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Universo de pocos

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domingo, 15 de enero de 2023

"La Corporación", de Rob Hart

Portada de "La Corporación" de Rob HartLa Corporación de Rob Hart es un libro que seguramente nunca habría leído si no me lo hubieran regalado. Me lo obsequió una persona muy querida para mí por lo que de ninguna manera podía negarme a darle una oportunidad. Es posible que lo viera antes en alguna librería y hasta puede que leyera su contraportada, si fue así debí de dejarlo de nuevo en su sitio para luego olvidarlo porque cuando lo volví a tener entre las manos no recordaba haberlo visto antes. La primera impresión ha sido la de estar ante un genuino bestseller. Es innegable  su aspiración de convertirse en un superventas, bueno, ¿qué autor rechazaría serlo? De momento Hart ya ha conseguido que Ron Howard esté interesado en llevarlo a los cines. Dispone del material adecuado para una buena película, incluso podría pensarse que la novela fue escrita con ese fin ya que tiene todos los ingredientes necesarios para convertirse en un éxito de taquilla: tensión, crítica social, acción, una historia de amor no demasiado acaramelada para los tiempos que corren y una alusión clara a grandes empresas muy de actualidad como Amazon.

Contemos algo de su argumento. En un futuro cercano en el que el cambio climático ha sumergido a muchas ciudades costeras bajo el mar y en el que las elevadas temperaturas hacen que apenas se pueda salir de las casas destaca Cloud, una empresa gigantesca de venta a domicilio que ha borrado del mapa a la competencia gracias a sus bajos precios logrados en buena parte por los sueldos miserables que paga. Cloud, la Corporación a la que ser refiere el título de la novela, es un inmenso y todopoderoso monopolio, su poder es tal que ha suplantado al gobierno de los Estados Unidos de América en muchas de sus competencias. En un mundo asolado por el paro Cloud además de un empleo estable ofrece un lugar, sin duda modesto, donde dormir y una precaria cobertura sanitaria. Para muchos como Paxton y Zinnia, aunque sean conscientes de dónde se meten, significa la única solución para poder salir adelante. A través de los puntos de vista de estos dos personajes que acaban de entrar en Cloud y de Gibson, el hombre que la levantó de la nada, vamos conociendo los secretos de la empresa.

Por tanto, La Corporación comienza como muchas otras distopías de corte clásico con unos primeros capítulos, en este caso dedicados alternativamente a cada uno de los tres protagonistas, que nos muestran la vida cotidiana en un futuro cercano. Seguimos los pasos de Paxton y Zinnia desde el momento en que son seleccionados hasta su llegada a las instalaciones donde se les asigna un apartamento y un trabajo específico. Hart se muestra muy minucioso en describirnos las instalaciones de Cloud con sus numerosas tiendas, sus bares de copas, sus hamburgueserías, salas de juego.., en definitiva un mundo artificial que a ambos personajes recuerda a un inmenso y frío aeropuerto. El autor se detiene en explicarnos con pelos y señales el reparto de tareas, los diferentes colores de los polos con el que se distingue a cada uno de los trabajadores según la labor que desempeñan, cómo son vigilados mediante un brazalete que además da acceso a ascensores y a determinados lugares, la clasificación por estrellas según su rendimiento en el trabajo, los controles a la entrada de sus puestos de trabajo, los sistemas de transporte..., en fin todo queda pormenorizado en la primera parte del libro. Apenas suceden cosas en estas páginas, algo que a muchos puede parecer pesado y que yo sin embargo me he leído de un tirón. Estos primeros capítulos del libro sirven además para conocer las diferentes personalidades de cada uno de los protagonistas y las razones que les han impulsado a entrar en Cloud.

Paxton es un joven un tanto inocente, un emprendedor resentido con Gibson como  consecuencia de un proyecto empresarial en el que tenía puestas grandes esperanzas y que éste truncó. Zinnia es el prototipo de la heroína actual, descreída, dura, capaz de cepillarse a cuatro maromos más grandes que ella sin despeinarse. Uno pensaría al ver a todas estas mujeres repartiendo mamporros que en lugar de una ley que proteja a la mujer haría falta una que protegiera a los hombres. Ella hace de Bruce Willis y él no es que sea exactamente Audrey Hepburn, pero tampoco es Silvester Stallone. Por otra parte Gibson es el típico americano hecho a sí mismo, más Trump que Musk, más paternalista que López Obrador el día de Nochebuena. Se trata de individuos que están completamente convencidos de que lo que hacen es por el bien de la humanidad.

El futuro que nos presenta Hart como ya hiciera Marc-Uwe Kling en Qualityland es una clara extrapolación de nuestro presente, con un consumismo exorbitado y en el que la gente es una pieza más de la economía. Como es bien sabido (los políticos y los economistas además no se cansan de repetirlo) la economía debe crecer. No sabemos muy bien por qué, pero es algo que  pocos ponen en duda, aunque el resultado sea que sólo unos pocos se beneficien de ello. Aquí pueden apreciarse claras referencias a Quienes se marchan de Omelas (1973), el célebre cuento de Ursula K. Le Guin. El relato es mencionado en varias ocasiones a lo largo de la novela, lo que  da una pista de que estamos ante algo más que un vulgar bestseller. Los últimos capítulos del libro me traen además el grato recuerdo de otro clásico de la ciencia ficción, ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (1966) de Harry Harrison.

La novela tiene sus fallos. El control al que están sometidos todos los trabajadores de Cloud es tal que el propio autor no sabe cómo eludirlo, algo necesario para que la trama avance. De manera que a Hart no le queda más remedio que inventarse un oportuno error de software que después de la minuciosidad con la que ha construido el escenario resulta un tanto decepcionante. Tampoco resulta muy creíble la capacidad destructora de Zinnia aunque ya me he referido a eso antes.

            Si bien La Corporación no aporta nada nuevo al cada vez más nutrido género de la distopía puede decirse  que está correctamente contada, lo hace sin grandes alardes y ofrece la tensión y el deleite suficientes para que el lector no pueda parar de leer hasta el final. 

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