Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

Universo de pocos

martes, 22 de diciembre de 2015

"La casa de la muerte" de Sarah Pinborough

Portada de "La casa de la muerte" de Sarah PinboroughSi no hubiera sido por los buenos comentarios que ha recibido esta novela posiblemente nunca me habría fijado en ella. El resumen de la contraportada nos hace pensar en un libro más de epidemias y catástrofes pero para Sarah Pinborough la enfermedad, de la que apenas nos aporta datos, no es más que un pretexto para reunir a unos chicos que han perdido toda esperanza en un sanatorio donde pasarán sus últimos días. El sanatorio, con la sombra de la muerte cerniéndose sobre cada uno de sus residentes, se convierte en un microcosmos donde los muchachos han de enfrentarse tanto a lo bueno como a lo malo de la vida, de una manera prematura. Este reducido escenario funciona además como un amplificador de sus sentimientos; así el compañerismo, la rivalidad, la injusticia el amor, el sexo y la muerte son vividos por los protagonistas de La casa de la muerte con la intensidad de los que están condenados a morir. En El señor de las moscas de William Golding, libro mencionado por Pinborough en varios momentos de la novela, unos muchachos de buena educación van a parar a una isla tras un accidente aéreo y allí deben sobrevivir sin la ayuda de los adultos para acabar convirtiéndose en unos salvajes. Por el contrario, en La casa de la muerte, el protagonista se muestra mucho más indómito y hosco al comienzo de la novela que al final; se va transformando paulatinamente hasta llegar a ser una persona mucho más sensible y bondadosa al término del libro.

Escrita con gran sencillez, la historia transcurre sin grandes sorpresas ni golpes de efecto. Los personajes son verosímiles y están muy bien retratados hasta el punto de que mientras vamos pasando las páginas nos imaginamos que somos un adolescente más gracias a la habilidad de la autora para reflejar la psicología de los muchachos. Amamos con la misma pasión, nos obsesionamos con la opinión de los demás acerca de nosotros mismos y nos reímos con la misma intensidad por cosas intrascendentes. Después de libros como Southern Reach y Justicia Auxiliar pensaba que mi corazón se había encallecido definitivamente y que sería incapaz de sentir emoción alguna. Puede que sea por la proximidad de la navidad o porque me estoy haciendo mayor, lo cierto es que esta novelita juvenil ha conseguido conmoverme más que ninguna otra este año.

Puede que Pinborough haga un poco de trampa, ahorrándose muchas explicaciones, pero la historia de amor está narrada con tanta sensibilidad y ternura que consigue que nos olvidemos de todos los defectos. Eso sí, preparen los pañuelos antes de ponerse a leer el libro.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Estación once de Emily St. John Mandel

Portada de "Estación once" de Emily St. John Mandel Aunque pueda parecerlo no todas las historias post-apocalípticas son iguales. La carretera de Cormac McCarthy con su lirismo de la desolación y su énfasis en el mal inherente al ser humano es muy diferente a La tierra permanece de George R. Stewart, más centrada en la decadencia de la sociedad tras una catástrofe, aunque ambas obras comparten una visión pesimista de la humanidad. En Soy leyenda de Richard Matheson la humanidad se transforma en algo que desde nuestro punto de vista es repugnante y terrorífico. En El día de los trífidos de John Wyndham los protagonistas se afanan en sobrevivir en un medio hostil. Muerte de la hierba de John Christopher es una de las novelas más desesperanzadas y crueles con el género humano que se han escrito anticipándose décadas a Cormac McCarthy; el autor describe un mundo en el que no sobrevive el mejor, sino el más despiadado. Por no hablar de las novelas de Ballard con sus paisajes surrealistas y las involuciones psíquicas de sus personajes. Estos son sólo ejemplos de un subgénero que se ha puesto demasiado de moda en los últimos años, en parte debido a series de televisión, en parte a la profusión de zombis en todo tipo de medios y también al éxito de La carretera. Exceso que puede haber devaluado un género que tiene obras muy dignas.
 
Estación Once de Emily St. John Mandel nos cuenta las vidas de una serie personajes antes y después de que se produzca una pandemia que ha asolado el mundo: la gripe de Georgia. Ninguna de las historias que componen la novela destaca especialmente por su originalidad, precisamente la habilidad de la autora estriba en saber entrelazarlas adecuadamente para reforzar el argumento y avivar los momentos dramáticos de la narración. De manera que en este caso podría afirmarse que el todo supera a la suma de las partes.
 
Buena parte de la acción transcurre antes de que se produzca la catástrofe, y es que el pasado de los personajes tiene gran importancia en lo que ocurre en la novela. Un pasado, por otro lado, tan fantástico, con tantos y maravillosos artilugios que han dejado de funcionar: frigoríficos, aviones, móviles, ordenadores, etc., que para los nacidos después de la epidemia parece extraído de un cómic de ciencia-ficción. Y allí es donde se diferencia Estación Once de otras novelas apocalípticas en las que normalmente hay una crítica a los excesos de nuestra civilización, excesos que han alterado los ecosistemas, provocando inundaciones, sequías, virus, o cualquier tipo de catástrofe natural. Emily St. John Mandel, por el contrario, a través de las numerosas remembranzas de los personajes, parece realizar una exaltación de los logros de la humanidad.
 
El cómic titulado Estación Once, que uno de los protagonistas dibuja y escribe y con el que desahoga su soledad, tiene gran influencia sobre la trama. Muchas de las frases que dicen los personajes del cómic cobran posteriormente tras la epidemia un significado especial:
      "No estamos hechos para este mundo. Dejadnos volver a casa."
       "Los habitantes de Inframar siempre están esperando. Se pasan toda la vida a la espera de que sus vidas comiencen".
 
