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Universo de pocos

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martes, 22 de junio de 2021

“Kirinyaga” de Mike Resnick

Portada de “Kirinyaga” de Mike Resnick

El autentico protagonista de Kirinyaga de Mike Resnick no es ese mundo artificial concebido para albergar al pueblo kikuyu ni tampoco los son sus pobladores, el verdadero protagonista de la novela es Koriba, su «mundumugu», el hechicero y verdadero artífice de su construcción. Contadas por su propio protagonista, las narraciones de Kirinyaga son el relato de los esfuerzos por hacer realidad el sueño de recuperar una cultura ya perdida de África, de volver a sus orígenes, pero sobre constituyen el retrato de un hombre obsesionado por un pasado idealizado que es imposible resucitar.

 El libro es eso que llaman un «fix-up», esto es un conjunto de relatos publicados anteriormente y relacionados entre sí, que al ser ordenados convenientemente se convierten en  capítulos de una novela. La estructura que sigue Resnick en cada uno de ellos es casi idéntica. Comienzan con algo o alguien que pone en peligro ese mundo ideal soñado por Koriba, que le obligan a tomar cartas en el asunto. Gracias siempre a su astucia, a sus artimañas no siempre honestas y a su habilidad para concebir fábulas que respalden sus ideas consigue persuadir la mayoría de las veces a los que se oponen a él o convencer al jefe de la tribu para que imponga sus ideas. Los relatos terminan irremisiblemente con las cosas volviendo a su cauce, aunque poco a poco, historia a historia, problema a problema la imagen de Koriba se va deteriorando hasta llegar al epílogo final que no voy a desvelar.

Cada  relato a su vez contiene otro contado por el propio «mundumugu», se trata de fábulas muy sencillas, llenas de ingenio, breves y muy directas, protagonizadas por leones u otros animales hace tiempo extinguidos en el África real. Con ellas Koriba no sólo adoctrina desde la infancia a los kikuyus sino que pretende recuperar o, más bien restablecer, un acervo cultural y unas tradiciones olvidadas por la mayoría de los kikuyus. La repetición de este formato puede que canse a muchos, a mí por el contrario me ha resultado simpático, y me ha transportado a mi infancia cuando veía esas viejas series de televisión basadas en una fórmula probada que se repetía en cada episodio con algunas variaciones. También Asimov en los relatos de la serie de la Fundación seguía una estructura que se repetía la mayoría de las veces con un Hari Seldon previendo la mayoría de las crisis del imperio galáctico. 

Resnick apenas dice nada de cómo en un futuro indeterminado se llegó a crear ese mundo artificial, sabemos que no es el único y que existe un consejo, el Consejo Eutópico, que se encarga de autorizarlos y de llevarlos a cabo. En cualquier caso es algo que carece de importancia, lo que interesa al autor es destacar lo irrenunciable del progreso de las sociedades humanas. Muchos críticos no parecen haberlo entendido así, tal y como queda reflejado al final del libro en unos comentarios del autor incluidos en la edición. En ellos se defiende de las acusaciones que lo tachan entre otras cosas de racista y sexista. Según Resnick nada de esto hubiera sucedido si en lugar de por africanos sus relatos hubieran estado protagonizados por seres de otros planetas. El libro está lejos de poder considerarse «políticamente correcto». El mundo que pretende recuperar Koriba es un mundo en el que la mujer es considerada una propiedad, un mundo en el que se practica la mutilación genital y en el que los viejos cuando no pueden valerse son abandonados a las hienas. Es un mundo, y no hay que utilizar eufemismos, despiadado, bárbaro y retrógrado. Resnick lo deja bien claro aunque todo nos llegue a través de la visión sesgada de su máximo valedor. No creo que mostrar esta dura realidad convierta a su autor en racista o sexista, sin embargo, en estos tiempos de revisión del pasado en el que algunos países de occidente empiezan a reconocer las atrocidades que se cometieron en África es algo que no está muy bien visto. Si bien es cierto que durante la época de la colonización se cometieron acciones completamente execrables, también lo es el atraso en el que vivían muchos de estos pueblos cuando  llegaron los occidentales. Una cosa no quita a la otra. También occidente hubo de pasar por diferentes periodos de barbarie antes de llegar al desarrollo actual. Pero en estos tiempos extraños en que vivimos, de blanco y negro, de bueno y malo hay cosas que no se pueden decir.

Resnick consigue que su protagonista, a pesar de ser un manipulador y ser un tramposo  (posee un ordenador con el que puede alterar el clima de Kirinyaga a su conveniencia), no nos caiga todo lo mal que debería. Es un gran personaje, un tirano como muchos de los que ha habido en la historia de la humanidad que cree hacer siempre lo mejor para su pueblo, un hombre instruido en las mejores universidades que sin embargo quiere recuperar el mundo ancestral kikuyu con todas sus brutales consecuencias. Koriba es un fanático que desprecia cualquier influencia que no provenga de su propio pueblo, una decisión que condena a los suyos al estancamiento.

El libro se completa con una novela corta, Kilimanjaro, que Resnick escribió ante las peticiones de muchos de los que leyeron Kirinyaga para que publicara más relatos situados en el mismo contexto. La historia estaba cerrada, así que a Resnick se le ocurrió crear otro mundo, en este caso de masáis, con la misma intención de recuperar una cultura desaparecida pero con la ventaja de haber podido aprender de los errores cometidos en Kirinyaga. Los relatos me han parecido mucho menos interesantes; por un lado, porque carecen de la misma fuerza al no contar con un protagonista de la talla de Koriba y por otro porque la tesis que parecen sostener me resulta irritante. Tal y como sucedía en Kirinyaga se parte de una sociedad extinguida como tal, la masái, pero en este caso los problemas que van surgiendo se arreglan de una manera más sensata y consensuada y se tolera realizar cambios. Lo que me molesta es que todos estos cambios que se introducen poco a poco parecen conducir a una sociedad que no se diferencia en nada de la occidental, de la que precisamente querían alejarse. Al final es como si se nos dijera que para bien o para mal nuestro modo de vida es el mejor posible. Vamos, que todos los caminos conducen a Roma.

He disfrutado mucho con los relatos de Kirinyaga. Resnick conmueve con sus historias humanas de un África que ya no existe sin forzar la lágrima fácil. Además estoy por completo de acuerdo con que no todas las tradiciones por muchos siglos que tengan de vida deban mantenerse ni que tampoco deban ser rescatadas costumbres ya perdidas por mucho que nacionalistas de todo tipo se empeñen en ello. Lástima que Gigamesh lo haya descatalogado y que el libro acabe siendo inencontrable, por lo menos hasta que un «mundumugu» de la ciencia ficción lo recupere.

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