Publicado por
primera vez en 1974 en catalán, Mecanoscrito del segundo origen, de
Manuel de Pedrolo, se ha convertido en todo un clásico de la ciencia ficción.
Se trata de una novela muy conocida sobre todo en Cataluña, donde se ha
utilizado incluso como libro de lectura en algunas escuelas. La edición en
castellano se produjo diez años después y desde entonces se ha venido
reeditando periódicamente, lo que demuestra que se trata de una historia que
después de décadas todavía sigue atrayendo a los lectores. La novela goza de
gran aceptación entre los jóvenes, aunque su autor no la escribió específicamente
para un público de estas edades. No es difícil de entender, teniendo en cuenta
que narra con una sencillez impresionante la historia de dos jóvenes, chica y
chico, que de la noche a la mañana parecen haberse convertido en los únicos
supervivientes del mundo.
El arranque de
la novela es de los que no se olvida. Unos muchachos arrojan a otro niño a una
alberca sólo porque no les gusta el color de su piel. Alba, que es testigo de
la agresión, se lanza sin pensárselo al agua para salvarlo justo a tiempo de
ver unos platillos volantes en el cielo. Cuando sale de la alberca arrastrando
consigo al niño, aún tiene tiempo de ver desaparecer en el horizonte los extraños
aparatos. Poco después los chicos, Alba y Dídac, salvadora y rescatado,
descubrirán que en los alrededores todos están muertos (incluso los dos niños
que tiraron a Dídac al agua), que el pueblo ha quedado convertido en escombros
y que sus padres han sucumbido bajo ellos. Alba tiene catorce años, Dídac sólo
nueve, y ambos han sobrevivido al ataque extraterrestre por un hecho
completamente fortuito, por encontrarse bajo el agua en el preciso momento en
que se produjo el ataque. Una buena pero también una mala acción les ha
salvado.
El texto está
dividido en párrafos numerados que comienzan siempre con la conjunción «y» lo
que da a la narración un aire de cuento y a la vez de redacción infantil. Esto último
tiene su razón de ser por ser quien es el narrador. El hecho de que los párrafos
estén numerados nos hacer pensar en los
textos bíblicos pero el tono sin complicaciones y directo de la novela tiene
muy poco que ver con el hiperbólico, elegíaco o arengador que adopta la Biblia.
Pedrolo despoja a la novela de todo adorno y deja la trama prácticamente al
desnudo. No se detiene demasiado en lo que no está interesado en contar y desde
el principio sitúa a los dos personajes principales, niños aún, en un mundo en
el que deberán arreglárselas sin la ayuda de nadie, que es en definitiva lo que
el autor quiere narrar. Por tanto, para ahorrarse descripciones innecesarias,
hace que la destrucción se deba al ataque de los típicos platillos volantes que
están en el imaginario de todo el mundo (sobre todo de los años 70). Como se
puede apreciar no se trata de un inicio con grandes pretensiones de
verosimilitud. A partir de entonces Pedrolo se toma más en serio conseguir que
lo que Alba y Dídac hacen para salir adelante resulte más creíble.
De los dos
personajes que protagonizan la novela, la que llama más la atención es Alba.
Sorprende cómo asume desde el principio su papel de madre y luego de compañera,
de esposa o cómo se quiera llamar. Su falta de prejuicios, su decisión de hacer
lo imposible para que la humanidad no se extinga en alguien tan joven es loable
a la vez que extraña y perturbadora. Lo tiene muy claro y en ningún momento
parece cuestionarse lo que deberá hacer para cumplir la misión que se ha
impuesto. Tendrá que ejercer de madre de quien en el futuro será su amante y el
padre de sus hijos. Pedrolo lo cuenta todo sin darle demasiada importancia y
los dos personajes aceptan este doble papel con pasmosa naturalidad. Sólo hay
un momento en el que Alba parece reconocer lo anómalo de su situación. No
obstante se hace cargo de que en una situación inusual como la suya deben
buscarse soluciones que también lo son. Es sin saberlo una auténtica pragmática.
Alba, al tener
unos años más que Dídac, ejercerá también de maestra. Responder a todo lo que él
le pregunta, lo considerará parte de sus funciones y lo hará sin titubear por
incómodas que resulten las cuestiones y siempre con la máxima claridad. El
mundo que crearán será uno en el que no haya convencionalismos sociales ni
prejuicios. No es algo que se hayan propuesto hacer, es algo que surge de
manera espontánea e inocente. En cualquier caso hay que recordar que la novela
fue escrita en los años setenta y el movimiento hippie seguía presente. Tal vez
sea ésta la razón de que Pedrolo recalque, en demasiadas ocasiones quizás, la
desinhibición que muestran los chicos ante la desnudez o a la hora de hablar de
sexo.
Por decisión de
Alba se embarcarán en otro gran proyecto, el de atesorar todos los libros que
encuentren. Al principio lo hacen pensando en su propio beneficio, con el fin
de tener a mano textos que puedan servirles de utilidad en su supervivencia,
libros de medicina, de mecánica o de otras competencias. Porque a pesar de su
juventud Alba mira siempre un poco más allá. Se cree con el deber de salvar la
humanidad y eso supone también poner a salvo uno de sus mayores valores como es
el conocimiento. Dídac en cambio no siente esa responsabilidad por lo que es
menos cauto y de los dos es el que propone las empresas más arriesgadas, que
muchas veces Alba termina por quitarle de la cabeza.
Al igual que en
otras novelas similares como La muerte de la hierba (1956) de John
Christopher o Los genocidas (1965) de Thomas M. Dish, Mecanoscrito del segundo origen narra
con detalle las vicisitudes y las soluciones que ponen en práctica un grupo de
personas para sobrevivir a una catástrofe. Alba y Dírac deberán esforzarse,
saber sobreponerse a los fracasos y utilizar su ingenio para poder salir
adelante. Lo que no veremos como en otros libros es un deterioro o un desgaste
en la relación entre sus protagonistas, más bien al contrario la convivencia
entre Alba y Dídac se antoja a veces incluso demasiado idílica.
Resulta curioso
el atractivo que tienen los paisajes apocalípticos, ¿a cuántos no nos gustaría
asomarnos por un rato a esos mundos en descomposición? Poder entrar en esos
supermercados abandonados y aprovisionarnos de lo que queramos o recorrer el
mundo sin toparnos con molestos turistas haciendo fotos por doquier. Esa es,
supongo, la razón de que existan tantos videojuegos que se desarrollan en ambientes postapocalípticos. Si no recuerdo mal antes de
que estallara la guerra de Ucrania se llegaron a ofrecer tours ilegales por la
chernóbil radiactiva para que los guiris de turno pudieran pisar con sus
propios pies un territorio asolado.
Mecanoscrito del segundo origen es una novela que se lee de un tirón, con unos personajes entrañables y con los que es fácil identificarse, clásica en su desarrollo, controvertida al mismo tiempo que ingenua, no hay duda de que se trata de un libro muy recomendable para lectores de todas las edades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario