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Universo de pocos

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martes, 28 de enero de 2020

"Caminando hacia el fin del mundo” de Suzy McKee Charnas

"Caminando hacia el fin del mundo”  de Suzy McKee Charnas            Menos recordada que otras novelas de contenido feminista escritas alrededor de los 70 como La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin o “El hombre hembra” de Joanna Russ la novela de Suzy McKee Charnas habría merecido una mayor popularidad. Desde luego es mucho más entretenida que la novela de Russ, de la que poco puedo decir ya que nunca he logrado terminarla y eso que lo he intentado en varias ocasiones. No me atrevo a hacer comparaciones con el libro de Le Guin, un clásico indiscutible que reflexiona sobre el amor y la sexualidad.

            El libro de Charnas Caminando hacia el fin del mundo sigue otros derroteros. Salvando las distancias me recuerda a El planeta de los simios de Pierre Boulle. Nos encontramos también con un mundo que ha sufrido un cataclismo que ha trastocado por completo la vida de sus habitantes. Si bien en el libro de Boulle son los simios quienes explotan a los humanos convirtiéndolos en esclavos para que realicen las tareas más duras, en la novela de Charnas quienes son sometidas y tratadas como animales son las mujeres. Además, curiosamente, en ambas existe un conflicto generacional decisivo en la trama. Quizás en el libro de Boulle las intenciones del autor resulten más obvias que en el de Charnas y es fácil encontrar una interpretación, se trata de una parábola sobre cómo los intentos del hombre por dominar la naturaleza se vuelven contra él. La novela que reseño comparte el mismo pesimismo si bien su mensaje, si es que lo tiene, es menos obvio. En lugar de seguir el ejemplo de Boulle y crear un mundo dominado por las mujeres opta por lo contrario, por exagerar al máximo las malas condiciones de la mujer. Para no caer en la parodia o en la caricatura la escritora estadounidense describe el escenario con gran detalle dotándolo de una complejidad y una verosimilitud que lo hace muy real. Nada parece habérsele escapado al crear este atroz mundo lleno de vida pero también de muerte. A lo largo de las alrededor de trescientas páginas que tiene la novela  nos va relatando las estrictas normas de comportamiento que rigen esa sociedad, nos habla de las difíciles relaciones entre jóvenes y mayores, de la feroz segregación que sufren las mujeres y también de las supersticiones que atormentan a sus habitantes.

            Tras una catástrofe de la que los hombres culpan a las mujeres la humanidad ha quedado reducida a una única raza: la blanca. Los animales han sido exterminados y las “fems”, que es como llaman a las mujeres, ocupan su lugar. Viven recluidos en un valle al que llaman la Fortaleza y su único sustento es el cáñamo y las algas por lo que padecen hambrunas frecuentes de las que siempre culpan a las “fems”. Y es que las “fems” sirven de chivo expiatorio para cualquiera de los males que asolan este mundo por lo que a menudo acaban en la hoguera condenadas por brujería. Desde muy pequeños los niños son arrancados de sus madres y educados en la escuela por los maestros sin que vuelvan a saber nunca más de sus progenitores. Eykar Bek es un caso excepcional, conoce el nombre de su padre y junto al que fue su compañero de escuela y amante D Layo decide ir en su busca. La novela relata el tortuoso y cruento viaje hasta el encuentro con su padre. Un tema con claras reminiscencias clásicas, hasta el nombre D Layo hace una clara alusión al padre de Edipo de la obra de Sófocles.

            Dicho todo esto parece que estamos ante una obra perfecta, lo cual está lejos de ser cierto. Mencionaré algunos fallos. Creo que una novela que está contada a través de sus personajes (sus nombres dan el título a cada uno de los capítulos a excepción del último) debería de dedicarles una mayor atención. Sobre todo a los dos principales, Bek y D Layo adolecen de cierto esquematismo y sus motivaciones resultan muchas veces algo arbitrarias. Por otro lado, no le habría venido mal imprimir al relato mayor dinamismo.

            En pleno auge feminista, en el que el mercado se ha llenado de burdas distopías feministas a remolque del éxito televisivo de El cuento de la criada, convendría echar un vistazo atrás y darse cuenta de que la ciencia-ficción feminista no se ha inventado ahora. Caminando hacia el fin del mundo de Suzy McKee Charnas es un buen ejemplo de ello.

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