No recuerdo los años que llevo frecuentando el blog de Sergio Mars, Rescepto indablog. Es uno de los blogs de ciencia-ficción más importantes de nuestro país, imprescindible para cualquier aficionado a éste género y al fantástico, y con un fondo envidiable de reseñas y artículos de una profundidad muy poco frecuente. Mi curiosidad por conocer también su ficción era por tanto máxima y aún más al saber que había sido merecedora de varios premios como el Ignotus o el Domingo Santos. La ocasión me ha venido que ni pintada con la publicación de La disonancia de las esferas, un libro de relatos que toma el título de uno de los cuentos que lo integran.
Se trata éste de un libro en el que
Sergio Mars deja patente su amor y respeto por la ciencia, nada que sorprenda a
quien haya leído las críticas literarias y los artículos que publica en su
blog. El mismo rigor y verosimilitud que Mars exige a los demás se lo aplica a sí
mismo a la hora de escribir ciencia-ficción. Los escenarios y los avances por
muy imaginativos y sorprendentes que puedan parecer se apoyan en sólidos
conocimientos científicos. Mars, como hombre de ciencias (licenciado en biología),
no teme abordar temas complejos de la ciencia moderna como las burbujas de vacío
o el principio holográfico, a veces incluso aún cuando no sea del todo
necesario para lo que quiere contar como ocurre en el relato titulado Horror
Vacui. En este primer cuento del libro lo de menos es el motivo por el que
se va a producir el final del mundo, la originalidad estriba en lo que ocurre
después, sin embargo el autor en lugar de recurrir al típico meteorito opta por
un suceso más enrevesado. Lo cierto es que la trama principal de la mayoría de
los relatos, tal y como comenta Juan Miguel Aguilera en el prólogo que acompaña
al libro, no está supeditada a una idea científica, se apoya en ella o se sirve
de ella para hacerla creíble, pero no es esencial.
En La disonancia de las esferas podemos encontrarnos con dos tipos de relatos, por un lado los pensados a propósito para un concurso o selección, y que por lo tanto han tenido que ceñirse a un tema y a una extensión determinada, y los escritos con plena libertad. Sin menospreciar los primeros debo decir que me han gustado más los segundos. Entre los primeros podemos encontrar el ya mencionado Horror Vacui, escrito para la antología temática que suele publicar Calabazas en el trastero con cierta periodicidad y que en este caso versaba sobre «Horror cósmico». Otro de estos relatos es Museion, que fue finalista del premio L’Iber 2019 y cuya tema es la Historia Militar, el miniaturismo histórico o el propio Museo de los soldaditos de plomo L’Iber. Mars se lo tomó al pie de la letra y consiguió un relato muy meritorio con todos estos condicionantes, una sutil alegoría sobre cómo es tergiversada la historia.
A medio camino entre estos dos tipos
de relatos que he mencionado tenemos otros cuentos por los que Mars ha obtenido
un premio pero cuya participación no obligaba a ajustarse a un tema concreto.
Entre ellos tenemos el cuento titulado 161,62 en el que Mars vuelve a
hacer uso de las últimas teorías de la física para crear una trepidante
aventura en un mundo extraterrestre que deja con ganas de más y que le sirvió
para ganar el premio Pascual Enguídanos en 2019. El segundo cuento de este tipo
es el titulado Ruedas dentadas de un reloj imaginario con el que ganó el
Domingo Santos en 2017. Se trata de un relato en el que Mars hace algo parecido
a lo que Ted Chiang en Setenta y dos
letras (incluido en La historia de tu vida), aplicar el método científico
a algo que tiene que ver más con la superstición o la religión. En concreto,
parte de la astrología para crear una historia bastante delirante con la que no
he sintonizado del todo.
Mucho más me ha gustado La teoría
de la metaconspiración, que a pesar de su disuasivo comienzo es una
excitante reflexión sobre la ciencia actual y lo descabelladas que parecen
algunas de sus hipótesis más recientes, todo ello sazonado con extravagantes
teorías de la conspiración. En resumen, un gran relato que podría haber firmado
perfectamente Ted Chiang, con lo que obviamente me vuelvo repetir.
Mytolítico es un relato simpático
que con mucho humor habla de la rivalidad entre aficionados a la fantasía y a
la ciencia-ficción. Con Gancho en el cielo, que se desarrolla en el
conocido mundo de Akasa-Puspa creado por Juan Miguel Aguilera y Javier Redal,
Mars vuelve a demostrarnos su sentido del humor. Se trata de una
historia que va mejorando según avanza y con un agradable tono “pulp” que ha
hecho que lo disfrute por encima de los debates religiosos sobre el hinduismo
entre sus protagonistas que me resultan algo ajenos.
Con La bestia humana de Birkenau
Mars obtuvo una vez más el premio Ignotus, sin embargo da la impresión de haber
sido escrito antes de que Mars depurara su estilo. La narración de uno de los
hombres que trabajó con Mengele tiene mucho interés, el problema es que Mars
entorpece el desarrollo del relato con constantes interrupciones sobre los
cambios de postura o los gestos del interlocutor que aportan muy poco.
Con el relato que da título a la
antología, La disonancia de las esferas, Mars demuestra todo su
potencial; es el más largo de todos y el que más me ha gustado, una aventura en
el espacio bien contada, equilibrada en el contenido científico, con unos
personajes bien perfilados y con una interesante reflexión sobre la decadencia
de las democracias actuales. Un relato de ciencia-ficción clásica excelente.
Mars sin ser un estilista demuestra
ser un narrador eficaz que se muestra más preocupado (al igual que otros
escritores clásicos de ciencia-ficción) por el fondo que por la forma. En
cualquier caso, La disonancia de las esferas ofrece una magnífica
oportunidad para conocer a un escritor que creo que dará que hablar en el
futuro.
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