Quizás la autora fuerce en exceso la suspensión de la incredulidad del lector al hacernos creer que prácticamente todos los protagonistas de la novela, relacionados entre sí por el actor que hace de Rey Lear al comienzo del libro, no sólo sobreviven a la mortífera epidemia sino que terminan reencontrándose.
 
Finalmente me gustaría comentar un hecho curioso, no sé si casual o premeditado. Uno de los personajes principales se llama Arthur, lo cual no tiene nada de raro, lo llamativo es que su mejor amigo, que por cierto es homosexual, se llame Clark. Exacto, recuerda mucho al nombre de cierto escritor británico. Aún más llamativo es que la autora fuera galardonada por este libro con el premio Arthur C. Clarke.
 
Que nadie espere encontrar hordas de zombis desmembrándose ni escenas de voracidad antropofágica. Sin ser una obra maestra, Estación Once posee unos personajes con los que uno logra encariñarse, incluso los malvados son más bien dignos de lástima, una historia agradable de leer y con momentos de gran emoción, que yo recomiendo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

A la deriva en el mar de las lluvias y otros relatos

A la deriva en el mar de las lluvias y otros relatos La publicación y traducción de relatos recientes de ciencia-ficción era algo que hacía falta en el mercado español desde hacía tiempo. Parece que en los últimos años se le ha querido poner remedio con diversas antologías que han ido apareciendo en el mercado como las de Terra Nova y ésta que nos ocupa. También gracias a la encomiable labor de Marcheto y de su blog Cuentos para Algernon hemos tenido la oportunidad de vislumbrar lo que se cuece en otros lugares.
Pero vayamos con los relatos que componen el libro y que han sido seleccionados por Mariano Villarreal.

La señora astronauta de Marte de Mary Robinette Kowal es un relato que me desconcierta. La historia se sitúa en una realidad alternativa en que se ha colonizado Marte en los años sesenta y se utilizan ordenadores que funcionan con tarjetas perforadas. Siempre he visto las ucronías como un juego de extrapolación cuyo fin último es analizar una época histórica, o la de entretener sin más. Sin embargo, Kowal parece servirse de ella con el único propósito de poder escribir la frase final con la que termina el relato. Toma elementos de aquí y de allá, un poco de Crónicas Marcianas, un poco de ucronía, un enfermo terminal... para escribir un relato que a mí me resulta artificial. La autora mezcla estos ingredientes de forma deliberada para lograr el tono nostálgico de la narración y arrancarnos unas lágrimas al final.

Algoritmos para el amor de Ken Liu es un inquietante relato en el que el autor se vale de unas muñecas inteligentes para hablar de la mente humana. La protagonista después de aplicar la lógica hasta sus últimas consecuencias llega a una conclusión aterradora. Relato correcto, con buenas ideas al que puede que le falte algo de chispa.

Frigonovia de Will McIntosh parte de una idea original y atrayente pero el autor no sabe dar con el tono del relato. En ocasiones, sobre todo en su parte final con todos esos pasajeros (me temo que deberéis leer el relato para entenderlo), parece más bien un vodevil y en cambio otras veces uno duda de que pretenda ser cómico. Además, la protagonista, ante un hecho tan insólito como ser reanimada, no parece sorprenderse demasiado.

Regreso a casa de Mike Resnick es un gran relato, el mejor de toda la selección según mi opinión. Es una historia muy bien concebida, en el que nada sobra y que logra conmover sin caer en sentimentalismos. Buena ciencia ficción que trata del abismo generacional en un futuro en el que los viajes espaciales son posibles. El autor además nos regala el esbozo de algunos de los extraños mundos a los que viaja el protagonista.

En La verdad de los hechos, la verdad del corazón Ted Chiang realiza un análisis de lo que supondría sustituir nuestra memoria por un registro de datos obtenido mediante una cámara personal y un software de búsqueda. La cuestión que se aborda es la de pasar de una memoria subjetiva, que vamos alterando con el tiempo a conveniencia de nuestra conciencia y que por lo tanto no es de fiar, por otra objetiva e invariable. El autor realiza un paralelismo entre este avance y lo que supuso en el pasado la llegada de la escritura a un pueblo que carecía de ella. Un interesante relato aunque su tono a veces discursivo lo hace algo denso.

Si fueras un dinosaurio, amor mío de Rachel Swirsky, es un curioso relato mezcla de inquietante poema infantil y denuncia social. Un relato cautivante a pesar de su brevedad.

La Amaryllis de Carrie Vaughn es un relato post-apocalíptico bien escrito y correcto que no creo que levante entusiasmos. Tiene cierto interés el futuro en el que se desarrolla la historia, aunque suena a ya visto y la trama que se narra es bastante anodina.

A la deriva en el mar de las lluvias de Ian Sales es el más extenso de los relatos. Cayendo en la parodia fácil podría decirse que es una extraña mezcla de CFH con algún EE que bien podría haber salido de una PIJ. Y es que el relato es un batiburrillo de siglas. Del autor puede decirse que además de instruido es generoso ya que no tiene inconveniente en compartir con los lectores sus extraordinarios conocimientos en aeronáutica y desde las primeras páginas nos demuestra que se sabe al dedillo el manejo de los diferentes Apolo. Con todo esto Sales logra que la lectura se convierta en una tarea bastante ardua, aunque, eso sí, muy instructiva. A pesar de todo, y gracias a que son sólo cincuenta páginas, merece la pena leerlo.

CFH : ciencia ficción hard
EE: elemento esotérico
PIJ: película de Indiana Jones

En conclusión una interesante selección que acaba sabiendo a poco. Espero que pronto lleguen más.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Sopor auxiliar

Justicia auxiliar de Ann Leckie    A pesar de los muchos premios recibidos comencé la lectura de Justicia auxiliar de Ann Leckie con muchos prejuicios. Todas las alarmas detectoras de peñazos saltaron cuando oí hablar por primera vez del libro y supe que se trataba de una space opera. Por si eso no fuera suficiente, resulta ser el primero de una trilogía y es que normalmente una cosa va unida a la otra. Debo decir que no soy precisamente un amante de la space opera, subgénero que tiendo a relacionar con la ciencia-ficción más arcaica, la que escribieron E.E. Smith, o Jack Williamson hace casi un siglo. Se trataba de literatura pulp enfocada al entretenimiento en la que se repetían los peores tópicos de la ciencia-ficción. Según dicen, desde hace algunos años la space opera ha sufrido una gran renovación y las obras actuales poseen mayor profundidad. Lo cierto es que lo que antes resultaba ser una lectura ligera sin otra pretensión que la de entretener ahora se ha convertido en una labor fatigosa en la que hay que estar dispuesto a enfrentarse a voluminosos tomos, trilogías o series interminables. Si no me he animado con lo que se considera una obra maestra de la literatura universal como Guerra y paz por su extensión, ¿cómo voy a hacerlo con La Estrella de Pandora de Peter F. Hamilton, o con Espacio revelación de Alastair Reynolds por poner dos ejemplos que además forman parte de una serie? En cualquier caso estoy dispuesto a enmendarme si alguien logra convencerme de que merecen la pena.
 
        Dicho esto, leí los primeros capítulos de Justicia auxiliar esforzándome lo más que pude en ver lo positivo. Sin perder el ánimo a pesar de lo poco que ayudaba la redundante prosa de la autora, fui dejando atrás soporíferos capítulos hasta que por fin la trama logra animarse. Antes he tenido que sufrir tediosos diálogos, con las protagonistas arqueando las cejas, frunciendo el ceño, esbozando sonrisas, corroborando o asintiendo mientras se atiborran de té. Sin embargo todo es un espejismo, tras unos pocos capítulos emocionantes la autora vuelve con sus aburridos y reiterativos dilemas y las insulsas costumbres del Radch (nombre del imperio en el que se desarrolla la novela). Aunque la historia ocurre en un futuro lejano con deslumbrantes naves espaciales, poderosas inteligencias artificiales y extraordinarios avances tecnológicos los personajes se comportan como si hubiéramos retrocedido a la época victoriana. Los numerosos mundos que han conquistado y todos los progresos alcanzados sólo han servido para que la gente continúe adorando a dioses a los que les sobran brazos (Amaat) y haya olvidado distinguir entre los diferentes sexos. Sí, porque el lenguaje de los Radchar no hace distinción de géneros, de manera que todo está narrado como si todos los personajes fueran femeninos. Parece un capricho de Leckie que no tiene mayor trascendencia en la obra.
 
        Uno de los pocos aciertos de la autora es haber concebido una protagonista compuesta por varios cuerpos humanos llamados auxiliares, los cuales forman una extraña y compleja entidad controlada por una inteligencia artificial. Estas inteligencias son las que gobiernan las naves espaciales y constituyen lo más destacado de la novela aunque pienso que la autora no las aprovecha lo suficiente. La historia está contada desde el punto de vista de una de estas entidades múltiples por lo que en algunos momentos se nos narran varios hechos simultáneos vistos a través de los ojos de sus diferentes auxiliares. Esto en manos de un escritor más competente daría un enorme juego narrativo. Lo que si le enseñaron en el Clarion (Ann Leckie se graduó en el Clarion como cualquier escritor de ciencia-ficción que se precie hoy en día), es a alternar capítulos que se desarrollan en periodos narrativos diferentes hasta converger en uno de los pocos clímax del libro. Por lo demás escribe sin imaginación (no hay un sólo símil o metáfora en todo el libro) y demuestra poseer una capacidad nula para la sugerencia. Podría pensarse que lo hace a propósito por ser quien es la protagonista, pero si la autora ha concebido a su heroína como una amante de la música (canta a todas horas) también la podría haber dotado de una mayor capacidad literaria y así habernos evitado una lectura tan monótona.
 
        Justicia auxiliar, a pesar de todos los galardones, parece escrita entre sorbos de té por la socia de honor del club de lectura de Jane Austen en Conshohocken (Pennsylvania).

viernes, 30 de octubre de 2015

Monos y algún que otro sapo


Portada de "Trece monos" de César MallorquíAntes de ponerme a escribir esta reseña he hecho algo que no debería hacer nunca ningún crítico, leer otras reseñas. Mira que me di prisa en comprar Trece monos de César Mallorquí, aún así se me adelantaron y a los pocos días de su publicación ya aparecieron los primeros comentarios en internet. Todos parecen estar de acuerdo en decir que sus relatos son clásicos, lo que no sé si es una manera eufemística de decir que es bueno pero está anticuado. Incluso algunos insinúan que sus futuros apenas se diferencian del presente y que no se tiene en cuenta la singularidad tecnológica (de momento presunta singularidad). En estos tiempos de presuntos estafadores, de presuntos estadistas y de presuntos reseñadores (que conste que lo digo por mí) hay que colocar siempre el adjetivo presunto delante de cualquier cosa que no esté demostrada. No conozco a César Mallorquí en persona, pero tengo la impresión de que lo que ocurra después de la presunta singularidad le interesa tanto como los ritos de apareamiento de los nematomorfos de la constelación de Abell 1835 IR1916. Por otro lado los mejores relatos de ciencia-ficción nunca han pretendido predecir el futuro. O si no que se lo pregunten a Robert Silverberg, a Fredric Brown, Stanley G. Weinbaum, Alfred Bester o a tantos otros.
 
