Por desgracia, esta segunda parte de la trilogía no cuenta con dos importantes aciertos de la primera: brevedad y legibilidad. Autoridad de Jeff Vandermeer en lugar de centrarse en el Área X, que era lo que todos los lectores de la primera parte esperábamos con moderado interés, se desarrolla ahora en las oficinas de la agencia Southern Reach.
El protagonista, conocido como Control y con un importante historial de fracasos, ha sido nombrado director de la mencionada agencia de investigación. La trama gira una y otra vez hasta el hartazgo en torno a unos personajes que en lugar de intentar resolver las incógnitas suscitadas en el Área X se hacen la vida imposible. El pasado del protagonista, su madre y su abuelo, que pertenecen al servicio secreto, acaban por enredar aún más la historia y relegar la explicación de los misterios planteados en la primera parte. Excepto algún momento interesante protagonizado por uno de los personajes más conseguidos Whitby, el libro se hace pesado y pastoso como las pilas de compost en las que se han convertido los archivos de la anterior directora y que el protagonista se ve obligado a estudiar.
El protagonista, conocido como Control y con un importante historial de fracasos, ha sido nombrado director de la mencionada agencia de investigación. La trama gira una y otra vez hasta el hartazgo en torno a unos personajes que en lugar de intentar resolver las incógnitas suscitadas en el Área X se hacen la vida imposible. El pasado del protagonista, su madre y su abuelo, que pertenecen al servicio secreto, acaban por enredar aún más la historia y relegar la explicación de los misterios planteados en la primera parte. Excepto algún momento interesante protagonizado por uno de los personajes más conseguidos Whitby, el libro se hace pesado y pastoso como las pilas de compost en las que se han convertido los archivos de la anterior directora y que el protagonista se ve obligado a estudiar.
Le sobran muchas páginas al libro, y yo, como lector, hubiera preferido que en lugar de perderse en el kafkiano fracaso de la agencia Southern Reach, Vandermeer no hubiera esperado hasta el final del libro para regalarme un caramelo. Un dulce que se hace esperar demasiado pero que consigue que me compre el último libro de la trilogía: Aceptación.
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