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Universo de pocos

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martes, 14 de junio de 2016

"Aurora" de Kim Stanley Robinson

Aurora de Kim Stanley Robinson             Algunos fragmentos de Aurora, con sus descripciones rigurosas, sugestivas y hermosas del cosmos me han evocado al Clarke de hace muchos años que ya casi había olvidado, al de Cita con Rama o al de 2010: odisea dos. Con Aurora Robinson parece haberse propuesto escribir la novela definitiva sobre naves generacionales, pero como veremos en esta reseña la historia sigue un derrotero bastante diferente al de otras novelas.
 
           La epopeya que narra Robinson está protagonizada por los descendientes de los voluntarios que ciento setenta años antes se embarcaron en una gran nave rumbo al sistema Tau Ceti. Allí les aguarda Aurora, una luna con muchas posibilidades de ser habitable. Ninguno de ellos escogió estar en la nave, fueron sus tatarabuelos los que decidieron por ellos y Robinson deja claro en la novela que fueron unos irresponsables y se muestra en contra de este tipo de proyectos que considera experimentos con escasas probabilidades de éxito. Este manifiesto pesimismo para el público que lee sus libros, fundamentalmente aficionados a la ciencia-ficción que sueñan con que el hombre pueda vivir algún día en otros planetas, resulta provocador, una bofetada en pleno rostro.
 
            Se esté de acuerdo o no con la tesis del autor, la novela logra que nos lo creamos. Y ahí radica el mérito del autor, en hacer verosímil el grandioso escenario en el que transcurre la historia. Robinson se toma su tiempo describiendo pormenorizadamente la nave, los dos anillos que la forman con sus diferentes biomas y los problemas que surgen derivados del aislamiento y del inevitable deterioro sufrido tras navegar durante más de un siglo por el espacio. Porque lo cierto es que ni los personajes que habitan en la nave son especialmente interesantes ni la escritura de Robinson, que tiene cierta tendencia a divagar, resulta destacable. En ocasiones el mismo autor parece que fuera víctima del algoritmo voraz del que tanto habla en su novela y quedara atrapado en un agujero negro de verbosidad del que no pudiera salir hasta vaciar su mente contándonos con pelos y señales lo que en ese momento le absorbe el seso. Robinson dedica varias páginas a explicar la construcción de una rampa necesaria para que los vehículos puedan continuar su ruta por la inexplorada Aurora. Con notorio afán didáctico nos aclara cómo cortan la roca, la forma que deben darle, cómo deben colocarla, el cambio de sierra..., se trata de varias párrafos que pueden saltarse sin ningún problema.
 
            Sin duda la gran protagonista de la novela es la nave y la inteligencia que la maneja. Ella es la que a instancias de Devi, otro personaje significativo, narra la mayor parte de la historia. Con su creciente verborrea, su particular sentido del humor, y su desvelo por todos los que viven en su interior acaba por convertirse en el personaje que mejor me cae del libro. Desde luego, mucho más simpática que la eternamente descontenta Devi, encargada de que en la nave todo funcione, o incluso que Freya, su esforzada hija, que intenta seguir sus pasos. Por desgracia la inteligencia artificial en ciertos momentos parece haber heredado la tendencia a divagar de Robinson y nos regala también algunos párrafos bastante tediosos sobre la consciencia y sobre la forma de enfocar el encargo de resumir su historia desde que partieron de la Tierra.
 
            A pesar de sus defectos y de su final excesivamente largo, Aurora es un gran libro que yo recomiendo sobre todo a los que les gustan las novelas sobre viajes en el espacio basados rigurosamente en la ciencia. La dilatada aventura de los viajeros, aunque su desenlace pueda parecer decepcionante, no deja de ser asombrosa y resultar fascinante. Lástima que no esté narrada con la garra que merecería. Lean y juzguen.

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