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Universo de pocos

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miércoles, 29 de marzo de 2023

“Hielo”, de Anna Kavan

Portada de “Hielo”, de Anna Kavan

Fue gracias a Brian Aldiss que supe de Anna Kavan por primera vez. No, no he tenido el gusto de conocer a Aldiss personalmente, mencionaba a esta escritora en la antología titulada Última etapa que publicó Bruguera en 1976, en la que diferentes autores escribían un relato definitivo sobre los principales temas de la ciencia ficción. Cada uno de ellos iba acompañado de un pequeño comentario del autor, y Aldiss entre otras cosas aprovechó el suyo para hablar muy elogiosamente de Kavan. Por desgracia entonces no se había publicado en España todavía nada de esta rara avis de la literatura inglesa. Su libro más emblemático Hielo (1967) no lo sería hasta 1987.

La editorial Trotalibros rescató hace dos años esta olvidada y singular novela con una edición muy cuidada que ha sido traducida por Ainize Salaberri. Hay que decir que no se trata de un libro fácil y que en muchas ocasiones pone a prueba la paciencia del lector. Lo que hace  que su lectura no sea sencilla es una trama que parece volver siempre al mismo punto en una espiral que no tiene fin. La impresión de que la acción no lleva a ningún lado puede desesperar a muchos. Si esto no fuera suficiente, la historia se interrumpe a veces de manera brusca sin que la autora ponga sobre aviso al lector, de manera que éste no tiene forma de saber si la nueva escena es recordada o imaginada. Estas reiteraciones, estos círculos que traza la historia componen una especie de bucle infernal del que ni los personajes ni el lector pueden escapar. La novela adquiere así la forma de una pesadilla recurrente y como tal no ofrece respuestas.

Tampoco es fácil resumir su argumento. Lo cierto es que es una novela difícil en todos los sentidos. El protagonista y narrador de la historia es un hombre obsesionado por una mujer de la que a excepción de su físico (es extremadamente delgada y posee un cabello largo y plateado) apenas sabremos nada. No es que de él vayamos a saber mucho más, si acaso de su fascinación por los inris, unas criaturas pacíficas parecidas a los lémures. Ni él ni ella tienen nombres, son personajes arquetípicos, criaturas de ficción con un propósito concreto, que no claro, dentro de la narración. Él la busca para salvarla del hielo que avanza pero también de otro personaje que la tiene cautiva, el Custodio. Ella, sin embargo, huye la mayoría de las veces de él, quien desde luego no parece mejor que el Custodio. Él es un individuo contradictorio, capaz de disparar sin contemplaciones a alguien que intenta subir a su barca para ponerse a salvo o de apiadarse de otro que es apaleado por un grupo de soldados. Diríase que la tortura sólo está bien si la practica él. A pesar de esta persecución del gato y del ratón entre él y ella, parecen necesitarse el uno al otro.

En esta manía que tenemos por etiquetarlo todo se ha catalogado a Hielo de novela catastrofista porque se sitúa en un futuro de enfriamiento causado por una guerra nuclear; también, cómo no podía ser menos, de distopía, que es el término eufemístico con el que últimamente se esquiva tener que emplear el tan menospreciado de ciencia ficción. No me parece que Kavan estuviera especialmente interesada en escribir una novela sobre un mundo que ha sufrido una guerra nuclear y desde luego está muy alejada de lo que yo entiendo por distopía. Para mí leer Hielo ha sido sumirse en un estado mental de continua desazón, de miedo, de incómodos sentimientos de posesión y de humillante sometimiento. Los personajes van pasando por todas estas emociones, la mayoría de las veces es ella la víctima, pero también lo es él de su necesidad de protegerla de la autoridad y de la tiranía del Custodio. Ella además necesita de alguien que la proteja. En fin, de una manera esquemática se trata de la relación que ha existido hasta hace poco y que aún perdura en muchas ocasiones entre una mujer y un hombre. Otros, al tanto de la biografía de Kavan, pensarán que es el que se establece entre el adicto y la droga.

¿Puede considerarse Hielo ciencia ficción? Desde mi punto de vista sí. Hay dos tipos de ciencia ficción, una en que los elementos de ciencia ficción son empleados para crear una metáfora y otra en los que no. Hielo pertenece claramente al primer grupo.

En el prólogo José Carlos Rodrigo intenta separar la obra de la vida de la autora. Tras saberse su adicción a la heroína muchos han creído encontrar la clave a esta novela inaprensible y un significado a ese hielo que va devorando el mundo. Por mi parte he procurado no tener muy en cuenta su biografía pero qué duda cabe de que su visión enajenada de la realidad recuerda mucho a la de otro gran consumidor de drogas como es Philip K. Dick. Aunque ahí está  Kafka, otro escritor con el que comparte muchas cosas y del que, que yo sepa, lo más fuerte que consumía era café. La vida de Anna Kavan, cuyo nombre auténtico es Helen Emily Woods, daría lugar con toda seguridad a una interesante novela. El libro viene acompañado de una nota al inicio en la que se cuentan algunos detalles: sus dos matrimonios que acabaron en divorcio, la muerte de su hijo en la segunda guerra mundial, su problema con las drogas, sus intentos de suicidio, su paso por diversos hospitales psiquiátricos y finalmente su muerte a los 68 años. Como curiosidad antes de cambiarse el nombre escribía novela rosa.

De la misma manera que en una sonata hay un motivo musical que se repite hasta el final de la obra, la novela de Kavan, variando a veces el ritmo, otras la instrumentación, vuelve una y otra vez al mismo relato de búsqueda y desencuentro. Hielo parece escrito por alguien que se siente perdido en el mundo y que no encuentra su lugar en él. A lo largo de la novela el hielo es una amenaza constante que se cierne sobre el mundo y sobre los protagonistas. Para algunos es un símbolo de la droga que devoraba a su autora (no es fácil llegar a una conclusión), sin embargo para mí representa el frío de la muerte que de alguna manera siempre está presente en nuestras vidas y que se acerca inexorablemente.


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