Debido a que la
ciencia-ficción que se publica últimamente en las colecciones dedicadas al género
no me atrae demasiado, me he decidido a picotear por otros lugares y rebuscando
entre las librerías he descubierto esta pequeña joya publicada por Hoja de lata. Se trata de un libro
bellamente editado y con una traducción excelente de Pablo González-Nuevo.
A decir verdad la historia que se narra en El don de
las piedras es de una sencillez y de una sobriedad llamativas, lo que
sucede se podría resumir en un par de líneas, sin embargo, el autor lo hace con
una elocuencia, una emoción y una capacidad para la sugerencia que logra que el
relato trascienda a los hechos que se narran. La historia se sitúa a finales
del paleolítico superior, poco antes de la llegada de la edad de bronce. Su
protagonista, del que nunca llegamos a saber su nombre, pierde un brazo debido
a un flechazo al principio de la novela, un hecho infortunado que marcará por
completo su vida. Vive en una aldea, que se dedica por entero a trabajar la
piedra que extraen de las canteras cercanas y cuya población se enorgullece de
labrar las mejores piedras para hachas, cuchillos, flechas y otros utensilios
de la zona. Esta ocupación a la que se entrega la mayor parte de los aldeanos
se torna en ocasiones obsesiva. Con la traba que supone tener un sólo brazo el
muchacho no puede participar en la próspera empresa y excluido por todos pasa el tiempo cogiendo vieiras con
los pies en la costa cercana. Una mañana avista un velero, lo que le impulsa a
alejarse de la aldea más que en otras ocasiones. Días después cuando regresa
decide contar sus andanzas. Su relato tiene tanto éxito que decide primero
adornarlo, después exagerarlo y finalmente inventarse la mayor parte de él.
Pronto se da cuenta de que así como los demás poseen la habilidad de extraer
las mejores vetas de la piedra y labrarlas con paciencia, él tiene facilidad
para dar forma a las palabras, de unirlas y construir relatos con los que
cautivar a sus oyentes. Sus historias se van volviendo cada vez más fantásticas
y las reinventa sobre la marcha en función de la reacción del público en cada
momento: adulto, femenino, masculino o infantil. Como en toda sociedad por
primitiva que sea, los habitantes de la aldea necesitan evadirse de sus deberes
y soñar en mundos de maravilla y magia, y nuestro protagonista tiene sueños
para todos. El hecho de que la mayor parte de lo que cuenta sea mentira no les
importa pero a nosotros, lectores de El Don de las piedras, nos complica
un poco las cosas y no nos pone fácil discernir entre lo que es cierto y lo que
no. Crace, muy acertadamente, con el fin de afianzar la historia y para que no
se convierta en un ejercicio vacío de espuma evanescente convierte a la hija
del protagonista también en narradora de manera que dispongamos de algunos
agarraderos firmes que nos permitan avanzar en la narración sin perdernos. Así
y todo será tarea del lector decidirse por alguna de las muchas alternativas
que se le ofrecen.
Con su engañosa sencillez El don de las piedras es
mucho más de lo que aparenta. Un relato sobre lo que la imaginación puede
aportarnos frente a lo material, una historia de amor insólita y también sobre
las diferentes caras que puede adaptar la realidad a través de la literatura.
Todo ello envuelto en una escritura poderosa y expresiva:
"Lo primero que notó mi padre fue el hedor. El brezo –
empapado y amarilleado por el invierno – sudaba ahora bajo el sol. Olía a fruta
podrida, a cerveza, a aliento de vaca. La tierra se tiraba pedos, eructaba con
cada paso que uno daba sobre ella, su forúnculo había estallado, se había
vuelto salobre y blanda y rezumaba savia, pus y ñanga."
Jim Crace es un autor británico poco conocido y cuya obra
la editorial Hoja de lata parece querer recuperar. Además de El don
de las piedras ha publicado Cosecha, finalista del Booker Prize en
2013 y que dicen es su mejor novela. Yo les animo a leer este breve pero
hermoso libro.
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