El libro se compone de siete relatos
y dos ensayos, cada uno de ellos seguido de un breve epílogo escrito por la
propia autora. Estos comentarios al final de cada texto en los que explica los motivos que le llevaron a escribirlos me
han parecido muy esclarecedores y nos dan una idea de lo que pasa por la mente
de un escritor cuando se pone a escribir.
En el epílogo de su mejor relato, Hija
de sangre, Butler se extraña de que muchas personas lo hubieran
interpretado como una historia de esclavitud. Para la autora se trata de un
relato que le sirve para ahondar en el amor entre dos seres muy diferentes, un
humano y una criatura alienígena así como contar el paso a la edad madura de un
chico. La idea surgió de su deseo de escribir un relato de hombres embarazados.
Según tengo entendido a Ursula K. Leguin le empujaron motivos muy parecidos
cuando escribió La mano izquierda de la oscuridad. En una entrevista que
se publicó hace años declara haber escrito la novela en gran parte por el
placer de poner la frase: «El rey estaba embarazado». No sé si trata de una
coincidencia o es que ver a un hombre en este estado divierte especialmente a
las escritoras de ciencia-ficción norteamericanas. El relato da para muchas
interpretaciones y es lo que hace que sea tan extraordinario. Antes de leer el
epílogo pensé que podría ser una especie de metáfora del embarazo, con todo su
horror. También encontré elementos en común con su primera novela Parentesco que trata de la esclavitud y de la relación contradictoria que
se establece entre amo y esclavo. En Hija
de sangre logra algo muy difícil como es hacer creíble una relación tan
compleja entre dos especies completamente diferentes en la que una ostenta una
posición de poder sobre la otra. La protagonista del relato lucha entre su
repulsa por lo que ha de hacer y el amor y respeto que siente por su
protectora. La técnica que utiliza Butler para hacernos entrar en ese mundo de
dominación y de sumisión es la de ir proporcionándonos muy poco a poco los
detalles de lo que sucede. Llegado un momento todo acaba encajando y la imagen
mental se nos aparece clara y nítida. Utiliza de manera impecable la misma técnica
en el relato Parientes cercanos en la que, esta vez ya no en clave de
ciencia-ficción, nos narra otra relación escabrosa.
Butler es una maestra a la hora de
dosificar la información, de ir dándola gota a gota sin peroratas explicativas. Hay que tener buena
mano para ello porque se puede caer en el peligro de ocultar en exceso y hacer
que el lector se pierda y acabe por desconectar. Algo así me ha sucedido con el
penúltimo de sus relatos Amnistía. He tardado demasiado en comprender lo
que sucede. El relato que le sigue, El libro de Martha también es de los que menos me ha gustado. Su
propósito queda demasiado en evidencia y me resulta demasiado expositivo. Lo
cierto es que los dos últimos relatos, por otro lado los más recientes, son los
menos satisfactorios de la recopilación.
Los personajes de los relatos de
Butler no lo tienen nunca fácil. Las soluciones que se les ofrecen nunca son
del todo buenas y siempre hay alguna contrapartida negativa ineludible. Así
sucede en casi todos ellos, en los que ya he mencionado, pero sobre todo en el
titulado La tarde y la mañana y la noche. Se trata de una historia con
una enfermedad terrible (Butler puede llegar a ser muy morbosa) en la que se
interroga sobre cómo nuestra naturaleza puede condicionarnos para ser como
somos y dirigir nuestro modo de actuar sin que nos demos cuenta de ello. Tras
leer este desesperanzador relato a uno le queda la impresión de que no
diferimos tanto de otros seres vivos menos complejos como las plantas; de la
misma manera que ellas se ven impelidas a buscar la luz, también nosotros
actuamos dirigidos por nuestros genes.
El relato Sonidos de habla
había sido publicado con anterioridad en la antología seleccionada por John
Joseph Adams que editó Valdemar titulada Paisajes del Apocalipsis de
manera que ya lo conocía. Su historia me ha parecido igual de desgarradora que
cuando la leí por primera vez. Hay un breve momento de esperanza, una luz entre
tanta oscuridad que hace dudar al lector
pero esa ilusión nos es arrebatada de inmediato. Sin el recurso del habla
Butler presenta una humanidad que apenas se distingue de las bestias.
Los dos ensayos que complementan el
libro transmiten ese mismo tono íntimo que el resto del libro gracias a los epílogos.
En el primero, Obsesión positiva, nos habla de su deseo de escribir
desde la niñez y de los esfuerzos para lograr que la publicaran. En Furor
scribendi proporciona una serie de consejos a todos los que quieren
dedicarse a la escritura.
Hija de sangre y otros relatos puede considerarse un preámbulo antes de entrar en la obra extensa de la autora. En el prefacio del libro Butler se reconoce sobre todo como novelista y seguramente sea así, sin embargo éste libro contiene tres relatos francamente buenos, de esos que dejan huella.
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