César Mallorquí es un tipo sensato, que me cae bien, al que conozco sobre todo por los comentarios de su blog (no voy aquí a contar su vida y obra, para eso ya está el prolijo y exaltado prólogo de Juanma Santiago). Además he leído alguno de sus relatos más conocidos como El rebaño, La pared de hielo o Materia oscura. Son de lo mejor que se ha escrito y el último está entre mis favoritos.
 
La mayoría de los relatos que componen Trece monos son más humorísticos y menos ambiciosos que los antes mencionados y unos cuantos son claramente de relleno. Los más interesantes resultan ser también los más extensos. Así, El decimoquinto movimiento cuenta una historia muy sugerente con el ajedrez como fondo. Fiat Tenebrae es un gran relato que podría haber sido excepcional si no fuera por el final que a mi juicio le resta convicción. En muchos de los cuentos de Mallorquí, del que siempre he pensado que era un ateo convencido o por los menos un descreído de las religiones, aparece la figura del diablo (llevado al mayor protagonismo en otra de su novelas más conocidas, La catedral). Yo comprendo que Satanás estéticamente resulte más atractivo para el autor que Jesucristo o el Creador, pero creer en uno supone creer en el otro. También cabe destacar Naturaleza humana, con una intriga bien llevada y un final desesperanzador. La isla del cartógrafo es una bella historia de amor, Virus es un relato muy breve e ingenioso, Cuento de Verano es hilarante, sin embargo Todos los pequeños pecados me parece un poco sensiblero. El resto lo componen relatos navideños previamente publicados en su blog, que aún siendo entretenidos no parecen dignos de una antología como ésta. Da la impresión de que encargaron el libro a Mallorquí y el autor utilizó lo que tenía más a mano. Siento decirlo pero Trece Monos es una antología muy irregular, una pena porque pienso que César Mallorquí es un gran escritor de relatos al que se le puede exigir más.

jueves, 15 de octubre de 2015

El peso de la experiencia

Portada de "El peso del corazón" de Rosa Montero Siempre es de agradecer que una autora tan conocida y respetada como Rosa Montero se atreva con la ciencia-ficción. No me imagino ni por asomo a Javier Marías o a Antonio Muñoz Molina haciendo lo mismo. Cabe destacar el desparpajo y la seguridad con los que la escritora madrileña escribe sobre androides, ascensores espaciales, teleportación o mutantes y es que parece haber disfrutado de lo lindo escribiendo El Peso del corazón. La novela se lee de un tirón, posee una trama policiaca con mucha acción, personajes con cierto interés, pero le falta reflexión. Es un poco como una película de Hollywood llena de fuegos de artificio, un Macguffin (en este caso un diamante), un poco de amor, un poco de ambientación post-apocalíptica y con la consabida mascota para dotarla de humor y de ternura. Eso sí en Hollywood eliminarían bastante sexo.

Rosa Montero tiene oficio y eso se nota, sobre todo para alguien como yo que está acostumbrado a leer dudosas traducciones. Sus frases están bien construidas y muchas de ellas son brillantes, conoce la lengua que maneja a la perfección y cuando quiere sabe hacerte vibrar o conmoverte. Aún y todo algo falla. No sé si se debe a que la trama es algo simplona, o a que los personajes no me interesan demasiado, lo cierto es que no logra cautivarme hasta el punto de no poder parar de leer. Tengo la impresión de que le falta originalidad, es como si algunas partes que componen la novela ya las hubiéramos visto antes en una película o en otro libro. Y eso que en el libro se tratan temas importantes como la memoria y la personalidad o de lo efímera que es la vida. Lo que ocurre es que repetir no es lo mismo que profundizar.

Me ha llamado también la atención los nombres dados a sus personajes, empezando por el de la protagonista: Bruna Husky, digno de un videojuego, pasando por Marlagorka y Berrocalino por mencionar algunos. Estos últimos darían para un sainete.

En resumen una novela para pasar un rato entretenido, confío en que la autora siga haciendo incursiones en la ciencia-ficción y que la experiencia adquirida le permita crear una obra más relevante.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Un nido bien hecho

Nido de pesadillas de Lisa TuttleSí, lo sé, los relatos contenidos en Nido de pesadillas de Lisa Tuttle no son de ciencia-ficción. Lo sé pero no he podido evitar incluirlos en esta página, además el panorama actual del género en España no da para mucho. Así que a pesar de lo que dice la cabecera de este blog he incluido una reseña de un libro que no pertenece a la ciencia-ficción.
 
