Osama
de Lavie Tidhar arranca con un detective que fuma demasiado, una mujer hermosa
que le contrata para que busque a alguien y un tiroteo en la calle. No parece
mal comienzo para una historia policiaca, pero el abuso de las frases cortas,
el deambular sin sentido del protagonista página tras página, los callejones
sin salida en los que desemboca continuamente la acción, me cansan, me aburren
y terminan por desesperarme. El protagonista se pasa medio libro fumando,
tomando café y enjuagándose luego la boca con alcohol. Me aburro y mucho.
Finalmente, acabo por desinteresarme de la intriga. Tal vez el autor admire la
novela negra pero un relato debe contener algo más que continuas visitas a
pubs, atmósferas envueltas en humo, opio y puertas que se cierran delante del
protagonista. La manera de contar de Lavie Tidhar sustituyendo las
descripciones por tediosas enumeraciones de objetos y de personas tampoco me
ayuda a interesarme por la historia.
Últimamente,
parece obligado comparar cualquier novela fantástica actual que se precie con
la obra de Philip K. Dick. Al menos en esta ocasión es posible encontrar nexos
de unión: una realidad alterada o la permanente sensación de no saber qué es
real y qué no lo es. Lo que Tidhar no logra es imbuir su relato de la
arrebatada locura que parece aflorar en gran parte de la obra de Dick.
Osama con su reflexión sobre el
terrorismo hubiera dado para un buen cuento pero prolongarlo hasta una novela
ha sido un error.
Esta moderna fantasía política tiene sus errores y aciertos, como bien apuntas. Sin embargo, creo que merece la pena leerla por lo que tiene de reflexión sobre la violencia que azota nuestra época.
ResponderEliminarPuede que esté equivocado, pero tanta repetición sin llegar a ninguna parte se me hizo largo. Gracias por el comentario.
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