Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

Universo de pocos

jueves, 31 de octubre de 2024

“La continua Katherine Mortenhoe”, de D.G.Compton

 

Portada de “La continua Katherine Mortenhoe”, de D.G.Compton

Debo reconocer que no he sabido de la existencia de este libro y de su autor hasta hace muy poco tiempo, algo sorprendente si tenemos en cuenta que la novela data de 1974 y que fue incluso adaptada al cine. La razón de mi ignorancia está en parte justificada, puesto que el libro no fue publicado en nuestro país hasta hace relativamente pocos años, en concreto en 2019. Su autor, el británico D. G. Compton, es un completo desconocido en España, siendo La continua Katherine Mortenhoe el único libro suyo que se ha traducido pese a haber escrito más de una decena de novelas de ciencia ficción. Algunas de ellas como Synthajoy, en la que se describe un futuro en el que los estados emocionales pueden ser grabados, han suscitado comentarios muy elogiosos. Conocía, eso sí, la película que se basó en el libro y que se tituló La muerte en directo. Dirigida por Bertrand Tavernier y con un reparto estelar en el que cabe destacar  a Rommy Schneider y Harvey Keitel entre los protagonistas, Harry Dean Stanton y Max von Sydow en papeles secundarios, cuando la vi no supe apreciarla como es debido interesado como estaba entonces por un cine más espectacular y porque era demasiado joven para que la muerte fuera a preocuparme.

La novela entre otras cosas es una crítica implacable a los medios de comunicación. Ya se sabe la audiencia lo es todo y como sucede en política todo vale para medrar. Cuando Compton la escribió, la idea de filmar en directo la muerte de una persona podía parecer algo bastante inverosímil pero pasados cincuenta años ya no lo es tanto acostumbrados como estamos a que se emitan por televisión todo tipo de realities a cuál más execrable y que a través de las redes sociales la gente propague inimaginables miserias propias y ajenas. Leída hoy el mensaje de la novela ha perdido por tanto algo de fuerza y su impacto sobre el lector no es el mismo que el que pudo tener entonces. Lo que queda es un retrato concienzudo de una serie de personajes que por otra parte no derrochan simpatía lo que, añadido a cierta morosidad en la trama, hace que cueste entrar en la novela. Afortunadamente los dos protagonistas evolucionan a medida que se van conociendo y se desprenden a su vez de la capa de cinismo que los envuelve hasta dejar asomar al ser humano que hay debajo. A partir de entonces el libro gana en interés hasta llegar a un final vibrante y pleno de dramatismo.

La novela comienza con una inesperada y brutal noticia para Katherine Mortenhoe, le restan un máximo de cuatro semanas de vida. Su médico le anuncia que padece una extraña y novedosa enfermedad causada por una sobreexposición a la información que provoca la destrucción de las terminaciones neuronales. Todo ello queda agravado por su reticencia a aceptar la realidad psicológica. Se trata como puede verse de una idea muy dickiana y llena de excitantes implicaciones, de plena actualidad en estos tiempos en el que las noticias, la publicidad y las redes sociales no descansan en su asedio. La muerte, en ese futuro en el que transcurre la historia, se ha convertido en algo infrecuente y despierta por tanto una enorme curiosidad, algo que Vince, un importante productor de televisión sin escrúpulos, no puede desaprovechar. Para ello cuenta con una baza importante, su reportero estrella se ha implantado unos ojos artificiales con los que podrá grabar los últimos días de Katherine sin interferir en su día a día.

El futuro que imagina Compton no es muy diferente a nuestro presente, por ejemplo las diferencias sociales persisten. En un extremo están los marginales, desarropados sin hogar que malviven gracias a la beneficencia y de la que el resto rehuye como si fueran unos apestados; y en el otro los más ricos que se afanan en encontrar cualquier cosa que los saque de la insufrible abulia que los embarga. Las protestas en las calles se han convertido en una molestia habitual pero la mayoría parece acomodada en la apatía que le proporciona una vida sin graves contratiempos y busca las emociones en las pantallas de televisión.

Contada en primera persona la novela alterna entre el punto de vista de Katherine y el de Roody, el reportero. Es una novela muy atípica dentro de la ciencia ficción de la época por la importancia que se le concede a los personajes y por una calidad literaria superior a la media aunque en ocasiones el autor puede llegar a pecar de cierta pedantería. En su tercio final la novela se transforma en una historia de carretera o «road novel» como se diría en inglés, que siempre suena más moderno y menos paleto. Por todo ello La continua Katherine Mortenhoe es una novela a tener en cuenta, sin llegar a ser un clásico ha sido olvidada y creo que merece la pena  recuperar este relato cruel y mordaz de lo que es el ser humano, capaz incluso de convertir el dolor y de la muerte en espectáculo.

domingo, 29 de septiembre de 2024

“Semiosis”, de Sue Burke

Portda de “Semiosis” de Sue Burke

         La famosa frase del poeta francés Paul Elouard: «Hay otros mundos, pero están éste» debió de estar en la mente de muchos autores de ciencia ficción pertenecientes a lo que se llamó  la New Wave pues muchos de ellos en lugar de mirar al espacio y a lejanos planetas optaron por escudriñar el alma humana y asomarse al mundo interior. Más tarde con la llegada del ciberpunk, que puso el punto de mira en el futuro próximo, este desinterés no sólo se prolongó sino que se acentuó. Así y todo incluso autores tan afines a la New Wave como pueden ser Aldiss, Silverberg o Delany escribieron novelas en las que los alienígenas jugaban un papel importante, algo que  dudo hicieran Gibson o Sterling.

Sin embargo el deseo de especular con la posibilidad de que existan seres muy diferentes a nosotros en otros mundos e imaginar el aspecto que tendrían, cómo pensarían, si serían belicosos o pacíficos es algo connatural a todo aficionado a la ciencia ficción. Por esta razón siguen apareciendo libros y películas en los que se describe un primer contacto. Para mí siempre es motivo de alegría cuando aparece una novela de este tipo siempre que el autor se tome en serio sus alienígenas. Estoy pensando principalmente en seres inteligentes, no en gusanos gigantes como los de Dune. Hay que reconocer que no es fácil, sobre todo si se quiere construir algo más que un simple remedo de ser humano con orejas puntiagudas o de piel verde. Que se lo digan a Asimov que tardó años en incluir extraterrestres en sus novelas, no lo hizo hasta ya cumplidos los cincuenta en una de sus novelas más inusuales dentro su extensa obra, Los propios dioses.

En Semiosis, su autora, Sue Burke, ha tratado de hacer lo propio imaginando un organismo extraterrestre inteligente con la particularidad de que en lugar de al reino animal pertenece al vegetal. El reto es grande ya que su criatura es una planta incapaz de desplazarse y de interaccionar con el medio como lo haría cualquier animal. Sin ojos y sin oídos diríase que comunicarse con ella se antojaría imposible. Burke se ha basado en estudios recientes que demuestran que las plantas se comunican entre sí liberando un amplio abanico de sustancias  para crear un complejo ecosistema en el que éstas dominan sobre los animales. El resultado es un relato apasionante que se desarrolla en un escenario en el que las diferentes especies vegetales han llegado a un delicado equilibrio en el que colaboran entre sí para no verse perjudicadas. En ese intrincado sistema los animales cumplen también una función importante y gracias a ellos  las plantas pueden superar algunos de sus impedimentos y prosperar más allá de sus limitaciones.

En este contexto un grupo de humanos que viene huyendo de los desastres ecológicos y de los conflictos de la Tierra llega al planeta con el fin de establecerse de manera permanente. Las plantas tal y como hicieron con los animales autóctonos procurarán defenderse en caso de verse amenazadas y se aprovecharán de lo que les puedan ofrecer. Los humanos por su parte  deberán comprender cómo funciona la ecología de ese mundo si no quieren perecer por inanición o envenenados. Se trata además de una comunidad pacifista decidida a no repetir los errores que se cometieron en la Tierra y cuyo propósito es vivir en armonía con la naturaleza. Ya el nombre que deciden dar al planeta, Pax, deja bien claro sus intenciones. Evidentemente las cosas no resultarán fáciles. Además de los obstáculos que les pone el ecosistema deberán contar con las disputas propias de toda sociedad humana. Los choques acabarán por producirse, sobre todo entre las diferentes generaciones, por lo que a pesar de sus buenos propósitos la violencia terminará por surgir.

En la novela se cuenta cómo esta sociedad idealista va prosperando a lo largo de varias generaciones y cómo se verán obligados a enfrentarse a más de un dilema moral que chocará con sus convicciones. Sobre todo cuando hace aparición una tercera especie inteligente en la que algunos de sus miembros no están dispuestos a convivir con los terrestres. El libro está dividido en siete capítulos y cada uno de ellos está dedicado a un personaje de una generación diferente. La mayoría de ellos pueden considerarse narraciones perfectamente terminadas con lo que el libro es una especie de fix-up de relatos que suceden en Pax y que son contados en orden cronológico. Pero además, por la profundidad y el esfuerzo que la autora les dedica, Semiosis es también una novela de personajes Entre todos ellos cabe destacar la entidad vegetal a la que Burke quiere dotar de una personalidad singular, cosa que por desgracia logra solo en parte. Lo borda con los personajes humanos pero con el alienígena al que llaman Stevland comete el error de hacerlo demasiado humano desde mi punto de vista. La primera parte del libro, cuando intentan comunicarse con él y establecer un acuerdo de colaboración, resulta fascinante pero en cuanto la autora le da voz el misterio en que venía envuelto el personaje se esfuma y se convierte en uno más de la colonia. Deja de ser un alienígena con su propia idiosincrasia, lo único que lo distingue de los humanos es su capacidad de comunicarse con otras plantas y de influir en ellas liberando sustancias químicas. Es uno de los pocos fallos que le veo a esta novela que por otro lado me ha parecido inteligente y emocionante de comienzo a fin.