Muy bien escritas, las historias que componen el libro pertenecen claramente al género de terror. Tuttle sabe muy bien infundir desde el inicio el desasosiego, la angustia, la sensación de que algo terrible puede ocurrir en cualquier momento, lo hace sin excederse con los adjetivos, sin escenas sangrientas, sin efectismos, poco a poco, con mucha paciencia, creando el clima adecuado para luego al final darnos el zarpazo final con el que sobrecogernos o revolver nuestra conciencia. Los recursos de los que se vale la autora son los habituales en este tipo de relatos: casas misteriosas, objetos antiguos, leyendas regionales, lo que pasa es que Tuttle los utiliza con maestría combinándolos hábilmente con historias cotidianas. En casi todos los relatos hay un trasfondo sentimental: un problema matrimonial, un conflicto entre madres e hijos, un malestar entre hermanas, etc. Y es ese nexo entre la vida común y el mundo fantástico lo que consigue que las historias de Tuttle sobresalgan del terror ordinario. El problema es que ese "minimalismo" hace que pocos de sus relatos lleguen a perturbarnos, o a impactarnos como puedan hacerlo un cuento de Anna Starobinets o de Karin Tidbeck, por poner dos ejemplos de escritoras que he leído recientemente y que además han sido publicadas por la misma editorial. Bienes compartidos y Volando a Bizancio, quizás sean los relatos menos convencionales y mas alejados del terror. El resto de los relatos tienen mucho en común y tras leerlos uno tiene la sensación de haberse metido en la pesadilla de otra persona y no saber muy bien si lo ocurrido es real o imaginado. De entre estos destacaría La otra madre, La memoria de la madera y El nido.
 
Hablando de la editorial, me ha sorprendido la cantidad de erratas y fallos de sintaxis que tiene el texto. Parece editado con prisa, como si se hubieran saltado las revisiones finales, algo que no recuerdo que sucediera en otros libros de Nevsky Prospects, de la cual siempre he pensado cuidaba todos los detalles. Una verdadera lástima, sobre todo porque no puede decirse que sea un libro barato.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Una de zombis

Melanie de M.R. Carey Algo tienen las historias post-apocalípticas que a todos nos atraen y fascinan. En ese sentido Melanie de M.R. Carey no es diferente y cumple con las expectativas. Supongo que todos nos sentimos identificados con la lucha por la supervivencia en un mundo hostil, y en el que vivir se reduce a encontrar alimentos, agua y a que no te maten. Debe ser un residuo que ha quedado en nuestra mente de cuando éramos cazadores. El problema de este tipo de relatos, y aún más cuando se trata de zombis, es que es difícil contar algo que no se haya dicho antes. Los protagonistas de Melanie (no sé por qué le han cambiado el título del inglés: The girl with all the gifts, algo así como la chica con todos los dones) son tópicos y los hemos visto en miles de películas: la científica sin escrúpulos, el duro militar que al final resulta que tiene sentimientos, la protagonista que actúa llevada por la culpabilidad... Otra cosa es Melanie, ella sola es la que logra que el libro merezca la pena ser leído. Hay algo en esa niña adorable, dominada por algo más fuerte que ella, que me conmueve. Y es que todos somos un poco como Melanie, conscientes muchas veces de que hacemos cosas que no debemos y que, sin embargo, por mucho que luchemos contra nosotros mismos, no podemos evitar hacer.
 
La prosa de M. R. Carey es sencilla y cumple con su cometido, aunque a veces al autor se le cruzan los cables y escribe cosas como esta: "Los recuerdos despiertan en su mente y la inundan de irreales yuxtaposiciones. Casas en las que aspiró en su día vivir pasan fugazmente por delante de sus ojos, achaparradas y oscuras como viudas en un cementerio español, esperando pacientes la resurrección".
 
Las modas suelen causar en mí un fuerte rechazo, tan irrefrenable como el deseo de morder de los zombis del libro al ver a un humano sano. Supongo que por esta razón cuando vi en las librerías que la novelita trataba de zombis no sólo la deseché de inmediato, sino que la olvidé por completo. Sólo cuando supe que había sido finalista del Arthur C. Clarke Award me interesé por ella. Es entretenida y la he leído a gusto, pero dentro de unos años pocos se acordarán de ella.

domingo, 2 de agosto de 2015

Una mirada difícil

Una edad dificilUna de las diferencias entre el género de ciencia-ficción y el de terror es que mientras el primero piensa que el universo puede ser explicado, el segundo mantiene que hay cosas que escapan al entendimiento humano. Los relatos de Una edad difícil de Anna Starobinets se decantan con toda seguridad por lo segundo. Le gusta a Starobinets inquietar, estremecer y aterrorizar aunque sin utilizar los elementos habituales de los cuentos de terror. Para lograrlo no duda en hurgar en lo más recóndito de nuestra alma y sacar a la luz nuestros miedos más ancestrales. En unas ocasiones lo logra más que en otras. Su estilo es sencillo, a veces incluso naif, no sé si lo hace a propósito o no, pero personalmente creo que queda bien ese contraste entre lo que cuenta y cómo lo cuenta. El relato que da título al libro es, sin duda, el mejor y el más elaborado. En él vuelve a dejar patente su obsesión por los insectos (como ya demostró en El Vivo), no obstante el núcleo del relato gira en torno a la adolescencia (Una edad difícil) y a los miedos de una madre ante unos hijos que a medida que crecen se hacen cada vez más extraños. Algunos de los relatos son meros esbozos (La Agencia, Vivos) y resultan menos satisfactorios por la falta de concreción y por dejar hilos de la trama sueltos. Me han gustado también Las reglas y Espero. El primero es un cuento que habla de los miedos infantiles con el que todos podemos sentirnos identificados. El segundo narra la locura de su protagonista a través de hechos cotidianos muy cercanos a cualquiera de nosotros.
Quizás me esperase más, no sé si por los comentarios leídos en internet o por la grata sorpresa que supuso para mí El Vivo. Aún así, y a pesar del precio del libro, merece la pena leerlo, por su extraña y original manera de ver el mundo.

jueves, 9 de julio de 2015

Grandes decepciones

Novelas que son clásicos de la ciencia ficción, que aparecen en muchas listas de las mejores novelas y que, sin embargo, a mí me han supuesto una gran decepción. Ésta será la primera entrada de una serie que aprovecharé para publicar cuando no tenga ninguna reseña de novela de ciencia-ficción reciente. Y es que cada vez me cuesta más encontrar en el mercado español novelas de ciencia ficción que me atraigan.

