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Universo de pocos

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domingo, 29 de septiembre de 2024

“Semiosis” de Sue Burke

Portda de “Semiosis” de Sue Burke

         La famosa frase del poeta francés Paul Elouard: «Hay otros mundos, pero están éste» debió de estar en la mente de muchos autores de ciencia ficción pertenecientes a lo que se llamó  la New Wave pues muchos de ellos en lugar de mirar al espacio y a lejanos planetas optaron por escudriñar el alma humana y asomarse al mundo interior. Más tarde con la llegada del ciberpunk, que puso el punto de mira en el futuro próximo, este desinterés no sólo se prolongó sino que se acentuó. Así y todo incluso autores tan afines a la New Wave como pueden ser Aldiss, Silverberg o Delany escribieron novelas en las que los alienígenas jugaban un papel importante, algo que  dudo hicieran Gibson o Sterling.

Sin embargo el deseo de especular con la posibilidad de que existan seres muy diferentes a nosotros en otros mundos e imaginar el aspecto que tendrían, cómo pensarían, si serían belicosos o pacíficos es algo connatural a todo aficionado a la ciencia ficción. Por esta razón siguen apareciendo libros y películas en los que se describe un primer contacto. Para mí siempre es motivo de alegría cuando aparece una novela de este tipo siempre que el autor se tome en serio sus alienígenas. Estoy pensando principalmente en seres inteligentes, no en gusanos gigantes como los de Dune. Hay que reconocer que no es fácil, sobre todo si se quiere construir algo más que un simple remedo de ser humano con orejas puntiagudas o de piel verde. Que se lo digan a Asimov que tardó años en incluir extraterrestres en sus novelas, no lo hizo hasta ya cumplidos los cincuenta en una de sus novelas más inusuales dentro su extensa obra, Los propios dioses.

En Semiosis, su autora, Sue Burke, ha tratado de hacer lo propio imaginando un organismo extraterrestre inteligente con la particularidad de que en lugar de al reino animal pertenece al vegetal. El reto es grande ya que su criatura es una planta incapaz de desplazarse y de interaccionar con el medio como lo haría cualquier animal. Sin ojos y sin oídos diríase que comunicarse con ella se antojaría imposible. Burke se ha basado en estudios recientes que demuestran que las plantas se comunican entre sí liberando un amplio abanico de sustancias  para crear un complejo ecosistema en el que éstas dominan sobre los animales. El resultado es un relato apasionante que se desarrolla en un escenario en el que las diferentes especies vegetales han llegado a un delicado equilibrio en el que colaboran entre sí para no verse perjudicadas. En ese intrincado sistema los animales cumplen también una función importante y gracias a ellos  las plantas pueden superar algunos de sus impedimentos y prosperar más allá de sus limitaciones.

En este contexto un grupo de humanos que viene huyendo de los desastres ecológicos y de los conflictos de la Tierra llega al planeta con el fin de establecerse de manera permanente. Las plantas tal y como hicieron con los animales autóctonos procurarán defenderse en caso de verse amenazadas y se aprovecharán de lo que les puedan ofrecer. Los humanos por su parte  deberán comprender cómo funciona la ecología de ese mundo si no quieren perecer por inanición o envenenados. Se trata además de una comunidad pacifista decidida a no repetir los errores que se cometieron en la Tierra y cuyo propósito es vivir en armonía con la naturaleza. Ya el nombre que deciden dar al planeta, Pax, deja bien claro sus intenciones. Evidentemente las cosas no resultarán fáciles. Además de los obstáculos que les pone el ecosistema deberán contar con las disputas propias de toda sociedad humana. Los choques acabarán por producirse, sobre todo entre las diferentes generaciones, por lo que a pesar de sus buenos propósitos la violencia terminará por surgir.

En la novela se cuenta cómo esta sociedad idealista va prosperando a lo largo de varias generaciones y cómo se verán obligados a enfrentarse a más de un dilema moral que chocará con sus convicciones. Sobre todo cuando hace aparición una tercera especie inteligente en la que algunos de sus miembros no están dispuestos a convivir con los terrestres. El libro está dividido en siete capítulos y cada uno de ellos está dedicado a un personaje de una generación diferente. La mayoría de ellos pueden considerarse narraciones perfectamente terminadas con lo que el libro es una especie de fix-up de relatos que suceden en Pax y que son contados en orden cronológico. Pero además, por la profundidad y el esfuerzo que la autora les dedica, Semiosis es también una novela de personajes Entre todos ellos cabe destacar la entidad vegetal a la que Burke quiere dotar de una personalidad singular, cosa que por desgracia logra solo en parte. Lo borda con los personajes humanos pero con el alienígena al que llaman Stevland comete el error de hacerlo demasiado humano desde mi punto de vista. La primera parte del libro, cuando intentan comunicarse con él y establecer un acuerdo de colaboración, resulta fascinante pero en cuanto la autora le da voz el misterio en que venía envuelto el personaje se esfuma y se convierte en uno más de la colonia. Deja de ser un alienígena con su propia idiosincrasia, lo único que lo distingue de los humanos es su capacidad de comunicarse con otras plantas y de influir en ellas liberando sustancias químicas. Es uno de los pocos fallos que le veo a esta novela que por otro lado me ha parecido inteligente y emocionante de comienzo a fin.

Empecé esta reseña citando a Paul Elouard para explicar que muchos escritores desestimaron la ciencia ficción que miraba al espacio exterior porque no se ocupaba del mundo interior. Semiosis es una prueba palpable de que es perfectamente posible mirar más allá de nuestro sistema solar al tiempo que se explora la mente humana.