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miércoles, 15 de marzo de 2023

“Mecanoscrito del segundo origen” de Manuel de Pedrolo

Portada de  “Mecanoscrito del segundo origen” de Manuel de Pedrolo

Publicado por primera vez en 1974 en catalán, Mecanoscrito del segundo origen, de Manuel de Pedrolo, se ha convertido en todo un clásico de la ciencia ficción. Se trata de una novela muy conocida sobre todo en Cataluña, donde se ha utilizado incluso como libro de lectura en algunas escuelas. La edición en castellano se produjo diez años después y desde entonces se ha venido reeditando periódicamente, lo que demuestra que se trata de una historia que después de décadas todavía sigue atrayendo a los lectores. La novela goza de gran aceptación entre los jóvenes, aunque su autor no la escribió específicamente para un público de estas edades. No es difícil de entender, teniendo en cuenta que narra con una sencillez impresionante la historia de dos jóvenes, chica y chico, que de la noche a la mañana parecen haberse convertido en los únicos supervivientes del mundo.

El arranque de la novela es de los que no se olvida. Unos muchachos arrojan a otro niño a una alberca sólo porque no les gusta el color de su piel. Alba, que es testigo de la agresión, se lanza sin pensárselo al agua para salvarlo justo a tiempo de ver unos platillos volantes en el cielo. Cuando sale de la alberca arrastrando consigo al niño, aún tiene tiempo de ver desaparecer en el horizonte los extraños aparatos. Poco después los chicos, Alba y Dídac, salvadora y rescatado, descubrirán que en los alrededores todos están muertos (incluso los dos niños que tiraron a Dídac al agua), que el pueblo ha quedado convertido en escombros y que sus padres han sucumbido bajo ellos. Alba tiene catorce años, Dídac sólo nueve, y ambos han sobrevivido al ataque extraterrestre por un hecho completamente fortuito, por encontrarse bajo el agua en el preciso momento en que se produjo el ataque. Una buena pero también una mala acción les ha salvado.

El texto está dividido en párrafos numerados que comienzan siempre con la conjunción «y» lo que da a la narración un aire de cuento y a la vez de redacción infantil. Esto último tiene su razón de ser por ser quien es el narrador. El hecho de que los párrafos estén numerados nos  hacer pensar en los textos bíblicos pero el tono sin complicaciones y directo de la novela tiene muy poco que ver con el hiperbólico, elegíaco o arengador que adopta la Biblia. Pedrolo despoja a la novela de todo adorno y deja la trama prácticamente al desnudo. No se detiene demasiado en lo que no está interesado en contar y desde el principio sitúa a los dos personajes principales, niños aún, en un mundo en el que deberán arreglárselas sin la ayuda de nadie, que es en definitiva lo que el autor quiere narrar. Por tanto, para ahorrarse descripciones innecesarias, hace que la destrucción se deba al ataque de los típicos platillos volantes que están en el imaginario de todo el mundo (sobre todo de los años 70). Como se puede apreciar no se trata de un inicio con grandes pretensiones de verosimilitud. A partir de entonces Pedrolo se toma más en serio conseguir que lo que Alba y Dídac hacen para salir adelante resulte más creíble.

De los dos personajes que protagonizan la novela, la que llama más la atención es Alba. Sorprende cómo asume desde el principio su papel de madre y luego de compañera, de esposa o cómo se quiera llamar. Su falta de prejuicios, su decisión de hacer lo imposible para que la humanidad no se extinga en alguien tan joven es loable a la vez que extraña y perturbadora. Lo tiene muy claro y en ningún momento parece cuestionarse lo que deberá hacer para cumplir la misión que se ha impuesto. Tendrá que ejercer de madre de quien en el futuro será su amante y el padre de sus hijos. Pedrolo lo cuenta todo sin darle demasiada importancia y los dos personajes aceptan este doble papel con pasmosa naturalidad. Sólo hay un momento en el que Alba parece reconocer lo anómalo de su situación. No obstante se hace cargo de que en una situación inusual como la suya deben buscarse soluciones que también lo son. Es sin saberlo una auténtica pragmática.

Alba, al tener unos años más que Dídac, ejercerá también de maestra. Responder a todo lo que él le pregunta, lo considerará parte de sus funciones y lo hará sin titubear por incómodas que resulten las cuestiones y siempre con la máxima claridad. El mundo que crearán será uno en el que no haya convencionalismos sociales ni prejuicios. No es algo que se hayan propuesto hacer, es algo que surge de manera espontánea e inocente. En cualquier caso hay que recordar que la novela fue escrita en los años setenta y el movimiento hippie seguía presente. Tal vez sea ésta la razón de que Pedrolo recalque, en demasiadas ocasiones quizás, la desinhibición que muestran los chicos ante la desnudez o a la hora de hablar de sexo.

Por decisión de Alba se embarcarán en otro gran proyecto, el de atesorar todos los libros que encuentren. Al principio lo hacen pensando en su propio beneficio, con el fin de tener a mano textos que puedan servirles de utilidad en su supervivencia, libros de medicina, de mecánica o de otras competencias. Porque a pesar de su juventud Alba mira siempre un poco más allá. Se cree con el deber de salvar la humanidad y eso supone también poner a salvo uno de sus mayores valores como es el conocimiento. Dídac en cambio no siente esa responsabilidad por lo que es menos cauto y de los dos es el que propone las empresas más arriesgadas, que muchas veces Alba termina por quitarle de la cabeza.

Al igual que en otras novelas similares como La muerte de la hierba (1956) de John Christopher o Los genocidas (1965) de Thomas M. Dish,  Mecanoscrito del segundo origen narra con detalle las vicisitudes y las soluciones que ponen en práctica un grupo de personas para sobrevivir a una catástrofe. Alba y Dírac deberán esforzarse, saber sobreponerse a los fracasos y utilizar su ingenio para poder salir adelante. Lo que no veremos como en otros libros es un deterioro o un desgaste en la relación entre sus protagonistas, más bien al contrario la convivencia entre Alba y Dídac se antoja a veces incluso demasiado idílica.

Resulta curioso el atractivo que tienen los paisajes apocalípticos, ¿a cuántos no nos gustaría asomarnos por un rato a esos mundos en descomposición? Poder entrar en esos supermercados abandonados y aprovisionarnos de lo que queramos o recorrer el mundo sin toparnos con molestos turistas haciendo fotos por doquier. Esa es, supongo, la razón de que existan tantos videojuegos que se desarrollan en ambientes postapocalípticos. Si no recuerdo mal antes de que estallara la guerra de Ucrania se llegaron a ofrecer tours ilegales por la chernóbil radiactiva para que los guiris de turno pudieran pisar con sus propios pies un territorio asolado.

Mecanoscrito del segundo origen es una novela que se lee de un tirón, con unos personajes entrañables y con los que es fácil identificarse, clásica en su desarrollo, controvertida al mismo tiempo que ingenua, no hay duda de que se trata de un libro muy recomendable para lectores de todas las edades.

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