Dune

Dune (1965) de Frank Herbert
Un exceso de páginas para narrar lo que para mí son aburridas intrigas palaciegas. Los personajes son demasiado afectados y folletinescos y toda la historia está impregnada de un pseudo misticismo de cartón piedra. Como positivo destacar los gusanos de arena y la ecología del planeta con los Fremen como protagonistas, sin duda lo más interesante de la novela. No tuve ánimos para leer las continuaciones


Portada de "Mundo Anillo" de Larry Niven
Mundo Anillo (1970) de Larry Niven
Nunca he conseguido saber qué le encontraba la gente a esta intrascendente novela. He de decir en su defensa que la traducción que leí entonces de Martínez Roca tampoco ayudaba mucho. Recuerdo una trama infantil y una escritura torpe que en ningún momento consiguieron que la historia me enganchara. Ni siquiera el grandioso escenario logró fascinarme lo suficiente como para que me dejara sumergir por la trama. Más entretenidos son algunos de sus libros co-escritos con Jerry Pournelle como La paja en el ojo de Dios o Inferno.


Neuromante
Neuromante (1984) de William Gibson
La novela cyberpunk por antonomasia. La trama en su tiempo me pareció ridícula, creo que lo que se valoró entonces fue su estilismo, que se convirtió en moda. Su descripción del ciberspacio para alguien que ha trabajado en el mundo de la informática durante años resulta cuando menos extravagante. Quizás haya que verla más como una fantasía urbana a la que se ha querido disfrazar de ciencia ficción dotándola de toda la parafernalia de nuevos artilugios y neologismos. Así y todo sus vaqueros, sus yakuzas y sus cielos catódicos sólo lograron infundirme tedio. Tanto es así que no he vuelto a leer nada de Gibson.

sábado, 20 de junio de 2015

Greg Egan es muy duro

Luminoso de Greg EganGreg Egan es muy "hard" y en cada uno de los relatos de Luminoso se afana en demostrarlo. Viste sus historias con la parafernalia hard más recalcitrante haciendo que muchos de sus relatos resulten ilegibles. Lo curioso es que con frecuencia sus historias plantean problemas más próximos a la metafísica que a la ciencia. Estas ideas excitantes son las que al final hacen que sus relatos merezcan ser leídos y que tenga tantos seguidores. El peaje que hay que pagar para llegar hasta el final no es asumible para todos los públicos, pero como Egan es un tío duro nada de esto parece importarle.
Otros  autores, por ejemplo Asimov, denostado muchas veces por su estilo simple, cuando quiere ser hard sabe explicarse de manera más concisa y clara que Egan. Cojan sino el cuento Paté de foie y compruébenlo ustedes mismos. Los relatos de la ciencia ficción más arcaica solían abusar de las explicaciones científicas y cada uno de los artilugios que aparecían en ese futuro más o menos lejano era explicado con profusión. Greg Egan hace lo propio, aunque de una manera más moderna, describiendo cada gadget que aparece mediante un monólogo interior. Puede que estéticamente sea más resultón hacerlo así, pero no impide que deje de chirriarme y de agotarme. Es como si cada vez que utilizáramos el mando a distancia de la tele nos detuviéramos a pensar en cómo la señal generada por el resonador de cuarzo induce a un led a producir el rayo infrarrojo cuando lo realmente importante es que podemos manipular el televisor desde nuestro asiento. No creo que nadie busque protagonistas inolvidables en sus historias, pero al menos podía esforzarse en que no fuera siempre el mismo tío racionalista, escéptico y profundo conocedor de la mecánica cuántica y de la tecno-biología, que acaba hartando.

Otra pega es que a pesar de todas las explicaciones científicas muchos de sus relatos no resultan verosímiles. Por ejemplo me cuesta creer que el descubrimiento que se lleva a cabo en Eva Mitocondrial, tenga tanta influencia sobre la sociedad. La historia de Fuego plateado que comienza siendo muy interesante no me resulta convincente en su resolución. Me han gustado Motivos para ser feliz, a pesar de su cargante protagonista, por su originalidad y verosimilitud y Sueños de transición por su insólito acercamiento al momento de la muerte. En cambio La Inmersión de Planck puede tomarse como ejemplo del peor Egan: una historia irrelevante para demostrar sus vastos conocimientos sobre agujeros negros. Ininteligible.

Soy consciente de que con esta crítica los escasos lectores de este blog van a reducirse aún más, pero qué le voy hacer. Sois libres de entrar, de seguir leyendo a Greg Egan y de hacer lo que os venga en gana. Yo, por mi parte, después de todo lo dicho, también seguiré leyendo sus relatos. ¿Por qué? Porque a pesar de todos sus defectos tiene ideas brillantes y tengo la esperanza de que algún día logre crear un relato soberbio.

