“No me llaméis Abraham: llamadme Abe”. Así evocando al Moby Dick de Herman Melville comienza esta estupenda novela de John Langan titulada El Pescador. A pesar de este inicio me parece que el libro tiene más que ver con las pesadillas de Lovecraft y de Poe (sobre todo del Poe de Las aventuras de Gordon Pym) que con los abstrusos simbolismos de Melville.
Tras perder a la mujer con la que se
había casado hacía pocos años la vida de Abe deja de tener de sentido. No logra
desembarazarse del dolor que siente por no tenerla a su lado e intenta
mitigarlo con una buena dosis de alcohol diaria. Una mañana, sin embargo, se
levanta con la necesidad acuciante de ir a pescar, algo que no había vuelto a
hacer desde la infancia. Gracias a esta actividad casi olvidada Abe logra salir
del pozo de desolación en el que había caído. Otra pérdida, en este caso la que
sufre su compañero de trabajo, Dan, debido a un accidente de tráfico en el que
pierde a su mujer y a sus dos hijos estando él al volante, hará que la vida de
ambos dé un vuelco. Unidos por la misma afición salen a pescar los fines de
semana hasta que un día Dan le propone pescar en el arroyo del Holandés, un
paraje que ni siquiera aparece en los mapas, allá por las montañas Catskill. De
camino se detienen en un bar y hacen partícipe de sus intenciones a su
propietario. La idea no parece gustarle demasiado y para disuadirlos cuenta una
historia macabra ocurrida en un pueblo
próximo al arroyo que fue anegado con el fin de construir un embalse. Lo
que cuenta deja a ambos sin palabras.
Este relato titulado Der Fischer:
un cuento de terror ocupa más de la mitad del libro. No puede decirse que
integrar un relato dentro de otro sea algo nuevo, es algo habitual en la
tradición de los relatos de terror, lo que llama la atención en este caso es su
larga extensión que supera incluso a lo que se supone es la trama principal y
me hace dudar de cuál de las dos narraciones originó la novela. Este recurso,
como digo, suele ser frecuente en este tipo de relatos, y sirve para crear un
determinado clima de miedo gracias a la anticipación de algunos de los horrores
futuros. La reiteración dota además a lo que se cuenta, por terrible o inverosímil
que parezca, de una mayor veracidad y prepara al lector para lo que va a
suceder. La novela sigue estos preceptos del terror clásico con rigurosidad y
eficacia.
Pero sin lugar a dudas, más allá de
los horrores que se cuentan, de lo que puedan atormentarnos las criaturas híbridas
que se describen o de los paisajes alucinantes que se evocan, lo que convierte
a El pescador en una obra que la hace diferente es su espléndida prosa.
Una prosa límpida, vibrante y elocuente que logra que nos veamos inmersos en la
acción como si fuéramos un personaje más de la novela. Sus descripciones son
tan vívidas que no echamos de menos el cine en 3D con sonido Dolby ni a jugar
con la consola a juegos que son cada vez más realistas. En este sentido cabe
destacar el magnífico trabajo realizado por Alberto Chessa en la traducción del
texto.
Con esto tampoco quiero que se
piense que la trama es desdeñable, el retrato que hace de los dos hombres tras
sufrir una pérdida es conmovedor. Lo cierto es que todo el libro puede
considerarse el grito desesperado de quién ha perdido un ser querido. Además es
fácil dejarse seducir por las historias secundarias que componen el libro. ¿Cómo
olvidarse de la pobre Lottie, que debe enfrentarse en un momento dado a su
propia perversidad? ¿Cómo no dejarse intrigar por el misterioso pasado de
Rainer o sentir compasión por Jacob, cuya vida quedará para siempre marcada por
lo que tuvo que hacer? Reconozco que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto
con una novela de terror. Un terror clásico que debe mucho a Lovecraft aunque más
moderno y dinámico pero sobre todo sin los excesos en la adjetivación a los que
nos tenía acostumbrados el autor de Providence.
Así que no espere más, no se
resista, muerda el tentador anzuelo que le tiende John Langan y déjese
arrastrar por El pescador, no se arrepentirá.
Muchas gracias, Morgen, por contribuir a extender las redes de este Pescador. En efecto, la novela es (y así lo viví mientras la traduje) tan sobrecogedora como embriagadora. Discrepo un poco con lo de Melville: hay, en mi opinión, una presencia algo más que latente en todo el libro del monstruo marino (me refiero a Moby Dick, claro) que solo los ingenuos han podido confundir con una ballena.
ResponderEliminarUn saludo y gracias de nuevo,
Alberto Chessa
Sobre todo gracias por entrar a este universo de pocos y más aún por escribir un comentario.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de Melville seguramente tengas razón, mi lectura del libro de Langan por fuerza no ha sido tan profunda como la tuya, puesto que has sido el traductor. En cualquier caso me refería a que "El pescador", al contrario que "Moby Dick", no está plagado de simbolismos. En la novela de Melville cada elemento parece obedecer a un fin y es susceptible de ser interpretado. En este sentido la novela de Langan es mucho más fácil de leer y resulta más amena.
Es posible que el personaje del pescador sea una especie de capitán Ahab y que el monstruo tenga que ver con la ballena. Aún hoy en día Moby Dick sigue dando a lugar a infinidad de interpretaciones. No sé si la criatura marina de El pescador dará lugar también a tantas discusiones. Langan parece querer advertirnos de que debemos vivir con el monstruo bajo nuestros pies, permitirle que nade en el mar oscuro por más que nos aceche si no queremos quebrar el difícil equilibrio que rige nuestro mundo. Un equilibrio que al final del libro el hombre parece acabar rompiendo.
Un saludo.