Empecé esta reseña citando a Paul Elouard para explicar que muchos escritores desestimaron la ciencia ficción que miraba al espacio exterior porque no se ocupaba del mundo interior. Semiosis es una prueba palpable de que es perfectamente posible mirar más allá de nuestro sistema solar al tiempo que se explora la mente humana.

martes, 16 de julio de 2024

"El largo mañana", de Leigh Brackett

        

Portada de "El largo mañana" de Leigh Brackett

El largo mañana de Leigh Brackett es uno de esos clásicos de la ciencia ficción que inexplicablemente había quedado sin publicar en nuestro país. Han tenido que pasar más de 60 años para que La Hermandad del Enmascarado, asociación especializada en literatura pulp y que edita la revista Barsoom, la haya rescatado para el público español. Este olvido llama aún más la atención si tenemos en cuenta que su autora, Leigh Brackett, era una conocida guionista de grandes películas de Howard Hawks como El sueño eterno,  Río Bravo o El Dorado. En los últimos años se han ido recuperando algunas obras escritas por mujeres como Marge Piercy (Mujer al borde del tiempo), Octavia Butler (La parábola del sembrador, La parábola de los talentos, Trilogía Xenogénesis), Joanna Russ (El hombre hembra) o por la más que conocida Ursula K. Leguin, sin embargo El largo mañana, quizás por tratarse de una novela en la que las mujeres no tienen un papel demasiado relevante ni pretende reivindicar el feminismo ha seguido relegada al olvido hasta ahora.

Y es una lástima, porque se trata de una novela que a pesar de los años transcurridos no ha quedado anticuada como otras más conocidas. Seguramente porque Brackett, al contrario de lo que en esa época hacían la mayoría de sus colegas, no pone a sus personajes al servicio de la trama, forman parte de la historia y no son un mero instrumento que se pliega a la conveniencia del autor. Cada uno tiene una personalidad definida que permite distinguirlo de los demás.  Son además de carne y hueso, lo que favorece que nos metamos en su piel y esto es algo que a mí me resulta fundamental como lector. Brackett crea además un escenario y un contexto social totalmente plausible lleno de detalles que lo hacen real.

La novela nos traslada a unos Estados Unidos en el que tras una guerra nuclear las grandes ciudades han quedado destruidas por completo. Años después la nación ha logrado en parte recuperarse, la gente se ha trasladado a los pueblos (las ciudades están prohibidas por miedo a que la historia vuelva a repetirse) donde llevan una vida modesta con lo que obtienen del campo y con lo que compran a los vendedores ambulantes. Se trata de una sociedad muy conservadora, que se rige por la Biblia y que reniega de la tecnología, que es considerada un instrumento del diablo. Len y Esau son dos adolescentes que viven en un apacible pueblo sometidos a la severa disciplina de sus padres, miembros como el resto de los habitantes de los nuevos menonitas. La abuela, que conoció el mundo antes del gran desastre, les habla chocheando en ocasiones de las maravillas que podían encontrarse en las antiguas ciudades. Los chicos además han oído  rumores sobre un lugar prohibido llamado Bartorstown que parece reunir todo lo malo del pasado. Como jóvenes que son, y por tanto con cierta querencia por hacer lo contrario de lo que les dicen los mayores, quieren averiguar más sobre cómo se vivía antes de que estallara la guerra. Asisten horrorizados al linchamiento de un hombre acusado de venir de Bartorstown y el hecho de ver con sus propios ojos lo que el fanatismo es capaz de hacer aviva aún más sus fuertes deseos de conocer que hay tras ese lugar llamado Bartorstown.

El largo mañana hace suyos elementos que casi de inmediato relacionamos con las películas clásicas del oeste. Sus páginas nos darán la ocasión de reencontrarnos con el viejo patriarca que rige los designios del pueblo, con las masas enfervorizadas que pretenden tomarse la justicia por su mano, con las extensas y fotogénicas llanuras del Lejano Oeste o con el fragor de los barcos de vapor que surcan los caudalosos ríos de Norteamérica. La disyuntiva que se plantea en la novela entre progreso e inmovilismo ha sido abordada también en algunas películas del género como en Río Rojo de Howard Hawks, en Dodge, ciudad sin ley de Michael Curtiz y en muchas otras en las que los ganaderos se oponen a la llegada del ferrocarril. En la novela de Brackett el enfrentamiento se produce en concreto entre quienes defienden la ciencia y los que se dejan arrastrar por el fanatismo religioso. Esto no quiere decir que la novela arremeta contra la religión, enseguida se hace evidente  que incluso los personajes que más condenan el fanatismo religioso van también a misa con asiduidad y se casan por la iglesia. Quizás sea en esto en lo que más se le notan los años a la novela, en la manera en que sus personajes se comportan, igual que lo harían los protagonistas de esas viejas películas.

Si bien el relato se postula a favor del progreso y de la ciencia, no lo hace sin mostrar también algunas reservas. Se trata de dudas que la autora pone en boca de su personaje principal, Len, un chico en extremo reflexivo que antes de tomar una decisión importante tiene que rumiarla durante días. Cuando comprende lo que implica el progreso y ve la capacidad de destrucción que tiene la ciencia queda espantado y surgen las dudas. La guerra fría y el miedo a  la guerra nuclear estaban muy presentes en los años en los que se publicó la novela. Por desgracia  este peligro sigue presente hoy en día, no parece que a lo largo de estos sesenta años hayamos progresado mucho en este sentido.

Llama también la atención que, al contrario de lo que suelen reclamar la gran mayoría de aficionados a la ciencia ficción, la novela avance sin excesiva prisa, una consecuencia de lo que he mencionado antes, el tiempo que se toma en caracterizar a los personajes, en mostrar sus motivaciones y también en construir el contexto. Sin duda es una obra más literaria de lo esperado pero a la traducción le ha faltado alguna que otra revisión para poder disfrutar de ello.

¿Qué más puedo decir? Recomendarla sin duda. El largo mañana es una novela de crecimiento, un western y además ciencia ficción. ¿Qué más se puede pedir?

El libro que contiene esta novela y que han titulado Después del fin contiene otro relato postapocalíptico, La ciudadela de las edades perdidas, más cercano a lo que solía escribir Brackett, más aventurero, más pulp pero también con menos  interés.

martes, 18 de junio de 2024

"Ypsilon Minus", de Herbert W. Franke

 

Portada de "Ypsilon Minus”, de Herbert W. Franke

Encontré este libro, Ypsilon Minus (1975), en la última Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que se celebra todos los años en Murcia. A punto estuve, animado por el librero, de llevarme también alguna de las Antologías de Novelas de Anticipación que publicó Acervo en los años 60 y 70. En particular me interesó el volumen VI por contener varios relatos de Daniel Galouye (autor de Mundo tenebroso) que no han vuelto a ser publicados ni creo que lo vayan ser nunca. Lo cierto es que había varios volúmenes más que me resultaron interesantes, pero al final el polvo adherido durante lustros a los lomos y el tamaño nada desdeñable de mi pila me hicieron desistir. En su lugar, para compensarme por mi entereza me llevé este librito de poco más de doscientas páginas y con más posibilidades de acomodo en la estantería.

Su autor, el escritor austriaco Herbert W. Franke, fue uno de los autores de ciencia ficción en lengua alemana más reconocidos. Casualmente otra de sus novelas más célebres, La caja de las orquídeas (1961), se publicó ese mismo año (1978) en nuestro país. La leí hace mucho tiempo y no he vuelto a releerla por lo que recuerdo más bien muy poco de ella, excepto que contaba con unas ideas muy interesantes, que tenía un final demoledor pero que le hubiera venido bien un poco más de ritmo. No me dejó mal recuerdo y el libro que tenía en mis manos no costaba más que 6 Euros de manera que me lo compré.

El protagonista de Ypsilon Minus es Benedikt Erman un tipo en apariencia corriente que vive una vida sin demasiados alicientes. Hace cola para la comida, procura desempeñar su trabajo sin llamar la atención y realiza con desgana las actividades a las que el estado le obliga en su  tiempo libre. El mundo en el que vive es gris y no sólo por la densa niebla que debido a la contaminación lo rodea sino porque todo, hasta el más mínimo detalle, es controlado por el gobierno. Utiliza para ello procedimientos de lo más variado, que a medida que pasamos páginas  vamos descubriendo, gracias sobre todo a unos breves capítulos que en su mayoría no son otra cosa que extractos, informes del gobierno que se intercalan a lo largo de la novela. Estos capítulos tienen títulos como «Comunicación interna sobre la cuestión de las emociones», «Cancionero del entrenamiento psíquico», «Extracto del registro “Amor al Estado”», «Instrucciones para la modificación de la personalidad», los cuales nos dan una idea de la diversidad de disciplinas que contempla el régimen para lograr sus fines. Como puede verse se trata de una distopía muy al estilo de 1984. Lo que hace el escritor austriaco es aportar nuevos métodos de represión.

