Bajo este título Historias
de Xuya, Aliette De Bodard ha reunido dos novelas cortas que se sitúan en
la realidad ucrónica de Xuya. Se trata éste de un mundo alternativo en el que
la civilización china fue la primera en llegar a América. Ambas además transcurren en
un futuro lejano en el que la humanidad se ha dispersado por el universo
viajando en las llamadas «naves mentales», unas naves espaciales que poseen
consciencia propia. Así resumido, una «space opera» dentro de una ucronía con
otros elementos que mencionaré más adelante, puede hacernos pensar que es algo
rebuscado y lo cierto es que difícilmente se puede negar que no lo sea.
Afortunadamente para el lector que no
esté al tanto de los antecedentes históricos de Xuya, estos preámbulos apenas
tienen relevancia en estas dos historias más allá de que la sociedad que se
describe está influida por la cultura asiática y de que se bebe mucho té. Tal
vez alguien tenga una explicación de por qué en las novelas recientes de
ciencia ficción se toma tanto té. Personalmente prefiero el cacao, que
seguramente es menos refinado y no está envuelto en el aire de misticismo que
tiene todo lo asiático.
La primera de
estas historias de Xuya es La maestra del té y la detective, que ganó
nada menos que el premio Nebula a la mejor novela corta en 2018 y el Premio
Mundial de fantasía a la mejor novela en 2019. Como indica su título se trata
de un relato detectivesco, el punto de partida es el clásico descubrimiento de
un cadáver. Imagino que el interés que ha despertado se debe sobre todo al
escenario imaginado por la autora y a los personajes que lo protagonizan,
uno de los cuales es una nave mental. La
idea en principio parece estimulante pero a todos los efectos estas naves se
comportan como cualquier hija de vecina con la diferencia de que tienen un
nombre más largo y viven más tiempo. Por lo demás beben té (o hacen como que lo
toman, no queda muy claro), leen novelas románticas, investigan crímenes e incluso,
como se verá en la siguiente historia del libro, follan. Pueden hacer todo esto
porque proyectan su avatar a cualquier otro hábitat y porque sus «bots» les
permiten interactuar con los elementos materiales. «La hija de la sombra»,
que es el nombre de la nave que protagoniza la novela, sufre un trauma que le
impide sumergirse en el espacio profundo y por tanto ejercer como vehículo de
transporte. Años de tradición cinematográfica y televisiva nos han enseñado que
cuando el protagonista sufre un trauma habrá un momento decisivo de la trama en
el que deberá echar los restos y sobreponerse heroicamente a sus miedos para
salvar a alguien o impedir un crimen. La maestra del té y la detective
no ha querido romper con esta arraigada costumbre de la ficción más popular. Al
final el crimen es resuelto y la historia termina de una manera que hay que
reconocer queda simpática con los protagonistas dejando las puertas abiertas a
otra posible colaboración en el futuro que me ha recordado a esos antiguos
relatos que se publicaban por episodios.
Le sigue la
novela corta Siete infinitos, que
se apoya también en una trama policiaca. Si en el anterior relato el referente
era Sherlock Holmes, en este caso la historia se decanta por la novela negra y
se zambulle de lleno en el ciberpunk. La protagonista es Vân una chica que ha
podido acceder a un club de poesía (algo por lo visto de gran valor en esa
sociedad) haciendo trampa. Además de los reparos que esto le provoca debe hacer
frente a los remordimientos que le afligen por algo sucedido hace unos años. Su
engaño consistió en haber callado que tenía un implante mnemotécnico, lo que de
por sí no tiene nada de malo pero en la rígida sociedad de Xuya sólo están
permitidos los que proceden de los propios ancestros y el de Vân deriva de
fragmentos de personalidades ajenas a la familia. La historia arranca como
corresponde a todo relato policiaco con una muerte inexplicable. Una nave
mental con un nombre todavía más largo que la del relato anterior, «La orquídea
salvaje en un bosque sombrío», y con un pasado turbio de ladrona ayudará a
Vân y a su alumna a desentrañar esta muerte que se ha producido en su casa y
que podría afectar gravemente a su reputación. En aspectos como la importancia
que conceden a la honestidad, la integridad y también a los antepasados es
donde se percibe la influencia asiática que pesa sobre la sociedad de Xuya. La
historia es una sorprendente mezcla de novela ciberpunk, de elementos de pura
ciencia ficción como implantes y naves espaciales pero también de romanticismo
kitsch, de cultura vietnamita y de lugares comunes. Esto último se aprecia
sobre todo al final, cuando Vân decide desobedecer los consejos que le han dado
poniendo en riesgo su vida, y en la escena final, habitual por otra parte, con
la heroína en manos del villano (en este caso villana) amenazándola con matarla
si no acepta sus condiciones.
En el primero
de los relatos predominan los diálogos en los que De Bodard pone bastante énfasis
en los gestos y expresiones de los interlocutores. Su pausada prosa brilla bastante más en el segundo aunque a veces
sorprende con frases que parecen sacadas de El conde de Montecristo:
«—No — convino,
con el sabor ácido y acre de la mentira en la boca».
La nave mental que protagoniza la primera historia, a causa del trauma que padece, en lugar de navegar se dedica a preparar tés a todo aquel que acude a ella. Buscan un remedio que mitigue el malestar que les provoca internarse en el espacio profundo. Para ello la nave elige las hierbas más adecuadas con las que prepara su infusiones terapéuticas. De la misma manera Aliette De Bodard ha creado este singular té literario escogiendo lo que deben de ser sus ingredientes más queridos: un poco de ciberpunk, un poco de policiaco, una buena dosis de personajes femeninos, algo de cultura vietnamita y un poco de romance. Muchos se lo beberán encantados pero como decía al comienzo de esta reseña, yo prefiero el cacao.
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