Sé que no debería de darle a la portada de un libro tanta importancia pero cuando vi la edición de Contra de El hombre que cayó en la Tierra (1963) con David Bowie mirándome de manera enigmática se me quitaron las ganas de comprarlo. Una de las cosas que más me fastidian es que los libros recurran a la adaptación cinematográfica para su portada y es que no quiero que las imágenes de una película por muy buena que sea interfieran con lo que leo. Prefiero recrear a los personajes a mi manera según los detalles proporcionados por el autor y me resisto a ver al protagonista como se me induce a hacerlo, en este caso con el rostro y el cuerpo de Bowie. Además Bowie está por todo, en la sobrecubierta, en la cubierta, en la contraportada hasta incluso en el marcapáginas que viene de regalo. Cualquiera pensaría al ver el libro que se trata de una biografía del cantante británico. Es tal su presencia que se podría llegar a la conclusión de que Bowie colaboró mano a mano con Tevis en su escritura. Pero dejemos de hablar de la portada y de David Bowie, que no tiene culpa de haber sido utilizado como reclamo, y centrémonos en la novela y en su autor.
Walter Tevis
era un escritor bastante olvidado hasta hace muy poco, recordado más por las
películas basadas en sus libros como la versión que dirigió Robert Rossen de El
buscavidas (1959) y más tarde Martin Scorsese de su continuación El
color del dinero (1984), protagonizadas por estrellas como Paul Newman o
Tom Cruise, que por su propia obra literaria. Sin embargo, el éxito obtenido
por la serie de siete episodios producida por Netflix de otra de sus novelas, Gambito
de dama (1983), ha traído a este autor norteamericano de nuevo a la actualidad
literaria. En España se ha editado por primera vez dicha novela (cómo no con la
portada de la serie) y se ha reeditado Sinsonte (1980) que antes había
sido publicada como El Pájaro burlón por la editorial Plaza y Janés.
El hombre que
cayó en la Tierra narra la llegada a la Tierra de un extraterrestre
procedente de un mundo más avanzado que el nuestro. Supongo que esto la
convierte en un relato de ciencia ficción pero se trata de un relato de ciencia
ficción que no pretende serlo en ningún momento, un relato sobre una criatura
extraterrestre, frágil y sensible que tiene muy poco de alienígena hasta el
punto de que cae en un vicio tan humano como el alcoholismo. El propio
protagonista de la novela bromea en un momento dado sobre lo disparatada de
esta circunstancia.
El
extraterrestre, que se hace llamar Thomas Jerome Newton, ha sido enviado desde
el planeta Anthea con el objetivo de rescatar más adelante a los supervivientes
que quedaron en su mundo y que debido a las guerras y a la sobreexplotación de
recursos se ha hecho inhabitable. Para ello necesitará de un capital inmenso,
que espera poder obtener gracias a diferentes negocios para los que recurrirá a
los avanzados conocimientos científicos de su especie. En este dilatado proceso
tiene la oportunidad de conocer a diferentes personajes como Betty Jo, que le
ayuda cuando tiene un pequeño percance debido a la fragilidad de sus huesos o
Nathan Bryce, un químico que acude a él estupefacto por los impresionantes
avances técnicos que demuestran las empresas de Newton. Son personajes a los
que les pesa la soledad, desarraigados como el propio Newton y que alivian sus
penas principalmente con la bebida. Es precisamente Betty Jo la que inicia al
extraterrestre en la ginebra, una dependencia a la que el extraterrestre se
entregará cada vez con más fruición.
El mundo que nos describe Tevis se inspira en la clase media norteamericana de los años cincuenta que el autor extrapola a un futuro cercano. La historia arranca en 1985, a más de veinte años de cuando fue escrita la novela, y según el propio Tevis se trata de una especie de autobiografía novelada en la que Newton sería algo así como su alter ego. Al parecer Tevis debió de sentirse en su juventud tan extraterrestre, tan extraño y alejado de la humanidad como el protagonista de El hombre que cayó en la Tierra. A pesar de todo este extrañamiento Newton va pareciéndose cada vez más a los humanos, cae en sus mismos defectos, en el derrotismo, en la culpa y permite que la desazón le suma en una creciente nostalgia y le aleje cada vez más del propósito que lo trajo a la Tierra. La poesía, el arte, con la excepción de la música para la que sus sentidos extraterrestres no están dotados, y sobre todo el alcohol como ya he mencionado le ayudan a sobrellevar su pesar, su angustia vital. Al final, de ser la admiración de sus colaboradores más cercanos, Betty Jo y Bryce, Newton acaba convirtiéndose en objeto de su compasión. El hombre que cayó en la Tierra es una demostración palpable del poder que tiene la ciencia ficción, incluso para narrar aquello para lo que no parecía concebida en un principio.
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