En los últimos
años las editoriales generalistas han perdido el miedo a publicar ciencia ficción.
El género está mejor considerado y ha ganado credibilidad aunque por lo general
se evite utilizar el término ciencia ficción y se prefiera decir distopía.
Prueba de ello es que Editoriales tan serias como Anagrama, Tusquets o
Impedimenta han publicado varios novelas del género en los últimos años. En la
parte final del libro que me dispongo a comentar Impedimenta menciona otras
obras de su catalogo y se atreve incluso a hacerlo bajo el título: «Ciencia
ficción en Impedimenta». Así que parece evidente que algo ha cambiado. Mientras
tanto las editoriales dedicadas al género fantástico se han decantado más por
una fantasía que parece escrita por IAs pero que por lo visto atrapa a un público
cada vez más numeroso y se olvidan de la ciencia ficción.
Con Termush,
de Sven Holm, Impedimenta recupera un libro publicado hace casi sesenta años,
lo curioso es que tiene mucha más miga y vigencia que mucho de lo que se
escribe en la actualidad. Es una novela breve de tan sólo ciento treinta y
siete páginas y por tanto se hace muy difícil realizar un comentario en cierta
profundidad de ella sin desvelar sus entresijos. Termush es el nombre de una
especie de hotel que servirá de refugio en el caso de que se produzca una catástrofe
a todos aquellos que han tenido la previsión y la suficiente pasta para
contratar su estancia allí. El libro comienza con el ingreso del protagonista
en esta lujosa institución tras desencadenarse un desastre nuclear del que no
se dan detalles. Es un lugar seguro y confortable aunque con cierta
periodicidad se producen alarmas por la radiactividad que existe en el
exterior, que obliga a los clientes a cobijarse en el refugio que existe bajo
el hotel. Pero los verdaderos problemas surgen cuando de la periferia comienzan
a llegar algunos supervivientes, muchos de ellos enfermos debido a la radiación,
en busca de asilo.
Los
paralelismos del relato con lo que sucede en la actualidad en el mundo son
evidentes. A Europa llegan todos los años miles de personas que huyen de países
regidos por sistemas dictatoriales o de países en guerra, otros muchos huyen de
la pobreza o buscan simplemente una vida mejor. A consecuencia de ello la mayoría
de los gobiernos están poniendo trabas a la emigración, a veces de una manera
encubierta pagando a otro países para que hagan el trabajo sucio y cada vez con
más frecuencia y sin ningún tipo de disimulo con el fin de atraer a un
electorado cada vez más chovinista.
El hotel de la
novela tiene una cabida limitada y recibir a gente de fuera supone para los
clientes prescindir de los lujos y de las comodidades que disponen y por los
que han pagado una buena cantidad de dinero. También está el temor a no poder
hacer frente a todos los que llegan y a que Termush acabe por colapsar ante una
posible avalancha humana. Como es natural se producen discrepancias entre los
clientes, algunos están claramente en contra y otros a favor de socorrer a los
refugiados. Los que son admitidos llegan enfermos y sucios por lo que son
vistos muchas veces con temor por los clientes. Pero además de miedo a ser
contagiados el pavor se debe también a que suponen una advertencia constante de
lo que podría sucederles a ellos en el futuro. De este modo, la dirección
procura en lo posible mantenerlos fuera de la vista de los clientes, debido a
lo cual comen y duermen aparte.
La novela está escrita en un tono desapasionado, más preocupado en incitar a la reflexión que en sacudir el corazón del lector. Las conclusiones a la que nos lleva no por incómodas resultan menos indiscutibles. ¿Qué hacer si la balsa en la que nos encontramos tras naufragar está completa? ¿Permitimos subir a los demás con el peligro de caer todos al mar o se lo impedimos y dejamos que se ahoguen? Es la paradoja con la que vivimos ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario