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Universo de pocos

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jueves, 31 de octubre de 2024

“La continua Katherine Mortenhoe”, de D.G.Compton

 

Portada de “La continua Katherine Mortenhoe”, de D.G.Compton

Debo reconocer que no he sabido de la existencia de este libro y de su autor hasta hace muy poco tiempo, algo sorprendente si tenemos en cuenta que la novela data de 1974 y que fue incluso adaptada al cine. La razón de mi ignorancia está en parte justificada, puesto que el libro no fue publicado en nuestro país hasta hace relativamente pocos años, en concreto en 2019. Su autor, el británico D. G. Compton, es un completo desconocido en España, siendo La continua Katherine Mortenhoe el único libro suyo que se ha traducido pese a haber escrito más de una decena de novelas de ciencia ficción. Algunas de ellas como Synthajoy, en la que se describe un futuro en el que los estados emocionales pueden ser grabados, han suscitado comentarios muy elogiosos. Conocía, eso sí, la película que se basó en el libro y que se tituló La muerte en directo. Dirigida por Bertrand Tavernier y con un reparto estelar en el que cabe destacar  a Rommy Schneider y Harvey Keitel entre los protagonistas, Harry Dean Stanton y Max von Sydow en papeles secundarios, cuando la vi no supe apreciarla como es debido interesado como estaba entonces por un cine más espectacular y porque era demasiado joven para que la muerte fuera a preocuparme.

La novela entre otras cosas es una crítica implacable a los medios de comunicación. Ya se sabe la audiencia lo es todo y como sucede en política todo vale para medrar. Cuando Compton la escribió, la idea de filmar en directo la muerte de una persona podía parecer algo bastante inverosímil pero pasados cincuenta años ya no lo es tanto acostumbrados como estamos a que se emitan por televisión todo tipo de realities a cuál más execrable y que a través de las redes sociales la gente propague inimaginables miserias propias y ajenas. Leída hoy el mensaje de la novela ha perdido por tanto algo de fuerza y su impacto sobre el lector no es el mismo que el que pudo tener entonces. Lo que queda es un retrato concienzudo de una serie de personajes que por otra parte no derrochan simpatía lo que, añadido a cierta morosidad en la trama, hace que cueste entrar en la novela. Afortunadamente los dos protagonistas evolucionan a medida que se van conociendo y se desprenden a su vez de la capa de cinismo que los envuelve hasta dejar asomar al ser humano que hay debajo. A partir de entonces el libro gana en interés hasta llegar a un final vibrante y pleno de dramatismo.

La novela comienza con una inesperada y brutal noticia para Katherine Mortenhoe, le restan un máximo de cuatro semanas de vida. Su médico le anuncia que padece una extraña y novedosa enfermedad causada por una sobreexposición a la información que provoca la destrucción de las terminaciones neuronales. Todo ello queda agravado por su reticencia a aceptar la realidad psicológica. Se trata como puede verse de una idea muy dickiana y llena de excitantes implicaciones, de plena actualidad en estos tiempos en el que las noticias, la publicidad y las redes sociales no descansan en su asedio. La muerte, en ese futuro en el que transcurre la historia, se ha convertido en algo infrecuente y despierta por tanto una enorme curiosidad, algo que Vince, un importante productor de televisión sin escrúpulos, no puede desaprovechar. Para ello cuenta con una baza importante, su reportero estrella se ha implantado unos ojos artificiales con los que podrá grabar los últimos días de Katherine sin interferir en su día a día.

El futuro que imagina Compton no es muy diferente a nuestro presente, por ejemplo las diferencias sociales persisten. En un extremo están los marginales, desarropados sin hogar que malviven gracias a la beneficencia y de la que el resto rehuye como si fueran unos apestados; y en el otro los más ricos que se afanan en encontrar cualquier cosa que los saque de la insufrible abulia que los embarga. Las protestas en las calles se han convertido en una molestia habitual pero la mayoría parece acomodada en la apatía que le proporciona una vida sin graves contratiempos y busca las emociones en las pantallas de televisión.

Contada en primera persona la novela alterna entre el punto de vista de Katherine y el de Roody, el reportero. Es una novela muy atípica dentro de la ciencia ficción de la época por la importancia que se le concede a los personajes y por una calidad literaria superior a la media aunque en ocasiones el autor puede llegar a pecar de cierta pedantería. En su tercio final la novela se transforma en una historia de carretera o «road novel» como se diría en inglés, que siempre suena más moderno y menos paleto. Por todo ello La continua Katherine Mortenhoe es una novela a tener en cuenta, sin llegar a ser un clásico ha sido olvidada y creo que merece la pena  recuperar este relato cruel y mordaz de lo que es el ser humano, capaz incluso de convertir el dolor y de la muerte en espectáculo.

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