En la novela de Orwell se utilizan mecanismos sobre todo de tipo político y policial o lo que es casi lo mismo propaganda y vigilancia. En Ypsilon Minus la ciencia tiene por el contrario un papel mucho más destacado. De hecho los avances tecnológicos son el instrumento preferido por el gobierno para dominar al pueblo. El estado no sólo trata de mantener el orden en el día a día además pretende prevenir cualquier posible rebelión futura. Para lograrlo y evitar que aparezcan elementos desestabilizadores sólo a algunos individuos escogidos se les permite engendrar hijos. Si la genética falla, siempre cabe la posibilidad de recurrir a la cirugía o las drogas para enmendar el error.

Erman trabaja en la central de computadoras y su tarea consiste en examinar las fichas de las diferentes personas que la máquina le propone para su clasificación. A los más aptos se le asigna la categoría A, ocupan los puestos de mando y disponen de privilegios que otros como los de categoría R, grupo al que pertenece Erman, no poseen. Las categorías inferiores representan lo más descastado de la sociedad y ser degradado debajo de Y- es lo peor que le pude pasar alguien aunque no se sepa muy bien lo que eso implica. Erman cree que la «nihilación», sea lo que sea que eso signifique. Un día Erman recibe el sorprendente encargo de evaluarse a sí mismo. El primer examen que realiza de sus datos lo llena de terror ya que podría descender a la fatídica categoría Y minus. Con el corazón en vilo revisa sus datos y descubre que en su historial faltan tres años de su vida. Erman intentará por todos los modos recuperar la memoria perdida y reconstruir esos años borrados.

Hay que reconocer que en muchos aspectos, sobre todo con relación a los avances tecnológicos, la novela ha quedado superada. Los sistemas de control y vigilancia actuales son mucho más avanzados que los que propone el libro, sin embargo, en estos tiempos de fake news en los que los hechos son interpretados a conveniencia de cada cual, de proliferación de cámaras de vigilancia y de regalías aún tiene cierta vigencia. A mí particularmente esos ordenadores con esas aparatosas interfaces a base de palancas y botones me parece que le dan un toque demodé que no le sienta mal a la novela.

La cuestión importante es qué puede aportar Ypsilon Minus a las distopías clásicas del estilo de 1984. Frente a una novela de la categoría de la de Orwell, no mucho a decir verdad sin embargo la novela logra despuntar cuando se sale de lo que es habitual en este tipo de distopías. Uno de los momentos que más me ha gustado es cuando el protagonista se asoma por encima de la niebla que envuelve la ciudad y comprende que ha vivido engañado. Al igual que sucede en muchos de los relatos escritos por Philip K. Dick la realidad no es lo que parece. Los mandamases no sólo alteran la historia también el presente (otra idea muy de Dick). Es verdad que el libro resulta menos brutal y desesperanzador que 1984 pero hay que reconocerle su punto.

jueves, 18 de abril de 2024

"MANIAC", de Benjamín Labatut

Portada de "MANIAC" de Benjamín Labatut

Tras el éxito obtenido con Un verdor terrible Benjamín Labatut regresa con un libro tan inclasificable como ése. Él lo llama novela. Difícilmente podría llegar a considerarse ensayo debido a las libertades que el autor se toma acerca de lo que dicen o piensan las personalidades que intervienen en el libro, pero lo que cuenta, al menos en lo más esencial, sucedió, es historia real, así que tampoco es exactamente ficción. Por otro lado Labatut emplea técnicas literarias propias de la novela. ¿Novela histórica entonces? No me lo parece, ya que hay  una voluntad evidente de divulgar y además se prescinde del planteamiento, nudo y desenlace convencionales. Así que, lo mejor es que dejemos a un lado su adscripción, algo que al fin y al cabo no supone ningún impedimento para disfrutar plenamente del libro, que nos olvidemos de normas y de teorías y que nos dejemos hechizar por los capítulos que conforman este excitante híbrido literario.

El título del libro, MANIAC, hace referencia a las siglas Mathematical Analyzer, Numerator, Integrator, and Computer, que es el nombre que se dio a uno de los primeros ordenadores que fueron construidos basándose en la arquitectura de Von Neumann. La obra está dividida en tres partes, entre las dos últimas existe una clara relación, menos evidente es establecerla entre éstas y la primera. Dedicada al famoso matemático John Von Neumann, la segunda parte lleva el elocuente título de John o los delirios de la razón. El papel de Von Neumann en el avance de la informática fue fundamental y por lo tanto también en lo que hoy en día se conoce como inteligencia artificial. Precisamente en la tercera parte se narran las diferentes partidas que tuvieron lugar entre el campeón de Go, Lee Sedol, y un adelantado programa informático llamado AlphaGo. Su título es igual de revelador: Lee o los delirios de la inteligencia artificial. Existe, por tanto, un nexo entre ellas, la cuestión es por qué Labatut consideró pertinente comenzar el libro con la trágica semblanza del físico Paul Ehrenfest. Hay que reconocer que se trata de un inicio sobrecogedor, digno de un thriller, con el que Labatut consigue atrapar al lector ya desde la primera línea.

