A veces debemos seguir nuestro instinto. Al muy
espabilado le bastó leer la contraportada del libro para saber con qué nos íbamos
a encontrar. Debí de hacerle caso, a pesar de las magnificas críticas que Un
hombre sueña despierto había recibido y de los muchos premios que sigue
cosechando su autor, Lavie Tidhar. Sí, debí hacer caso a mi instinto, sobre
todo teniendo en cuenta lo poco que me gustó Osama, lo anterior que había
leído de él y cuya reseña podéis encontrar en este blog.
Tidhar parece haberse especializado en fusionar las ucronías
más descabelladas con la novela negra. En su obra anterior publicada en España,
Osama, el famoso terrorista Bin Laden es un escritor de novelas pulp. En
ésta que nos ocupa, Un hombre sueña despierto, un famoso nazi que se
hace llamar Wolf trabaja como detective privado en Londres. ¿Qué será lo
siguiente que invente Tidhar? ¿Un Franco convertido en cura pederasta? ¿Un
Stalin danzando en el Bolshoi? ¿Mussolini repartidor de pizzas? Seguro que de
estas ocurrencias saldrían historias divertidas y disparatadas, ¿pero sería
buena literatura? Tal vez un amor desmedido por la literatura "pulp" es lo que
impele al autor a escribir este tipo de cosas. Empiezo a creer que a Tidhar lo
que realmente le pide el cuerpo es escribir "pulp" o "shund", como es
llamado en la novela, y escribirlo además sin cortapisas. Luego, con la
coartada de que se trata de un homenaje etc. y etc., nos lo intenta pasar como
literatura de altos vuelos. La obra es una antología de
todos los tópicos existentes sobre los nazis: ropa de cuero, látigos,
sadomasoquismo, sexo sórdido, al que Tidhar le añade lo propio de la novela
negra: mujeres fatales, policías sin escrúpulos, un detective que es
continuamente vapuleado y una desaparición a investigar. Bien, pues si a toda
esa ya suficientemente condimentada mezcla le añadimos además lo más
representativo de la literatura basura: féminas lujuriosas, violencia
descarnada y unos cuantos detalles escatológicos, lo revuelven, o si prefieren
como James Bond lo agitan, obtendrán algunos capítulos de esta novela. Si de
verdad están interesados en algo de este estilo, aunque mucho más entretenido y
“heavy” además de con menos ínfulas, les recomiendo La imagen de la bestia
de Philip José Farmer.
La trama detectivesca tampoco es gran cosa; llega un
momento en que para mí la intriga se limita únicamente a ir anticipando quién
será el próximo que le dé una paliza a Wolf.
Nuestro desdichado detective no sólo recibe golpes, Wolf es sometido a
todo tipo de vejaciones, incluso le orinan en varias ocasiones encima, lo que
parece proporcionarle cierto gustirrinín. Wolf es un depravado y un vicioso al
que la cabeza parece servirle sólo para recibir golpes. Entre paliza y paliza,
y duchas de lluvia dorada, Wolf evoca momentos de su pasado que permiten adivinar
quién es realmente. Evito el spoiler, pero es algo que se sabe prácticamente
desde las primeras líneas y que incluso se revela en la contraportada del
libro. La ausencia de una verdadera intriga y una trama errática (Tidhar comete
el mismo error que en Osama) hacen que me desentienda de lo que cuenta.
Por desgracia tampoco sintonizo con el humor de su autor, de manera que el tono
cada vez más paródico y caricaturesco que va adquiriendo la novela tampoco
logra recuperar mi atención. Lástima, porque Tidhar no escribe mal y aunque las
revelaciones finales no pillan a nadie por sorpresa (la identidad de Wolf y el
sueño de Shomer), he de reconocer que el último capítulo es brillante; para mí
lo mejor del libro.
Esta
frase que dice uno de los prisioneros de un campo de concentración parece
resumir a la perfección el propósito de Tidhar al escribir esta novela:
“..., para escribir sobre el Holocausto hay que gritar y
chillar y llorar y escupir, dejar que las palabras caigan sobre la página como lluvia mezclada con sangre; no se puede utilizar un
distanciamiento frío, sino el fuego y el dolor, el lenguaje del “shund”, el
lenguaje de la mierda, la orina y el vómito, del “pulp”, un lenguaje de
cubiertas tórridas y emociones morbosas, de fantasía.”
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