Quiero hacerles partícipes de un hecho extraordinario, de un descubrimiento increíble, de algo que muy pocos aficionados conocen y que las editoriales olvidan y que podría abrir una puerta a un universo de autores desconocidos. Sí, no se lo van creer, pero les juro que es verdad, más allá de nuestras fronteras, aquí en este continente europeo también existen escritores de ciencia-ficción. En concreto en Alemania, donde además de fabricarse coches y de beberse cantidades ingentes de cerveza, se publica desde hace años ciencia-ficción. Tanto es así que tienen sus propios premios como el Deutscher Science Fiction Preis, un premio que entre otros muchos fue otorgado a Andreas Eschbach, uno de los pocos autores alemanes de ciencia-ficción conocidos en España, y que en 2018 fue concedido a Marc-Uwe Kling por Qualityland.
Lo curioso es que esta novela no la
ha publicado una de las editoriales especializadas en el género sino una
generalista como Tusquets. Ha sido necesario que HBO se interesara por el libro
para que llegara a nuestro país. Sí, una vez más ha vuelto a suceder, me parece
justo que la industria editorial se quiera aprovechar de ello, pero lo que me
apena y me irrita es que sólo se venda (digo vender porque no estoy seguro de
que luego se lea) lo que tiene éxito en los cines o en televisión. En cualquier
caso, bienvenido sea el libro en este mundo copado por escritores anglosajones.
Bueno, reconozco que últimamente han surgido también autores chinos aunque
estos llegaron de EE.UU de rebote gracias a que Ken Liu decidió traducirlos.
Resulta sorprendente que sepamos tan poco de nuestros países vecinos, desde
Julio Verne nada sabemos de Francia, y de Italia, ¿hemos sabido algo a alguna
vez? Sin embargo, blogs, revistas y editoriales miran siempre hacia los países
anglosajones.
Pero dejémonos de lloriqueos y
pataletas y hablemos de Qualityland. Habría que empezar por decir que se
trata de una distopía, un término tan desgastado en los últimos años que sólo
con oírlo hará que muchos se arranquen matas enteras de pelos de la cabeza. A
su favor cuenta con que no se trata de la enésima distopía feminista del año, ¿qué
más atrocidades queda por hacerles a las mujeres? En su lugar podríamos considerarla
una sátira del sistema interconectado en el que vivimos y de la sociedad de
consumo, lo que quizás no sea la mejor manera de salvar cabelleras teniendo en
cuenta que son temas recurrentes de la ciencia-ficción reciente. Kling al menos
lo hace con sentido del humor y desde un punto de vista europeo, al que paradójicamente
estamos menos acostumbrados.
Al principio la novela parece una
sucesión de viñetas más o menos divertidas de la vida en Qualityland, un mundo
muy parecido al nuestro pero en el que el consumismo y la dependencia de
internet se han exagerado hasta extremos paródicos. El mundo que Kling imagina
posiblemente no sea un prodigio de imaginación, mucho de lo que nos presenta ya
lo anticipó Black Mirror, a decir verdad la ciencia-ficción de los últimos
diez, qué digo diez, veinte, cien años se lo debe todo a esta serie. (¿Cómo
pudo Wells concebir los viajes en el tiempo antes de que lo hiciera esta
serie?) Por ejemplo, el que a cada persona se le asigne un nivel según ciertos
condicionantes (edad, salud, ingresos, éxito, etc.) no puede decirse que sea lo
más original del mundo, es algo que se lleva aplicando en China, esa máquina
devoradora de ficciones distópicas, desde hace algún tiempo.
Las dos tramas que vertebran el
libro tardan en tomar forma, a partir de entonces la novela deja de ser algo más
que un encadenamiento de chistes más o menos ingeniosos. Todo empieza con un
paquete de la multinacional TheShop que le llega a Peter y que contiene un
consolador con forma de delfín que no ha pedido. El libro, además de contar la
odisea que vive Peter para devolver este objeto que considera que no tiene nada
que ver con su personalidad, relata las andanzas de John of Us, el robot
elegido por la oposición para ser candidato a las elecciones generales. En
Qualityland todo es muy fácil siempre que tu nivel no descienda demasiado y no
te conviertas en un indeseable. Peter no tiene que pensar en nada, los
algoritmos lo hacen por él: qué comprar, dónde comer o qué pareja le conviene
es algo que decide su QualityPad o las correspondientes aplicaciones de las
empresas en las que está registrado. La llegada del paquete le hace poner todo
en duda: ¿Realmente el perfil que manejan los algoritmos le representa?
Qualityland fue en su origen una
nación europea (se deduce que podría ser Alemania) que se cambió el nombre para
evitar un pasado poco glorioso y que mediante este golpe de efecto quiso
ganarse la confianza de los mercados tras una profunda crisis económica
mundial. En Qualityland todo es «lo más» por lo que sólo están
permitidos los adjetivos superlativos. La novela, sin destacar por sus valores
literarios, se lee sin dificultad y tiene algunas ideas divertidas y
sugerentes, entre las que destacaría el beso con el que se certifican los
pagos. Este curioso modo de identificación se debe a que un hacker robó las
huellas digitales de toda la población y como no hay mal que por bien no venga
establece una mayor conexión emocional con el cliente. Los capítulos del libro
vienen intercalados con anuncios, comentarios en foros y noticias disparatadas
de carácter jocoso. En ocasiones Kling cae en la caricatura
y parece que en lugar de leer un libro estemos viendo una película de Pixar,
sin embargo en otras ocasiones mete el dedo de lleno en la llaga.
No sé si es algo premeditado pero
los ataques más duros del libro no se los llevan los políticos o el sistema
capitalista sino la sociedad que los tolera, superficial y manipulable. En este
contexto, el robot que se presenta a las elecciones parece el más cabal de todos. En fin, una curiosa mezcla de ideas
más o menos subversivas, de humor a veces pueril y otras ingenioso ideal para
estos días de calor que vienen y una oportunidad de conocer ciencia-ficción
escrita en alemán. La crítica de Kling no debe suponer una amenaza muy sería al
status quo cuando empresas como HBO o grandes editoriales se lanzan a su
promoción. El libro acabará fagocitado por el propio sistema al que critica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario