Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

Universo de pocos

lunes, 14 de marzo de 2022

“El único indio bueno”, de Stephen Graham Jones

Portada de “El único indio bueno” de Stephen Graham Jones

          Si existe un género literario en el que la ambientación es primordial ese es el de terror. Para que el lector se sumerja en la historia y se sienta concernido por lo que sucede es preciso una atmósfera especial, inquietante y perturbadora. La herramienta básica para lograrlo es la descripción, el escritor de una novela de terror debe esforzarse en construir un escenario y unos personajes que se salgan de lo habitual sin que resulten del todo inverosímiles. La idea es crear un estado de ánimo en el lector que refuerce el impacto del relato. En El único indio bueno Stephen Graham Jones opta por hacer algo distinto, descarta descripciones detalladas encaminadas a crear desasosiego y decide confiar todo en la acción. Esto no debe llevarnos a engaño, con acción no me refiero a persecuciones o a tiroteos sino a que la narración consiste en un relato minucioso de las acciones que realizan sus personajes por insignificantes que puedan parecer: beber una cerveza, arreglar una lámpara, desmontar una moto, fumar un cigarro o lanzar unas canastas. En este sentido Jones sea aleja de la narrativa clásica de terror.

A cambio nos encontramos quizás con uno de los argumentos más frecuentes y a los que más ha recurrido la literatura de terror: la venganza por un suceso acontecido en el pasado. En este caso los culpables del siniestro (y objeto posterior de la venganza) son cuatro amigos que residen en una reserva india y la víctima una manada de ciervos que se hallaba en una zona reservada a los ancianos. La literatura de terror está llena de muertos que vuelven a la vida para cobrarse venganza, de fantasmas resentidos o de monstruos que desean hacer justicia. Los ajustes de cuentas han sido protagonizadas por toda clase de criaturas y seres con apariencias siniestras o rasgos abominables. Jones nos sorprende con una criatura con un aspecto algo menos terrible de lo habitual como son las mujeres ciervo. Estos seres híbridos forman, por lo que parece, parte del folclore nativo americano.

Los cuatro amigos, pies negros, con una amistad que se remonta a la infancia viven su existencia sin esperar demasiado de la vida trabajando en lo que pueden y en lo que les dejan. Dos de ellos tienen pareja, otro está separado y tiene una hija que podría convertirse en una figura del baloncesto local y el cuarto vive solo. Han pasado diez años desde que ocurriera aquel suceso lamentable, eran entonces jóvenes e insensatos, después de tanto tiempo además de unidos por la amistad lo están también por el sentimiento de culpa por aquello que hicieron. Acostumbrados como estamos por el cine y por la literatura de terror a presenciar las atrocidades más extremas imaginables la obsesión posterior que provoca el suceso en los protagonistas resulta sino desproporcionada cuando menos inusitada. Al tratarse de cuatro amigos no serán dos ni tres las veces en que la venganza se haga presente. 

La novela se toma su tiempo, lo cierto es que no son muchas las cosas que suceden. Mientras la leía tenía la sensación de estar viéndolo todo a cámara lenta como ocurre en muchas películas y series de TV cuando se quiere enfatizar una determinada escena. Esto es consecuencia directa de lo que explicaba al principio de la reseña, de la minuciosidad con la que el autor cuenta todo lo que hacen los personajes. Se trata de infinidad de pequeñas acciones que muchas veces carecen de importancia y que por acumulación me han producido el efecto de estar presenciando una moviola. Todo ello imbuye a la narración de una intensidad un tanto ficticia que nos empuja por otra parte a estar atentos a cada detalle de lo que ocurre (pensando que es importante) y que nos hace percibir señales anunciando que algo terrible va a suceder. Al final acaban por suceder aunque se hagan esperar más de lo deseado.

Más que el terror y que las mujeres ciervo lo que me ha llamado la atención del El único indio bueno es la percepción que de sí mismos tienen los indios. Los cuatro protagonistas de la novela parecen aceptar con resignación la imagen que los demás tienen de ellos y que Hollywood ha fomentado. Ellos mismos mantienen con sus tradiciones un sentimiento ambivalente: al mismo tiempo que a veces se burlan de ellas las evocan con sentida nostalgia. Se trata de hombres sin futuro cuyo único consuelo es ser descendientes de aquellas orgullosas tribus que en el pasado recorrían las praderas para cazar bisontes, se trata de hombres heridos en su orgullo perdidos en una sociedad en la que no encajan.

También hay momentos de terror en la novela, quizás uno de los más terroríficos y más sorprendentes sea el que se produce cuando la hija de uno de los protagonistas es retada a jugar un uno contra uno de baloncesto. La novela, que ganó el Premio Bram Stoker y el Shirley Jackson en 2020, me ha parecido a ratos lenta pero ha sido sobre todo su trama, muy trillada desde mi punto de vista, la causa de que no me haya impresionado demasiado aún cuando al retrato desolador y poco conocido que hace de la comunidad india no le falte interés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario