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Universo de pocos

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domingo, 26 de octubre de 2025

“Los diablos”, de Joe Abercombie

         Soy bastante reacio a enzarzarme con tochos de este tamaño, de casi 800 páginas y que pasan del kilo de peso (en concreto 1'09Kg). Pero eran las vacaciones, tenía tiempo por delante y ganas de leer algo de este autor tan popular por lo que me animé a comprar Los diablos, de Joe Abercombie. Me dirigí a la librería más cercana y para mi frustración no les quedaba ningún ejemplar. Pero ya estaba por completo decidido y, a pesar de que el librero me comentó que habría que esperar a su reimpresión (las tres anteriores se habían agotado en pocos meses), lo encargué. Tardó más de una semana en llegar. Era la última semana de Agosto cuando me puse con él, algo desanimado porque las vacaciones llegaban a su fin y por las muchas páginas que quedaban por delante. Tampoco ayudaba el esfuerzo que me suponía sostenerlo a una distancia  adecuada para los ojos. Por suerte en verano hago más deporte y me encontraba en condiciones físicas inmejorables para manejar el algo más de un kilo de libro. 

Necesité un mes para leerlo y otro más para decidirme a escribir la reseña. ¿Por qué he esperado tanto? Sin darme cuenta he ido postergando el momento de sentarme ante el ordenador para poner por escrito mis impresiones. La razón de fondo, debo de reconocerlo, es que no encontraba nada interesante que decir. Dejando aparte mi falta de criterio puede que la causa radique en que se trata de un libro con una trama que no deja mucho lugar a la interpretación por lo que hay muy poco que uno pueda añadir o aclarar. Eso no es intrínsecamente malo y seguro que a los lectores habituales de Abercombie les parecerá magnífico.

No soy uno de ellos, lo cierto es que es la primera vez que me acerco a la obra de este autor al que llaman lord Grimdark. Tenía mucha curiosidad por averiguar qué era esto del grimdark. Y como suele suceder, lo que uno encuentra no coincide con lo que uno se espera. Tenía en mente una fantasía sombría, pesimista y desesperanzadora, una mezcla entre Cormack McCarthy y Robert E. Howard, y no en una siniestra sucesión de escabechinas con profusión de sangre. Cierto es que los protagonistas de la novela son gente desalmada que no tienen inconveniente alguno en matar o en perpetrar cualquier barbaridad. Entre ellos tenemos una mujer loba incapaz de controlar sus bajos instintos, un mago que revive los muertos, un vampiro (siempre hay un vampiro), un templario curtido en mil batallas que no puede morir, en fin, un variopinto elenco de los personajes más representativos de la literatura de terror. Nadie querría tenerlos como vecinos, no obstante, al final resultan ser más humanos de lo que parecen. El sabor de boca que deja el libro es mucho menos amargo de lo que me había esperado, menos oscuro y menos siniestro, menos grim y menos dark.

El grueso de la novela lo ocupa el viaje que realiza Alexia, la legítima heredera al trono de Troya,  (si entendemos que lo legítimo es que el poder pase de padres a hijos) con su séquito desde Ciudad Santa (una Roma alternativa) hasta Troya. Su tío la encuentra cuando están a punto de matarla debido a una deuda que le reclaman. Durante el camino hasta Troya tendrán que enfrentarse a los cuatro hijos de Eudoxia, que acaba de fallecer y que en el pasado asesinó a su propia hermana para arrebatarle el trono. Para proteger a Alexia han reunido una serie de personajes insólitos, entre ellos monstruos de los cuales ya he mencionado algunos, pero también integran la misión una elfa, que se hace invisible al contener la respiración, un confuso monje y una pirata que parece haber estado en todas partes. Para llegar a Troya habrán de enfrentarse con los hijos de Eudoxia, cada uno con sus armas secretas.

Las cuatro batallas son contadas con pelos y señales en las cuatro partes que componen la novela. Es una verdadera lástima que Eudoxia fuera tan prolífica. Si no me equivoco, un hijo menos habría supuesto un cuarto de kilo menos. Todavía podría haber rascado unos gramos más Abercombie si no se hubiera extendido tanto en las batallas. Sé que muchos disfrutarán pasando páginas a lo Doom o Duke Nukem (reconozco mi obsolescencia en el ámbito de los videojuegos) cortando cabezas o despanzurrando enemigos pero desde mi punto de vista el libro hubiera quedado más equilibrado y más manejable.

Es justo reconocer que al situar la historia en una edad media alternativa, aunque reconocible, Abercombie además de ahorrarse explicaciones logra arañar unos nada desdeñables gramos al libro. Algunas de estas variantes con respecto a la historia real —las cruzadas se emprenden en contra de los elfos en lugar de contra los musulmanes, el poder máximo de la iglesia lo detenta una papisa en lugar de un papa y no hay un salvador sino una salvadora—, dotan de evidente interés a una novela, cuya trama, por otra parte, no se aparta en exceso de los estándares de la fantasía. La originalidad hay que buscarla en los personajes, Abercombie pone todo su corazón en ellos. Algo que también me ha sorprendido agradablemente es la habilidad con la que logra combinar acción, terror y humor en una misma escena.

Narrada con un vigor y un ritmo excelente Los diablos es una aventura entretenida llena de personajes inolvidables cuyo mayor defecto es alargarse en exceso y caer como suele ser habitual en el fantástico actual (más aún en el audiovisual) en la hipérbole cuando se trata de relatar cualquier
combate, ya sea cuerpo a cuerpo, a espada o a mordiscos.