Mi primer
contacto con la obra de George R. R Martin fue a través de relatos cortos, en
concreto con la antología que publicó Caralt en 1982 titulada Una canción
para Lya. Años después leería otro libro de relatos, Canciones
que cantan los muertos (1983) que en esta ocasión publicó Martínez Roca y
que contenía uno de sus mejores relatos: Reyes de la arena. La impresión
que tuve es la de que Martin es un estupendo contador de relatos, y lo cierto
es que disfruté más con ellos que con su novela Muerte de la luz (1977),
aunque no estoy con eso diciendo que no me gustara. En ésta, su primera novela,
ya aparecen sus temas más queridos alrededor de los cuales giran también las
historias que suceden en Canción de hielo y fuego como son la lealtad,
la ruptura con las tradiciones, el amor o los complejos vínculos familiares.
Refugio del viento en este sentido no es diferente. Por otra parte,
también nos encontraremos con personajes muy sólidos rodeados de un escenario
grandioso. Las geografías extremas con nombres altisonantes como Nido de Águilas, Amberly Menor, Hacha de
Hierro nos evocan de inmediato Juego de tronos. Cada una de las
islas del planeta posee sus propias costumbres, su propia indumentaria y los
habitantes se diferencian los unos de los otros tal y como sucedía en la célebre
serie. Refugio del viento bien podría ser una más de las narraciones que
integran Canción de hielo y fuego.
Hasta ahora sólo he hablado de Martin pero el libro
está firmado también por una autora como Lisa Tuttle a la que no me gustaría
desdeñar. De ella he reseñado en este blog dos libros: la novela, Futuros perdidos, y el libro de relatos, Nido de pesadillas. Sin embargo, así
como la presencia de Martin es manifiesta, resulta más difícil ver la mano de
Tuttle en la novela. En otro orden de cosas siempre me he preguntado cómo se
reparten el trabajo dos escritores a la hora de escribir una novela. Hay varios
ejemplos de libros escritos a cuatro manos de autores que han sabido
complementarse muy bien como Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, que dieron
lugar a Mercaderes del espacio
(1953), o incluso Larry Niven y Jerry Pournelle pero también ha habido
colaboraciones poco exitosas entre grandes autores que no dieron el fruto
esperado. Ejemplo de ello es Deus Irae (1976) firmada por Philip K. Dick y Roger Zelazny. No es el
caso de Refugio del Viento, una novela que no desmerece a las
escritas por cada uno de los autores por separado.
Estamos ante una fantasía bien escrita con unos personajes magníficamente caracterizados, en la que resulta agradable sumergirse. En ella se nos cuenta la historia de Maris, una muchacha cuyo mayor deseo es convertirse en una voladora, lo que va en contra de la tradición por no ser ella hija de un volador. La acción transcurre en un planeta, que salvo unas pocas islas, está cubierto por océano. Las alas que permiten volar a los pocos privilegiados en ese mundo de vientos continuos son limitadas. Esto es debido a que se fabrican con un tejido muy resistente obtenido de los restos de la nave estelar en la que en el pasado llegaron los primeros humanos y que acabó estrellándose. El libro se compone de tres novelas cortas en las que se narran tres periodos decisivos en la vida de Maris: su comienzo como voladora, su madurez y su decadencia. Cada una de ellas concluye, aunque la que le sigue es consecuencia de la anterior. Las dos primeras podrían pertenecer, si es que existe algo así, al género deportivo. Si lo digo es porque los momentos cruciales se resuelven con competiciones entre voladores. Esto no debe hacernos pensar que estamos ante un libro de acción. Los tres relatos están contado a un ritmo pausado pero tienen como gran baza su capacidad de hacernos vivir lo que nos es relatado. Las mismas historias narradas por otros autores seguramente no producirían el mismo efecto. Tuttle y Martin nos hacen sentir el viento en la piel, hacen que disfrutemos de las corrientes de aire que alzan hacia al cielo a los personajes como si fuéramos uno de ellos. El miedo a precipitarse en el mar o a estrellarse contra las rocas lo experimentamos con la misma intensidad. En fin consiguen que deseemos con la misma pasión y anhelo que Maris tener unas alas y remontar las nubes.
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