sábado, 6 de junio de 2015

El vivo me dejó muerto

El vivo de Anna StarobinetsLa primera parte de esta original distopía me ha parecido excelente. Las preocupaciones y angustias de Cero y del resto de los personajes de El Vivo de Anna Starobinets se convierten en las tuyas y saber qué destino les ha deparado la autora te empuja a seguir leyendo de manera compulsiva. Hacía tiempo que no conseguían sorprenderme de la manera en que lo ha hecho Starobinets. Con gran habilidad y sutileza, a través de los diferentes puntos de vista de los personajes, de conversaciones, grabaciones, interrogatorios, etc. y administrando muy bien la información, la autora rusa consigue que nos creamos ese futuro y que lo vivamos como si fuera real. Las analogías que realiza de esa sociedad con el de las termitas además de visuales resultan inquietantes (para Starobinets no somos tan diferentes). Las capas de pensamiento son un hallazgo. El uso que hace de las futuras redes sociales, lo que en la novela se conoce como Socio, para profundizar en los personajes es brillante. ¿Dónde está el pero que todos esperáis? La última parte, con esas poco acertadas referencias al cristianismo, no está a la altura del resto del libro. Por otro lado, sirviéndose de unos malos malísimos los acontecimientos se precipitan de forma descuidada, Starobinets avanza con brusquedad como si tuviera prisa por terminar la novela y finalmente deja sin explicar el origen de Cero.

En cualquier caso un libro original, muy distinto a la ciencia ficción que se publica normalmente, un libro que recomiendo con fervor. Una autora a la que seguiré leyendo y de la que intentaré conseguir Una edad difícil o La Glándula de Ícaro, que acaba de salir ahora mismo.
 

jueves, 21 de mayo de 2015

Aceptación: qué remedio nos queda

Aceptación de Jeff Vandermeer El título de esta tercera parte de Jeff Vandermeer debería ser Decepción en lugar de Aceptación. No empezaría por la letra "A" como los demás libros, pero es que quizás deberíamos cambiar el resto de los títulos de la trilogía. El primero podría ser Desconfianza, en lugar de Aniquilación, el segundo Desgana en vez de Autoridad. Son los sentimientos que me quedan después de su lectura. ¿Eran necesarios tres libros para contar esta historia? Ya desde los primeros capítulos del libro me cuesta avanzar en su lectura. El autor opta por alternar el punto de vista en cada capítulo: el farero, Control, Pájaro fantasma (la bióloga que regresó del Área X) y la directora de la agencia Southern Reach. La acción avanza en cada uno de ellos de manera que al final confluye en el esperado final. Las idea no sería mala si hubiera algo que contar, pero da la impresión de que el autor se sirve de ello para posponer las explicaciones y ralentizar aún más la acción. Uno termina por cansarse de tantas garzas, chochines y zarapitos. Estamos en el tercer libro de la trilogía y todavía nos sabemos qué puñetas pasa en la dichosa Área X: hay una torre extraña, unos monstruitos y una misteriosa inscripción; todo esto ya se nos había presentado en la primera parte. Y yo quiero saber qué objetivo tiene todo esto. Sin embargo, Vandermeer se empeña una y otra vez en hastiarnos con descripciones coloridas de nutrias, cardos y búhos y de la psique de los antipáticos personajes. ¿Es que existe una relación entre una cosa y la otra? Debo reconocer que no tengo muy claro lo que pretendía Vandermeer con esta obra, aparte de confundirnos y aburrirnos a partes iguales.
COMIENZO SPOILER
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Aquí va mi interpretación. Cada uno de los personajes, tras entrar en el Área X, se transforma en otro ser que los representa o simboliza mucho mejor que su original. Así la bióloga se convierte en una bestia marina, su marido en un búho y el farero en una criatura obsesionada por la culpa y el pecado. Los que regresan del Área X parecen burdas copias sin alma.
FIN SPOILER
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Planteada de otra forma y con muchísimas menos páginas Vandermeer podría haber escrito una hermosa novela.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Demasiada Autoridad

Autoridad de Jeff Vandermeer Por desgracia, esta segunda parte de la trilogía no cuenta con dos importantes aciertos de la primera: brevedad y legibilidad.  Autoridad de Jeff Vandermeer en lugar de centrarse en el Área X, que era lo que todos los lectores de la primera parte esperábamos con moderado interés, se desarrolla ahora en las oficinas de la agencia Southern Reach.

El protagonista, conocido como Control y con un importante historial de fracasos, ha sido nombrado director de la mencionada agencia de investigación. La trama gira una y otra vez hasta el hartazgo en torno a unos personajes que en lugar de intentar resolver las incógnitas suscitadas en el Área X se hacen la vida imposible. El pasado del protagonista, su madre y su abuelo, que pertenecen al servicio secreto, acaban por enredar aún más la historia y relegar la explicación de los misterios planteados en la primera parte. Excepto algún momento interesante protagonizado por uno de los personajes más conseguidos Whitby, el libro se hace pesado y pastoso como las pilas de compost en las que se han convertido los archivos de la anterior directora y que el protagonista se ve obligado a estudiar.
 Le sobran muchas páginas al libro, y yo, como lector, hubiera preferido que en lugar de perderse en el kafkiano fracaso de la agencia Southern Reach, Vandermeer no hubiera esperado hasta el final del libro para regalarme un caramelo. Un dulce que se hace esperar demasiado pero que consigue que me compre el último libro de la trilogía: Aceptación.

viernes, 24 de abril de 2015

Van una Psicóloga, una topóloga, una antropóloga y una bióloga..

Aniquilación de Jeff Vandermeer Aniquilación de Jeff Vandermeer nos sitúa desde las primeras páginas en uno de los escenarios más atractivos y misteriosos que puedan imaginarse: el Área X. Un lugar extraño y letal que pudo originarse en una catástrofe medioambiental y que la empresa Southern Reach desea explorar.

Sabemos desde el comienzo que ha habido otras expediciones que se han internado en el Área X y que han fracasado. En este primer libro se narra lo que ocurre en la décimo segunda misión y yo, como lector, me froto las manos esperando un relato lleno de maravillas y de intriga. Y lo cierto es que en cada página nos topamos con un nuevo misterio: túneles que no son lo que parecen, un tenebroso faro, criaturas extrañas, monstruos surgidos de la peor pesadilla de Lovecraft, personajes que se comportan de manera extraña empezando por la protagonista, hipnotismo etc., un cóctel atrayente y explosivo, utilizando, eso sí, ingredientes un tanto tópicos, que no acaban por conseguir el efecto deseado. La historia, que en ocasiones me hace añorar La Piel fría de Albert Sánchez Piñol, no logra emocionarme ni intrigarme la mitad que aquella. Por un lado los irritantes y titubeantes personajes no ayudan a conectar con la historia, por otro la acumulación de misterios me hacen desconfiar de que el autor pueda darles una explicación plausible que no sea del tipo todo es un sueño o todo ocurre en mi imaginación. En cualquier caso puede que el problema sea mío por ser demasiado suspicaz, quizás esté equivocado y Vandermeer lo tenga todo perfectamente atado.

La novela al menos es breve y se lee con facilidad. Esperemos a la segunda entrega.


martes, 14 de abril de 2015

¡Viva Yegorov!


El imperio Yegorov de Manuel MoyanoLa originalidad de El imperio Yegorov  de Manuel Moyano no reside tanto en lo que cuenta como en cómo lo cuenta. Con esta declaración no pretendo subestimar la trama, que es realmente absorbente. En este sentido el comienzo con el descubrimiento de una extraña enfermedad en Papua-Nueva Guinea, con los Hamulai (nativos de la isla), la historia de amor y el exotismo del paisaje resulta irresistible. El autor nos traslada desde el Pacífico a Japón, pasando por el sur de Estados Unidos y Rusia, en un torbellino de acción que nos deja sin aliento. La novela la conforman treinta y dos documentos tal y como se anuncia al principio del libro, y es que Manuel Moyano se vale de todo para contar su historia, desde la nota preliminar hasta los agradecimientos finales pasando por cualquier tipo de documentos: diarios, cartas, informes detectivescos, etc. No existe un protagonista, ni un hilo narrativo en el sentido tradicional, y en eso creo que reside su mérito. Además se lee en una tarde. ¿Qué más puede pedirse? Quizás uno se quede con las ganas de saber más detalles de lo que se nos narra. No se puede tener todo.
De lo que más me alegro es de que este tipo de ficción se tenga en cuenta en premios tan importantes en nuestro país como el Herralde de Novela, en el que quedó finalista.

martes, 31 de marzo de 2015

Embassytown: dos voces

Embassytown es la tercera novela de China Miéville que leo y he llegado a la conclusión de que es un autor capaz de lo mejor, pero también de lo peor. Nadie duda de su enorme imaginación, aunque en ocasiones se le escapa de las manos. En esta novela hay ejemplos de ideas buenas, originales y descabelladas. Por ejemplo, la premisa inicial de unos alienígenas llamados Anfitriones incapaces de mentir y por lo tanto de fantasear es interesante (no estoy seguro de que Miéville haya sido el primero). El idioma que hablan estos seres debe ser hablado simultáneamente por dos voces diferentes (los Anfitriones poseen dos bocas) y para comunicarse con ellos los humanos preparan desde que nacen a los embajadores. Se trata de dos personas con una relación muy estrecha entre sí que viven como si fueran siameses. Por alguna razón dos humanos cualesquiera simulando las dos voces del idioma Anfitrión no son inteligibles por estos. La sacrificada vida de los embajadores resulta conmovedora y acaba por interesarme más esa parte de la narración que todo lo demás. La ambición y la imaginación desatada del autor no se contentan con estas ideas, cada una daría para un libro, y además añade un nuevo concepto, el ínmer, una especie de hiperespacio mucho más guay y mucho más trascendente que el de la ciencia ficción clásica. Porque en las novelas de China Miéville todo es muy profundo. Como ejemplo este párrafo en que convierte la distinción de Saussure entre langue (la lengua) y parole (el habla) en la metáfora de la distinción entre ínmer y manchmal: "Los alcances del ínmer no se corresponden en absoluto a las dimensiones del manchmal, este espacio donde vivimos. Lo mejor que podemos hacer es decir que el ínmer subyace o sobreyace, infunde, es una base, es langue de la que nuestra realidad es una parole, etcétera."
Y luego están los símiles. Se supone que son una treta que utilizan los alienígenas para incorporar nuevos términos a su lenguaje. Para ello representan aquello nuevo que quieren incorporar a su lenguaje, pero no pueden imaginar, haciéndolo real ante sus ojos. Todo esto se me antoja descabellado y absurdo. Además la mayoría de los símiles que menciona me resultan bastante ridículos: "la niña herida que comió lo que le dieron". ¿Para qué puñetas necesitan imaginarse a una niña herida comiendo...? Esto me sobrepasa y el revoltijo acaba por atragantárseme. La insulsa protagonista y la débil trama tampoco ayudan a mejorar mi opinión de la obra.
Gracias a la imaginación de Miéville la primera parte de la novela tiene algunos buenos momentos que merecen la pena, sin embargo al final la historia pierde interés y su pretendida profundidad y trascendencia hace que se desmorone ante nuestros ojos. Cuando logra contenerse, como hizo en La ciudad y la ciudad, Miéville alcanza cotas muy altas de calidad.