Cada novela de Ishiguro es un
acontecimiento, por el tiempo que transcurre entre cada una de sus obras (han
pasado diez años desde que publicara Nunca me abandones) y por tratarse de
uno de los escritores británicos actuales más importantes. Ishiguro construye
sus obras con la minuciosidad y delicadeza de un orfebre, cada adjetivo, cada
palabra parecen escogidos cuidadosamente para crear en el lector el efecto o la
emoción que el autor pretende. Cuando leo sus novelas muchas veces tengo la
sensación de que algo importante se me escapa, de que entre sus palabras
siempre queda una brizna inalcanzable, quizás en esa ambigüedad radique el
secreto de sus historias para calar
hasta lo más hondo en el alma de sus lectores. Así me ha ocurrido desde que leí
su primera novela Pálida luz en las colinas hasta Nunca me abandones,
que era hasta hoy su última novela. Ambas son obras de temática muy diferente,
la primera con una protagonista marcada por la tradición del Japón de los años
cincuenta, un país que vive aún traumatizado por la reciente guerra mundial, y
la segunda protagonizada por unos adolescentes que no se resignan a su sombrío
final en un futuro cercano. Nunca me abandones fue la brillante incursión
del autor en la ciencia-ficción, una obra magnífica que no me canso nunca de
recomendar. Sin embargo, Ishiguro al igual que hacen otros autores reconocidos
(como por ejemplo Margaret Atwood), se resiste a considerarla ciencia-ficción.
Y eso que cada vez más escritores que no pertenecen al ámbito del género, entre
ellos Philip Roth, Cormack McCarthy o Michael Chabbon, se han valido alguna vez
de temáticas clásicas de la ciencia-ficción para narrar sus historias. ¡Qué le
vamos a hacer! Se ve que dentro de la “gran literatura” aún no está bien visto
etiquetar una novela como ciencia-ficción, aunque no haya lugar a dudas de que
lo es. Si Flores para Algernon es ciencia-Ficción, ¿cómo no va a serlo Nunca
me abandones? Asimismo, aunque su autor se resista a admitirlo, El
gigante enterrado es una novela de fantasía.
Lo primero que me llamó la atención de esta novela cuando comencé su lectura es la manera en que está narrada. En un primer momento me chocó por su ingenuidad y por su falta de modernidad, sobre todo al estar escrita por un autor que no se caracteriza precisamente por ser convencional. Como muestra, unas frases:
“Pero regresemos a Axl y Beatrice. Como decía esta pareja de ancianos vivía en la zona más alejada de la red de madrigueras,...”
Lo primero que me llamó la atención de esta novela cuando comencé su lectura es la manera en que está narrada. En un primer momento me chocó por su ingenuidad y por su falta de modernidad, sobre todo al estar escrita por un autor que no se caracteriza precisamente por ser convencional. Como muestra, unas frases:
“Pero regresemos a Axl y Beatrice. Como decía esta pareja de ancianos vivía en la zona más alejada de la red de madrigueras,...”
“Acaso os resulte sorprendente lo poco que esa pareja
conversaba mientras caminaba, ellos que tantas cosas tenían que decirse”
En una entrevista Ishiguro declaró haber reescrito la novela por completo debido a que a su mujer no le había convencido el tono en que estaba relatada. Por lo tanto cabe suponer que la voz elegida para el narrador en su versión definitiva ha tenido que ser muy meditada por el autor. Se trata de una voz de otro tiempo que me traslada a un remoto lugar de Inglaterra donde me imagino sentado al amor de la lumbre escuchando absorto a un anciano lugareño contarme este cuento. Porque al final El gigante enterrado no deja de ser un cuento tradicional, con caballeros, hechizos, ogros y dragones al que Ishiguro dota, eso sí, de su particular personalidad. Los protagonistas de esta aventura, en lugar de ser la habitual pareja de jóvenes enamorados con un esperanzador futuro por delante, son una pareja de ancianos que apenas recuerdan su pasado, un ayer en común que por alguna razón temen desvelar. En la novela de Ishiguro el mítico caballero de la tabla redonda Sir Gaiwan es un viejo algo desquiciado y quijotesco que apenas puede con su armadura. Y el dragón es un dragón que no da ningún miedo. Los personajes de El gigante enterrado no son desde luego como uno esperaría que fueran en una novela de caballería.
Según mi parecer estamos ante una sorprendente y hermosa novela de fantasía muy recomendable con la que sin embargo Ishiguro no alcanza la perfección de su anterior novela. Esa acertada metáfora de lo que implica la vida, Nunca me abandones cala mucho más hondo que esta reflexión pesimista sobre la imposibilidad de perdonar. Según mi humilde opinión el mensaje que transmite El gigante enterrado queda demasiado manifiesto y a pesar del bello y ambiguo final, marca de la casa, desluce en parte su acabado. Aún así temo que Ishiguro tenga razón y que sólo un olvido generalizado de los horrores permitirá que alguna vez vivamos en paz. Así que busquemos un dragón cuanto antes.
En una entrevista Ishiguro declaró haber reescrito la novela por completo debido a que a su mujer no le había convencido el tono en que estaba relatada. Por lo tanto cabe suponer que la voz elegida para el narrador en su versión definitiva ha tenido que ser muy meditada por el autor. Se trata de una voz de otro tiempo que me traslada a un remoto lugar de Inglaterra donde me imagino sentado al amor de la lumbre escuchando absorto a un anciano lugareño contarme este cuento. Porque al final El gigante enterrado no deja de ser un cuento tradicional, con caballeros, hechizos, ogros y dragones al que Ishiguro dota, eso sí, de su particular personalidad. Los protagonistas de esta aventura, en lugar de ser la habitual pareja de jóvenes enamorados con un esperanzador futuro por delante, son una pareja de ancianos que apenas recuerdan su pasado, un ayer en común que por alguna razón temen desvelar. En la novela de Ishiguro el mítico caballero de la tabla redonda Sir Gaiwan es un viejo algo desquiciado y quijotesco que apenas puede con su armadura. Y el dragón es un dragón que no da ningún miedo. Los personajes de El gigante enterrado no son desde luego como uno esperaría que fueran en una novela de caballería.
Según mi parecer estamos ante una sorprendente y hermosa novela de fantasía muy recomendable con la que sin embargo Ishiguro no alcanza la perfección de su anterior novela. Esa acertada metáfora de lo que implica la vida, Nunca me abandones cala mucho más hondo que esta reflexión pesimista sobre la imposibilidad de perdonar. Según mi humilde opinión el mensaje que transmite El gigante enterrado queda demasiado manifiesto y a pesar del bello y ambiguo final, marca de la casa, desluce en parte su acabado. Aún así temo que Ishiguro tenga razón y que sólo un olvido generalizado de los horrores permitirá que alguna vez vivamos en paz. Así que busquemos un dragón cuanto antes.
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