Encontré este libro, Ypsilon
Minus (1975), en la última Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que se
celebra todos los años en Murcia. A punto estuve, animado por el librero, de
llevarme también alguna de las Antologías de Novelas de Anticipación que publicó
Acervo en los años 60 y 70. En particular me interesó el volumen VI por
contener varios relatos de Daniel Galouye (autor de Mundo tenebroso) que
no han vuelto a ser publicados ni creo que lo vayan ser nunca. Lo cierto es que
había varios volúmenes más que me resultaron interesantes, pero al final el
polvo adherido durante lustros a los lomos y el tamaño nada desdeñable de mi
pila me hicieron desistir. En su lugar, para compensarme por mi entereza me
llevé este librito de poco más de doscientas páginas y con más posibilidades de
acomodo en la estantería.
Su autor, el
escritor austriaco Herbert W. Franke, fue uno de los autores de ciencia ficción
en lengua alemana más reconocidos. Casualmente otra de sus novelas más célebres,
La caja de las orquídeas (1961), se publicó ese mismo año (1978) en
nuestro país. La leí hace mucho tiempo y no he vuelto a releerla por lo que
recuerdo más bien muy poco de ella, excepto que contaba con unas ideas muy
interesantes, que tenía un final demoledor pero que le hubiera venido bien un
poco más de ritmo. No me dejó mal recuerdo y el libro que tenía en mis manos no
costaba más que 6 Euros de manera que me lo compré.
El protagonista
de Ypsilon Minus es Benedikt Erman un tipo en apariencia corriente que
vive una vida sin demasiados alicientes. Hace cola para la comida, procura
desempeñar su trabajo sin llamar la atención y realiza con desgana las
actividades a las que el estado le obliga en su
tiempo libre. El mundo en el que vive es gris y no sólo por la densa
niebla que debido a la contaminación lo rodea sino porque todo, hasta el más mínimo
detalle, es controlado por el gobierno. Utiliza para ello procedimientos de lo
más variado, que a medida que pasamos páginas
vamos descubriendo, gracias sobre todo a unos breves capítulos que en su
mayoría no son otra cosa que extractos, informes del gobierno que se intercalan
a lo largo de la novela. Estos capítulos tienen títulos como «Comunicación
interna sobre la cuestión de las emociones», «Cancionero del entrenamiento psíquico»,
«Extracto del registro “Amor al Estado”», «Instrucciones para la modificación
de la personalidad», los cuales nos dan una idea de la diversidad de
disciplinas que contempla el régimen para lograr sus fines. Como puede verse se
trata de una distopía muy al estilo de 1984. Lo que hace el escritor
austriaco es aportar nuevos métodos de represión.
En la novela de
Orwell se utilizan mecanismos sobre todo de tipo político y policial o lo que
es casi lo mismo propaganda y vigilancia. En Ypsilon Minus la ciencia
tiene por el contrario un papel mucho más destacado. De hecho los avances
tecnológicos son el instrumento preferido por el gobierno para dominar al
pueblo. El estado no sólo trata de mantener el orden en el día a día además pretende
prevenir cualquier posible rebelión futura. Para lograrlo y evitar que
aparezcan elementos desestabilizadores sólo a algunos individuos escogidos se
les permite engendrar hijos. Si la genética falla, siempre cabe la posibilidad
de recurrir a la cirugía o las drogas para enmendar el error.
Erman trabaja
en la central de computadoras y su tarea consiste en examinar las fichas de las
diferentes personas que la máquina le propone para su clasificación. A los más
aptos se le asigna la categoría A, ocupan los puestos de mando y disponen de
privilegios que otros como los de categoría R, grupo al que pertenece Erman, no
poseen. Las categorías inferiores representan lo más descastado de la sociedad
y ser degradado debajo de Y- es lo peor que le pude pasar alguien aunque no se
sepa muy bien lo que eso implica. Erman cree que la «nihilación», sea lo que
sea que eso signifique. Un día Erman recibe el sorprendente encargo de
evaluarse a sí mismo. El primer examen que realiza de sus datos lo llena de
terror ya que podría descender a la fatídica categoría Y minus. Con el corazón
en vilo revisa sus datos y descubre que en su historial faltan tres años de su
vida. Erman intentará por todos los modos recuperar la memoria perdida y
reconstruir esos años borrados.
Hay que reconocer
que en muchos aspectos, sobre todo con relación a los avances tecnológicos, la
novela ha quedado superada. Los sistemas de control y vigilancia actuales son
mucho más avanzados que los que propone el libro, sin embargo, en estos tiempos
de fake news en los que los hechos son interpretados a conveniencia de cada
cual, de proliferación de cámaras de vigilancia y de regalías aún tiene cierta
vigencia. A mí particularmente esos ordenadores con esas aparatosas interfaces
a base de palancas y botones me parece que le dan un toque demodé que no le
sienta mal a la novela.
La cuestión importante es qué puede aportar Ypsilon Minus a las distopías clásicas del estilo de 1984. Frente a una novela de la categoría de la de Orwell, no mucho a decir verdad sin embargo la novela logra despuntar cuando se sale de lo que es habitual en este tipo de distopías. Uno de los momentos que más me ha gustado es cuando el protagonista se asoma por encima de la niebla que envuelve la ciudad y comprende que ha vivido engañado. Al igual que sucede en muchos de los relatos escritos por Philip K. Dick la realidad no es lo que parece. Los mandamases no sólo alteran la historia también el presente (otra idea muy de Dick). Es verdad que el libro resulta menos brutal y desesperanzador que 1984 pero hay que reconocerle su punto.