Tras
La polilla en la casa del humo no había vuelto a leer nada de Guillem López,
un autor que goza del favor de muchos aficionados al género. Sin embargo, no
fue la buena acogida del libro lo que me indujo a comprarlo sino su título tan
evocador, Arañas de Marte, y la impactante portada de Santiago Caruso
con la que Valdemar ha vestido la edición.
La novela comienza con una
incomprensible celebración. Hanne y Arnau perdieron a su hijo hace un año a
causa de un cáncer y aconsejados por la psicóloga que trata a la madre reúnen a sus amigos para conmemorarlo. El resultado
es que Hanne sufre un ataque epiléptico.
El siguiente capítulo parece retroceder al momento en que Hanne y Arnau se
conocieron. Y digo parece, porque existen algunos elementos discrepantes que
hacen que los dos episodios sean incompatibles. Este capítulo bien podría ser
el comienzo de la típica película de terror con la escena de sexo frenético que
precede al susto y que en este caso se plasma con la aparición repentina e
inexplicable de un profundo agujero en medio de la casa. En capítulos sucesivos
asistimos a diferentes escenas de la vida de Hanne, algunas pertenecientes a su
pasado, un pasado que podría o no haber ocurrido y también a futuros
alternativos. Una vez que nos hacemos con la mecánica del relato y vemos a
donde nos lleva, todo el interés queda a merced de la imaginación de López y en
su capacidad para sacarle todo el jugo a la triste, pero, sin embargo, poco
sugestiva circunstancia de la protagonista. El propio autor parece
impacientarse en un momento dado por lo que termina dejando a un lado las
sutilezas iniciales y hace que Valencia y alrededores estallen o se invente una
escena de puro gore en el que revienta las vísceras a todo el que se mueve.
Al principio el relato nos
predispone a pensar que todo no es más que fruto de la locura de Hanne, aunque
en uno de los capítulos finales se insinúa que todos esos mundos alternativos
podrían coexistir y para justificarlo se acude ¿cómo no?, al comodín de la física
cuántica. López no descarta ninguna de las explicaciones y deja incluso abierta
la posibilidad remota de que todo se deba al ataque de unas arañas alienígenas
desde la quinta dimensión. Al no decantarse por ninguna de las explicaciones,
la historia queda en un peligroso terreno de nadie, lo que resta eficacia al
mensaje que quiere transmitir, el desasosiego que supone vivir la vida. Algo
similar a lo que intentó Lisa Tuttle en su novela Futuros perdidos,
aunque la escritora norteamericana prefirió escoger una vía más racional y
menos visceral que la elegida por López. Pueden leer la reseña aquí.
Un libro como éste merecería tantas
valoraciones complementarias, contradictorias o excluyentes como historias
alternativas le son ofrecidas al lector. Una reseña infinita habría dicho
Borges. Dada la imposibilidad de hacer algo así, me contentaré con escribir dos
conclusiones, para lo que me viene muy bien la frase con la que arranca la
novela: “La vida es una sesión de
interrogatorio en la que Dios juega a poli bueno y poli malo”.
Conclusión del poli malo:
Posee López una gran habilidad para encontrar
metáforas, las cuales usa con prodigalidad pero a veces también con cierta
temeridad. Las metáforas son muy útiles y contribuyen a la inmersión del lector
en la historia, a hacerle partícipe del mundo creado por el autor, aunque también
puede ocurrir lo contrario, sobre todo si el autor se afana en querer huir
constantemente de lo convencional y en romper tópicos. En cuanto a la trama...,
cuando la física cuántica anda de por medio es del todo imposible predecir lo
que va a ocurrir. Abrir la famosa caja de Schrödinger siempre da un resultado
imprevisible, ya se sabe, lo mismo puede uno toparse con un gato vivo que con
uno muerto. Pero a veces, algunas veces, y esto es aún más inaudito, puede que
en lugar de un gato encontremos una liebre. Poco importa
que esté viva o muerta.
Conclusión del poli bueno:
Una novela muy personal, intensa,
que parece escrita desde las entrañas; tanto es así, que resulta fácil caer en
la tentación de confundir al narrador con el autor, un protagonismo que, sin
embargo, acaba relegando al personaje principal a un segundo plano. Tiene López
un estilo inconfundible que se apoya sobre todo en frases breves y cortantes.
Nos hallamos ante un autor muy seguro de sus convicciones, las cuales deja
claramente patentes mediante aseveraciones categóricas. Un libro menos complejo
de lo esperado con un buen ritmo, una arriesgada mezcla de drama psicológico,
terror y relato “pulp” que al menos se lee de un tirón.
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