Tras el éxito obtenido con Un verdor terrible Benjamín
Labatut regresa con un libro tan inclasificable como ése. Él lo llama novela.
Difícilmente podría llegar a considerarse ensayo debido a las libertades que el
autor se toma acerca de lo que dicen o piensan las personalidades que
intervienen en el libro, pero lo que cuenta, al menos en lo más esencial,
sucedió, es historia real, así que tampoco es exactamente ficción. Por otro
lado Labatut emplea técnicas literarias propias de la novela. ¿Novela histórica
entonces? No me lo parece, ya que hay
una voluntad evidente de divulgar y además se prescinde del
planteamiento, nudo y desenlace convencionales. Así que, lo mejor es que
dejemos a un lado su adscripción, algo que al fin y al cabo no supone ningún
impedimento para disfrutar plenamente del libro, que nos olvidemos de normas y
de teorías y que nos dejemos hechizar por los capítulos que conforman este
excitante híbrido literario.
El título del libro, MANIAC, hace referencia
a las siglas Mathematical Analyzer, Numerator, Integrator, and Computer, que es
el nombre que se dio a uno de los primeros ordenadores que fueron construidos
basándose en la arquitectura de Von Neumann. La obra está dividida en tres
partes, entre las dos últimas existe una clara relación, menos evidente es
establecerla entre éstas y la primera. Dedicada al famoso matemático John Von
Neumann, la segunda parte lleva el elocuente título de John o los delirios
de la razón. El papel de Von Neumann en el avance de la informática fue
fundamental y por lo tanto también en lo que hoy en día se conoce como
inteligencia artificial. Precisamente en la tercera parte se narran las
diferentes partidas que tuvieron lugar entre el campeón de Go, Lee Sedol, y un
adelantado programa informático llamado AlphaGo. Su título es igual de
revelador: Lee o los delirios de la inteligencia artificial. Existe, por
tanto, un nexo entre ellas, la cuestión es por qué Labatut consideró pertinente
comenzar el libro con la trágica semblanza del físico Paul Ehrenfest. Hay que
reconocer que se trata de un inicio sobrecogedor, digno de un thriller, con el
que Labatut consigue atrapar al lector ya desde la primera línea.
«En la
madrugada del 25 de septiembre de 1933, el físico austriaco Paul Ehrenfest entró
en el instituto pedagógico del Jan Waterink para niños discapacitados en Ámsterdam,
le disparó a Vasily, su hijo de catorce años, y luego se pegó un tiro en la
cabeza.»
El motivo que pudo llevar a este hombre, muy amigo
de Einstein, a cometer semejante atrocidad tiene con toda seguridad que ver con
el auge del nazismo en Alemania y el miedo a lo que pudiera sucederle a su hijo
con síndrome de Down después de que fuera legalizada la esterilización eugenésica.
Labatut se aventura a añadir una razón más, que tiene mucho que ver con el
proceso de cambio que estaba teniendo entonces lugar en la física. Es un
momento de terrible confusión para Ehrenfest que observa impotente cómo gran
parte de los físicos de la época tienen en cuenta teorías cada vez más
descabelladas que parecen desafiar la razón. El título de esta parte es Paul
o el descubrimiento de lo irracional y su objetivo no es solamente servir
de irresistible reclamo, sino que permite al autor mostrarnos las reacciones de
tres grandes hombres antes los avances de la ciencia.
En la primera parte del libro vemos a través de
Ehrenfest la conmoción que supuso la mecánica cuántica. Lo que le aterrorizó
hasta lo insoportable fue que la ciencia dejara de ser uno de los baluartes de
la razón. A continuación Labatut nos introduce en un período de apogeo científico
en el que las contribuciones de Von Neumann y de muchos otros científicos en
campos tan diversos como las matemáticas, la informática o la economía crean un
ambiente de enorme optimismo, incluso de exagerado optimismo. Se lanzan bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y se prueban las primeras bombas H, lo que
hace pensar a muchos, entre ellos a Von Neumann, que la capacidad
del ser humano no tiene límites. En la última parte del libro nos encontramos
en la época actual, y la tecnología ha llegado a un nivel de sofisticación en
el que las máquinas son capaces de vencer al hombre en un juego de enorme
complejidad como es el Go, hazaña que hasta hace poco parecía estar fuera del
alcance incluso del ordenador más avanzado.
Con todo es a Von Neumann al que Labatut dedica más
espacio en el libro. Es la parte en la
que el autor más se aparta de lo que es un ensayo convencional. Mediante capítulos
brevísimos, impresiones contadas por personas que se relacionaron con Von
Neumann vamos conociendo la vida y la manera de pensar del matemático de origen
húngaro. La madre de Von Neumann, sus dos mujeres, su hermano, su amigo y físico
Eugene Wigner, Richard Feynman y muchos otros nos permiten conocer diferentes
facetas de él; desde su ingreso en la escuela secundaria de Budapest donde
coincide con Wigner y ya empieza a ser considerado un prodigio, pasando por su
huida a EE.UU, su intervención en el proyecto Manhattan y finalmente su muerte
rodeado de agentes del gobierno que intentan arrancarle hasta el último momento
ideas que puedan contribuir a la supremacía militar de la nación. El retrato
que queda es la de un hombre con una mente superdotada, capaz de resolver
cualquier problema que se le plantee, de un amante del dinero y de las riquezas
y la de alguien que, al contrario que muchos de sus colegas como Einstein u
Oppenheimer, no pone reparos a la utilización del armamento nuclear.
Labatut lo relata todo de una manera apasionada que
se contagia al lector y que lo urge a seguir leyendo. La crónica que realiza de
la batalla entre AlphaGo y el campeón de Go es un buen ejemplo de la habilidad
del autor para conseguir hacer atractivo algo que en principio no lo parece
como es una partida de Go. En sus manos todo cobra un nivel más de
trascendencia, las derrotas del campeón mundial de Go significan mucho más que
haber perdido una partida en un simple juego de mesa.
Tanto en MANIAC como en Un verdor terrible Labatut deja patente la fascinación que siente por la ciencia (y los científicos) pero la impresión que deja, al menos en mí, es de que la ciencia no es suficiente, de que existe más allá algo que a través de los medios que ésta nos proporciona nunca llegaremos a entender.
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