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Universo de pocos

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jueves, 9 de diciembre de 2021

“Los extraños” de Jon Bilbao

Portada de "Los extraños" de Jon Bilbao

  En Los extraños Jon Bilbao recupera a Jon (alter ego del autor) y a Katharina, dos de los protagonistas de Basilisco, su novela anterior. La pareja no vive su mejor momento y con el propósito de aclarar sus ideas pasan una temporada en la casa de los padres de él en Ribadesella. Tras haber dejado su puesto como ingeniero de minas Jon trabaja de momento como redactor de una enciclopedia temática, una labor que puede desempeñar desde la casa. Mientras tanto Katharina se dedica a traducir con desgana un manual de Odontología al alemán. Su fría relación con Jon, la presencia de la asistenta doméstica y la falta de otras amistades con las que relacionarse hacen que su estancia en la vieja casa no sea todo lo cómoda que desearía. De repente una noche aparecen unas luces muy extrañas en el cielo que aparentemente no despiertan demasiado interés en el pueblo. A Jon el extraño fenómeno le provoca una agitación tan fuerte que más tarde le impide conciliar el sueño, tanto es así que se levanta a mitad de la noche para anotar la experiencia en un cuaderno. El hecho en sí no resulta especialmente extraordinario, lo verdaderamente insólito es que admita que la llegada de las misteriosas luces le haya emocionado más que la noticia del embarazo de Katharina.

 Al día siguiente los deseos de Katharina de tener compañía parecen hacerse realidad con la llegada de Markel, un primo de Jon que éste ni siquiera recuerda. Le acompaña Virginia, una  peculiar joven, que apenas les dirige la palabra. Su presencia en la casa da un vuelco a la aburrida vida diaria de Jon y Katharina, pero se trata de una circunstancia demasiado fugaz y de poca relevancia para que pueda alterar el destino de sus vidas.

Poco a poco el comportamiento de los recién llegados comienza a despertar la curiosidad de sus anfitriones y también la nuestra. Su conducta es de lo más chocante pero no lo es menos la manera en que los dos protagonistas responden a todo esto, sobre todo Jon que parece tomárselo todo con una calma y una frialdad exasperante. Bilbao vuelve a demostrar su capacidad para crear atmósferas desasosegantes a través de las pequeñas cosas de la vida cotidiana. La habilidad de Bilbao para transmitir extrañeza y convertir las situaciones comunes en irreales con esa manera de contar desapasionada es insuperable. No se le puede poner un pero a cómo escribe Bilbao, que como ya dije en la reseña que hice de Basilisco, me gusta especialmente. El problema reside en que en esta ocasión la trama no parece conducir a ningún lado. Al terminar la novela es como si hubiéramos vuelto al punto de partida con el mismo equipaje que traíamos al comienzo y la sensación de que nos podíamos haber ahorrado el viaje. Bilbao ha querido volver a jugársela con un relato arriesgado en el que de nuevo mezcla elementos difíciles de combinar como son la historia de una relación de pareja en crisis, un misterio familiar y la aparición de un ovni. En Basilisco le salió bien el experimento y eso que trataba de hacer algo  aún más osado que en Los extraños. En la novela presente se echa de menos algo que amalgame todos estos elementos diversos, algo a lo que poder asirse y que dé sentido al relato.

No hay mucho más que pueda decir de Los extraños, y no por miedo a hacer un spoiler, que no podría hacerlo aunque quisiera, porque hay poco que desvelar. Bilbao no proporciona respuestas a los misterios que plantea, y al final la novela es como el juego de luces con el que empieza, unas luces que nos dejan con la enojosa sospecha de que todo ha sido un artificio, en este caso literario.

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