Así con este
tono entre lírico y sensual comienza La juguetería mágica (1967), de
Angela Carter. La novela, que ha sido reeditada por la editorial Sexto Piso,
aprovecha la traducción que hiciera Carlos Peralta para la legendaria Minotauro
de Paco Porrúa.
La protagonista
es Melanie, una niña que hasta ahora ha vivido entre algodones en la preciosa
casa de campo inglesa de sus padres pero que tras un luctuoso suceso deberá
trasladarse con sus dos hermanos (más pequeños que ella) a Londres y residir
con su tío Philip, del que apenas sabe nada. Lo único que recuerda de él es un
extravagante regalo que le hizo en la infancia: una caja de la que saltó un
desagradable muñeco cuando la abrió, «una caricatura de ella misma» que
le dio un susto de muerte. Melanie, además de amoldarse a las normas
arbitrarias de su tío, un hombre autoritario que atemoriza a todos, deberá
sufrir su constante desdén más preocupado como está por las marionetas y por
los juguetes que construye para su juguetería que por el bienestar de la
familia. Sin agua caliente, muertos de frío por la tacañería de quien les ha
acogido padecen miserias que nos evocan de inmediato a Dickens. Carter describe
todo además con la misma minuciosidad y viveza que el autor de Oliver Twist,
no sólo el escenario donde sitúa la acción queda perfectamente dibujado sino
que los personajes cobran vida en nuestra mente. Podría pensarse que estamos
ante la clásica narración con huérfanos desdichados, maltratados en ocasiones y
obligados a trabajar como esclavos pero como veremos más adelante no es del
todo así, Carter la dota de su visión personal.
Si no fuera por
referencias a objetos actuales, la atmósfera y las situaciones que se producen
nos empujarían a pensar que la acción de la novela transcurre en la época
victoriana.
«Se sintió
congelada y desolada mientras recorría el largo pasillo marrón con sus secretas
puertas herméticamente cerradas. El castillo de Barba Azul. Melanie se estremecía
de horror ante cada puerta temiendo que se abriese para dar paso a algún
espantoso artilugio rodante, una broma espeluznante o repulsiva novedad que
pusiera su valor a prueba.»
El taxi con un
moderno taxímetro que cogen a su llegada a Londres, el calentador eléctrico que
utilizan para hacerse un té o el hecho de que Melanie compare el aspecto de su
tío con el de Orson Welles nos hacen comprender que no es así y ver que la historia
transcurre alrededor de los años sesenta. Pero así y todo hay que hacer un
esfuerzo para ubicar lo que sucede en un pasado reciente. Tal vez porque el
mundo que nos describe Carter se parece al de los cuentos que nos contaban
nuestros padres en la infancia y que en nuestra mente solían desarrollarse
siempre en un tiempo impreciso y remoto en el que los personajes vestían de
manera muy diferente a la nuestra y en el que los hogares se iluminaban con
candelabros y se calentaban con el fuego de las chimeneas. Eran mundos de
extremos, de impresiones muy fuertes, de malos malísimos y de gente que sufría
muchísimo antes de que todo se resolviera en un final feliz. Este mundo
legendario es el que de alguna manera Carter evoca en su libro.
Sin embargo, en
una época como la victoriana sería del todo impensable abordar los cambios anímicos
y físicos que se producen en una niña de quince años. A Dickens no se le pasaría
por la cabeza como a Carter hablar del deseo carnal de una adolescente o de su
temor a morir virgen. Hay otros aspectos que no puedo desvelar como la sorpresa
final que depara el libro, que tampoco serían bien vistos en dicha época. En
este sentido podríamos considerar la trama de La juguetería mágica como
la de un cuento o una historia de Dickens actualizada a tiempos más modernos.
De todos modos no es por el argumento por lo que más destaca la novela de
Carter, sino por la maravillosa manera en que está escrita y por el personal
lirismo que destilan algunos pasajes. También por la capacidad que tiene de
mostrarnos el mundo a través de los imaginativos ojos de una adolescente en su
despertar sexual, que descubre por primera vez el mundo masculino y lo hace con
sentimientos ambivalentes. Los chicos le atraen y le desagradan por partes
iguales. Desde su idílica casa en la campiña, antes de que ocurriera la
desgracia que la llevara a Londres, Melanie soñaba con casarse. En su imaginación
se había creado al hombre de sus sueños y lo que encuentra en casa de su tío es
muy distinto. Sin embargo la realidad por más que a veces le perturbe tampoco
le desagrada del todo. Para ella todo son dudas. Desea casarse, seguramente por
la educación que la han dado, pero a veces tiene miedo de que su futuro sea
como el de otras mujeres casadas que ha visto, que llevan
una vida vulgar al cuidado de los hijos.
El título de la novela puede hacer pensar a muchos lectores que se trata de una novela fantástica pero en ella no hallará hechizos ni príncipes encantados sólo una atmósfera de cuento gótico que a su manera contiene mucha más magia que la mayoría de las novelas del género por lo general muchos más extensas. Es una lástima que haya descubierto tan tarde a esta gran escritora británica. No cometáis el mismo error que yo y leed a Angela Carter.
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