Lo primero que me vino a la cabeza cuando comencé Amor
de monstruo fue el conocido clásico del cine La parada de los monstruos
(Tod Browning, 1932). Ambas historias comparten escenario, una feria que
recorre EE.UU y unos personajes deformes nada convencionales, sin embargo lo
hacen con un propósito diferente. La emisión de la película no estuvo libre de polémicas pues mostraba
abiertamente las deformidades (las malformaciones de los intérpretes eran
reales). El blanco y negro de la fotografía y la sobria puesta en escena acentuaban el efecto, de manera que el
contraste entre las criaturas monstruosas y la inocencia que mostraban ante las
cámaras era muy llamativo. Durante toda la cinta los monstruos parecen más
compasivos y humanos que el resto de personajes (aunque esto se rompe en el
tramo final). En pocas palabras: los malos de la película son los normales. En
el libro que nos ocupa los monstruos no son tan inocentes ni tan bondadosos,
sus almas parecen regirse por las mismas ambiciones y mezquindades que
cualquiera o quizás por más.
“Ellos no pedían haber nacido, pero lo han hecho, por un
azar de la naturaleza podíamos haber sido como ellos”, se dice en la película
de Tod Browning. Los vástagos de la familia Binewski, protagonistas de Amor
de monstruo, no pueden decir lo mismo, sus progenitores, Al y Lily,
hicieron cuanto estaba en sus manos para que sus hijos nacieran con una
alteración que los distinguiera de los “normas”, que es como se refieren a los
que no son como ellos. Ambos pretendían de esa manera tan cuestionable
asegurarles un empleo y un provechoso futuro dentro de la feria ambulante. Para
ellos la anormalidad, lo monstruoso, no supone una desventaja, más bien todo lo
contrario, permite que destaquen frente a la uniformidad y vulgaridad del mundo
exterior. Oly Binewski, una de las
hijas, será la que nos revele sin prisas la historia de la insólita familia.
Aunque es enana, albina y jorobada sus defectos físicos no poseen la excelencia
de las de su hermano Art por lo que se dedica a limpiar y ayudar al resto de
miembros de la familia. Duerme debajo del fregadero y se siente tan poca cosa
al compararse con Elly e Iphy, sus hermanas siamesas, o con el mismo Art, “Aqua
boy”, que la mayoría de las veces se limita a obedecer y ser testigo de los
hechos. Por otro lado, el hecho de no destacar la pone a salvo de las
manipulaciones de Art. Él es la estrella de la feria y es capaz de cualquier
cosa por seguir siéndolo. Oly lo ama con abnegación y su amor incestuoso es lo
que le permite llevar el día a día y perdonárselo todo.
El libro fue publicado por primera vez en 1989 con gran éxito
de ventas y acabó convirtiéndose en una obra de culto en parte gracias al interés
que suscitó entre personalidades como
Tim Burton, que compró los derechos, o Terry Gillian que también quiso
adaptarlo al cine. En España fue publicado en 1991 con el curioso título de Amor
profano pero el libro llevaba tiempo descatalogado. Series como Carnivale,
American Horror Story y un público en España deseoso por hallar nuevos
contenidos parecen haber despertado el interés por el libro de Dunn. Desde luego Amor de monstruo no es una
novela convencional y puede que escandalice a muchos, pero a los que no les
moleste indagar en los aspectos más sórdidos y retorcidos de la vida humana y
disfruten del humor escatológico les encantará. Dunn hace gala de una gran y
retorcida imaginación por lo que la vida de la familia Binewski resulta
apasionante y siempre sorprendente. La novela funciona en ese sentido como una
de esas ferias de los horrores que describe en la que vamos de asombro en
asombro, y cuando creemos que ya no
puede haber nada que supere lo que hemos visto surge tras la esquina una nueva atracción
más impactante que la anterior.
No todo es positivo. En la novela se producen extraños
cambios de estilo o de perspectiva; no son muy frecuentes
pero hay párrafos que dan la impresión de haber sido escritos por otra persona.
El resto del texto está narrado con una prosa límpida y expresiva de la que
cabe destacar unos diálogos de enorme viveza. También es cierto que el final
resulta un tanto brusco, pero el libro es tan bueno que eso apenas importa.
Depravada a la vez que tierna, obscena y sensible, desagradable pero hermosa,
sexual y romántica; Amor de monstruo es un compendio de lo peor pero
también de lo mejor que posee el ser humano. Y como diría Javier Gurruchaga: señoras
y señores... monstruos y monstruas pasen y lean.
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