes años nos incomodaba con los relatos incluidos en Entre las sábanas y con su novela El Jardín de cemento, o nos horrorizaba con El inocente, ha dado paso a un escritor más sosegado, irónico y de gran sentido del humor como demostró en Solar, una de sus últimas novelas. Se trata de una evolución natural y si McEwan ha demostrado algo es su capacidad de no repetirse. En cualquier caso he de decir que echo de menos un poco al McEwan más lóbrego y terrible.

            En definitiva una novela breve, muy divertida, con diálogos chispeantes y situaciones inconcebibles, que sólo la inusual perspectiva de un feto pueden proporcionar. Un libro además que cuenta con un protagonista único y entrañable, cuyo mayor deseo es poder tener su oportunidad y venir al mundo. No sabe lo que le espera.