«En la madrugada del 25 de septiembre de 1933, el físico austriaco Paul Ehrenfest entró en el instituto pedagógico del Jan Waterink para niños discapacitados en Ámsterdam, le disparó a Vasily, su hijo de catorce años, y luego se pegó un tiro en la cabeza.»

El motivo que pudo llevar a este hombre, muy amigo de Einstein, a cometer semejante atrocidad tiene con toda seguridad que ver con el auge del nazismo en Alemania y el miedo a lo que pudiera sucederle a su hijo con síndrome de Down después de que fuera legalizada la esterilización eugenésica. Labatut se aventura a añadir una razón más, que tiene mucho que ver con el proceso de cambio que estaba teniendo entonces lugar en la física. Es un momento de terrible confusión para Ehrenfest que observa impotente cómo gran parte de los físicos de la época tienen en cuenta teorías cada vez más descabelladas que parecen desafiar la razón. El título de esta parte es Paul o el descubrimiento de lo irracional y su objetivo no es solamente servir de irresistible reclamo, sino que permite al autor mostrarnos las reacciones de tres grandes hombres antes los avances de la ciencia.

En la primera parte del libro vemos a través de Ehrenfest la conmoción que supuso la mecánica cuántica. Lo que le aterrorizó hasta lo insoportable fue que la ciencia dejara de ser uno de los baluartes de la razón. A continuación Labatut nos introduce en un período de apogeo científico en el que las contribuciones de Von Neumann y de muchos otros científicos en campos tan diversos como las matemáticas, la informática o la economía crean un ambiente de enorme optimismo, incluso de exagerado optimismo. Se lanzan bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y se prueban las primeras bombas H, lo que hace pensar a muchos, entre ellos a Von Neumann, que la capacidad del ser humano no tiene límites. En la última parte del libro nos encontramos en la época actual, y la tecnología ha llegado a un nivel de sofisticación en el que las máquinas son capaces de vencer al hombre en un juego de enorme complejidad como es el Go, hazaña que hasta hace poco parecía estar fuera del alcance incluso del ordenador más avanzado.

Con todo es a Von Neumann al que Labatut dedica más espacio en el libro. Es la parte en la que el autor más se aparta de lo que es un ensayo convencional. Mediante capítulos brevísimos, impresiones contadas por personas que se relacionaron con Von Neumann vamos conociendo la vida y la manera de pensar del matemático de origen húngaro. La madre de Von Neumann, sus dos mujeres, su hermano, su amigo y físico Eugene Wigner, Richard Feynman y muchos otros nos permiten conocer diferentes facetas de él; desde su ingreso en la escuela secundaria de Budapest donde coincide con Wigner y ya empieza a ser considerado un prodigio, pasando por su huida a EE.UU, su intervención en el proyecto Manhattan y finalmente su muerte rodeado de agentes del gobierno que intentan arrancarle hasta el último momento ideas que puedan contribuir a la supremacía militar de la nación. El retrato que queda es la de un hombre con una mente superdotada, capaz de resolver cualquier problema que se le plantee, de un amante del dinero y de las riquezas y la de alguien que, al contrario que muchos de sus colegas como Einstein u Oppenheimer, no pone reparos a la utilización del armamento nuclear.

Labatut lo relata todo de una manera apasionada que se contagia al lector y que lo urge a seguir leyendo. La crónica que realiza de la batalla entre AlphaGo y el campeón de Go es un buen ejemplo de la habilidad del autor para conseguir hacer atractivo algo que en principio no lo parece como es una partida de Go. En sus manos todo cobra un nivel más de trascendencia, las derrotas del campeón mundial de Go significan mucho más que haber perdido una partida en un simple juego de mesa.

Tanto en MANIAC como en Un verdor terrible Labatut deja patente la fascinación que siente por la ciencia (y los científicos) pero la impresión que deja, al menos en mí, es de que la ciencia no es suficiente, de que existe más allá algo que a través de los medios que ésta nos  proporciona nunca llegaremos a entender.


viernes, 22 de marzo de 2024

“Antisolar” y “Subsolar” de Emilio Bueso

Portada de "Antisolar" de Emilio Bueso

Antisolar es el segundo libro de la trilogía Los ojos bizcos del sol y empieza exactamente en donde terminó el primero, Transcrepuscular. Por tanto a los que disfrutaron con las aventuras del Alguacil, del Trapo, de la Regidora y demás tienen la oportunidad durante casi cuatrocientas páginas más de seguir a estos personajes tan peculiares y a otros más que se les van uniendo en su ajetreado viaje. Hay una clara continuidad y la única diferencia con respecto al primer libro es que las andanzas son cada vez más locas, la acción más desmadrada y que el número y tamaño de los caracoles aumenta de manera progresiva así como el de la cantidad de fluidos que segregan. Muy pocas novedades, el relato discurre sin que apenas se produzcan revelaciones de trascendencia. Como ocurre en gran parte de las trilogías el segundo libro sirve de puente entre el primero y el último, entre planteamiento y desenlace.

Portada de "Subsolar" de Emilio Bueso

            En Subsolar, libro que pone punto final a la trilogía, todo esto queda amplificado. El escenario concebido por Bueso era tan desmesurado que sorprender al lector tras el primer libro y aún más después del segundo era una tarea difícil de lograr sin pasarse de rosca. Ahora además de caracoles nos encontraremos con criaturas infestadas, simbiotizadas hasta una escala colosal. Bueso se supera a sí mismo con seres cada vez más espantosos y extravagantes. Las habilidades de las que hacen gala resultan por momentos más increíbles de manera que la novela acaba por internarse en el territorio de la fantasía y por abandonar el de la ciencia ficción, en el que yo pensaba se mantendría. A pesar de todo el autor utiliza términos zoológicos específicos para describir la fauna y flora del planeta: boyunos, nauplios, zoeas, megaequinodermos, lepidodendros. El autor se ha documentado exhaustivamente, así y todo a lo largo de la novela suceden cosas que son difíciles de explicar por medio de la ciencia. Por ejemplo, uno de los personajes, el Astrólogo, lanza bolas de fuego a sus enemigos y levita como podría hacerlo el mismo Gandalf del El señor de los anillos. No es el único en poseer este tipo de superpoderes, algunos de los caracoles simbiontes que aparecen en el libro son capaces de las cosas más inimaginables, y en ningún momento se da una explicación científica de cómo es posible. La serie se convierte en eso que los anglosajones denominan Sci Fantasy y que aquí llamamos o seguramente llamaremos, si no lo hemos hecho aún, Sci Fantasy porque todo en inglés suena mejor.

La serie es una fusión de muchos géneros que van desde la ciencia ficción a la fantasía épica, ya mencionadas, pero también tiene mucho de fantasía heroica con luchas a espada a lo samurái, aventura y un poco de romance, aunque lo que acaba por tener cada vez más peso es  la comedia. Los diálogos muchas veces parecen sacados de un Mortadelo y Filemón para adultos en el que la incontinencia verbal de sus personajes no sólo estuviera permitida sino que fuera deseada. Hay momentos muy divertidos que son provocados por unos personajes bastante tronados y que además no pueden mantener la boca cerrada durante mucho tiempo. Entre ellos está el Trapo, al que ya conocimos en el primer libro de la serie, pero aparecen muchos otros, entre ellos uno que emplea sólo verbos en infinitivo para hablar. Cabe también destacar los descacharrantes apodos con los que son designados como Odio Barra, Funcionario marrón o Bonito Leucocito por mencionar algunos de los que más me han llamado la atención.

Como decía el humor está muy presente, es un humor que se basa muchas veces en la repetición de situaciones y de expresiones verbales, en la caricatura, en la exageración y también en lo soez. En las muchas discusiones que se producen los personajes actúan y hablan como si fueran adolescentes durante una excursión de colegio. Reconozco que me he reído bastante pero al final he acabado por cansarme, sobre todo porque la historia parecía no avanzar entre tantas peleas y pullas. Por otra parte el argumento se ciñe en exceso a un esquema narrativo que acaba  por agotarse. El guión es el siguiente: los personajes llegan a un lugar nuevo, buscan un bar, la lían parda, conocen a tipos muy raros o poco recomendables que se les unen o matan y vuelta empezar. 

Al mismo tiempo que la trama se va volviendo cada vez más enloquecida y los personajes más desquiciados la escritura de Bueso se hace cada vez más abstrusa. Los pinceles con los que ilustra las imágenes son cada vez más gruesos, sobre todo cuando se trata de escenas de acción, y como resultado todo queda menos claro para el lector. Bueso opta más, como sucede en el cine moderno, por despertar emociones que por exponer con claridad lo que cuenta. También es verdad que el escenario que plantea Bueso llega un momento en que se sale por completo de madre y puede que hasta él mismo se viera incapaz de visualizarlo.

Me gustaría mencionar un episodio relacionado con el protagonista, el Alguacil, que  me ha parecido del todo innecesario y que da la impresión de haber sido metido a la fuerza. Es como si Bueso se hubiera dado cuenta de repente de que le estaba quedando un personaje demasiado bonachón y noble y que para contrarrestar ese efecto decidiera incluirlo. No diré más para no destripar la trama.

El primer libro de la serie me pareció muy bueno, el segundo me convenció menos y el tercero me ha resultado cansino. Diríase que le falta chicha y le sobra grasa. Dos tomos hubieran sido suficientes para contar la historia que pretendía. En cualquier caso se trata de una trilogía que difícilmente volverá a repetirse en el mercado español. No es fácil que un editor se atreva a publicar una obra como ésta y tampoco que un escritor se comprometa a invertir tanto tiempo de su vida en escribir una trilogía de esta envergadura. Bueso ha demostrado poseer una imaginación única en el panorama español. Yo me quedo con algunas de las imágenes más potentes de la serie como la del Alguacil con su espada y su simbionte en el hombro marcándole peligro que quedará durante mucho tiempo grabada en mi mente.

