Según la tradición germana Ondina es una ninfa del agua que perdió su inmortalidad tras enamorarse de un caballero. A partir de esta leyenda Friedrich de la Motte Fouqué escribió un cuento en 1811 que utilizaría Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, más conocido por sus iniciales, E.T.A Hoffmann, para componer la ópera Undine. Sí, porque Hoffmann antes de dedicarse a la literatura compuso música y su obra llegó incluso a ser elogiada por el mismísimo Beethoven. No es una faceta muy conocida del autor prusiano; yo, por ejemplo, lo ignoraba. Afortunadamente Irene Gracia la descubre para nosotros y aprovecha la que sería la primera ópera romántica y los diversos personajes que intervinieron en ella para articular esta curiosa novela.
Al comienzo del libro, además de los prolegómenos al
estreno de la ópera de Hoffman, se nos cuentan las disparatadas disputas que
tienen lugar en las diversas representaciones, ya sea por celos o por egocentrismo
entre sopranos, barítonos o tenores, el director de orquesta, escenógrafos...,
en fin de todos los que toman parte en la obra. Los peleas no sólo se producen
antes de las actuaciones, sino incluso
en medio de ellas hasta llegar al fatídico incendio que pone punto final a las
representaciones. Es a partir de este suceso que el libro arranca en realidad.
Hoffman cree que el incendio ha sido provocado y sospecha de todos los que
participaron en la ópera, excepto de la protagonista, Johanna Eunicke. Sus
dudas le llevan a organizar un banquete en el cual pretende desenmascarar al
culpable. Durante la cena los invitados cuentan historias fantásticas de autómatas,
de estatuas que cobran vida, de pianos embrujados, de amores satánicos,
maldiciones... muy en la línea de los relatos que escribió el propio Hoffmann,
pero también de los relatos que los hermanos Grimm publicaron precisamente en
esa misma época. Resulta divertido ver cómo Gracia se vale de los relatos que
cuentan los personajes del libro para dar a conocer al lector su forma de
pensar y de ser. Unos personajes, que todo hay que decirlo, son excesivos,
volubles, enamoradizos y contradictorios como los que suelen protagonizar
muchas óperas. De todos los relatos en particular me ha divertido el cuento
titulado Clarisa, reina de Sirgén, no tanto por su enrevesada historia
(hay otros relatos que me han gustado más como El piano negro), sino por
el hecho original de ser contado sucesivamente por diferentes personajes del
libro. El relato lo comienza a narrar el propio Hoffmann y es terminado
bruscamente por una hastiada Johanna Eunicke después de pasar por más de diez
narradores.
Ondina o la ira del fuego ha supuesto para mí una
agradable sorpresa, más aún por tratarse de una escritora cuya existencia
desconocía por completo. Un libro fresco, divertido, terrorífico, a veces hasta
erótico pero por encima de todo romántico y con los que de vez en cuando da
gusto toparse. Antes de terminar quiero agradecer a la librería “Colette Letras
y Tragos” su amable recomendación. Es bueno que todavía queden librerías que
den cabida a un tipo de literatura más
minoritaria.
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