Bajo este equívoco título, Invasiones, Ismael Martínez Biurrun nos presenta tres novelas cortas de terror. Se trata de un formato poco convencional que yo encuentro muy atractivo porque soy de los que piensa que el terror, en general, se ajusta mejor a los relatos no demasiado extensos. Las tres historias que lo integran tienen en común la irrupción de un hecho extraordinario, una “invasión”, que convierte la vida de sus protagonistas en una pesadilla inolvidable.
La primera, Coronación,
pertenece a ese tipo de relatos en los que una serie de personas se ven
obligadas por las circunstancias a permanecer encerradas en un mismo lugar. En
este caso la causa de la reclusión es una extraña plaga de langostas que asola
Madrid. Los miedos que provocan los insectos, la impotencia y el aislamiento
hacen que los recelos y los resentimientos que habían permanecido hasta
entonces bajo tierra emerjan a la superficie igual que hormigas antes de una
tormenta. El conflicto entre las dos parejas que se reúnen para cenar surge por
los motivos de siempre: adulterio, decepción, ambición, etc. No destaca aquí
Biurrun por su originalidad, pero es que las debilidades del ser humano no han
cambiado demasiado desde el inicio de los tiempos.
A través de fugaces imágenes
premonitorias, vislumbres del horror venidero, como esa langosta que encuentra
uno de los protagonistas en el ramo de flores que piensan ofrecer a sus
anfitriones, Biurrun conduce con determinación la trama hasta un escenario de
puro terror.
La acción de El color de la
tierra se sitúa en una urbanización turística venida a menos durante la temporada baja. Para ser concretos
en una isla que yo casualmente conozco desde la infancia y cerca de una playa
que tuve la suerte de disfrutar antes de que fuera explotada para el turismo.
Quizás por eso me cueste ver el paisaje con la perspectiva lúgubre e inhóspita del
narrador, que por otro lado es la mirada desencantada de Dimas, su
protagonista. Se trata del encargado del mantenimiento de la urbanización con
un pasado a cuestas que parece mortificarle tanto o más que su maltrecha
espalda. Los acontecimientos se desencadenan debido a unos persistentes
movimientos sísmicos que desgarran la tierra en profundas grietas de las que
emana una sustancia ominosa. Al mismo tiempo que se abren las heridas en la
tierra lo hacen también las de Dimas. De todos los relatos que componen el
libro es en el que la trama emocional cobra mayor protagonismo, hasta el punto
de que lo fantástico es sólo la chispa que pone en marcha la maquinaria
narrativa. En esta ocasión Biurrun opta por un ritmo más pausado, el ambiente
se va tornando cada vez más opresivo y alucinatorio hasta llegar a un
inquietante y emotivo final.
Con Nebulosa se cierra el
libro, un relato que, según mi opinión, es el menos satisfactorio de los tres.
Comienza con el estallido de un meteorito sobre un grupo de personas que se han
reunido en el campo para verlo. Por desgracia el impacto se produce demasiado
cerca y provoca varios muertos. Los supervivientes quedan profundamente
afectados por el suceso, en particular, Asís, que desde entonces cree estar
poseído por una especie de hongo extraterrestre. La narración, sin el apoyo de
unos personajes de más peso y sin un conflicto emocional claro no alcanza,
aunque se recurra al terror más gore, a provocar la desazón que transmitían las
dos anteriores. La sorpresa final, una broma perversa, no es suficiente.
Sólo me queda añadir mi impresión
final sobre el conjunto del libro. En Invasiones el
contenido fantástico actúa como caja de resonancia del estado anímico de sus
personajes. Esto es así al menos en los dos primeros relatos. Por ejemplo, en Coronación
ese rebullir enloquecido de langostas debe aproximarse mucho a la agitación
mental que viven las dos parejas en su obligado encierro. En El color de la
tierra cada una de las grietas que se abren en la tierra parecen sugerirnos
las heridas que afligen a su torturado protagonista. La prosa de Biurrun con
los años se ha liberado de la necesidad de sorprender en cada frase y resulta
ahora más desenvuelta y diáfana. En fin, un autor con una obra muy personal,
una voz singular en el panorama literario nacional que conviene tener en
cuenta.
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