 

martes, 20 de febrero de 2024

“Oveja mansa”, de Connie Willis

Portada de “Oveja mansa”, de Connie Willis

Penguin Random House parece haberse decidido a recuperar algunas de las novelas de Connie Willis que habían sido publicadas por Ediciones B antes de que fuera adquirida por la compañía editorial multinacional y que habían quedado descatalogadas. Lo curioso es que no las edita en Nova, sello bajo el cual suele publicar los libros de ciencia ficción, sino que lo hace en su colección de bolsillo. Y me parece estupendo porque me ha permitido adquirir el libro a muy buen precio y en un formato muy cómodo de leer. Willis era una de esas autoras que junto a otros escritores como Orson Scott Card, Lois McMaster Bujold o Neal Stephenson se encontraban entre los preferidos de Miguel Barceló, antiguo director de Nova, y sus libros se publicaban con cierta asiduidad. Sin embargo, las cosas cambiaron después y durante algunos años, a excepción de la premiada El día del juicio final, gran parte de sus libros no se reeditaron. Entre ellos este Oveja mansa, que servidor llevaba buscando hace tiempo después de leer los comentarios que pueden encontrarse en la web Tercera Fundación y más aún tras la valoración tan positiva que Nacho Illarregui hace de ella en C.

Como comenta Nacho, Oveja mansa recuerda mucho a algunas de esas viejas películas de los años treinta, esas comedia locas en las que las mujeres jugaban un papel destacado, mucho más que el que tendrían en los cincuenta. La película Vive como quieras de Frank Capra sería un buen ejemplo de ello (si la menciono es porque la he podido ver recientemente y me ha sorprendido por su modernidad y su sentido del humor nada pasado de moda). Al igual que en la película desfilan por el libro una serie de personajes divertidísimos y estrafalarios que dan mucho juego. La mayor parte de la acción transcurre en las instalaciones de HiTek, una empresa que se dedica a investigar sobre los temas más variopintos y que va siempre a la caza de nuevas subvenciones. Sandra Foster, una de las científicas que trabaja para la empresa, no consigue progresar en sus investigaciones en el campo de la sociología, en concreto intenta averiguar qué fue lo que originó que en los años veinte muchas mujeres se cortaran el pelo. El objetivo de este estudio, en principio tan peregrino, es conocer la manera en que se crean y se propagan las modas. A Willis todo esto le sirve de excusa para hablar de lo imprevisible que es el ser humano, de lo arbitrarias que son algunas de las modas y de la importancia que ha tenido el azar tanto en la ciencia como en la historia. A la luz de estas reflexiones no queda duda alguna de que nuestro comportamiento cuando nos dejamos arrastrar por cómo se peina un actor, se viste un cantante o por lo que un «influencer» nos recomienda no difiere mucho del de un miembro de un rebaño de ovejas.

El gran mérito de la autora es haber convertido la propia trama en un ejemplo de teoría del caos. La tesis que defiende la novela a través de las conclusiones a las que llega su protagonista es que la anarquía, el desorden, en definitiva el caos puede llevar a un nuevo orden. Uno de los personajes más extraordinarios al mismo tiempo que más odiosos de la novela es  Flip. Su cometido dentro de HiTek es hacer llegar los mensajes a los diferentes departamentos, sin embargo debido a su negligencia y a sus pocas ganas de hincarla la va liando allí por donde va. Otro personaje relevante y casi antagónico a Flip es Bennet, un tipo inmune a las modas, que viste como le da la gana, y que es además especialista en teoría del caos. Luego está la protagonista, todo un personaje, siempre atenta a cómo viste la gente, pendiente de las nuevas modas que surgen cada día a las que contempla con una mezcla de estupor y de guasa. En fin, el libro está lleno de personajes inolvidables que propician que se produzcan situaciones humorísticas.

Cada capítulo comienza con un pequeño y divertido texto en el que se alude a alguna moda del pasado, muchas de ellas completamente ridículas como la tontería de llevar pelucas monumentales en la época de Luis XVI, el fervor que hubo durante un tiempo por las Ouijas y la fiebre por los tatuajes en el siglo XVII. De esta última, que vuelve a estar de moda hoy en día, dice la autora: «Los tatuajes tienen la desventaja de ser una moda pasajera con resultados permanentes».

La novela se lee en un suspiro, está llena de ironía, de humor y sus personajes como en la película que he mencionado acaban por contagiarte su alegría y sus ganas de vivir. No creo que se trate de ciencia ficción pero eso qué importa si te proporciona un buen rato.