A decir verdad nunca he sido muy amigo de los
superhéroes, me refiero a héroes con super poderes como Superman, Spiderman, o
como los que proliferan ahora en los cines. Incluso siendo niño prefería otro
tipo de héroes como Tarzán o el Capitán Trueno, porque jugaban sin ventaja con
respecto a los demás y porque me parecía que tener un superpoder hacía todo
demasiado fácil. Daryl Gregory con La extraordinaria familia Telemacus
nos demuestra que la vida de alguien con “superpoderes” puede ser todo menos
fácil.
Matt Telemacus a sus catorce años mientras observa a su
prima a través de un agujero en el armario logra un grado tal de excitación
sexual que llega incluso a salirse de su propio cuerpo. Gracias precisamente a
poderes como el que Matt acaba de descubrir la familia Telemacus vivió tiempos
mejores. Irene, su madre, los dos hermanos de ésta y sobre todo Maureen, la
abuela, eran cada uno de ellos poseedores de un talento paranormal que los
hacía únicos. Una ocasión que un timador profesional como Teddy, el patriarca
de la familia, no podía desaprovechar para intentar triunfar en la tele de los
años sesenta. Sin embargo, todo se va al traste cuando son ridiculizados en un
conocido show ante millones de telespectadores por G. Randall Archibald, una
especie de cazador de farsantes de lo paranormal. A partir de aquí todo va de
mal en peor en la familia Telemacus hasta llegar a los años 90, momento en los
que se desarrolla la historia que se narra en el libro.
Lo que hace de La extraordinaria familia Telemacus
una novela inolvidable son sus
personajes. Se trata de unos personajes que, aunque poseedores de
poderes paranormales, resultan enormemente creíbles, seres humanos de carne y
hueso cuya manera de ser es coherente con su peripecia personal y con sus dones
extraordinarios. A través de los cinco protagonistas, que se van alternando en
cada capítulo, vamos conociendo el pasado y el presente de la familia hasta
llegar al desenlace final. Otra gran baza del libro son sus diálogos, la
mayoría de las veces son brillantes, sobre todo los que mantiene Teddy con los
gangsters o con el servicio secreto. El humor está muy presente en la novela y
se hace más evidente en el tramo final del libro cuando el enredo en el que la
familia se ve envuelto llega al borde del delirio. Pero aunque la novela acaba
decantándose por la comedia podemos encontrar también momentos de vibrante
tensión y de honda ternura. Se trata de una de esas novelas en que todos los
acontecimientos que se narran parecen encaminados a dirigirnos a un final apoteósico.
Eso siempre conlleva el riesgo de no cubrir las expectativas y acabar por
decepcionar al lector. No es el caso. El final es completamente consecuente y
además el camino hasta llegar a él resulta de lo más entretenido.
Un libro muy recomendable (sobre todo ahora que llega el
verano) protagonizado por una familia que, aunque en el día a día se lleva mal,
a la hora de la verdad y como suele ocurrir forma una piña. Léanlo y pasen un
buen rato antes de que hagan una mala película de él.
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