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jueves, 18 de abril de 2024

"MANIAC" de Benjamín Labatut

Portada de "MANIAC" de Benjamín Labatut

Tras el éxito obtenido con Un verdor terrible Benjamín Labatut regresa con un libro tan inclasificable como ése. Él lo llama novela. Difícilmente podría llegar a considerarse ensayo debido a las libertades que el autor se toma acerca de lo que dicen o piensan las personalidades que intervienen en el libro, pero lo que cuenta, al menos en lo más esencial, sucedió, es historia real, así que tampoco es exactamente ficción. Por otro lado Labatut emplea técnicas literarias propias de la novela. ¿Novela histórica entonces? No me lo parece, ya que hay  una voluntad evidente de divulgar y además se prescinde del planteamiento, nudo y desenlace convencionales. Así que, lo mejor es que dejemos a un lado su adscripción, algo que al fin y al cabo no supone ningún impedimento para disfrutar plenamente del libro, que nos olvidemos de normas y de teorías y que nos dejemos hechizar por los capítulos que conforman este excitante híbrido literario.

El título del libro, MANIAC, hace referencia a las siglas Mathematical Analyzer, Numerator, Integrator, and Computer, que es el nombre que se dio a uno de los primeros ordenadores que fueron construidos basándose en la arquitectura de Von Neumann. La obra está dividida en tres partes, entre las dos últimas existe una clara relación, menos evidente es establecerla entre éstas y la primera. Dedicada al famoso matemático John Von Neumann, la segunda parte lleva el elocuente título de John o los delirios de la razón. El papel de Von Neumann en el avance de la informática fue fundamental y por lo tanto también en lo que hoy en día se conoce como inteligencia artificial. Precisamente en la tercera parte se narran las diferentes partidas que tuvieron lugar entre el campeón de Go, Lee Sedol, y un adelantado programa informático llamado AlphaGo. Su título es igual de revelador: Lee o los delirios de la inteligencia artificial. Existe, por tanto, un nexo entre ellas, la cuestión es por qué Labatut consideró pertinente comenzar el libro con la trágica semblanza del físico Paul Ehrenfest. Hay que reconocer que se trata de un inicio sobrecogedor, digno de un thriller, con el que Labatut consigue atrapar al lector ya desde la primera línea.

«En la madrugada del 25 de septiembre de 1933, el físico austriaco Paul Ehrenfest entró en el instituto pedagógico del Jan Waterink para niños discapacitados en Ámsterdam, le disparó a Vasily, su hijo de catorce años, y luego se pegó un tiro en la cabeza.»

El motivo que pudo llevar a este hombre, muy amigo de Einstein, a cometer semejante atrocidad tiene con toda seguridad que ver con el auge del nazismo en Alemania y el miedo a lo que pudiera sucederle a su hijo con síndrome de Down después de que fuera legalizada la esterilización eugenésica. Labatut se aventura a añadir una razón más, que tiene mucho que ver con el proceso de cambio que estaba teniendo entonces lugar en la física. Es un momento de terrible confusión para Ehrenfest que observa impotente cómo gran parte de los físicos de la época tienen en cuenta teorías cada vez más descabelladas que parecen desafiar la razón. El título de esta parte es Paul o el descubrimiento de lo irracional y su objetivo no es solamente servir de irresistible reclamo, sino que permite al autor mostrarnos las reacciones de tres grandes hombres antes los avances de la ciencia.

En la primera parte del libro vemos a través de Ehrenfest la conmoción que supuso la mecánica cuántica. Lo que le aterrorizó hasta lo insoportable fue que la ciencia dejara de ser uno de los baluartes de la razón. A continuación Labatut nos introduce en un período de apogeo científico en el que las contribuciones de Von Neumann y de muchos otros científicos en campos tan diversos como las matemáticas, la informática o la economía crean un ambiente de enorme optimismo, incluso de exagerado optimismo. Se lanzan bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y se prueban las primeras bombas H, lo que hace pensar a muchos, entre ellos a Von Neumann, que la capacidad del ser humano no tiene límites. En la última parte del libro nos encontramos en la época actual, y la tecnología ha llegado a un nivel de sofisticación en el que las máquinas son capaces de vencer al hombre en un juego de enorme complejidad como es el Go, hazaña que hasta hace poco parecía estar fuera del alcance incluso del ordenador más avanzado.

Con todo es a Von Neumann al que Labatut dedica más espacio en el libro. Es la parte en la que el autor más se aparta de lo que es un ensayo convencional. Mediante capítulos brevísimos, impresiones contadas por personas que se relacionaron con Von Neumann vamos conociendo la vida y la manera de pensar del matemático de origen húngaro. La madre de Von Neumann, sus dos mujeres, su hermano, su amigo y físico Eugene Wigner, Richard Feynman y muchos otros nos permiten conocer diferentes facetas de él; desde su ingreso en la escuela secundaria de Budapest donde coincide con Wigner y ya empieza a ser considerado un prodigio, pasando por su huida a EE.UU, su intervención en el proyecto Manhattan y finalmente su muerte rodeado de agentes del gobierno que intentan arrancarle hasta el último momento ideas que puedan contribuir a la supremacía militar de la nación. El retrato que queda es la de un hombre con una mente superdotada, capaz de resolver cualquier problema que se le plantee, de un amante del dinero y de las riquezas y la de alguien que, al contrario que muchos de sus colegas como Einstein u Oppenheimer, no pone reparos a la utilización del armamento nuclear.

Labatut lo relata todo de una manera apasionada que se contagia al lector y que lo urge a seguir leyendo. La crónica que realiza de la batalla entre AlphaGo y el campeón de Go es un buen ejemplo de la habilidad del autor para conseguir hacer atractivo algo que en principio no lo parece como es una partida de Go. En sus manos todo cobra un nivel más de trascendencia, las derrotas del campeón mundial de Go significan mucho más que haber perdido una partida en un simple juego de mesa.

Tanto en MANIAC como en Un verdor terrible Labatut deja patente la fascinación que siente por la ciencia (y los científicos) pero la impresión que deja, al menos en mí, es de que la ciencia no es suficiente, de que existe más allá algo que a través de los medios que ésta nos  proporciona nunca llegaremos a entender.


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