El autentico protagonista de Kirinyaga de
Mike Resnick no es ese mundo artificial concebido para albergar al pueblo
kikuyu ni tampoco los son sus pobladores, el verdadero protagonista de la
novela es Koriba, su «mundumugu»,
el hechicero y verdadero artífice de su construcción. Contadas por su propio
protagonista, las narraciones de Kirinyaga son el relato de los
esfuerzos por hacer realidad el sueño de recuperar una cultura ya perdida de África,
de volver a sus orígenes, pero sobre constituyen el retrato de un hombre
obsesionado por un pasado idealizado que es imposible resucitar.
El libro es
eso que llaman un «fix-up», esto es un conjunto de
relatos publicados anteriormente y relacionados entre sí, que al ser ordenados
convenientemente se convierten en capítulos
de una novela. La estructura que sigue Resnick en cada uno de ellos es casi idéntica.
Comienzan con algo o alguien que pone en peligro ese mundo ideal soñado por
Koriba, que le obligan a tomar cartas en el asunto. Gracias siempre a su
astucia, a sus artimañas no siempre honestas y a su habilidad para concebir fábulas
que respalden sus ideas consigue persuadir la mayoría de las veces a los que se
oponen a él o convencer al jefe de la tribu para que imponga sus ideas. Los
relatos terminan irremisiblemente con las cosas volviendo a su cauce, aunque
poco a poco, historia a historia, problema a problema la imagen de Koriba se va
deteriorando hasta llegar al epílogo final que no voy a desvelar.
Cada relato a
su vez contiene otro contado por el propio «mundumugu», se trata de fábulas muy sencillas, llenas de
ingenio, breves y muy directas, protagonizadas por leones u otros animales hace
tiempo extinguidos en el África real. Con ellas Koriba no sólo adoctrina desde
la infancia a los kikuyus sino que pretende recuperar o, más bien restablecer,
un acervo cultural y unas tradiciones olvidadas por la mayoría de los kikuyus. La
repetición de este formato puede que canse a muchos, a mí por el contrario me
ha resultado simpático, y me ha transportado a mi infancia cuando veía esas
viejas series de televisión basadas en una fórmula probada que se repetía en
cada episodio con algunas variaciones. También Asimov en los relatos de la
serie de la Fundación seguía una estructura que se repetía la mayoría de
las veces con un Hari Seldon previendo la mayoría de las crisis del imperio galáctico.
Resnick apenas dice nada de cómo en un futuro
indeterminado se llegó a crear ese mundo artificial, sabemos que no es el único
y que existe un consejo, el Consejo Eutópico, que se encarga de autorizarlos y
de llevarlos a cabo. En cualquier caso es algo que carece de importancia, lo
que interesa al autor es destacar lo irrenunciable del progreso de las
sociedades humanas. Muchos críticos no parecen haberlo entendido así, tal y
como queda reflejado al final del libro en unos comentarios del autor incluidos
en la edición. En ellos se defiende de las acusaciones que lo tachan entre
otras cosas de racista y sexista. Según Resnick nada de esto hubiera sucedido
si en lugar de por africanos sus relatos hubieran estado protagonizados por
seres de otros planetas. El libro está lejos de poder considerarse «políticamente
correcto». El mundo que pretende recuperar Koriba es un mundo en el que la
mujer es considerada una propiedad, un mundo en el que se practica la mutilación
genital y en el que los viejos cuando no pueden valerse son abandonados a las
hienas. Es un mundo, y no hay que utilizar eufemismos, despiadado, bárbaro y
retrógrado. Resnick lo deja bien claro aunque todo nos llegue a través de la
visión sesgada de su máximo valedor. No creo que mostrar esta dura realidad
convierta a su autor en racista o sexista, sin embargo, en estos tiempos de
revisión del pasado en el que algunos países de occidente empiezan a reconocer
las atrocidades que se cometieron en África es algo que no está muy bien visto.
Si bien es cierto que durante la época de la colonización se cometieron
acciones completamente execrables, también lo es el atraso en el que vivían muchos
de estos pueblos cuando llegaron los
occidentales. Una cosa no quita a la otra. También occidente hubo de pasar por
diferentes periodos de barbarie antes de llegar al desarrollo actual. Pero en
estos tiempos extraños en que vivimos, de blanco y negro, de bueno y malo hay
cosas que no se pueden decir.
Resnick consigue que su protagonista, a pesar de ser
un manipulador y ser un tramposo (posee
un ordenador con el que puede alterar el clima de Kirinyaga a su conveniencia),
no nos caiga todo lo mal que debería. Es un gran personaje, un tirano como
muchos de los que ha habido en la historia de la humanidad que cree hacer
siempre lo mejor para su pueblo, un hombre instruido en las mejores
universidades que sin embargo quiere recuperar el mundo ancestral kikuyu con
todas sus brutales consecuencias. Koriba es un fanático que desprecia cualquier
influencia que no provenga de su propio pueblo, una decisión que condena a los
suyos al estancamiento.
El libro se completa con una novela corta, Kilimanjaro,
que Resnick escribió ante las peticiones de muchos de los que leyeron Kirinyaga
para que publicara más relatos situados en el mismo contexto. La historia
estaba cerrada, así que a Resnick se le ocurrió crear otro mundo, en este caso
de masáis, con la misma intención de recuperar una cultura desaparecida pero
con la ventaja de haber podido aprender de los errores cometidos en Kirinyaga.
Los relatos me han parecido mucho menos interesantes; por un lado, porque
carecen de la misma fuerza al no contar con un protagonista de la talla de
Koriba y por otro porque la tesis que parecen sostener me resulta irritante.
Tal y como sucedía en Kirinyaga se parte de una sociedad extinguida como
tal, la masái, pero en este caso los problemas que van surgiendo se arreglan de
una manera más sensata y consensuada y se tolera realizar cambios. Lo que me
molesta es que todos estos cambios que se introducen poco a poco parecen
conducir a una sociedad que no se diferencia en nada de la occidental, de la
que precisamente querían alejarse. Al final es como si se nos dijera que para
bien o para mal nuestro modo de vida es el mejor posible. Vamos, que todos los
caminos conducen a Roma.
He disfrutado mucho con los relatos de Kirinyaga. Resnick conmueve con sus historias humanas de un África que ya no existe sin forzar la lágrima fácil. Además estoy por completo de acuerdo con que no todas las tradiciones por muchos siglos que tengan de vida deban mantenerse ni que tampoco deban ser rescatadas costumbres ya perdidas por mucho que nacionalistas de todo tipo se empeñen en ello. Lástima que Gigamesh lo haya descatalogado y que el libro acabe siendo inencontrable, por lo menos hasta que un «mundumugu» de la ciencia ficción lo recupere.
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