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Universo de pocos

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domingo, 14 de febrero de 2021

"Señor del espacio y el tiempo" de Rudy Rucker

Portada de “Señor del espacio y el tiempo” de Rudy Rucker
            A quien le dé por husmear en la red sobre Rudy Rucker es probable que le aparezcan términos con muchos prefijos del tipo transrealismo, cyberpunk, post-cyberpunk o post-loquesea. Que esto no asuste a nadie, que no le haga cerrarse en banda ante este autor casi desconocido en España. Lo mejor es no hacer demasiado caso, al menos en esta ocasión nada debería impedir  acercarse a este Señor del espacio y del tiempo que ha resultado ser una de las lecturas más divertidas con las que me he topado últimamente.

            Después de consultar esto del transrealismo en varios sitios no me ha quedado muy claro lo que es. Por un lado me ha parecido entender que no es más que la utilización de elementos propios de la ciencia ficción para transmitir estados concretos de la psique del autor (algo que no me parece que sea especialmente innovador sino bastante común en el género fantástico). Sin embargo, en otros sitios se describe el transrealismo como un intento de llegar más allá de la realidad que percibimos, una realidad que se ve alterada por nuestra mente y por nuestras emociones. ¡Vamos, puro Philip K. Dick! Pero sea lo que sea esto del el transrealismo, Señor del espacio y del tiempo tiene mucho que ver con la ciencia-ficción humorística que se escribía antes de que existieran tantas etiquetas. Una de las primeras novelas que me viene a la cabeza es Marciano vete a casa (1955) de Fredric Brown, con la que comparte incluso bromas solipsistas. También me trae a la mente al Robert Sheckley de Mañana será así (1964, título absurdo con el que se publicó en España The Status Civilization) o sobre todo al  Sheckley que escribió relatos entre los años cincuenta y sesenta. Se trataba de historias, tanto las de Brown como las de Sheckley, escritas con mucho humor y sin complejos en los que el rigor científico no era más que un lastre que tirar por la borda para que la imaginación volara más alto. También, aunque sea menos humorística, hay mucho de Ojo en el cielo (1957) de Philip K. Dick o incluso podemos encontrarnos con los alienígenas de Amos de títeres (1951) de Robert A. Heinlein. En Señor del espacio y el tiempo hay cabida para todo esto y también para más.

            Harry Gerber y Joe Fletcher son dos tipos a los que les gusta beber cervezas y emprender juntos las empresas más descabelladas. Harry es el científico, lo que no impide que sea el más loco de los dos, Joe se dedica a la informática y aunque también tiene lo suyo es el que pone freno a muchas de las delirantes y temerarias ideas de su socio. El caso es que con cierta ayuda que les llega del futuro logran construir una máquina que permitirá aumentar la constante de Plank y por tanto ampliar la zona de incertidumbre que establece el principio de Heisenberg. Esta máquina, el Blúnzer, construida con un microondas, una camilla de inyección letal y un frigorífico industrial hará posible cualquier cosa en la zona de incertidumbre con sólo quererlo. En definitiva, funciona como una máquina de conceder deseos. A partir de aquí todo es posible y al autor no le importa meterse en los enredos más extravagantes imaginables incluyendo los metafísicos. Todo sucede muy rápido, la novela no da respiro al lector y los protagonistas no acaban de salir de un lío cuando ya se encuentran metidos en otro que acaba por arrastrar literalmente al mundo entero.

            Basta echar un vistazo al índice del libro y ver los títulos dados a los capítulos para comprender con qué nos vamos a encontrar. Estos son algunos ejemplos: 
            Uno: «Este capítulo se titula así».
            Trece: «Arbustos de chuletas y árboles de buñuelos».
            Veinte: «Dios es transexual».
            Veintiuno: «Los hombres también son personas».
            Y así hasta llegar a los treinta capítulos que componen el libro.

            La novela no se toma demasiado en serio a sí misma, ni siquiera los personajes lo hacen. A pesar de las cosas inimaginables que viven y que desencadenan con sus acciones, lo curioso es que la impresión les dura más bien poco y sus reacciones no suelen ir mucho más allá de las que les produciría un pisotón en el dedo gordo del pie. Se lamentan un poco, se beben unas cervezas y siguen adelante como si fuera lo más normal del mundo. Todo transcurre a la velocidad de la luz, sin que los personajes se vean inmersos en interminables discusiones para buscar una solución.  La novela tiene mucha gracia pero no es una sucesión de gags más o menos divertidos ni los personajes pretenden ser ocurrentes en ningún momento, lo que nos hace reír es el absurdo, el disparate y la enloquecida imaginación de Rucker. El libro viene acompañado de un prólogo en el que Alfonso García explica todo esto con mucha más profundidad e ingenio que yo.

            Llama la atención que esta novela publicada en EE.UU en 1984 haya tardado tantos años  en llegar a nuestro país. Por suerte para todos los amantes de la ciencia-ficción, Gigamesh la ha rescatado en una edición impecable y con una portada muy simpática que le viene al dedo. Señor del espacio y el tiempo es un libro imaginativo, de humor delirante e imprevisible, ideal para estos tiempos de oscuridad y pandemia, que nadie debería perderse. ¡Necesitamos más Rudy Rucker!

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