Me animé a leer Monstruos rotos de Lauren Beukes debido a las buenas reseñas que había obtenido su anterior libro publicado en España, Las luminosas. No leí esta novela, porque la sinopsis me hizo sospechar que pudiera tratarse de un intento, a mi parecer un poco burdo, de buscar la originalidad sirviéndose de dos subgéneros bastante gastados como son el de los viajes en el tiempo y el de los asesinos en serie. Reconozco que son prejuicios, pero uno no puede leerse todo lo que se edita. La publicación hace un mes de Monstruos rotos me brindó la ocasión de darle una nueva oportunidad a esta autora sudafricana tan elogiada.
Se trata de nuevo de un híbrido, en este caso entre género policiaco y fantástico, siendo esto último la razón por la cual he decidido reseñar la novela en este blog. Monstruos rotos se desarrolla en Detroit y empieza con el descubrimiento de un cadáver horriblemente mutilado, que es lo que se lleva hoy en día (lejos quedan los crímenes impolutos de Agatha Christie). El comienzo, aunque no sea muy original, resulta intrigante, pero a partir de ahí la autora se dedica a presentarnos una serie de personajes que en un principio no parecen tener que ver con el asesinato: un escritor desesperado por tener éxito, un pobre desgraciado que pasó varios años en la cárcel por un desafortunado y trágico incidente y la hija adolescente de la inspectora Gabrielle Versado, y ninguno de ellos captan mi interés. Entre el numeroso reparto nos encontramos también con un tipo raro al que enseguida identificamos con el asesino y por supuesto a la policía (Versado) y madre de la molesta adolescente. He de decir que estos primeros capítulos, hasta que la acción por fin se centra de nuevo en la investigación policial, me resultaron bastante aburridos. Los detalles, muchas veces superfluos, que se proporcionan de los protagonistas son excesivos, demoran demasiado la acción y lo que es peor, me impacientan.
Soy consciente de que la adolescencia es una etapa difícil en la vida y hay muchos libros en los que se retrata esta época confusa de manera admirable como en El guardián entre el centeno de Salinger o El bosque del cisne negro de David Mitchell, por poner dos ejemplos. Pero en general, y sobre todo en el cine moderno, los adolescentes que se describen acaban siendo tópicos, irritantes y completamente insoportables. Layla, la hija de la inspectora, no es una excepción. Se la describe como sumamente inteligente, rebelde y con gran ingenio verbal. ¿Les suena? Pues como en cualquier telefilme de esos para sestear es capaz, no obstante, de hacer la mayor de las tonterías posibles. Según mi opinión la adolescente acaba por entrometerse demasiado en la acción, y ello revela demasiado a las claras el objetivo de la autora: lograr a toda costa una mayor tensión dramática.
Desde el principio queda claro que a Lauren Beukes no le interesa escribir una novela de misterio cuyo eje principal sea ir desvelando quién es el asesino, algo que se sabe casi desde el principio. Su verdadera intención es describirnos cómo viven diferentes personajes, cada uno con sus aspiraciones, en una ciudad que parece devastada por un capitalismo sin escrúpulos. La visión que nos da de Detroit junto con algunos momentos inspirados de la investigación constituyen lo mejor de la novela. El implacable mundo de internet, con sus redes sociales, youtube, etc., con los efectos que puede tener sobre la vida de una persona también queda espléndidamente reflejado.
Puede que la prosa ágil y desenvuelta de Beukes a veces peque de una espontaneidad un tanto artificiosa, pero no es éste el mayor problema que veo al libro. Falla en su conclusión; lo que parecía una novela policiaca con tintes sociales se convierte de repente en un relato fantástico de terror completamente inesperado y a mi parecer forzado. El final, con esa rebuscada relación que intenta establecer con el mundo de internet, me parece muy traído por los pelos. Si la autora buscaba a través de la fantasía final hallar una metáfora inspirada que penetrara directamente en nuestro inconsciente no lo ha logrado. Al menos, no conmigo.
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